16 días cambiaron mi vida 26 y 27 PABLO y ANA

Como llegaron las notas de José, a mis manos y las circunstancias que se dieron, para ser editadas en TODORELATOS. Incluyendo algunas notas de Ana, su hija, que también hace sus pinitos como relatista.

16 días cambiaron mi vida.

Libro tercero.

Como llegaron las notas de José, a mis manos y las circunstancias que se dieron, para ser editadas en TODORELATOS. Incluyendo algunas notas de Ana, su hija, que también hace sus pinitos como relatista.

26.- PABLO . El reencuentro.

Vaya día aburrido. No tengo ganas de hacer nada… Voy a tomar algo a la cafetería debajo de mi piso, aquí en Torrevieja.

Sentado en un taburete en la barra del bar, en la planta baja del bloque de mi apartamento, tomando mi café solo, el café y yo, no hay más clientes.

Entra alguien. A mi espalda oigo hablar, es una voz femenina y me resulta familiar.

Me giro y me llevo una grata sorpresa, es Mila. Una muchacha que conocí en un hotel en Madrid, ella esperaba un cliente que no llegó. El maître del hotel me informo de su ocupación como chica de compañía, o sea, prostituta.

Viene acompañada de un hombre, disimulo y les doy la espalda. Sé que ella me ha visto; si no me dice nada, yo tampoco, no quiero comprometerla.

Por el espejo, que hay en la pared tras la barra, les veo sentarse en una mesa. Hablan quedamente. Ella dice algo al oído del acompañante. Mila se levanta y viene hacia mí. Toca mi hombro y me giro.

— ¿Pablo? … Me alegro mucho de verte… ¿Cómo estás? — Dice ella con su voz melosa.

— ¡Muy bien Mila! ¡Qué grata sorpresa!… ¿Y tú?…Ya veo, tan guapa como siempre — Contesto atropelladamente. Esta mujer tiene la rara cualidad de ponerme nervioso.

De pie nos damos dos besos, le hablo despacio.

— Perdona si no te dije nada al entrar, no quería meter la pata — Le digo.

— No te preocupes, ven, quiero presentarte a alguien — Me indica su mesa. Nos acercamos.

— José este es Pablo, el amigo del que te hablé… Pablo, mi marido — Nos presenta Mila.

A pesar de mi perplejidad nos damos un fuerte apretón de manos. Me invitan a sentarme, traigo mi café y tomo asiento frente a Mila.

— Pablo, nos vienes como caído del cielo. José sabe, desde hace poco, a lo que me dedicaba… Y lo hemos pasado muy mal…  Seguimos pasándolo mal…  Mi vida pasada ha causado estragos en mi familia. Y José lo ha pasado, lo está pasando fatal. Es muy bueno. Demasiado, no lo merezco y me quiere,  nos queremos Pablo, pero los recuerdos de mi vida pasada no dejan de hacernos daño. No sé qué podemos hacer — Realiza la declaración emocionada. Su mirada triste me conmueve… — Tú eres psicólogo, pero sobre todo me consta que eres una buena persona.  En el pasado hemos charlado en varias ocasiones y te he contado cosas de mi vida que nadie más que tú sabe. Me has dado buenos consejos que me han sido muy útiles... Por favor... Ayúdanos. Te lo suplico… Mi vida, nuestra vida, es un infierno — Sus palabras me conmueven.

Los ojos de Mila se llenan de lágrimas. La veo muy triste, muy delgada. ¿Qué está pasando aquí?

— Sabes que te aprecio y te admiro Mila. Pero estoy jubilado y no ejerzo como psicólogo. Solo puedo echar una mano como amigo.  No sé exactamente a qué os enfrentáis. Puedo dirigiros a algún colega que pueda ayudaros.

— No Pablo, te necesitamos a ti. No podemos confiar en nadie más, son temas muy delicados y cualquier profesional podría malinterpretarnos, a ti te conozco. Encontrarte ha sido providencial, ya no sabía qué hacer. Has hecho renacer la esperanza — Me habla asiéndose a mi mano como a una tabla de salvación. Con una súplica.

