16 dias cambiaron mi vida 33.- La confesión de Mil
Cada vez estoy más convencido de que la causa del intento de suicidio no era, al menos no era solo, liberar a José de su pasión por ella. Sé que hay algo más, algo oculto, algún secreto que la corroe y que no la deja vivir en paz.
33.-Pablo. La confesión de Mila.
Tras la sesión de inmersión en la lectura de Los cuadernos de Mila, Ana se prepara para marcharse. Recoge su ordenador y sus cosas.
— Pablo, aquí te dejo el alimentador del portátil…. ¡Ah! Se me olvidaba, mi padre se marcha mañana a Madrid, con Claudia y Marga. Me ha dicho que, si puedes, vengas a casa para acompañar a mi madre, te quedas a comer con nosotras y así, Clau y yo, podremos salir a pasear con nuestros chicos. ¿Vendrás? — Me dijo la muchacha.
— No te preocupes, no tengo nada mejor que hacer, dile a tu padre que iré — Le dije.
Ana se marcha dejándome un extraño estado de ansiedad.
Cada vez estoy más convencido de que la causa del intento de suicidio no era, al menos no era solo, liberar a José de su pasión por ella. Sé que hay algo más, algo oculto, algún secreto que la corroe y que no la deja vivir en paz. Me gustaría poder ayudarla, pero para eso debo lograr que se sincere conmigo. Mañana iré a su casa. Ya que José está en Madrid por algún asunto y se ha llevado a Marga y a Claudia con él.
Sigo leyendo páginas y más páginas de los cuadernos de Mila. La minuciosidad con que anota sus impresiones sobre los “clientes”. Como oculta sus nombres reales bajo seudónimos inventados por ella. Las cuentas de gastos e ingresos al detalle, al extremo de anotar como gasto el importe de un café, tomado en un bar mientras espera su cita. Hay algo que atrae mi atención y me hace pensar, que esta mujer amaba su trabajo como call-girl.
No encuentro en sus anotaciones valoraciones despectivas sobre los hombres con los que se veía. Solo datos útiles para ella, para su negocio, pero con un fondo amable, cariñoso… Excepto en los casos en los que, la experiencia, le resultara negativa, por ejemplo, los contactos con el tal Edu, como consecuencia del chantaje a que la sometió.
A este sujeto le dedica unas páginas en las que se muestra durísima, al verse forzada a dejarse manipular por este tipo sin principios. Capaz de aprovecharse de la mujer de un compañero de trabajo.
Hoy tengo que resolver algunos asuntos que tenía abandonados, me dedicaré a ello y trataré de alejarme de los problemas de esta familia, al menos por un día.
No puedo dormir. Cierro los ojos y los tengo abiertos por dentro
Voy a casa de Mila. José y las chicas ya se han marchado a Madrid. Las niñas se preparan para ir a la playa. Al presentarme yo, se organiza un alboroto, porque pueden ir todas a bañarse. Me quedo solo con ella.
Estamos sentados en el porche tomando un café que han preparado Ana y Claudia antes de irse.
— Mila, hay algo que no comprendo de tu actitud, de tu comportamiento.
— Vaya Pablo... ¿Eso te extraña?... Hay cosas de mí que no comprendo ni yo misma.
— Bueno, pero….Veras…Es que no puedo creer, que la razón que diste para hacer lo que…Intentaste hacer…
— Ve al grano, Pablo.
— ¡Pues que no me lo creo!... Creo que te conozco bastante bien y sospecho, sé, que hay otra razón, o razones, que te empujaron a hacerlo.
— ¡Eres un bicho, Pablo! … Pero tienes razón. Hay algo que nadie sabe excepto quizá otra persona y... Yo, claro… Algo que destrozaría a José, si llegara a su conocimiento… Por eso te pido que no me preguntes más sobre este asunto.
— Comprendo, bueno…No comprendo… ¿Tan grave es?
— Mucho, querido y lo peor del caso es… Que no soy yo, la única responsable.
— Ahora sí que me dejas hecho un lio, Mila. Si tú no eres la responsable del hecho o hechos, cualesquiera que sean ¿Por qué no te liberas de esa carga, que te está haciendo tanto daño?
— Pablo… Por favor, no me presiones.
— De acuerdo, lo siento, no te lo pediré más, pero quiero que sepas que me tienes aquí para cuando estés dispuesta a hablar. Y puedes tener la más completa seguridad sobre mi discreción.
— Lo sé. Sé que puedo confiar en ti, pero es que…
Percibo un ligero movimiento trémulo en sus labios, retuerce las manos y de pronto estalla en un llanto convulso, ahogándose en lágrimas. Su cuerpo se estremece, cubriéndose la cara con ambas manos. Me arrodillo ante ella, abrazándola.
— Mila, lo que ocultas te está destrozando. Por muy grave que sea debes compartirlo; yo puedo intentar ayudarte a sobrellevarlo, confía en mí.
Más calmada, aprisiona mis manos con las suyas, con fuerza…. Me mira fijamente a los ojos…. Hasta con los ojos enrojecidos por el llanto deslumbra por su belleza.
— Pablo…Nadie debe saber jamás, esto que te voy a decir. ¡Nadie! ¿Está claro?
— Puedes tener la más completa seguridad. Sabes que puedes confiar en mí y haré lo imposible por ayudarte a superarlo.
