16 dias cambiaron mi vida 24 y 25 .- Mila tragedia

Suena un teléfono. Insiste. Otra vez. Me aparto, busco y encuentro el maldito teléfono móvil que no deja de sonar. ¡Joder! ¡Ha dejado de sonar!

24.-Mila.La tragedia

Suena un teléfono. Insiste. Otra vez. Me aparto, busco y encuentro el maldito teléfono móvil que no deja de sonar. ¡Joder! ¡Ha dejado de sonar!

En la pantalla busco… Llamadas perdidas.  MARGA. Llamo, contesta… Está llorando.

— ¡¡José!! ¡Estoy con Mila en el hospital! ¡Está muy mal, se muere! — Al oírla mi corazón da un vuelco.

— Cálmate Marga. Tranquilízate y habla despacio… Dime que ha ocurrido.

— Tuve que salir a un servicio, Mila se quedó en casa, el cliente no se presentó y volví antes de tiempo. La encontré tendida en la cama, había tomado rohypnol, no sé cuántas pastillas, pero muchas… Llamé a urgencias y estamos en el hospital —xxxxx—Me han dicho que está viva, pero en coma. No saben cómo puede haberle afectado… Ni si despertará. ¡¡Dios mío!! ¡¡Estoy sola, José!! Tengo mucho miedo… ¡¡Ha intentado suicidarse!!

— ¡Salgo ahora mismo para Madrid! Tranquilízate.

Clau está a mi lado.

— ¿Mila? — Pregunta.

— Sí… Ha intentado suicidarse.

— ¡¡Dios mío!! Lo sabía. Sabía que no soportaría esta situación — Cubre su cara con las manos y estalla en sollozos.

Al oírlos Ana y Claudia vienen a ver qué ocurre… Ana llora desconsolada. Es su madre… Un nudo oprime mi garganta. Me preparo para salir enseguida. Es tarde y habrá poco tráfico, en cuatro horas puedo estar en Madrid…  Ana me abraza.

— Papá, yo voy contigo. Quiero verla — Suplica.

— De acuerdo… Prepárate, nos vamos enseguida — Le digo mientras subo al dormitorio para vestirme y preparar algo de equipaje.

En marcha hacia Madrid, tal y como preveía hay poco movimiento en la autovía A31. Llegamos al hospital amaneciendo.

Entramos por urgencias, en la sala de espera encontramos a Marga.

— ¡¡Marga!! ¿Cómo está? ¿Qué te han dicho? — Pregunto con ansiedad.

Me abraza llorando. Casi sin poder articular palabra.

— No debía haberla dejado sola, José… Después de lo de tu padre y hablar contigo, no abrió la boca en todo el camino… Yo intentaba conversar con ella, pero no respondía. Llevaba dos días sin comer… Yo no sabía lo que planeaba — Balbuceaba.

— Pero dime ¿Sabes algo?

— No, solo informan a familiares.

— Vamos Ana, a ver si averiguamos algo.

Preguntamos en admisión por la situación de Mila. Tras identificarnos como marido e hija, nos dan unos pases para entrar a la zona de la UCI. Un médico habla con nosotros.

— ¿Cómo está, doctor? — Pregunto angustiado.

— Por ahora fuera de peligro. La dosis que ha ingerido ha sido muy alta. Hemos practicado un lavado gástrico. No podemos prever que daños puede haber sufrido su sistema nervioso hasta que salga del coma. Y no sabemos cuándo ocurrirá esto. Las próximas veinticuatro horas serán decisivas. Antes no podemos adelantar nada — Responde con fría profesionalidad.

— ¿Podemos verla? — Lo miro suplicante.

— Pueden, a través de los ventanales de la zona de observación. Después vayan a la sala de espera y allí les tendrán informados.

— Gracias. Vamos Ana.

La palidez de su rostro me impresionó. Tubo para respirar, vía en el brazo con bolsa de suero. Monitor cardiaco. Toda la parafernalia que acompaña una situación de este tipo. Al salir nos acercamos a Marga que se acerca corriendo, angustiada.

— ¿Cómo está? Se salvará ¿Verdad? ¡No se puede morir!

— Al menos sabemos que vive y está fuera de peligro. Solo podemos esperar. Vamos a la cafetería a tomar algo. Nos vendrá bien — Le digo tratando de calmarla.

Pedimos café y croissants y nos sentamos en una mesa. Marga tenía la mirada perdida. Ana recostada junto a ella, abrazadas.

¿Y yo? En mi interior se debatían sentimientos encontrados. Estaba totalmente abrumado.

