16 dias cambiaron mi vida 36.-Ana, mi historia

Fue cuando me fijé en ella. En su panza. Acaricié su barriguita y una sensación de calor inundó mi pecho de amor. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

36.-Capítulo 3 Ana, mi historia 6 años después.

La mañana nos sorprendió abrazadas. Su bello rostro, su cabeza descansando en mi hombro izquierdo mientras un hilillo de saliva se desprendía de su preciosa boca e invitaba a lamerla, a besar los labios que tanto había añorado en los meses que había vivido en Italia sin ella. Lo malo de esa separación, tras la pelea que tuvimos cuando ella trataba de arrastrarme a otra de sus juergas que solían acabar en orgias, es que en una de ellas conoció a Vicente, el probable pero no seguro, padre de la criatura que se gestaba en su vientre.

Fue cuando me fijé en ella. En su panza. Acaricié su barriguita y una sensación de calor inundó mi pecho de amor. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Abrió sus ojos y la sonrisa que me dedicó iluminó el dormitorio. Acarició mi mejilla y se estiró para alcanzar mis labios con los suyos… Nunca me supieron tan dulces, eran los labios de mi esposa…

Escuchamos jaleo abajo, en la cocina. Seguramente ya estarían desayunando todos.

Me encogí hasta llegar a sus pechos, besarlos, lamerlos, mamarlos, como seguramente lo hará el bebé dentro de pocos meses… Se endurecieron. Un suave gemido me indicaba que estaba muy excitada. Seguí bajando hasta su pubis, lo mordisqueé, pero pasé de largo y me fui hasta sus pies. Ronroneaba… Pasé mi lengua por sus plantas, entre los deditos, su pulgar en mi boca, masajeaba el otro para seguir con él, frotaba sus pantorrillas y muslos hasta que llegué a su nido, los labios ya se abrían entregados, rojos, húmedos. Percibí el aroma a mujer en celo y hurgué en su ardiente interior para saborear el néctar que desprendía.

El orgasmo fue intenso, tanto que la obligó a tirarme del pelo para separarme de su sexo. Yo reía, sabía que no soportaba que siguiera asaeteando su lentejita tras el clímax.

Me separé y gateé hasta llegar a su altura para besarla, para devorar su boca.

—Anda barriguita, vamos a desayunar que estoy hambrienta. La borrachera de ayer me ha dejado con un dolor de cabeza terrible.

—A mí no tienes que contármelo. ¿Quién te estuvo cuidando?

—Tú, amor mío… Tú. Gracias por tus cuidados, pero ahora vamos a por café. Estoy deseando tomar uno.

Nos besamos y tras ponernos un saltito de cama bajamos a la cocina. Estaban todos, solo faltábamos nosotras dos.

—¡Vaya, por fin las recién casadas! — Exclamó mi padre, abrazándome y besándome… Lo mismo hizo con Claudia.

—¡Café, necesito café! — Grité riéndome.

Nos dejaron sitio para sentarnos y Mónica nos puso café y croissants que  bebimos y comimos, o mejor dicho, devoramos…

Tras algunas bromas referentes al apetito que despierta el amor, mi hermano Pepe, Pepito, tomó la palabra:

—Papá, Mili y yo tenemos que comunicaros la decisión que hemos tomado. Nos vamos al pueblo, a Jaén… Lo hemos hablado con el tito Carlos y está de acuerdo. Tú hermano mayor nos ha matriculado en un módulo de agricultura en el pueblo y queremos dedicarnos a explotar las tierras que han heredado Carlos y Mili. Además queremos abrir un concesionario de maquinaria agrícola. Pero hay algo más. Helena, también viene con nosotros. Llegará hoy de Frankfurt, no le dio tiempo de venir para la boda de su hermana. Me dijo que su madre la avisó, pero quería dejar resueltas algunas cuestiones en Alemania.

Claudia madre se levantó sorprendida.