— Por el aprecio que te tengo, acepto… — Tras pensar unos instantes en el lio en que me podía meter — Lo primero que tendremos que hacer es definir y evaluar el problema… Después trataré de ayudaros a encontrar posibles soluciones…  ¿Por qué no me lo contáis todo desde el principio? — Les digo.

José, muy serio, me mira fijamente a los ojos.

— Es muy largo de contar, Pablo. No te conozco pero intuyo, por lo que Mila me ha dicho, que eres una persona en la que podemos confiar. ¿Por qué no vienes a cenar esta noche a casa y hablamos tranquilamente?

— Ah. Bien, pues…  De acuerdo — Respondo, sin tener muy claras las cosas.

— Vivimos aquí, en Torrevieja. Te esperamos ¿A las ocho te viene bien? — Dice Mila.

— A las ocho estaré en vuestra casa — Respondo.

Me dan la dirección exacta y nos despedimos con un apretón de mano a José y un beso a Mila. Esta más delgada, pero está más bella, si cabe, que cuando la conocí. ¿Qué habrá pasado en esta pareja?

Subo a mi casa e intento meditar mientras escucho algo de Mozart, respiración… relajación. Mi mente no deja de pensar en Mila y su marido. En un par de ocasiones Mila me ofreció sus servicios, pero decline la tentadora oferta muy a mi pesar, pero soy muy enamoradizo y corría el peligro de colarme por ella. Eso me daba miedo, saber a lo que se dedicaba me cohibía. Pero… ¿Y su marido? Mila me comentó en alguna ocasión que él no sabía nada de sus andanzas. Al parecer ahora ya estaba enterado. ¿Cómo se asume algo así?

Pasadas unas horas me desplazo paseando hasta la dirección que me han facilitado. Está a unos cinco minutos a pie desde mi apartamento.

En la casa de José y Mila me presentan a Ana, su hija, Claudia, una amiga de Ana. Hay tres niños jugando en la planta superior. Las chicas se meten en la cocina, me quedo charlando con José.

En un impasse de la conversación me lleva a su despacho y me entrega un pendrive.

— Pablo, aquí tienes las notas y el relato que he recogido y preparado para que lo leas, lo analices y cuando volvamos a vernos hablamos de ello. ¿De acuerdo? — Me dice. Al parecer no quiere que Mila lo sepa…

— Por mí de acuerdo, pero sería mejor que me adelantases algo — Le contesto.

José se asoma para ver si hay alguien que nos pueda escuchar.

— Mila se está recuperando de una tentativa de suicidio. Y yo me siento, en parte, responsable de ello. En el pen hay varias anotaciones, donde describo lo que nos ha ocurrido durante los últimos meses — Se acerca alguien y deja de hablar, es Mila. Me guardo el pen y vamos al comedor.

Nos sentamos y las jovencitas nos sirven unos entrantes antes de la cena. Esta transcurre en un ambiente agradable. Nadie diría que la familia atraviesa una crisis. Después de cenar nos sentamos a hablar, José, Mila, Ana, Claudia, su amiga, y yo. José abre la conversación. Su mirada me parece sincera.

— Después de lo ocurrido en Madrid nos hemos refugiado aquí tratando de olvidar el pasado. Pero al parecer es imposible. Continuamente están surgiendo fantasmas relacionados con nuestra vida anterior. No es fácil empezar desde cero — Dice José.

Mila me coge las manos.

— Pablo, Ana y Claudia, necesitan ayuda. Olvidar no nos es posible, necesitamos alternativas que faciliten nuestra vida, sin traumas. Creo que tú puedes ayudarnos. Hay algunos aspectos muy críticos que no podemos permitir que trasciendan, por eso recurrimos a ti no queremos otro profesional. Ellas han ejercido la prostitución hasta hace poco siendo menores. No sabemos en qué forma puede haberles afectado y como puede perturbar su comportamiento en el futuro. Las personas involucradas en los hechos delictivos ya no son un problema. Han fallecido— Expone Mila.