Amaba a Mila, no podía evitarlo. Pero también a Claudia, a Marga. ¿Qué coño me pasaba?... ¿Era yo el responsable del intento de suicidio? … ¿Podía haberlo evitado?

Ver a Mila en aquella cama de hospital, al borde de la muerte, sabiendo que en gran parte era yo la causa, me hacía sentir fatal. ¿Mis decisiones, habían llevado a Mila a tomar esta medida drástica, final, al borde de la muerte?

Decidí llamar a Andrés, mi amigo médico, para que me aconsejara que hacer con Mila.

— ¿Andrés? Soy José. Perdona por darte la lata, pero necesito tu ayuda.

Le explico la situación y él decide venir al hospital, para ver qué puede hacer.

Como médico de la familia, se pone en contacto con el personal del centro para recabar información. Casualmente un colega, amigo suyo, está de guardia. Desaparece por los pasillos del centro hospitalario y cuando vuelve:

— Hola a todos, José ven conmigo.

Me aparto de las chicas, para hablar con Andrés.

— Parece, que ha  habido suerte dentro de lo que cabe. Ha salido del coma, pero se niega a hablar. Solo mueve la cabeza negativamente y llora. Tiene que pasar por psiquiatría, es el protocolo en caso de intentos de suicidio. Pasará a observación y en unas horas podrá salir, bajo mi responsabilidad. ¿Qué tienes pensado? ¿Qué quieres hacer? — Me hablaba pero yo casi no entendía lo que me decía.

— Pues, pensado nada. Nos ha cogido por sorpresa y estoy indeciso, agobiado. Estamos agotados. Tú que me aconsejas — Respondo.

— Por ahora aquí no hacéis nada. Mejor os vais a casa y descansad. Esta tarde podréis verla y si ella quiere podéis hablar con ella. Mañana seguramente, si todo va bien, podréis llevárosla. Piensa que hacer con ella. No puede estar sola en ningún momento. Según me han dicho Mila no quiere vivir. No ha sido un simulacro. Estaba decidida a acabar con su vida — Al oír a Andrés no puedo soportarlo más y estallo en llanto, trato de que las chicas no puedan verme, para no asustarlas.

— Gracias por todo. De verdad, no sabes cuánto te agradezco tu ayuda Andrés.

— Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Hasta luego.

Saluda a Ana y Marga y se marcha.

— Nosotros nos vamos también. Marga, vámonos a casa, descansaremos y esta tarde trataremos de ver a Mila. Tenemos que pensar qué hacer con ella — Les digo a las dos.

Nos vamos al piso, ahora de Mila y Marga. Ana y yo llevamos muchas horas sin dormir. Mi hija se tiende y se duerme enseguida.

— Marga, vamos a buscar algún papel, carta, algo que haya dejado Mila — Le digo — Necesito saber que ha pasado por su cabeza para tomar tan drástica decisión.

Yo sabía dónde buscar. La tarde anterior había visto a Mila escribir a mano y dejar un sobre en su despacho. Buscamos en el dormitorio, vi un bote de pastillas vacío.

Vamos al otro piso, es pronto, aún no hay nadie. El despacho de Mila está cerrado, Marga abre con su llave. Sobre la mesa, junto a la foto de mi familia, hay un sobre para Marga y otro para mí.

Marga no quiere abrir su carta. La guarda, llora. La rodeo con mis brazos y sus lágrimas corren por mi hombro.

Con mi brazo en su cintura la llevo al dormitorio, donde Ana duerme. Se acuesta  junto a ella, beso sus labios, acaricio sus cabellos y la dejo. Me voy al salón a leer la carta.

José:

Ante todo, perdóname. No hago esto para hacerte sufrir, sino para liberarte. Ya te he hecho bastante daño. Sé, que mientras yo viva tú no podrás ser feliz y te mereces serlo.

Claudia es una buena mujer, me ha demostrado que te quiere con locura. Y quiere a las niñas. Será una madre para ellas y una buena compañera para ti. Todo lo que yo no he sido. Sé que cuidaras de mis, nuestros hijos.

En la notaría, junto al despacho de Isidro, he otorgado poderes notariales a Marga y a ti, para que dispongáis de todo. No dejes a Marga, se va a quedar muy sola. Cuida de ella. Te quiere mucho.

No quiero extenderme más, todo lo que diga será penoso para ti y no quiero que sufras.

Solo algo más. Gracias por haberme hecho sentir tanto en tan poco tiempo. Me hiciste olvidar todas las atrocidades cometidas en mi vida.

Me hiciste conoce el verdadero amor.

