16 días cambiaron mi vida 28 PABLO
Estoy leyendo lo que José escribió en el periodo desde que descubrió el engaño de Mila hasta su asentamiento aquí, en Torrevieja. La verdad es que me tiene alucinado.
28.-PABLO . Psicoterapia.
Estoy leyendo lo que José escribió en el periodo desde que descubrió el engaño de Mila hasta su asentamiento aquí, en Torrevieja. La verdad es que me tiene alucinado. ¿Cómo este hombre pudo superar tamaño golpe?
Es realmente un buen hombre, cualquier otro habría hecho alguna barbaridad irremediable, pero él no. Me resulta fascinante como una persona puede adaptarse a las circunstancias, incluso a las más dolorosas y traumatizantes.
José, con una formación tradicional, con una gran carga religiosa, con la influencia de su madre, muy de iglesia, de derechas, se ve en la tesitura de abandonar, prácticamente, todos sus principios morales éticos y religiosos, para sustituirlos por una ideología que le permite aceptar lo que hace un tiempo sería impensable para él.
Llaman a la puerta, aún no son las seis. Abro y me encuentro con Ana y Claudia, las invito a pasar y sentarse en un sofá, yo ocupo el sillón, frente a ellas.
— Bien, señoritas. Cuenten como les va en este mini paraíso.
Claudia, más directa.
— Bien. No nos podemos quejar…. ¿Verdad Ana?
—Tienes razón. No nos podemos quejar.
— ¿Ya tenéis amigos? ¿Estáis saliendo con alguien? — Pregunto.
Ana sonríe pícaramente.
— Pues claro, estamos muy buenas, solo tenemos que dar una vuelta y tenemos a los moscones detrás. Pero hay dos chavales que nos gustan, nos vemos de cuando en cuando, salimos, charlamos… — Sonríe al responder.
— Claudia. ¿Puedes hablarme de tu padre?… ¿Cómo te sientes? — Pregunto.
Cambia el gesto de su cara, se torna más serio.
— Mal, si te digo la verdad, no lo quería mucho. Lo veía muy poco, su trabajo, los negocios. Además, no se portaba bien con mi madre. No le pegaba, pero si la maltrataba psicológicamente, la despreciaba… Continuamente le decía que no hacía nada bien, que era un desastre de mujer, que no servía para nada. Además de controlarla constantemente, quería apartarla de todas sus amistades, sobre todo de Mila y Marga. Pero mi madre, aprovechaba los viajes que hacia mi padre, para salir con ellas a divertirse un poco… Desde hace tiempo vigilaba a mis padres cuando follaban. Pronto me di cuenta que no la satisfacía, pero no podía decir nada. Hasta que una noche me pilló masturbándome y yo la sorprendí a ella, mirándome y tocándose, me levanté la llevé a mi cama y conseguí que se corriera. Fue su primera vez… Según me dijo, nunca antes había llegado al orgasmo. Mi padre era un bruto, preocupado solo por su satisfacción… Desde entonces estamos liadas. No todos los días, pero si la encuentro deprimida, sé cómo acariciarla para que se anime… Ahora tú Ana — Lo dicho por Claudia me inquietó.
Que hablara con total naturalidad de un hecho tan… Extraño, me sobrecogió.
Ana sonríe y me mira fijamente. Parecía haberse dado cuenta de mi turbación.
— No sé lo que serás capaz de aguantar, Pablo, pero lo que te podemos contar te puede poner cachondo, a no ser que seas gay — Ana lanzaba un reto.
— No Ana, no soy gay, aunque no tengo nada contra estas personas, creo que cada cual es libre de elegir la opción sexual que prefiera. Pero tengo la suficiente experiencia en estas lides como para no dejarme arrastrar por un calentón. Piensa, que durante veinte años me las he visto con muchas chicas que, como vosotras, carecían de inhibiciones; me llevaba bien con ellas e intentaba que no cometieran errores que les pasaran factura en su futuro. Me siento satisfecho por qué algunas de mis alumnas no han pasado por lo que vosotras gracias a que se han confiado a mí y han seguido mis consejos. Ahora están casadas o viven en pareja, tienen familia y una vida normal. Sois niñas aún, aunque tengáis el cuerpo de una mujer adulta, no lo sois. Vuestra personalidad, no está lo suficientemente madura, para hacer frente a situaciones que os desbordan.