— Gracias. Tienes razón, necesito hablar. Cuando lo supe y tomé conciencia de ello, creí volverme loca.
Se detiene para respirar hondo y hacer acopio de fuerzas, que le permitan seguir hablándome. Le acerco una servilleta de papel para secarse las lágrimas.
— Hace cosa de un año, mi suegro me llamó… ¡Quería que me divorciara de José para casarse conmigo! A mí, me hizo gracia, pensando que era una broma, le dije que lo sentía, pero no tenía intención de separarme… Se puso a gritar como un loco, me llamó puta, ramera… ¡Estaba obsesionado conmigo! Y comentó algo que me horrorizo… Me dijo que hacía muchos años que sabía a lo qué me dedicaba… Que la vez que nos encontramos en el hotel de Madrid y me poseyó, no era la primera, que ya lo había hecho antes en varias ocasiones sin yo saberlo… No podía dar crédito a sus palabras, estaba como loco. Traté de calmarlo y no darle importancia a lo que decía. Pero insistía y dijo algo más extrañó aún… Que en poco tiempo tendría la certeza de algo muy importante. Le colgué y así quedó la cosa. Pensé que estaba mal de la cabeza, demencia senil, alzhéimer, no sé. Poco tiempo después, José, descubría mi engaño y todo se derrumbó.
— Pero eso no era tan grave… ¿No?... El hombre estaría ya muy mal, prueba de ello es que ha muerto.
— Pero yo no dejaba de pensar en lo que me dijo… Que había follado conmigo antes, sin yo saberlo. Y empecé a atar cabos… Tengo que remontarme a la Navidad del 2004… Como cada año, estuvimos en casa de los padres de José, para la celebración. José, como casi siempre, nos dejó, a los niños, Ana, Pepito y a mí y regresó a Madrid por su trabajo. Todo era normal… Hasta que una mañana, mi suegro me invitó a visitar una finca que quería comprar. Nos subimos al todoterreno con los niños.
Suspiró profundamente antes de continuar.
— Nos llevó por unos caminos de tierra, atravesando olivares, hasta una bodega, en medio de un campo, plantado de viñas. Era un edificio grande, con unas enormes barricas que, según me dijo, estaban llenas de vino… De uno de los toneles escanció dos copas y me ofreció una… Luego otra y otra… Los niños jugaban por aquellas naves. Y no recuerdo nada más… Me desperté en el todoterreno, de vuelta a casa, con los niños dormidos en el asiento de atrás.
— ¿Tu suegro te drogó?
— Al parecer así fue… Me dijo que me había sentado mal el vino. Y yo no supe nada hasta poco antes de su muerte… José y yo, ya nos habíamos divorciado, él se enteró y me llamó. Insistía en casarse conmigo. Era su obsesión.
— ¡Qué atrocidad! Ese hombre estaba realmente mal.
— Me dijo que la primera vez que me llevó a la bodega, puso “un fuerte somnífero en el vino y me folló varias veces a durante toda la mañana”, con estas palabras… Después, ya en casa, lo hizo más veces… Me drogaba y me violaba. Yo aprovechaba, los periodos de vacaciones, para descansar de la píldora y precisamente, en aquella navidad, me quedé embarazada de Mili. El haberme quedado encinta, sabiendo yo que no podía ser de José, me desequilibró… No entendía que había podido suceder. Desde que cometí el error de quedar encinta de Pepito, tomaba muchas precauciones. No comprendía, como pudo haber ocurrido.
Se toma un breve descanso, una furtiva lágrima se desliza por la mejilla. La hace desaparecer con el dorso de la mano.
— Sí, Pablo… ¡Pepe, mi suegro, era quien me dejó preñada!... Lo supe de su propia boca... ¡Qué Mili era hija suya!... Había hecho una prueba de ADN, sin yo saberlo y estaba seguro… Por eso, según él, debíamos casarnos.
Dejó de hablar, centrándose en sus oscuros pensamientos.
— Fue una época en la que me desmadré. Me sometía a sesiones de gangbang, me dejaba follar por cualquiera, me gustara o no, estaba como loca, hice muchas barbaridades… Marga, pobrecilla, me acompañaba extrañada de mi comportamiento, pero yo no podía decir nada de lo que sospechaba… Intuía lo que pasaba, pero no acertaba a saberlo con certeza y aquello me sacaba de quicio… Cuando el padre de José me lo dijo lo comprendí todo y aquello me hundió en la más absoluta desesperación… Además, José me había descubierto y aquello fue la gota que colmó el vaso… Cuando me llamaron para el entierro de Pepe, mi hija, Ana, me dijo que padre e hijo habían hablado a solas. Yo ya no pude más y estallé… Estaba convencida de que el padre se lo había dicho todo a su hijo… Al regresar a Madrid me convencí, de que lo mejor que podía suceder era que yo desapareciera de la faz de la tierra… Para vivir así, prefería acabar… Después de salir del hospital me enteré, por Ana, que no habían acabado de hablar, porque ella los interrumpió y mi suegro murió sin terminar de hablar con José. Él seguía sin saber nada de esto.
Con los ojos cerrados, mueve la cabeza, negando.