Te lo suplico, perdóname.

Te deseo que seas feliz, te lo mereces. Te quiero y te querré, más allá de la muerte.

Tuya siempre.

Mila

No pude contener las lágrimas. Me ahogaba, lloraba como un niño. Entró Marga y le di a leer la carta,  se abrazó a mí. Lloramos los dos.

Por alguna extraña razón me excitaba el contacto, el calor, el perfume de Marga. Me miró a los ojos y nos besamos. Besos dulces, tiernos, su boca, las lágrimas, llorábamos y nos amábamos. Mila estaba presente en nuestros besos. En nuestras caricias… Y follamos... En el suelo.

Follamos, como animales en celo, con furia, con desesperación. Como una afirmación de la vida ante la muerte. No sé, qué nos ocurrió. Marga también estaba desconcertada, no entendíamos el porqué de aquella explosión de pasión. Lo necesitábamos. Nos corrimos los dos casi simultáneamente.

Ana, desde la puerta del salón, nos miraba... Lloraba… Me levante del suelo, desnudo, rodeé sus hombros con mis brazos y la besé. Con profunda ternura. La acompañé al sofá y nos sentamos los dos.

— Papá, ¿Qué habéis hecho?

— Follar Ana, no sé porque. Ha sucedido y no me arrepiento. Marga lo necesitaba, yo también.

Marga se sienta al otro lado de Ana. Besa sus mejillas y acaricia su pelo.

— Estás muy guapa Ana, cada día más. Te pareces tanto a tu madre. Déjame que te abrace, te quiero mucho pequeña. Tu mamá te adora y está muy orgullosa de ti, entre otras cosas, por haber dejado la prostitución, por obedecer, por amor a tu padre.

— Vamos a dormir un poco. Lo necesitamos.

Se van a la cama. Yo llamo a Claudia y la tranquilizo, le informo de cómo está Mila. Me tiendo en el lecho junto a Ana y Marga. Sigo desnudo. Ana se gira hacia mí y me abraza. Beso su frente, acaricio su pelo. Nos dormimos.

Sueño con unos labios y una lengua que acarician mi boca. Miman mi miembro… ¡Joder! ¡No sueño! Es Ana quien me besa. Sus labios son miel, sus manos acarician mi cuerpo. Está desnuda. Mi verga responde, no puedo evitarlo. Marga nos mira y sonríe, acaricia a Ana. Se pega a su espalda. Ana se introduce mi miembro en su vagina. Se mueve, llora, se mueve. Adelante, atrás, dentro, fuera.

— ¡Te quiero papá! Soy tuya, solo te quiero a ti. Mi amor es solo tuyo.

Se aceleran sus movimientos, estoy envarado, una fuerza superior a mí, me inmoviliza. Realiza un movimiento y se coloca sobre mí cuerpo. Su cuerpo, su boca, mis manos en su nuca, en su espalda, en sus suaves y redondas nalgas. Su cara se transforma, sus ojos se giran en las órbitas, grita.

— ¡¡Aaaaaagggggg!! ¡¡Me muerooo!! — Grita con desesperación.

Y se desploma sobre mí. Desmadejada, desmayada. Abrazo su delicado cuerpo, las lágrimas recorren mis mejillas. Se recupera en pocos segundos, sigo dentro de su vientre, del vientre de mi hija. Marga me besa la boca, su lengua recoge mis lágrimas. Salgo del cuerpo de mi hija. No puedo seguir, aún pesa el tabú. Coloco a mi niña sobre el lecho.  Marga lame mi miembro, se lo traga, siento la profundidad de su garganta. No puedo más y descargo empujando con fuerza, se lo traga todo. Monta mi cuerpo, pegada a mí. Ana nos mira. Se acerca a mi cara y me besa.

— ¡Gracias, papá! Lo deseaba con toda mi alma. Lo necesitaba… — Susurra en mi oído.

El contacto con los dos cuerpos me reanima de nuevo, Ana se sienta en la cama, coge mi verga y la introduce en el sexo de Marga, que me besa apasionadamente.

Me muevo, se mueve, nos acompasamos; Ana nos acaricia, introduce dos dedos en su propio coño, recoge el flujo que lo empapa y frota el ano de Marga, introduce los dedos y le folla el culo, mi polla penetra su coño. Siento los dedos de mi hija en mi polla a través de la pared que separa ambas cavidades. El orgasmo de Marga es violento, brutal. Y yo, de nuevo, descargo en su vientre.

Quedamos los tres vencidos en la cama. Nos dormimos de nuevo.