— Bien, siendo así os propongo algo. Ana y Claudia vendréis mañana, a las seis de la tarde a mi casa para charlar, luego ya veremos. Espero que me invitéis a comer algún que otro día para compensar el tratamiento. ¿Estáis de acuerdo? — Me río intentando romper el hielo.

— Por nosotros encantados. Así podremos hablar más tranquilamente contigo. Además, también podrás conocer a Marga, amiga de Mila y a Claudia, Clau para abreviar, madre de Claudia, que ahora están en Madrid resolviendo algunos problemas que han surgido; el peor, el fallecimiento del padre de Claudia — Dice José.

— Vaya, lo siento — Digo sintiendo realmente pena. Conozco de primera mano el dolor de una pérdida.

— Pero háblanos de ti. ¿Qué haces aquí en Torrevieja? — Pregunta Mila.

— Veréis. Hace unos años tuve problemas con mi trabajo. Problemas que llegaron a incapacitarme para ejercer como profesor. Me dieron de baja laboral por depresión que luego se convirtió en indefinida, esto sumado a mi edad me apartó definitivamente de mis labores docentes. Como ya sabes soy soltero, no he encontrado aún la pareja adecuada así que compré un apartamento en la parte de arriba del bar donde me encontrasteis y me dedico a leer y escribir, sin publicar, solo para mí… Pasear, charlar con las buenas gentes de aquí y en fin, no mucho más… Pero lo cierto es que esto es demasiado tranquilo, sobre todo en invierno… Por eso, de cuando en cuando, visito alguna ciudad, como Madrid, así nos conocimos.

Mila palmea el reverso de mi mano con la suya.

— Pues con nosotros no te aburrirás, te lo garantizo. Te necesitamos todos. Esta familia está muy traumatizada. Tienes mucho trabajo por delante — Asevera Mila con tristeza.

José me mira con gesto serio.

— Y no somos una familia normal; al uso. Las normas que nos hemos dado son un tanto peculiares. Sobre todo en lo referente al sexo — Dice quedando expectante para conocer mi reacción.

— Y… ¿Cuáles son esas normas? Si puede saberse, para no contravenirlas — Pregunto.

— Pues las que pueden regir en una comuna al estilo de los años sesenta. ¿Recuerdas la ideología hippie? Todo aquello del amor libre, paz, no violencia. Pero todo esto, aderezado con las explosiones hormonales de las jovencitas, libido exacerbado en las mayorcitas y yo en medio soportándolas a todas. Un suplicio… — La salida jocosa de José nos hace reír a todos.

— ¡Venga ya, José! … Ya me gustaría a mí soportar ese suplicio — Replico riendo.

— Dejaros de bromas los dos. Que sois unos guasones —Protesta Mila riendo. Es la primera vez que la veo reír tras el reencuentro.

La velada pasó entre bromas y chanzas. Fue muy agradable, me sentía muy a gusto con esta familia. Realmente no se traslucía el drama por el que habían pasado. Me despedí, con abrazos y besos a todas, incluso a José, que me pareció un buen hombre, con una pesada carga.

27.-ANA. Secreto descubierto.

— ¡¡Papá!! ¡¡Papá!! ¡Pepito se ha caído, tiene sangre en la cabeza! —Oigo gritar a mi hermana Mili.

Mamá y papá han cogido el coche y se han llevado a Pepito, mi hermano al centro de salud para curarlo.

Estamos en obras, papá ha encargado la construcción de la piscina. El lio es enorme.

Aunque la obra se realiza en el jardín, en casa todo anda manga por hombro.

Marga y Claudia se han ido a Madrid, para resolver los asuntos de la muerte de Gerardo y de Isidro, el ex-marido de Claudia. Fallecidos en un ajuste de cuentas entre traficantes.