— Ya, pero, nosotras tenemos una experiencia, que no tienen otras chicas de nuestra edad — Dijo Claudia.
— Lo supongo. Pero eso puede tener aspectos positivos y negativos. ¿A qué tipo de experiencias te refieres? — Digo, intentando aclarar algunos puntos.
— Pues con los hombres — Responde Ana.
— ¿Con qué hombres? — Insisto.
— ¡Jope! ¡Pues con los que follábamos! — Ana responde alterada.
— Tranquilízate Ana. Simplemente quiero que toméis conciencia, de la repercusión, que esos actos pueden tener en vuestra vida. ¿Cómo eran los hombres con los que habéis estado? — Repito la pregunta.
— ¡Pues como van a ser! ¡Hombres! Altos, bajos, rubios, morenos, gordos, flacos, viejos… Puagg. Hombres… Con algunos lo pasábamos bien, nos gustaban, con otros menos, pero el dinero compensaba los malos ratos… Era un trabajo… Una mujer que trabaje limpiando retretes en los bares, seguramente, lo pasara peor — El argumento de Ana parecía sólido, al menos para ella.
— Bien…Ante todo debéis tener en cuenta, que no soy un juez, ni un inquisidor, no voy a juzgaros. Vamos a analizar esas experiencias, para sacar algún provecho de ellas. Me gustaría que os fijarais en algo. Me habláis de la apariencia física de los hombres con los que habéis estado. Pero no de su forma de ser, de pensar. ¿Por qué solicitaban vuestros servicios?... ¿Todos los hombres son como ellos? — Dejo la pregunta en el aire.
Claudia toma la palabra.
— La verdad es que no me lo he planteado nunca… Y ahora que lo pienso, puedes tener razón. Por ejemplo, José se ha portado con mi madre, mi hermana y conmigo de forma distinta a como se portaban aquellos cerdos. Hasta el extremo de que siento más cariño por él que por mi padre. Y sé… Sabemos ¿Verdad Ana? Que nos desea como hombre, pero no se deja llevar por esos deseos, solo follamos con él una vez y fue porque lo drogamos — Otra confesión difícil de digerir.
— Eso es muy fuerte. Se sentiría mal. ¿Y vosotras, como os sentíais después? — Pregunto.
Ana me mira, dos lágrimas recorren sus mejillas.
— Sí, Pablo, lo hicimos, fue una locura, no sabía las consecuencias que tendría. Lo veíamos muy mal y urdimos un plan para que dejara de pensar en mi madre, fue peor. Lo que conseguimos fue agravar el problema. Lo quiero mucho, el problema es que no consigo separar el cariño que le tengo, de la atracción sexual. Le quiero y le deseo y los dos sentimientos van juntos. Esto ha hecho que me replantee mi vida, ya no me atrae lo que hacía, antes disfrutaba, cada cita era una aventura. Ahora me doy asco de mi misma por las barbaridades que he llegado a hacer. Me siento mal; cuando pienso en ello me dan escalofríos y se me revuelve el estómago de pensar las cosas que he hecho, que me han hecho — Ana hablaba entre sollozos.