Me despierto, siguen dormidas, me ducho y me visto. Despierto a las dos para que se aseen, de ocho a nueve, podemos ver a Mila.

En la planta está Andrés. Verlo me alarmó, pero me tranquiliza, no ocurre nada. Mila está bien. Ha estado hablando con el psiquiatra y mañana podemos llevárnosla a casa.

— ¿Tienes claro lo que vas a hacer José?

— Sí, me la llevo a Alicante. No pienso separarme de ella. Entre todos la cuidaremos.

— Creo que es la mejor solución. Enviaré la documentación al centro médico más cercano, para la continuación del tratamiento.

— Gracias amigo.

Entramos en la habitación donde está Mila. Ya no tiene los tubos ni los cables que la unían a los monitores. Está muy pálida, demacrada. Ana se lanza sobre su madre, que no la espera y cubre su rostro llorando. Mueve la cabeza negando. Ana llora abrazándola.

— Mamá… ¿Por qué querías dejarnos? Te queremos, te necesitamos… ¿Qué iba a hacer yo sin ti?... ¿Y Mili?... ¿Y Pepito? ¿Es que ya no nos quieres? — Las frases salen atropelladas, Ana está muy afectada.

Sujeto con delicadeza a Ana por los hombros.

— Ana, no atosigues a tu madre. Ahora necesita comprensión y cariño, no reproches — Ana se retira y me acerco.

Mila no habla. Solo niega, me mira y cierra los ojos. Cojo sus manos, las beso. Acaricio sus mejillas, acerco mi rostro y beso su frente. Mantiene sus ojos cerrados. Torpemente me pasa los brazos tras el cuello y me abraza. Su cuerpo se estremece por los sollozos. Trata de decirme algo, pongo mi índice sobre sus labios.

— No digas nada, Mila, no tienes que dar explicaciones. No las necesito. Solo quiero que te metas en esa cabecita tuya, que tienes muchas personas a tu alrededor que te quieren. Que yo te quiero. Y como dice nuestra hija, te necesitamos. Ahora solo debes preocuparte por recuperarte, por ponerte bien. Mañana vendremos por ti y te llevaremos con nosotros a Alicante. Luego, entre todos, decidiremos qué hacer.

Marga abraza a Mila, con infinito cariño. Está profundamente enamorada. Y lo ha pasado muy mal.

— ¿Querías irte sola?... ¿No sabes que yo iría detrás de ti, hasta el infierno? ¡No vuelvas a intentarlo o te mato! — Esta salida de Marga hace que sonriamos. Mila solo la mira, nos mira y llora.

Nos despedimos hasta mañana y vamos a casa. En el prostíbulo está Edu, al frente de la administración y al frente de un monitor. Amalia está en su sala de torturas con un cliente. Lo pillamos masturbándose furiosamente, viendo a su mujer, sobre un tipo atado, boca arriba, en una especie de potro bajo y Amalia encima subiendo y bajando su cuerpo, introduciéndose la verga del cliente en su culo.

No puedo evitar reírme del espectáculo, Marga sonríe y Ana suelta una carcajada, con su risa cantarina. Edu, al verse sorprendido, muy nervioso, se guarda la polla y apaga el monitor.

— Vaya Edu. ¡Parece que le has cogido gusto a esto! — Le digo sin acritud.

— ¡José, que hacéis aquí! ¿Y Mila? ¿Ha pasado algo? — Replica confundido.

— Mila está en el hospital. Mañana iremos por ella y me la llevo a Alicante. No os vayáis sin hablar conmigo. Tengo que proponeros algo. Luego hablamos.

Dejamos a Edu que termine su paja y vamos al otro piso, quiero hablar con Marga.

— Marga, ¿Tú quieres seguir con el negocio? ¿Te interesa?

— Mira José, si me metí en esto fue por Mila. Ella quería independencia, me pidió ayuda y se la di. Por mí, se puede ir el negocio a la mierda. ¿Por qué lo preguntas?

— Entonces, ¿estás dispuesta a venderlo?

— ¿Venderlo? ¿A quién?

— Gerardo estaba muy interesado en la compra. Mila lo convenció para que aparentara que era él quien compraba, cuando en realidad era ella, quien quería quedarse con el negocio. Si se lo propones, te lo comprará y podrás alejarte de toda esta mierda.

— Pero ¿Y Mila? ¿Estará de acuerdo? — Pregunta Marga.

— Mila ha dejado poderes firmados, a mi favor y al tuyo, para hacer lo que queramos. Y lo que queremos es… Alejarla de todo esto… Vamos a dedicarnos a cuidarla y este puticlub es un lastre.