—¿Y por qué no me lo ha dicho a mí? Solo me dijo que no podía venir…

—Mamá, yo sí lo sabía. Me lo dijo y también el motivo, quería terminar con sus evaluaciones para poder reunirse con Pepito y Mili y poner en marcha un proyecto en el pueblo. Suponía que no la dejarías por eso no te informó de nada. A las cuatro llega al aeropuerto de Manises, tenemos que ir a recogerla. Tengo muchas ganas de verla. — Dijo mi esposa Claudia. Me miraron…

—¡Yo no sé nada eh! Soy la más sorprendida al conocer las noticias, tanto de mis hermanos como de Helena. — Protesté. — Y también quería decirle algo a mi padre… Queremos quedarnos aquí contigo, trabajar en tu negocio, las ventas son una especialidad nuestra, ¿Verdad Claudia? No queremos ser una carga para vosotros y en cuanto podamos valernos por nosotras buscaremos un pisito para vivir.

Mi padre hizo un gesto con los hombros en los que entendimos que aceptaba la propuesta. Él tenía una tienda de material electrónico e instalaciones de telefonía e informática. Yo podría serle útil ya que me había criado junto a él y aprendido bastante de electrónica.

Transcurren unos días con bastante jaleo.

Ya ha amanecido… Una suave luz entra por la ventana y me permite ver a Claudia tendida a mi lado… Duerme… Observo cómo su pecho sube y baja con la respiración, los pechos le han cambiado, han aumentado y las areolas se le han oscurecido; me gustan. Un ramalazo de excitación recorre mi cuerpo. Había tenido un sueño muy erótico…

Ha pasado el vendaval de familia y ya se han marchado todos; mamá Claudia a Madrid, mis hermanos y Helena, mi cuñada… sonrío… me hace gracia llamarla así, pero lo es. Se han marchado al pueblo de Mónica y mi padre.

Al parecer cuando llegaron al aeropuerto y comprobar que Helena no venía en el vuelo de Frankfurt, mi hermano Pepe lloraba cómo un niño. Solo se tranquilizó al comprobar que llegaría en otro vuelo.

Fue todo un espectáculo el encuentro entre los dos. Abrazados lloraban, se besaban y la gente que pasaba se detenía para verlos. A algunos se les llenaban los ojos de lágrimas.

Le pregunté a Helena si sabía algo de Marga y me dijo que sí, la había visto en Múnich. Ese fue el motivo de que cambiara su vuelo. Tenía sus datos, la llamó y le dijo que fuera a verla. Lo hizo y su impresión fue pésima. La encontró demacrada con los ojos hundidos… Le dijo que se había separado del tipo que la llevó a Alemania y que no quiso regresar a España para no encontrarse con mi madre. Ella sabía que no acabaría bien, que buscaba su desaparición y… lo logró. Que el hecho de tomar conciencia del dolor causado a las personas que más quería, no la dejaba vivir en paz y tomo la resolución de acabar con su sufrimiento a base de heroína… Fue Helena la que le dijo que había fallecido y se deshizo en llanto. Le dijo que Mila había sido su gran  amor y que la vida ya carecía de sentido para ella.

Al despedirme de Pablo no pude evitar abrazarlo y besar sus labios. Él me apartó suavemente, sonriendo…

—Eres una mujer casada, Ana. Y sabes que tú y yo… no tenemos futuro. Solo nos queda el maravilloso recuerdo de unos momentos en los que nos amamos, pero no debemos seguir. Sería peligroso y podría acarrear consecuencias nefastas.

—Lo se Pablo… No he podido evitarlo… Sabes que te quiero, aunque también quiero a Claudia, pero…

—Sin peros cariño. Dedícate a hacer feliz a tu esposa y sé feliz, yo ya soy muy…

—No lo digas Pablo… Sabes que no me importaría tu edad, pero respeto tus deseos de libertad.

Se apartó negando con la cabeza. Creí ver lágrimas en sus ojos. Yo también lloraba.

Se marchó, todos se marcharon… Quedamos nosotros cuatro, la vida continuaba.