— No te castigues así, Ana, no consigues nada, excepto atormentarte. Por lo que sé, el cariño que tu padre siente por vosotras, le ha hecho aceptar lo que hicisteis sin rechazaros. Ese es el verdadero amor. Os quiere y os acepta como sois, trata de corregir aquellos comportamientos, que sabe, os hacen daño. Lo hecho, echo está y no tiene vuelta atrás. Hay que asumirlo, extraer lo positivo, siempre lo hay, incluso de las peores experiencias se puede aprender y vosotras tenéis muchas experiencias que analizaremos para extraer lo positivo — Conseguía atraer su atención— ¿Os habéis parado a pensar, que solo conocéis a un cierto tipo de hombre? Sin escrúpulos, sin conciencia, capaz de tener relaciones con una menor, sin remordimiento, sin que medie el más mínimo afecto. Hombres que, en cuanto se satisfacían, os apartaban de su lado, os despreciaban… ¿Y los demás?... Porque los hay, son la mayoría. Personas que no se dejan arrastrar por sus pulsiones… Me gustaría que reflexionarais sobre esto… Así qué, tranquilas… Seguiremos hablando pasado mañana, a esta misma hora… ¿Os parece bien? — Creí conveniente cerrar la sesión en este punto.
— Por nosotras de acuerdo, aquí estaremos. Por cierto Pablo, esta noche no está mi padre en casa y mi madre me dijo que te dijera si podías venir a cenar ¿Vendrás? — La invitación de Ana me atraía.
— No puedo negarme. Me pondré gordo con vosotras. Yo no suelo comer mucho y menos de noche, pero iré — Respondí.
Se marchan dejándome preocupado. Los problemas de esta familia, súper familia, son mayores de lo que esperaba. Intuyo que Mila, quiere hablar conmigo, sin que esté presente su marido.
Sigo leyendo los comentarios de José.
Realmente es una historia para ser contada. Se lo voy a proponer, le cambio nombres, lugares y en fin, cualquier dato que pueda facilitar la identificación. El comportamiento de José es digno de alabanza.
A alguien, en similares circunstancias, le podría servir como ejemplo.
Lo que más me impacta es como sus principios, el código moral, que le sirve como guía, que le fue impuesto por su familia, por su entorno, su educación, es desmontado por su razón y sustituido por otro, el libertario, dentro del cual, cabe su nuevo modo de vida. De otra forma, sería imposible su existencia.
Una persona, que se vea forzada a vivir, de manera contraria a sus principios, es muy desgraciada.
El ejemplo de Mila es manifiesto. Era feliz, mientras se cumplían las normas que ella se impuso. La principal, no enamorarse de nadie. El amor para ella era dependencia. Y no quería vivir dependiendo de nadie.
Pero surge lo imprevisto, cuando llega al convencimiento de que está profundamente enamorada de José; ya no puede seguir sus propios principios, su mundo se viene abajo y llega un momento, en que no puede vivir con él, pero tampoco sin él. Se le hace insoportable la vida, hasta el extremo de intentar suicidarse.
Solo el amor que José siente por ella y por sus hijos, puede sacarla del pozo en que está inmersa. Mila, como José, también tiene que cambiar sus principios, por otros que le permitan seguir viviendo y ser feliz.
Estas cavilaciones las hago mientras voy andando hacia la casa de Mila, son más de las ocho. Me reciben con muestras de cariño. Mi mente no deja de analizar los comportamientos de las personas que me rodean y en esta casa solo observo pautas de conducta afectiva, sin violencia, sin agresividad.
Pepito tiene un apósito en la cabeza, me cuentan que jugando se cayó al hoyo de la piscina, pero lo que me fascina es el cariño con que le tratan todos, con que se tratan entre sí. Si surge alguna disputa, normal entre niños, Ana o Claudia, median para resolverla, tratando de que no se moleste a Mila que muestra una profunda tristeza, solo paliada por alguna sonrisa que consiguen arrancarle los niños.
Cenamos todos juntos, en una gran mesa en el comedor. Se gastan algunas bromas y chanzas que hacen agradable la comida. Terminamos y las chicas se hacen cargo de retirar la mesa, Mila va al servicio, Ana me coge por el brazo.
— Pablo, necesito hablar contigo. Esta tarde, cuando llegue a tu casa, vi, antes que lo apagaras, lo que estabas leyendo en tu ordenador. Yo ya lo conocía, era lo que había escrito mi padre.
— Vaya descuido el mío, lo siento, no debías haberlo visto, no le digas nada a tu madre, por favor, tu padre me lo dio para que estudiara lo que os estaba pasando y es lo que hacía.