Papá ha dejado el ordenador funcionando al salir corriendo. Voy a apagarlo, no sabemos lo que van a tardar.

— ¡Hosti! ¿Qué es esto?...  Es una copia de una hoja manuscrita y parece la letra de mamá. Está en el pendrive que tiene conectado. ¿Qué dice aquí?

Martes , 22 de enero 2010

Esta mañana, al volver de llevar a los niños al colegio, me encontré a Pepe, mi suegro, en la entrada de casa. Sabe que su hijo no vuelve hasta el jueves. Yo ya sabía a qué venía. Tuve que cancelar dos citas, pero se las he cobrado a él. No hizo más que entrar, cerró la puerta y me desnudó. Me folló en el salón, sobre el sofá. Con violencia, sin un beso, sin una caricia. Solo túmbate y ábrete de piernas.

Ha sido desagradable, pero ya estoy habituada a ese tipo de comportamientos. El machismo está muy arraigado en este país. Sé que mi suegro me desea y me aborrece, como tantos otros. Se siente atraído por mí, por mi cuerpo, mi experiencia en el ámbito sexual, pero no puede evitar sentirse asqueado, en cuanto se derrama dentro de mí. Entonces me desprecia. Y el caso es que a mí no me importa, me comporto con él como con cualquier otro cliente. Es uno más. Solo que este me tiene atrapada, no puedo negarme a follar con él porque puede contárselo a su hijo y eso me jodería más aún.

Con la excusa de estar con los nietos se ha quedado toda la noche, conmigo claro. Me la ha metido por todos mis agujeros. Una sola vez ha hecho que me corra. Me follaba el culo y yo me tocaba el clítoris.

Creo que Ana nos ha visto. Ella lo sabe, pero no dirá nada, sigue pensando que José lo consiente. Algún día sabrá la verdad y tendré problemas con ella. Mi suegro se ha ido temprano. Al marcharse me ha dejado mil euros en la mesita de noche. Al menos es generoso.

He podido aplazar una de las citas de ayer para hoy miércoles. Más trabajo, las dos citas de hoy más la de ayer.

— ¡Dios mío!  Mamá llevaba una especie de diario con las citas y los encuentros de sus clientes y conocidos. Y papá lo sabe. Tiene copia de todo. Aquí hay más de mil páginas con datos. Además hay videos.  Voy a copiar este pendrive en mi portátil y lo dejaré todo como estaba, para que no se dé cuenta… — Realizo la copia en mi portátil y grabo otro pendrive.  No sé si decirle algo a mamá…  O mejor no… ¡Joder, no sé qué hacer! Papá y mamá ahora se llevan bien, creo que tratan de olvidar todo lo que ha pasado… ¿Y si meto la pata, removiendo recuerdos?... ¡No! No diré nada. Lo de papá ha sido un descuido, pero… ¿Por qué lee estas cosas?...  Lo tiene que pasar muy mal. Mi madre era una puta, pero mi abuelo era una mala persona, aprovechándose de lo que sabía para follársela. Y el que pagaba las consecuencias era mi padre.

Acaban de llegar con Pepito.

— Mamá, ¿Cómo está Pepito? — Pregunto alarmada.

— Bien, cariño, solo ha sido la sangre que es muy escandalosa. Tres puntos y un dolor de cabeza nada más. Mañana estará bien — Responde mi madre.

— Menos mal, vaya susto nos ha dado — Le digo mientras observo a papá.

Mi padre ha ido corriendo a ver si me he dado cuenta de lo que tenía en su ordenador. No miro directamente, pero por el rabillo del ojo lo veo sacar el pen y guardárselo en un bolsillo.

¿Qué hace ahora? ¿Adónde va? … Irá a esconderlo al garaje. Voy tras él. Va al banco de herramientas, coge un martillo y machaca el pen sobre un trozo de hierro.

¡Lo ha destrozado!