— Pero había algo más… Conocerme a mí y saber de mis andanzas, convirtieron a mi suegro en un paranoico, les hizo pruebas a todos sus hijos, Sin que ellos lo supieran… ¡Había comprobado que José, no era hijo suyo y su hermana, Silvia, tampoco!... Recordé que mi cuñada, me explico, hace años, que sus padres no se llevaban bien, porque mi suegra tuvo un novio, del que estaba muy enamorada y por cuestiones económicas su padre la obligó a casarse con mi suegro. Pero ella no lo quería… Supongo que la relación con su antiguo novio se mantuvo durante años, tanto es así que, seguramente, él es el padre de José y de su hermana… Pero mi suegro también me dio a entender que, tras averiguar que Silvia no era hija suya, también la drogó, varias veces, para violarla… Era un monstruo, Pablo.
— ¡Joder, Mila! Vaya elemento… Pero piensa que seguramente era un enfermo. Solo eso podría explicar, que hiciera tanto daño y estuviera tan tranquilo.
— Si, Pablo, pero ahora temo que se entere por su madre… Mi suegro me dijo que había cambiado el testamento y le dejaba la mayor parte a mi hija Mili… Su hija… Que había desheredado a Silvia y a José, al menos, en la parte de la que él podía disponer… Si todo esto sale a la luz, José se enterará y lo destrozará… En conclusión, he hecho mucho daño a mi familia, a la persona que más quiero José, a mis hijos….
De nuevo cubre su cara y llora amargamente.
— ¿Comprendes ahora mi desesperación?
Busco en mi bolsillo un paquete de clínex, extraigo uno y se lo ofrezco para que se enjuague las lágrimas y la naricilla… ¡Joder!... Hasta con los mocos colgando es hermosa… Un escalofrío recorre mi espalda… ¿Estaré enamorándome de esta mujer?... Pablo, me digo a mi mismo, abandona estas ideas, cuidado con la contratransferencia. No caigas en el viejo error del psicoterapeuta novato.
Mila reanuda su discurso.
— Creo que José, desde Madrid viajaba a su pueblo, para cuestiones de la herencia, por eso se han ido en los dos coches, Marga y Claudia volverán solas. Y es por esto que estoy tan angustiada, Pablo. No sé qué va a pasar, si José llega a saber algo y le da por investigar, acabará descubriéndolo todo… Y yo me moriré de pena.
— Por favor, no digas eso… Incluso llegando a enterarse… ¿Qué puede pasar?... Tu marido ya sabía lo de su padre contigo. Es un hombre fuerte y bueno, lo ha demostrado hasta la saciedad…
— ¡Sí! Pero le he ocultado cosas que le afectan muy directamente… Ese era el motivo de su desesperación. Mi engaño… Y he vuelto a fallarle… ¿Qué pensará de mí ahora?... Si lo pierdo otra vez… Ya no quiero vivir, Pablo.
— Mila, creo que estas poniendo el parche, antes de que se abra el agujero. Es muy probable, que no llegue a enterarse de nada de esto. Y si es así, nosotros guardamos el secreto y punto. Claro que no me parece lo más sensato. Porque, en el hipotético caso de que llegara a saber algo, yo te ayudaría a hacerle entender por qué no le dijiste nada y la consternación que esto te causaba... Tranquilízate y no llores más, que van a venir las niñas y van a pensar que te he pegado.
Me mira y esboza una sonrisa, entre pucheros.
— Eres un buen amigo, Pablo.
— ¿Ves? Así me gusta, tienes una sonrisa preciosa… Tienes que prodigarla más.
— Ven a la cocina y seguimos hablando. Voy a preparar algo para comer, que las niñas vendrán hambrientas.
La sigo y admiro su cuerpo. Está aún muy delgada, pero parece que se va reponiendo. Solo espero, que no se lleve un nuevo disgusto, que la hunda en la depresión. Y, como dice la canción, en la angustia y la desesperación… Ha cambiado mucho. Los golpes recibidos han hecho mella en su espíritu, aun así, admiro su porte digno. Su elegancia felina al moverse… Pablo… Pablo… No sigas por este camino… Sigo hablando conmigo mismo, en silencio, mentalmente… Trastea en la cocina preparando la comida. Sin hablar, le ayudo a poner la mesa…
La algarabía de los niños al llegar, rompe el hilo de mis pensamientos. No dejo que entren en la casa, les indico que den la vuelta al edificio.
— ¡Vamos niños! … Quitaros la arena en la ducha de la piscina y a comer.
Aquí me siento como en mi casa, como si fuera mi familia. De alguna forma lamento, a veces, no haberme casado, no tener hijos… Estar solo… Mila me mira inquisitivamente. Tengo la extraña sensación de que puede leer mis pensamientos…
— Venga niños, acostarse un rato a dormir la siesta.
Se levantan corriendo, Pepito le da un empujón a Elena, que le responde con una sonora bofetada. Llorando y peleándose suben a sus habitaciones. Al poco se oyen risas y gritos, jugando.
— Parece que se llevan bien ¿No?
— Si, aunque se peleen acaban jugando juntos… Pepito está coladito por Elena, por eso se mete tanto con ella, pero no va más allá la cosa… No te preocupes. ¿Los oyes? Ya están jugando… Anteayer, Ana, los pilló jugando a papá y mamá. En la cama, bajo la sábana, desnudos.