— No pasa nada, es solo que tengo la historia de mi madre. Una especie de diario donde registraba todo lo que hacía con sus clientes, nombres, datos personales, gastos, cobros.
— ¿Y qué quieres hacer con eso?
— No lo sé, mi padre quiso destruirlo pero yo ya lo había copiado. Toma, está todo en este pendrive. Puedes hacerte una idea, más clara, de lo que ha pasado.
Me lo guarde y nos dirigimos al porche trasero, Mila ya estaba allí. Nos sentamos en dos sillones alrededor de una mesa de jardín. Ana me dice si quiero tomar algo y pregunto si tienen pacharán, dice que sí, me lo trae con una tónica para Mila, regresa a la cocina.
— Pablo, José está en Madrid, se ha desplazado para resolver algunos problemas de herencias, como consecuencia de la muerte de Isidro y Gerardo. Por cierto, Gerardo era el padre biológico de Pepito — Me dice Mila.
Yo ya lo sabía, lo había leído en los textos de José. Pero no quise manifestárselo y simulé extrañeza.
— Sí Pablo, en mi vida he cometido muchos errores y ahora estoy pagando las consecuencias — Se lamenta la mujer.
Me relató lo que en gran parte ya sabía, por el pendrive de José y por las charlas que manteníamos cuando nos veíamos en Madrid. En alguna ocasión estuve tentado de pedirle que me vendiera sus favores, pero ese tipo de trato, a mí no me satisfacía. Ella era muy hermosa y yo muy enamoradizo. Corría el peligro de engancharme con ella, lo que hubiera supuesto la ruptura de la confianza y la amistad que existía entre los dos. Ahora me alegraba de no haberlo hecho. No estaría aquí, con esta gran mujer, a la que admiro.
— Vamos a ver Mila, sé que es imposible olvidar. Pero si lo es asimilar, aceptar. Los hechos no se pueden borrar, pero si puedes dar un giro a tu vida. No permitir que se repita lo que te ha hecho tanto daño y reorganizar vuestra convivencia desde otro ángulo. Es lo que creo que intenta hacer José. ¿Tú le quieres? — Le digo mientras siento en mi mano la presión de las suyas. Me siento como una tabla de salvación para un náufrago.
— ¡¡Con toda mi alma Pablo!! ¡Como jamás he querido a nadie! No lo dudes — Confiesa emocionada.
— Pues que esa sea tu tabla de salvación. Aférrate a ella y no la sueltes, al menos, hasta que estés en condiciones de navegar sola — El pensamiento del símil marino me estaba resultando útil.
— ¿Navegar yo sola? ¿Qué quieres decir? — Parecía atemorizada.
— Muy sencillo, ahora te encuentras en una situación crítica, necesitas ayuda; él, José, tus hijos, tus amigas y yo, estamos aquí para ayudarte. Incondicionalmente. Tienes que recuperar tu fortaleza, la misma que te permitió hacer lo que hiciste durante años, la misma fuerza pero con otra dirección, dedica esos esfuerzos a hacer felices a los que te rodean. Centra en ello todos tus esfuerzos. Obsesiónate con ese objetivo. Y eso te ayudará a superar cualquier obstáculo que pueda presentarse en vuestro camino.
— Es fácil decirlo, pero me siento débil, no me quedan fuerzas, ha sido un golpe tras otro, me siento hundida, soy una mierda Pablo, he destruido todo lo que he tocado a mí alrededor — La exposición de Mila reflejaba un profundo desaliento.
— ¿Estás segura? ¿Todo?... Mira, Mila. Abre los ojos…Tienes un hombre a tu lado que, a pesar de lo que ha pasado, te quiere, estoy seguro, con verdadera devoción. Tu hija Ana, es como tú. Fuerte, inteligente y también te quiere con locura, te idolatra. Tus hijos te necesitan y tus amigas, por lo que sé, están decididas a hacer lo que sea por ti… Has destruido lo que habías construido con engaños, pero eso es bueno… Ya no necesitas mentir más. Ahora puedes empezar de nuevo, tienes los apoyos necesarios y no todo el mundo tiene esa oportunidad… ¡Aprovéchala! … No la malgastes en elucubraciones negativas, eres joven y tienes una vida entera por delante — Trato que comprenda que su situación se puede superar.