— Cuenta conmigo. Cada vez que iba a un servicio, terminaba asqueada, del cliente y de mí. Sí, José, me doy asco. Tú sabes que estaba en esto solo por estar cerca de Mila… ¿Me llevareis con vosotros? — Realiza la pregunta mirándome fijamente a los ojos, buscando en ellos la respuesta.

— Sabes que sí, Mila te necesita ahora más que nunca, yo te necesito y tú nos necesitas. Vendrás con nosotros. No sé cómo saldrá esto, pero vamos a intentarlo — Contesto a Marga, abrumado por los acontecimientos.

Llamo a Gerardo por el móvil.

— ¿Gerardo?... Soy José, tengo que hablar contigo, te espero en media hora en casa de Mila… Trae a Pepito. No tardes, es importante.

Sorprendido me dice que vendrá enseguida.

Apenas veinte minutos después llama al portero. Abrimos y sube, estamos en el salón.

Pepito da un salto y se cuelga de mi cuello. Estrecho su cuerpo delgaducho y lo beso. Ana lo abraza y se lo lleva a la habitación.

— Bueno, ya estoy aquí ¿Qué pasa? ¿Qué quieres, que es tan importante? — Pregunta Gerardo con modales agresivos.

— El motivo principal es Mila. Está en el hospital, ha intentado suicidarse — Respondo con firmeza.

— ¡Joder, José, no me digas! — Ablandándose.

— Sí te digo… Mila no puede seguir al frente del negocio — Sigo afirmando.

— Lo sé, últimamente he hablado con ella y la veía muy desanimada. No tenía muy claro por qué, pero la última vez que la vi le propuse normalizar la situación de Pepito casándome con ella… Cuando se lo dije se echó a reír con una risa que me dio miedo. Dijo simplemente. “Ya estoy casada, Gerardo… Solo tengo y tendré para siempre un marido, a quien quiero con toda mi alma”… Supuse que eras tú… Y te envidio… Te juro que te envidio. Esa mujer te quiere con locura y tú no le haces ni caso — Su discurso expresa amargura.

— No te equivoques, Gerardo. Tú no sabes cómo la quiero… Y como te odio a ti porque ayudaste a convertirla en una desgraciada… Pero no es ese el motivo de que te haya hecho venir… ¿Quieres comprar el prostíbulo?

— ¡Joder tío! ¡Vas al grano! ¿A qué viene eso? — Pregunta desconcertado.

— Es muy simple, Mila no sé cómo quedará. Las secuelas de la intoxicación son imprevisibles. Necesitará un tratamiento de rehabilitación que, supongo, será largo y tedioso. Vendrá conmigo. Yo la cuidaré. Ha sido, y es, mi mujer. He sido, soy y seré, su marido — Respondo conteniendo mi furia.

— Bien, de acuerdo. Estoy dispuesto a comprar, por el precio que te ofrecí. ¿Estás de acuerdo?

— Conforme —  Respondo.

— Muy bien, pues mañana nos vemos en el despacho de Isidro a las nueve.

Entran Ana y Pepito. Ana se encara con Gerardo.

— ¡Mi hermano me ha dicho que le has pegado! ¿Es cierto? — Ana echa chispas por los ojos.

— ¡Joder Pepito! Te dije que fue un error, te pedí perdón — Gerardo se dirige a Pepito.

Me encaro con Gerardo.

— Jodeeer. ¡¿Qué pasó?! — La mala leche me desborda.

— Bueno. Es que llora mucho y me sacó de mis casillas. Fue un impulso, pero no volverá a ocurrir — Intenta defenderse Gerardo

— Tienes razón, no volverá a ocurrir. Pepito se viene conmigo. Es más, se queda aquí y mañana me lo llevo, con su madre — Digo con actitud claramente agresiva.

— ¡Eso no puede ser! ¡Se vendrá conmigo! ¡Es mi hijo! — Protesta.

— Gerardo, este niño, solo ha sido un polvo para ti y ahora un estorbo. Yo he sido su padre y lo sigo siendo. Se viene conmigo. Mañana nos vemos en el despacho de Isidro. Ana, llévatelo.

Ana se marcha con su hermano a su habitación.

Ante mi actitud Gerardo, muy contrariado, se va dando un portazo.

Llamo a Edu y Amalia que al entrar se abraza a mí como si lleváramos diez años sin vernos. Me aprecia y se alegra al verme.

— Amalia, Edu, Gerardo se va a hacer cargo del local. No sé cómo se portará con vosotros. ¿Qué vais a hacer? — Les digo sabiendo que no les va a sentar nada bien.