— Es normal, con esa edad empiezan a investigar y conocer... En este ambiente de familia, lo extraño sería que no lo hicieran… Y tú, Mila ¿Cómo te sientes? Háblame de ti… De tu relación con José y tus amigas.
— No sé qué decirte… José me da mucha seguridad, pero a veces me siento como una intrusa. Él inició una relación con Claudia, que, por lo que pasó yo malogré. Quizás podría haber sido feliz con ella... Ahora no se, si lo es conmigo. Y Claudia está triste, decaída… A lo mejor tú podrías hacer algo por ella, es una buena mujer, lo ha pasado muy mal, por su marido y merece ser feliz. Desde que apareciste en nuestras vidas, la veo más animada… Te aprecia mucho, tal vez os vaya bien juntos ¿No?
— No lo sé Mila, lo cierto es que me gusta y lo paso bien con ella. Pero no adelantemos acontecimientos. Ya se verá.
— Bien, no insisto.
Seguimos hablando de trivialidades, sentados en el salón y dormitando, pasa la tarde. Los niños bajan a merendar y se van a jugar, las chicas se arreglan para salir y de nuevo nos quedamos solos.
A veces me pregunto que hubiera sucedido, si hace años, cuando conocí a Mila, hubiera requerido sus servicios… ¿Por qué no lo hice?... Creo que tuve miedo, miedo de encariñarme, de enamorarme de un imposible… Dicen que pasados los años, uno se arrepiente más de lo que no hizo, que de lo que sí. Pero en este caso, me alegro de no haberlo hecho. Es el motivo de que ella ahora confíe en mí y yo pueda, dentro de mis posibilidades… Ayudarla.
— Mila, si quieres puedes subir y echarte un poco, yo me quedaré aquí viendo la tele.
— Si, Pablo, te voy a tomar la palabra, estoy algo cansada. Y… Gracias por escucharme. Hablar contigo hace que me sienta mejor.
Se acerca, dándome un abrazo, deposita un beso en mi mejilla y sube a la habitación.
En la casa se respira paz. En el silencio, recostado en el sofá me quedo dormido.
Me despierta un ligero roce en mi costado derecho. Claudia está a mi lado, apoya su cabeza en mi hombro, pasa un brazo por mi espalda. Yo la atraigo hacia mí por los hombros. Siento su cálido aliento en mi boca y nos fundimos en un delicioso beso. Me separo para mirarme en sus ojos.
— ¿Ya estáis de vuelta?... No habéis tardado mucho.
— Si, ha sido un viaje rápido. El tiempo de revisar las cuentas con Amalia y Edu. José dejó su coche en Albacete y seguimos los tres juntos a Madrid. A la vuelta lo hemos dejado porqué tenía que ir a su pueblo. Su madre quería hablar con él de algo relacionado con la herencia. Llegará esta noche. Te quedas con nosotras ¿No?
— ¿Puedo negarme?
— Te lo prohíbo.
— Qué remedio, haré un sacrificio.
— Tonto…
Marga entra cargada con un maletín y bolsos.
— Pablo. ¿Te das cuenta lo mala amiga que es?... Me deja sola, cargada, para venir corriendo a darte un achuchón.
Nos reímos los tres
Los niños bajan corriendo para abrazarlas. Elenita se cuelga de su madre.
— Mamá…. ¿Qué nos habéis traído?
Es Marga quien abre una bolsa repleta de juguetes y chuches. Los tres pequeños se lanzan sobre ella, que tiene que apoyarse en mí para no caerse.
— Menos mal que estabas aquí, Pablo, eres nuestro apoyo. ¿No es así, Claudia?
— Vaya. ¿Ahora no soy una mala amiga? Yo sé lo que vas buscando zorra. Jajaja
Nos reímos con las bromas… Mila baja… Se acerca y abraza a las dos amigas.
Los niños salen corriendo fuera de la casa.
— ¿José os ha dicho para que lo ha llamado su madre?... ¿Parecía preocupado?
Marga abraza a Mila. Se besan dulcemente.
— No, dijo que era algo relacionado con la herencia. Nada más. Preocupado… Quizás. Pero no nos ha dicho nada. ¿Por qué?... ¿Qué es lo que te ronda la cabeza Mila?
— No lo sé. Pero me barrunto tormenta.
Tercio en la charla.
— Recuerda Mila… No pongas la venda antes de que se produzca la herida. Lo único que consigues es amargarte la vida.
— Tiene razón Pablo, te has vuelto muy pesimista, cariño. Y eso no es bueno para ti. Dale la vuelta a las cosas. Busca lo positivo.
— Es verdad. Me estoy castigando. Pero es que merezco el castigo.
— Ya estas con las tonterías... ¿Por qué mereces un castigo?... El pasado ya no cuenta. Ahora estamos juntos, vivimos bien, sin problemas económicos, los niños son felices… Pablo nos alegra la vida a Claudia y a mí…
Me miran sonriendo. Me pongo serio, con fingida cara de enfado.
— ¿Para esto me queréis, para que os alegre las pajarillas? Adónde vamos a llegar…
Se ríen, Claudia y Marga me cogen, cada una de un brazo y me llevan, casi a rastras, hasta la habitación de Claudia, donde me empujan sobre la cama. Oigo la risa de Mila.