Me voy corriendo para que no me vea. Está claro que quiere acabar con el pasado. Cuando pueda, tengo que entrar en su ordenador a ver qué más tiene.

Suena el teléfono, mamá lo ha cogido.

—No Claudia, no quiero ir a Madrid, no quiero volver, nunca -……- Haz lo que creas conveniente. -……- ¿José? Sí, está aquí, -……- Se pone. — Mamá le pasa el teléfono a papá.

— Dime Claudia -…… -. Sí -…… - de acuerdo, iré. A ver cómo lo arreglamos. -…… -. Esta tarde salgo para Madrid y mañana hablamos con mi abogado y lo solucionamos. -…… -. Un beso . — Cuelga el teléfono.

— ¿Qué piensas Mila?… Te veo rara — Le pregunta papá a mamá.

— El pasado José. Que no deja de perseguirme. Mientras estoy contigo con los niños, en la playa, aquí…  Os veo a todos felices y eso me ayuda a no pensar. Ahora esto…  De nuevo el negocio, los pisos…  No quiero saber nada. Nada — Mamá esta triste.

— Mi vida no tienes por qué ir, no hace falta que vengas. Iré yo solo. En un par de días lo soluciono y vuelvo con Marga y Claudia — Responde mi padre.

— Me da miedo José…. No quiero quedarme sola. Ahora no — Implora mi madre.

— No estarás sola…. Ana y Claudia te acompañarán. Ven bésame.

Mi madre está llorando, se abrazan y se besan. Ella se va al jardín.

— ¡Ana! ¡Ven, quiero hablar contigo! ¡Llama a Claudia! — Me llama papá.

Voy por Claudia, está en la habitación. La llevo de la mano. Papá está solo en el salón.

— ¿Qué pasa, papá?

— Mira Ana, tengo que ir a Madrid salgo después de comer. Tu madre no debe estar sola en ningún momento, sigue muy delicada y puede sufrir una recaída. Tienes mi teléfono, el de Marga y Clau. Si notaras lo más mínimo en mamá llámanos enseguida y nos lo dices. También os dejo el número de teléfono de Pablo por si fuera muy urgente. Por cierto, tenéis cita con él, dile que se pase por casa a cenar y acompañe a Mila si puede. Repito, no dejarla sola. Por favor.

— ¿Qué vas a hacer en Madrid? — Pregunto a mi padre.

— Aún no lo sé. Pero al parecer se han liado las cosas. Necesitan la firma de tu madre y ella no quiere, no puede ir. Pero yo tengo un poder notarial que me autoriza a firmar lo que sea necesario en su lugar y así evitarle un mal trago. Cuando vuelva podre deciros algo más concreto. Y ahora la comida, que me voy. Mamá está en la cocina. No dejéis que se canse demasiado, aún está muy débil.

Papá se ha marchado, después de comer con prisas.

Claudia lleva los niños a la playa. He preparado la cena para todos, cuando lleguen comerán y se acostaran.

Mamá está en la cama, parece dormida. Pero no, está despierta; me acerco y me tiendo a su lado.

— Mamá… ¿No puedes dormir? ¿Qué te preocupa?

— No sé hija. Me cuesta conciliar el sueño. Y estoy preocupada por lo que está pasando en Madrid… La muerte de Gerardo e Isidro puede complicar las cosas. No se cuales, pero ya verás cómo se lían… Andaban en asuntos turbios.  Me siento cansada. No tengo fuerzas para enfrentarme a nuevos problemas — Comenta mi madre casi sin voz.

De nuevo las lágrimas. Mi madre era feliz antes de todo este lio. No la he visto llorar nunca, era fuerte. Ahora está siempre triste, llora a cada momento, se siente desgraciada.

Oigo llegar a Claudia con los niños. Los deja jugando en su habitación. Entra sola y se tiende con nosotras.

— Hola pareja. ¿De qué habláis? Estáis muy serias… ¿Os hago cosquillas?