Claudia despertó. Abrió los ojos y me miró dulcemente. Acaricié su mejilla…

—Buenos días mi vida…

Ella pasó su mano por mi sexo.

—Buenos días amor… — Me dijo. — ¿En qué piensas que estás tan húmeda?

—Pues en un sueño que he tenido, curioso, extraño.

—Cuéntamelo porfi…

—Pues… Yo me despertaba, a tu lado, como ahora tú dormías. Tú panza te daba una imagen hermosa, sentí envidia, sana, pero envidia, te di un beso tratando de no despertarte  y bajé… había oído la puerta cerrarse, mi padre se había ido a trabajar a sí que bajé desnuda y me encontré a Mónica también desnuda, sentada en el sofá del salón amamantando a su bebé… La imagen me emocionó; Mónica me sonrió y me indicó que me sentara a su lado, lo hice. Se levantó y dejó al bebé en su cunita para sentarse de nuevo a mi lado. Vi un gesto de dolor en su rostro. Le pregunté que le pasaba y me dijo que el bebé había mamado de un pecho pero el otro lo tenía hinchado de leche, le molestaba; me dijo que le trajera el sacaleches para descargarlo… Sonreí, me miró extrañada… Y le dije…

— ¿Puedo descargarlo yo?

Ella sonrió pasó su brazo por mis hombros y me acercó a su pecho, me tendí con la cabeza sobre sus muslos y ella acercó la teta a mis labios. Me excitó la rugosidad de su pezón, las gotas de leche ya salían y mojaban mi rostro… Mamé, como si fuera su rorro y sentí  la descarga de leche en mi boca… Algo dulzona, pero de sabor agradable… tragué… Me sorprendió el roce de la mano de ella en mi pubis y me abrí de piernas… ofreciéndome… Sus dedos sabios acariciaron mi rajita, se detuvo en la lentejita que con las caricias se inflamó y me provocó sensaciones muy agradables… muy, muy agradables. Mis labios en su pezón sus dedos en mi… oooooh… Pero… ¿qué me haces Claudia?

—Hacer realidad parte de tu sueño. — Claudia me acariciaba mientras le relataba mi fantasía…

Mi excitación era tal que con pocos roces de sus dedos en mi clítoris provocó un torrente de descargas placenteras. Me acurruqué en su regazo, apresé con mis labios el oscuro pezón de mi amada esposa y mamé cómo en mi sueño lo hacía con Mónica. El orgasmo fue muy placentero… nos abrazamos y nos besamos con ansia, con pasión.

Cuando me calmé besé sus pechos y bajé acariciando con mis labios su vientre hasta llegar a la grieta por la que saldría el bebé que se gestaba… Y lamí con ansia  hasta arrancar un orgasmo de mí querida, mi amada esposa. Subí para saborear sus labios. Nos relajamos.

—¡Dios mío qué peligro Ana! — Dijo abrazándome y mirándome a los ojos.

—¿Por qué?

—Piensa que vas a tener a tu disposición cuatro tetas lactantes y con seguridad vas a tener que mamar todos los días varias veces. Si cada vez que lo haces te corres y nos corres… lo vas a pasar fatal. Acabarás destrozada… somos dos contra una…  Jajajaja.

La vida se convirtió en rutina a la espera de que nuevos acontecimientos la rompieran… La rutina… No penséis mal.

Faltaban pocos meses para que mis dos mujeres parieran. Yo lo deseaba con toda mi alma. Tener a los bebés en mis brazos, cambiarles los pañales, bañarlos… ¡Uuufff!…  La emoción me embargaba.

Pero por ahora no puedo seguir con mi historia aunque…

La historia continúa.

Un abrazo a tod@s los que me habéis tenido la paciencia de seguirme.

Ana me escribe de tanto en tanto.

Lo que precede lo encontré en un pen dentro del bolsillo de mi chaqueta el día que me despedí de Ana y el resto con las misivas que siguieron en nuestra relación epistolar.

FIN...  Por ahora.