— ¿A ver lo que le hacéis? Que sois dos lobas y Pablo un pobre corderillo.
Con aire felino se despojan de sus vestidos, quedándose solo con los minúsculos tanguitas, que apenas cubren las rajitas, de sus bien cuidados conejitos.
Claudia atrapa mi boca y me sorbe los sesos con sus besos. Marga se dedica a desnudarme, le facilito la tarea. Claudia ciñe mis mejillas con ambas manos…
— Pablo… Te he echado de menos… Creo que…
Marga besa mi falo, se lo introduce en la boca, lo lame, provocando espasmos y contracciones de mis piernas. Acaricio los pechos de Claudia, que sigue con sus besos y susurrantes balbuceos.
— Te quiero Pablo… Me estoy enamorando de ti… Durante el viaje a Madrid, recordaba los momentos que pasamos juntos y sentía crecer el deseo de volver a verte, de estar contigo… Como ahora… ¡Abrázame!
Marga se retira. Por el rabillo del ojo, la veo alejarse sonriendo. En la puerta de la habitación esta Mila… Se abrazan y se besan. Cogidas de la mano se alejan.
Centro mi atención en mi pareja, para prodigar caricias y besos por toda la superficie de su cuerpo… Tendida, boca abajo, recorro, con las yemas de los dedos, desde los delicados pies, masajeando los deditos, la planta, los tobillos…Subiendo lentamente, por las pantorrillas, los hoyitos de la parte trasera de las rodillas, besándolos, lamiéndolos y mordisqueando los muslos hasta el sublime trasero. Se mantiene totalmente inmóvil. La piel se encrespa, los muslos pasan de una finura extrema a lija de grano grueso… Su espalda se enerva… Sigo con ligeros toques en la espina dorsal hasta la nuca… No resiste más. Se revuelca, me aprisiona con sus brazos, funde sus labios con los míos.
— ¡Fóllame, Pablo! ¡Métela por donde quieras, pero hazlo ya!
Mi pene segrega gran cantidad de líquido preseminal, que ella recoge con sus dedos, para untárselo en la vagina.
Penetro su vientre lentamente, saboreando la sublime sensación que provoca, el suave roce de mi piel, en las paredes de su vagina. Se mueve, el balanceo de sus caderas y las contracciones de los músculos vaginales, se traducen en descargas eléctricas que erizan mi nuca. Pienso en ecuaciones de segundo grado. La excitación es demasiado grande y puedo venirme demasiado pronto. Controlo la situación, pero a veces se me va de las manos, es una mujer maravillosa.
Sus piernas abrazan mis caderas, siento sus talones en mis nalgas, empujando mi cuerpo hacia su interior… Un lamento profundo, seguido de un grito ensordecedor señala su orgasmo…
Ya no tengo porqué retener el mío, me vierto en su interior y la descarga que recorre mi cuerpo, desde los pies hasta la nuca, es acompañada por una serie de involuntarios temblores espasmódicos y sonidos guturales.
Mi cuerpo se desploma como un fardo sobre el de ella, que lo recibe con besos y caricias, que son correspondidas por mí.
— Creo que también te quiero, Claudia. No me he sentido nunca, con nadie, como contigo… Eres maravillosa... ¿Seré idiota?
— ¿Por qué dices eso?
— Pues porque se me saltan las lágrimas de alegría... Por la suerte que tengo de tenerte aquí, así… Me siento muy feliz…
Se acurruca en mi costado y con su cabeza en mi pecho…
— Tenemos suerte los dos... Yo también me siento inmensamente feliz por estar contigo…
— ¡Vamos pareja! ¡Dejaros de arrumacos que hay que cenar, tortolitos!
La voz de Marga nos despierta a los dos. La ducha se convierte en un nuevo campo de batalla amorosa. No me canso de acariciarla, de besarla, dejo resbalar mi cuerpo por el suyo cubierto de espuma, la sensación es indescriptible.
A través del cristal, borroso por el vapor, entreveo cuerpos que nos miran. Abro y recibimos un aplauso, Marga con Ana y la hija de Claudia nos miran riéndose de nuestras caras de sorpresa.
— ¿Es que no os cansáis nunca?
— ¡Pero qué malas sois!... ¡Fuera de aquí, mironas! Pásame las toallas Marga y déjate de coñas.
Las carcajadas se generalizan. Nos secamos y arreglamos un poco para bajar a cenar.
Durante la comida, soportamos las bromas de las chicas, al parecer habían oído lo que hablábamos.
— ¡Están enamorados!… ¡Están enamorados!
Coreados por los todos, niños incluidos. Mila, sonriente los sermonea.
— Venga ya… Dejadlos tranquilos, no seáis tan pesadas. Venga, subiendo, lavándose los dientes y a la cama.
En el porche nos preparan, Ana y la hija de Claudia, unos combinados para Claudia y Marga, tónica para Mila y una copa de brandy para mí. Sin preguntarme, parece que adivinan mis preferencias. Me temo que podría acostumbrarme a vivir aquí…
— ¿Ves lo que te decía esta tarde, Pablo? A mí me das paz, a Claudia le das felicidad, Marga te aprecia y le gusta estar contigo, a José le caes bien…
— ¿Qué me quieres decir, Mila?