— Sí, todo eso está muy bien, pero ¿Cómo? — Estaba derrotada.
— Pues en principio, obligándote a no pensar en malos momentos del pasado. Cada vez que las ruedas de la cabeza te lleven a estos recuerdos. ¡Pega un grito! ¡¡Aaaahhhh!!... Rompe el hilo de los pensamientos negativos y coloca en su lugar algún buen recuerdo, que seguro los hay. Y si ese recuerdo te hace reír, mejor — Al menos con mi grito he logrado arrancar una sonrisa.
Ana y Claudia se acercan alarmadas por mi alarido. Mila sonríe al ver sus caras de asustadas.
— Lo ves, ya he conseguido hacerte reír… No pasa nada Ana, estamos haciendo experimentos, quedaos aquí con nosotros… Tu madre necesita risas, alegría. Alejar las preocupaciones y vosotras sois las más adecuadas para lograrlo… La tristeza es mala consejera — Les digo, buscando su cooperación.
— Bueno, buscaré en internet chistes para hacerla reír — Dijo Ana sonriendo.
— No es imprescindible… Pero tu madre necesita mucho cariño y sé que la queréis, demostrádselo… Es así de simple — Insisto.
— ¿Cómo se lo demostramos? ¿La llevamos a la cama y le hacemos el amor? — Dijo Ana.
— ¡Noo! … No es ese tipo de cariño el que precisa. Que, también, pero no con vosotras… Me refiero a un beso, un abrazo, una caricia, una mirada amorosa, mimos… — Aquellas dos lolitas me descontrolaban.
Se acercan las dos a Mila y comienzan a acariciarla, ella se queda quieta, sonríe… Las manos de las chicas se pierden bajo la falda… Reacciona y las aparta suave, pero firmemente… Se quedan sentadas en el suelo una a cada lado de Mila, la cabeza de Ana sobre las rodillas de su madre.
— ¿Entiendes ahora a lo que me refiero, Pablo? Ellas no distinguen entre amor y sexo, para ellas van unidos los dos conceptos… Cuando se ponen cariñosas no saben parar y la verdad es que me consiguen encender… Y no sé si eso es bueno o malo — Se lamenta Mila.
— La verdad es que vuestras relaciones son atípicas, ya me lo dijo José, pero no imaginaba que lo fueran tanto… ¿Tenéis relaciones entre vosotras? — Pregunto, sabiendo cual sería la respuesta.
— Si, Pablo. Y la verdad es que no suponen un problema, José lo sabe y lo acepta, aunque no participa, a veces mira… Dice que son formas de manifestarse el amor, no hay violencia, no se obliga a nadie a hacer lo que no quiera y es muy satisfactorio… Él tiene relaciones con Marga y con Claudia con frecuencia — Confiesa Mila.
— ¿Y a ti no te importa?... ¿No sientes celos? — Pregunto, tratando de comprender su sistema de relaciones.
— No, para nada. Sé que las quiere y ellas a él, yo también las quiero y vivimos una sexualidad sin tabúes, sin mentiras, con cariño y mucho placer. Los únicos que no participan son los niños y tenemos cuidado para que no nos vean, nada más — Aclara Mila.
— Interesante. ¿Y ocurre solo entre vosotros, o participa alguien más? — Sigo con el interrogatorio.
Mila me mira sonriendo.
— ¿Por qué?... ¿Te gustaría participar? — La pregunta de Mila me coge desprevenido.
— ¡¡No, por favor!! Mila, no vayas a pensar eso… No se me ocurriría — Intento disculparme
Al ver mi cara de espanto se ríen, las tres, a carcajadas.