— Hostia José, vaya marrón. Ese tío es un hijo de puta de cuidado. Tendremos que irnos de aquí — Protesta Edu.

Amalia cogida a mi brazo.

— No te preocupes José. Gracias a ti he descubierto mi verdadera vocación. Me divierto y gano dinero. Tengo mis clientes fijos y el imbécil de Edu me ayudará a montármelo en otra parte. ¿No es así, cabroncete? — La expresión de Amalia nos hace reír — Solo quiero que cuando vengas por Madrid vengas a verme y follarme el culo. Fuiste el primero y todavía no he encontrado otro como tú. Comprendo muy bien a Mila, te encontró, tarde, pero te encontró y ya no podrá desengancharse de ti. Te has convertido en una droga para ella. Y para mí — Se mostraba muy compungida — No lo comparto, pero entiendo lo que ha hecho Mila. He tenido largas conversaciones con ella y sé que te quiere; hasta el extremo de quitarse de en medio para que seas feliz. Lo que siento es no haberme dado cuenta de las señales y haber evitado lo que ha hecho. Por cierto. Gerardo le facilitó las pastillas con las que se quiso envenenar. Se las dio en mi presencia, le dijo que no podía dormir y él se las dio.

— O sea. ¿Gerardo trafica con drogas? — Pregunto a la mujer.

— ¿No lo sabías? ….Ese hijoputa le pega a todo. Le escuche una conversación en la que hablaban de unas chicas que venían de Rumania. Ellas creen que vienen con contrato para trabajar como chicas de servicio, pero las llevan a un puticlub, les pegan hasta que aceptan follar con los clientes y cuando están sometidas las venden a otros clubs — La declaración de Amalia me pone los pelos de punta.

— Bien, entonces ya sabéis. Quitaros de en medio cuanto antes. De todos modos, si pensáis abrir un negocio por vuestra cuenta, trataremos de ayudaros.

Se despidieron, nosotros preparamos algo para cenar, Pepito se fue a su habitación y nosotros nos fuimos a la cama, los tres juntos, desnudos de nuevo, pero estábamos muy cansados, a mi derecha Ana, mi amor filial, la sombra del pecado mortal. A mi izquierda Marga, mi amor venial. Un pecado menor. Delicioso pecado. Ambas acurrucadas con sus cabecitas sobre mis brazos. Junto a mi pecho.

Tengo algo de frio. Me levanto con cuidado para no despertar a las chicas. Las cubro con una sábana. Me ducho, con el ruido del agua al caer parece que han despertado las dos. Marga se sienta en el inodoro a hacer pis, me mira y sonríe. Tiene la extraña cualidad de hacerme sentir bien. Me relaja su presencia.

Ana se dirige directamente hacia donde estoy, entra en la ducha, coge una esponja y frota mi cuerpo. También resulta relajante. Marga también se mete bajo la regadera y nos lavamos los tres.

Salgo primero para evitar ataques, despierto a Pepito para que se asee y se vista y voy a la cocina a preparar café y croissants. Improviso un desayuno ligero. Cuando salen está todo listo. Desayunamos.

Les pido que recojan la ropa y los enseres que pueda necesitar Mila y nos vamos al bufete de Isidro. Por el camino llamo a mi abogado para que nos asista en las negociaciones.

Esperamos unos minutos en una antesala; entran Gerardo y Alma. Traen la maleta de Pepito que, al verla, corre a abrazarla y besarla. Ella lo acoge con cariño. Después viene hacia mí.

— Hola José, me alegro de verte, aunque no por las circunstancias. ¿Cómo está Mila? Me he enterado de lo que ha pasado y lo siento… La aprecio — Dice apenada.

— No lo sabemos hasta que pase algún tiempo y se sepa que secuelas han quedado, Alma — Respondo con afecto. Parece una buena mujer.

Gerardo pasa sin vernos y entra en el despacho de Isidro. Alma me lleva al fondo del pasillo para hablar conmigo.