— Pues que tal vez… Tendrías que plantearte venirte a vivir aquí… Con nosotras.
— No creas que no lo he pensado, pero… Aún es pronto, deja que las cosas vayan a su ritmo… Aunque tengo que confesar que estar con Claudia es algo muy especial… Soy un poco asceta, solitario. Ahora me siento confundido, jamás había sentido algo así por una mujer… Hasta ahora mi vida era apacible, tranquila… De pronto tengo que enfrentarme a un huracán de sentimientos, emociones y sensaciones, desconocidas para mí… Nunca he dejado de controlar mis sentimientos, siempre he sido dueño de mis emociones. Ahora me desbordan… Y debo reconocer, que me asusta un poco.
Claudia se pega a mí, paso mi brazo por sus hombros y estrecho su cuerpo, siento su calor. Una sensación extraña en mi pecho me dice que estoy perdido. Su contacto me es cada vez más necesario. Mi independencia peligra… Pero qué peligro tan dulce.
Mila nos mira con cariño.
— Creo que te comprendo. Tampoco yo sabía, lo que era estar enamorada… Era dueña de mi vida y de mis actos, no debía rendir cuentas a nadie… Pero todo eso cambió cuando fui consciente de que podía perder lo que realmente me importaba… No era mi libertad, ni mi independencia, sino… El amor de José. Un amor que aún temo perder…
— ¿Por qué temes perder mi amor, vida mía?
José acaba de aparecer por la puerta de la casa. Entró con el coche por el garaje, a la espalda de donde estábamos y no nos habíamos percatado de su presencia.
Mila, muy sorprendida, fija una mirada anhelante en su esposo. No articula palabra, sus labios entreabiertos, los ojos suplicantes…
José, avanza los dos pasos que los separan y abraza a su esposa con verdadera pasión. Se besan en silencio y ella apoya la cabeza en su pecho. Veo lágrimas en su rostro.
José besa su frente.
— ¿Por qué lloras, cariño?... Ya estoy aquí… Vamos… Cálmate.
Se separa para saludarnos a todos.
— ¿Queda algo de cena?... Vengo hambriento. No he comido nada por no parar y llegar a casa lo antes posible.
Mila se apresura a ir a la cocina para preparar algo. José, al darme el apretón de manos, me susurra al oído.
— Tenemos que hablar. Necesito tu ayuda. Después saldremos a pasear por la playa.
— De acuerdo. Cuenta conmigo.
Mila desde dentro de la casa llama a José. Los niños que habían subido y ya estaban acostados, bajan en avalancha a saludarlo… Marga, Claudia, las dos niñas y yo nos quedamos en el porche. Claudia coge mi mano.
— ¿Qué te decía José, Pablo?
— No lo sé cariño, supongo que querrá hablarme de algún asunto legal, sobre la herencia.
Pero en realidad pienso que José se ha enterado de algo… Y lo quiere comentar conmigo. Lo que Mila temía. Intento no pensar en ello. Debo esperar a ver por dónde sale.
Para desviar el hilo de pensamientos me dirijo a Ana.
— Ana ¿Cómo te va con tu chico?
— Muy bien Pablo. Es bueno y cariñoso. Se desvive por agradarme.
— Pero ¿Y tú?... ¿Cómo te sientes con él?
— No se… A veces lo miro, tan dulce, tan inocente y me vienen a la memoria las cosas que he vivido… Y me da pena… Porque sé, que cuando lo sepa, se apartará de mí… Y si no lo sabe, seré yo quien estará sufriendo a su lado, teniéndolo engañado… Como estuvo mi padre con mamá… No, no podré soportarlo.
Su rostro es la expresión de la tristeza. Está a mi lado, estrecho su mano.
— Tranquilízate, Ana. Aún eres muy joven. Tienes toda la vida por delante y estoy seguro que encontraras, si no en este chico, habrá otro, a quien puedas confiar tu pasado y que te quiera por quien eres, no por quien hayas sido… Tu padre es un buen ejemplo de hombre bueno, capaz de amar por encima de los convencionalismos sociales… Capaz de apreciar el valor de una mujer, sin importarle su pasado… Eres muy inteligente, sabrás cuando la ocasión sea propicia para abrir tu corazón y revelar la verdad… Si realmente te quiere, aún a pesar del dolor que pueda suponerle, te aceptará. Y si te rechaza, no te merece. Piénsalo.
José y Mila aparecen en el quicio de la puerta. Mila se sienta. José se dirige a mí.
— ¿Te vienes a dar un paseo, Pablo?
— Vamos.
Nos alejamos de la casa, por el camino que lleva a la playa, con la única luz de la luna creciente. El firmamento, claro, sin nubes, nos muestra a la derecha la constelación del Arquero, Orión. A nuestra espalda la Osa Mayor, la Menor y la estrella Polar.
Al llegar a la arena, me detengo para quitarme las sandalias y andar descalzo, José me imita.
Practico la estrategia que aprendí de los vendedores, silencio. Espero que sea José quien abra el diálogo. No espero mucho.
— Pablo, tengo un problema… Grave... Creo que Mila no sabe nada de lo que te voy a decir. Y necesito que me aconsejes sobre lo que debo hacer.
— Tú dirás José. Intentaré ayudarte en lo que pueda.