— Vaya la cara que has puesto… No te preocupes. Y sí, Ana y Claudia tienen sus amigos, con los que están empezando, llevan poco tiempo. Marga y Clau, tienen algunos conocidos con quienes salen, pero no los traen aquí. Yo me dedico solo a José, aparte de algún escarceo con las chicas, normalmente cuando estoy con él. Son relaciones abiertas; aparte de mí, que no quiero contacto con ningún hombre que no sea José, no me atrae ningún otro, por lo demás, todos pueden estar con quienes quieran, guardando unas mínimas formas, claro — Mila expone claramente la forma en que se relacionan los miembros de esta… Macro familia.
— Lo cierto es que como experimento sociológico no tenéis desperdicio. Se podría hacer una tesis doctoral — Apunto sonriendo.
Mila también se ríe.
— Quieres utilizarnos como conejillos de indias ¿No? — dice.
— No necesariamente. Hacéis vuestra vida, yo observo sin participar claro y trato de determinar que puede fallar en vuestras relaciones. Un análisis psicosociológico… Si detecto algo que puede afectar a vuestra estabilidad nos reunimos y lo discutimos. ¿Qué os parece? — Hago mi propuesta con total sinceridad. Sin embargo, en el fondo de mi mente se enciende una lucecita de alarma… ¿Curiosidad científica o simple voyerismo?
Mila me mira con curiosidad. Asiente con la cabeza.
— Sí, puede ser interesante. Lo cierto es que, a pesar de haber tenido tantas experiencias se han limitado al ámbito sexual, no al afectivo… Sí, puede que logremos sacar algo positivo… ¿Por qué no? ¿Qué os parece chicas? — Propone Mila.
— Por nosotras no hay problema, pero… ¿Tendremos que follar delante de él? No es que me importe, pero al chico que esté conmigo le puede extrañar ¿No? — La salida de Claudia nos hace reír.
— No Claudia. Esas cosas las hacéis en la intimidad, pero después me informareis de las novedades que surjan, si ha ido bien, mal, peleas… Que sentimientos, emociones, sensaciones despiertan en vosotras vuestras relaciones — Aclaro.
— Ya veo. Y cuando te lo contemos te dedicaras a hacerte pajas ¿No? — Ana dispara sin tapujos.
— ¡No! Chiquilla, no… Joder, me estáis sacando los colores… Aunque no lo creáis… Soy muy tímido… La cuestión es que en función de lo que me digáis podemos hacernos una idea de cómo va la relación, si os conviene o no, si vais demasiado rápido… Por otra parte yo tengo mis vías para satisfacerme y no os las voy a contar. Son cosa mía. Y bueno, es tarde y no quiero cansarte más, Mila… Me voy a mi casa que mañana madrugo. Vamos, a descansar que falta te hace — Intento cerrar una cuestión que me pone algo nervioso.
Me dispongo a irme y las chicas se agarran a mis brazos, medio en serio, medio en broma.
— Quédate, Pablo, ven a nuestra habitación y nos cuentas algo — Claudia era directa.
— Anda, anda, dejad a Pablo tranquilo y vosotras a la cama sin hacer ruido, que vais a despertar a los niños… Un beso Pablo — Mila sale al quite.
Nos damos dos besos en las mejillas, también a las chicas, que suben refunfuñando, de broma y riéndose. Aún puedo oírles decir — Pues tiene un polvo el madurito— Mila me acompaña a la puerta de la parcela.
— Gracias Pablo. Estas siendo de gran ayuda para nosotros.
— No estoy haciendo nada, Mila. Solo escucho.
— ¿Te parece poco? No podemos hablar con nadie fuera de nuestra familia. Hacemos verdaderos esfuerzos para que los vecinos no sepan cómo vivimos, no lo comprenderían. Poder hablar libremente contigo nos hace mucho bien — Murmuró.
— Lo sé, Mila. Lo comprendo y ten por seguro que estaré a vuestro lado para ayudar en lo que pueda. Y si necesitáis algo… A la hora que sea, llámame.
Me marcho a casa. Enciendo el ordenador y sigo leyendo los comentarios de José hasta muy tarde.