— No le digas nada a Gerardo, pero me alegro de que te lleves a Pepito. Gerardo no está preparado para cuidar al chiquillo. El niño se refugiaba en mí y se hace querer. El poco tiempo que ha estado conmigo me ha hecho sentir como una madre… Pero de lo que te quería hablar es de Mila. Supongo que recordaras el día que fuisteis al club los dos…  Pues bien, yo no tenía claro que ocurría, pero cuando te fuiste, me acerque donde estaba Mila, le dije que te habías ido y entonces ocurrió algo que yo no he logrado entender hasta hoy… Mila empujo de malas maneras a los tipos que estaban con ella, se cabrearon y ella les abofeteo. Se los quitó de encima y me la llevé a mi habitación — Alma miraba con temor a que la descubriera Gerardo hablando conmigo — Lloraba como no he visto llorar a una mujer. Yo era incapaz de calmarla, sufrió un ataque de ansiedad, la metí en la ducha a la fuerza porque estaba que daba asco. ¿Y sabes que me dijo?... Que la porquería la llevaba por dentro. Lo de fuera se podía lavar, lo de dentro no. Dijo, que se sentía sucia, que no era digna del hombre al que amaba con toda su alma… A ti, José — Oír a Alma me destrozaba por dentro. Un nudo atenazaba mi garganta — Me dijo que había hecho todas aquellas porquerías para asquearte, para que la odiaras, para que la apartaras de tu lado, para que rehicieras tu vida con otra mujer que te diera la felicidad que merecías… Gerardo entró y al verla así, se sobresaltó. Le preguntó que le pasaba y ella le dijo, que por fin había ocurrido lo que ella más temía. Se había enamorado perdidamente. Hasta el extremo de renunciar a ti, José, por amor… También le dijo que quería hablar con él, pero fuera de allí. Y se citaron para verse dos o tres días después… José, conozco a Mila desde hace muchos años. No es la misma. La Mila que estuvo en mi habitación aquella noche no era la Mila que había sido. Jamás se coló por nadie, había hombres que matarían por ella y ella los manejaba a su antojo sin dejarse manipular — Terminó de hablar, temerosa.

—Agradezco tus palabras Alma, no sabes cuánto. Intentaré compensar el daño que le he causado, aun no sé cómo, pero lo intentaré — Le dije sinceramente.

Alma se aleja al ver salir a Gerardo.  Nos llama para firmar los documentos. Mi abogado ha llegado, me saluda y entramos.

Se pide a la notaría los documentos que me permiten firmar la venta de todo, junto con Marga. El pago se realiza mediante cheques conformados. Tenemos prisa por ir a recoger a Mila.

Isidro intenta llevarme aparte, trata de amenazarme, le doy un empujón, resbala  y acaba en el suelo. Gesticulando como una cucaracha, grita.

— Me las pagaras cabrón — Grita desde el suelo.

— Cabrones somos los dos y ya te estoy pagando, Isidro. Tú le dabas dinero a mi mujer por darte placer y yo le doy placer a tu mujer gratuitamente. Bueno, a cambio del mío. No te imaginas cómo folla la condenada. Se ha llegado a desmayar con un orgasmo. ¡¡Lo que te has perdido por imbécil!! ¡¡Cabrón!! — Le grito mientras mi abogado y Gerardo me sujetan para impedir que le parta la crisma al desgraciado.

— Vamos José, déjalo, no merece la pena — Me dice Marga tirando de mí.

Marga me arrastra hacia la salida y vamos al hospital. Ella conduce, en el recorrido trato de calmarme. En recepción nos espera Andrés.

— José ven, tengo algo que decirte — Me dice Andrés apartándome a un rincón.

— ¿Qué le pasa a Mila? — Pregunto angustiado.

— Nada, no es Mila, es María… Ha muerto — Me dice alterado.

— ¡¡Hostias!! ¿Qué ha pasado? — Pregunto de nuevo.

— Tuve que atender a una reclusa que la conocía, me dijo que la habían encontrado en las duchas, desangrada, con un corte en el cuello — La revelación de Andrés me entristece.

— Joder, no le deseo la muerte a nadie. Pero parece que nos ronda. En poco tiempo mi padre, María y lo de Mila, que casi la perdemos… ¿Cómo sigue? ¿Podemos llevárnosla ya? — Me olvido de María. Mi atención está concentrada en Mila.

— Sí, lo tengo todo preparado. Vamos a su habitación, voy a buscar una silla de ruedas.

— ¿Tan mal está? — Pregunto preocupado.

— No puede andar, pero espero que con la rehabilitación se recupere, cuando llegues a Torrevieja tienes que ir al centro de salud. Ya te he solicitado una silla de ruedas para que podáis mover a Mila — Dice mi amigo.

Al entrar en la habitación Mila está como dormida. Me acerco para despertarla, depositando un beso en su mejilla. Abre los ojos me mira y se le saltan las lágrimas. Los cierra de nuevo.

Cojo en brazos a Mila para sentarla en la silla de ruedas, ha perdido peso, no abre los ojos, se deja hacer. Marga, Ana y Pepito están en el coche, la abrazan. Al oírlo Mila abre los ojos y besa a su hijo, es un momento muy emotivo. A todos se nos saltan las lágrimas.