— Te habrán dicho, que mi madre me llamo para hablar conmigo, sobre la herencia. Pues bien, no solo era eso… Mi madre nos reunió para revelarnos, algo, que había mantenido en secreto durante muchos años… Empezó contándonos lo que ya sabíamos, que en su juventud, mantuvo relaciones con un muchacho del pueblo, del que estaba muy enamorada… Pero su padre, mi abuelo, la obligó a casarse con mi padre, que era hijo de un amigo con quien tenía negocios… Era una forma habitual de mantener el poder en el pueblo… Mi madre era hija del alcalde en aquella época y mi padre hijo de uno de los caciques más influyentes de la provincia.
José se detiene, hay un resto de construcción antigua y nos sentamos sobre el trozo de un muro derruido, con nuestros pies en la arena.
— Mi madre nos confesó, de sopetón, que mi hermana Silvia y yo éramos hijos de aquel novio de juventud. A quien conocíamos porqué vivía en el pueblo. Y que estaba casado y con dos hijas. Por cierto, con una de ellas estuve tonteando en mis años mozos y mi madre se puso histérica cuando lo supo. Ahora lo comprendo, estaba saliendo con mi hermana… Gracias a dios no llegamos a nada serio, todo quedó en unos besos… Pero siempre he sentido algo por aquella chiquilla, tal vez la sangre llame a la sangre… Bueno, a lo que voy. Mi hermana Silvia nos dijo que ella ya lo sabía. Mi padre se lo había dicho y le había propuesto tener relaciones sexuales con ella, ya que no era su hija.
Se cubre la cara con ambas manos encorvándose, se endereza y respira profundamente antes de continuar.
— Mi madre se puso a llorar. Intenté marcharme de la casa, pero mi hermana me lo impidió. Seguimos hablando y mi madre nos dijo, que el abogado de la familia, le había leído un testamento, que ella desconocía, de su marido en el que nos desheredaba a mi hermana y a mí, dejando toda su parte de la herencia a mi hermano mayor y a mi hija Mili… Era algo que no comprendíamos nadie, pero estaba hecho y era legal… A mí, no me importaba un pimiento la herencia de mi supuesto padre… Sobre todo después de saber lo que hacía con Mila. Yo solo quiero olvidarlo todo. Vivir en paz con mi familia, incluyéndote a ti, Pablo.
— Te agradezco tu confianza, José... Pero ¿Qué quieres que haga?
— Necesito que me ayudes a revelarle todo esto a Mila, para que sufra lo menos posible. No quiero, que nuestra nueva relación, se base en mentiras y engaños.
— Bien, te diré lo que vamos a hacer… Hablaré con Mila, la prepararé para que estas revelaciones, le afecten lo menos posible… La encuentro más fuerte y creo que podrá superarlo… Además, yo también quería hablar con ella… Creo que hay algo que le está haciendo mucho daño, pero que por alguna razón no quiere o no puede revelar. Tal vez por no hacerte más daño.
José se queda muy pensativo. Durante unos minutos, admiramos el firmamento, inmersos en nuestros pensamientos.
— Vámonos a casa, Pablo. Claudia no dejaba de hablar de ti y de cómo se sentía contigo, durante todo el viaje. Creo que se está enamorando. Es una buena mujer y estoy convencido que te quiere y merece ser feliz.
— Es lo que temo José, ya he hablado de ello esta tarde con Mila. La verdad es que me siento muy bien con ella. Demos tiempo al tiempo.
Regresamos a la casa. Las chicas están sentadas donde las dejamos, excepto Mila.
— ¿Y Mila?
Ana responde a su padre.
— Ha subido. Parece cansada y creo que no se encuentra bien.
— José, déjame subir para hablar con ella. A ver qué le pasa.
— Sí Pablo, por favor. Llámame si me necesitas.
Subo y encuentro a Mila recostada en su cama.
— ¿Mila?… ¿Estás despierta?... ¿Puedo pasar?
— Sí Pablo, pasa y siéntate aquí, a mi lado… ¿Es lo que temía?
— Si y no… Su madre les ha dicho de quien son hijos, pero no sabe lo de Mili y no se explican por qué, Pepe, el padre, deshereda a José y su hermana Silvia y deja su parte a su otro hijo y a tu hija Mili… Creo que puedes decirle a tu marido toda la verdad… Te quitaras un peso de encima y esperemos, que este sea el último secreto por revelar. Cuanto antes lo hagas, mejor… Ahora mismo, antes de dejar que se enfríen las cosas. Liberaos del lastre de una puñetera vez… ¡Coño!... ¡No más mentiras! ¡No más miedo!
La mujer se incorpora y me abraza, llorando.
— No puedo más, Pablo. Tienes razón. Llama a José, se lo diré todo y que sea lo que Dios quiera.
Bajo y me acerco a José, que me mira interrogante.
— Subamos José. Tenemos que hablar.
Las chicas expresan la extrañeza en su rostro. Con un gesto les indico que no vengan.
Mila está sentada en su cama, José se acerca, rodea su cuerpo con los brazos y besa su frente. Apenas puedo ver sus rostros a la tenue luz de la lamparita de la mesilla de noche. Me acomodo en una silla frente a ellos.
— José, dile a Mila lo que tu madre os ha revelado.
José relata a su esposa lo que me acababa de decir a mí. Finalizado su relato soy yo quien toma la palabra.
— José, Mila sabía lo que tu acabas de descubrir y algo más que te va a revelar y explicará el porqué de las incongruencias del testamento… Pero antes quiero dejar claro, que la razón de no habértelo dicho antes era por tratar de no hacerte más daño. También comprenderás los motivos reales de su intento de… Ya sabes. Todo esto me lo ha confesado hoy tu esposa, presionada por mí, tratando de comprender el motivo de su angustia, de saber por qué su dolor no cedía con el tiempo. Ahora te toca a ti, Mila.
Mila refiere los hechos que conoce. José, en silencio, deja que la mujer termine su historia. Al finalizar, Mila se mantiene serena, con el semblante digno de una princesa. Sin lágrimas, pero con un rictus de dolor en sus labios. Baja la cabeza hasta reposar la barbilla en su pecho.
José, con su mano izquierda en el hombro derecho de ella, pasa los dedos de su mano derecha bajo la barbilla de Mila y la levanta. Sus ojos están cerrados, él espera hasta verlos abiertos, se miran los dos.
— Mila, después de lo que hemos vivido, de lo que hemos soportado… ¿Crees que algo así, me podría empujar a dejarte?... ¿Aún no me conoces?... Debes saber que mi amor por ti, está muy por encima de todos estos escollos… Te quiero y te querré el resto de mi vida y lo que más deseo en este mundo es verte feliz, sin sombras en tu rostro, quiero que vuelvas a reír, como solo tú ríes. Amor mío... Te quiero…
Yo era un estorbo allí… Me retiro sigilosamente y dejo que la pareja, solucione sus problemas como debe ser… Follando.
En el porche de la casa, siguen las chicas. Ana esta angustiada.
— ¿Qué ha pasado Pablo?... ¿Mi madre está bien?
— Si cariño, estoy convencido de que tu madre, ahora, ya está bien. Déjalos solos, ahora necesitan hablar y…
— Follar, lo sabemos Pablo… Pero no nos dices lo que ha pasado — Dice Claudia.
— No os preocupéis, a su tiempo… Todo os será desvelado…
Marga intenta aportar algo de humor.
— Lo que nos faltaba. Citando la Biblia… Pablo… ¡Tú eres un cura camuflado! Jajaja
Las chicas se ríen. Pero pronto quedamos en silencio, Claudia me abraza… De nuevo esa sensación, al percibir el calor de su cuerpo… Sensación que hace, que mi hermanito despierte y pugne por salir. El slip, el pantalón, las chicas delante, Claudia a mi lado, abrazándome, me duele de duro… En un osado intento, logro enderezarlo un poco… Error… Ella se ha dado cuenta y posa su mano sobre el prominente bulto… Levanta la cara, sonríe picarona.
— Nos vamos a la cama… Venga Pablo, sube conmigo.
— Mamá, que no somos de piedra… Déjanos disfrutar a nosotras también.
Claudia mira a su hija y mueve la cabeza negativamente.
— Ni hablar niñas… Vosotras a vuestra cama… Marga, tú vienes con nosotros.
— No Claudia, vosotros queréis estar solos.
— Ni hablar. Somos hermanas y lo compartimos todo. Vamos.
Ante la imperiosa orden Marga no se lo hace repetir. Se levanta, pasa un brazo por mi cintura y, pobre de mí, flanqueado por estos dos monumentos de mujer… No puedo escapar… Estoy perdido.
No hay palabras, para describir la noche que pasamos los tres juntos… Siento autentico amor por las dos.
He cerrado mi apartamento y me he trasladado a esta casa, de locas y locos maravillosos. A José y a mí nos tratan como auténticos califas en el paraíso, donde no faltan las huríes.
Marga sigue alternando las camas de José y Mila, con la que compartimos Claudia y yo…
Las niñas con sus estudios nos dejan tranquilos. Los chavales con los que salen las tienen entretenidas.
Mila está totalmente recuperada. Y es feliz, me consta. Su relación con José es envidiable, está realmente enamorada de su esposo… Pero su amor no es óbice para compartir la cama con Marga, incluso cuando José tiene que viajar y su enamorada amiga… Cubre sus necesidades sexuales… Eso sí, son algo escandalosas.
Claudia y yo nos reímos mucho, escuchando sus jadeos haciendo el amor…
Por qué…Hacemos el amor… De una forma desconocida para mí. Compartiendo placeres, experiencias… Esta casa es un inmenso generador de energía sexual, positiva, vital.
Me encantaría poder transmitir todas estas experiencias, para que, quienes se sientan, amargad@s, infelices, desdichad@s. Sepan, que hay otras formas de entender la vida, las relaciones, la sexualidad. Hay otras formas de vivir…
Claro que, todo ello pasa por replantearse los principios sociales, morales y éticos, que rigen nuestra existencia. Sobre todo, los relativos a la religión.
Como me decía, hace algunos años, un buen amigo, ya fallecido.
“Cuando éramos pequeños, en el colegio, los curas nos engañaban, Andrade… Nos decían que era pecado… Y era mentira… Nos engañaban”.
Nos han engañado y siguen burlándose de nosotros, con las mentiras con las que mantienen sus privilegios… Con la amenaza de un castigo…Divino.
¿Puede haber moral, ética, sin religión?