Me despido de Andrés, agradeciendo lo que ha hecho por nosotros y enfilamos la autovía hacia Alicante. Los cinco vamos en silencio.

En La Roda, nos detenemos en el mismo restaurante donde Ana y Claudia me contaron que habían hecho correrse, por primera vez, a una adolescente desconocida. Ana me mira y guiña un ojo con cara de complicidad. Me hace sonreír, los demás no saben por qué. Mila sigue silenciosa, le pido a Marga que traiga un zumo para Mila. Al principio lo rechaza, pero acaba aceptando y bebiéndoselo. Seguimos el viaje y ya no nos detenemos hasta llegar a nuestro destino.

Claudia y las niñas se abalanzan sobre Mila, besándola, acariciándola. Con ella en brazos entro en casa, Claudia me indica que la lleve arriba, no deja que suba nadie más les dice que Mila requiere descanso. Me dirijo a nuestro dormitorio y la deposito en el lecho. Hace calor, le quito la ropa, está muy delgada. Le pongo una camiseta larga, cómoda. Me tiendo a su lado, paso mi brazo bajo sus hombros y la atraigo hacia mí. No huelo su perfume, no es su olor. Abre los ojos y me mira fijamente, beso sus labios suavemente, se inclina hacia mí.

— Mila, amor mío. Te necesito, aun cuando no estaba contigo, a pesar de la distancia, sabía que estabas, que podía hablarte, verte, amarte en silencio. No vuelvas a hacerlo — Le digo con dulzura.

Con una voz débil, con esfuerzo.

— No, José. No volveré a intentarlo. Ya no. No me daba cuenta del daño que os hacia a todos. Perdóname. Toda mi vida ha sido un fracaso…

— No Mila, soy yo quien te pide perdón. No te creí y te empujé, sin querer a hacerlo. Ahora sé que puedo confiar en ti. Y no, tu vida no ha sido un fracaso…Nos tienes a todos pendientes de ti, te queremos, te necesitamos… No has fracasado.

En la puerta están Marga y Claudia.

— Se han ido todos a la playa. ¿Podemos quedarnos? — Dice Claudia.

— Como no Claudia. Esta es vuestra casa, nuestra casa, no tenemos que pedir permiso para nada. Quedaos con nosotros — Les digo.

Entran y se tumban en la amplia cama, a nuestro lado. Marga acaricia las manos de Mila.

— ¿Cómo vamos a organizarnos? — Pregunta Marga.

— Claudia es buena con la organización. Que sea ella la que nos diga que debemos hacer y cómo. Lo votaremos en asamblea, como en una comuna — Respondo — ¡Eso es! Convertiremos esta casa en una comuna, basándonos en la libertad de todos y en un principio básico del ejercicio de esta libertad. Que la libertad de cada cual termina donde empieza la de los demás. O sea, todos y cada uno de nosotros, como titulares de derechos, somos libres para hacer con nuestra vida lo que nos plazca, mientras no afecte el derecho de los demás, para hacer lo propio — Suelto mi discurso que en el fondo me parece algo cursi — En cuanto al sexo… He meditado mucho, he cambiado mi forma de entenderlo, de vivirlo, gracias a Mila, a todas vosotras… Me ayudó la lectura de un libro, de donde extraje algunas ideas que dan sentido a lo que he experimentado. Se titula —“El amor libre”— De  Osvaldo Baigorria… Comprendí, que —“las leyes del deseo, priman sobre las de la costumbre. Que la fidelidad es imposible, en la inmensa mayoría de los casos. La inocencia grita, que el amor sólo puede ser libre, que la pluralidad de afectos es un hecho”— Y aquí tenemos la prueba, yo os amo, a vosotras, a las tres, — “porque el deseo obedece a un orden natural, anterior y superior a todo mandato social establecido”. “Que la institución del matrimonio es una inmoralidad  social”. Que la familia jurídica debe ser sustituida por la unión libre entre hombres, entre mujeres y entre hombres y mujeres. “Que sea una unión natural, por amor, no por la sanción de un tercero, el estado o el clero, para formar una familia, para educar a los hijos libremente. El matrimonio es un medio que utiliza el estado para esclavizar a las personas, es un instrumento de dominación que sostiene el orden actual; pero no el moral” — Sigo con mi disertación — Como Bakunin… “he experimentado las amarguras, he sufrido mucho y he caído en la desesperación”… Ahora he comprendido lo que es el amor. Mila me ha mostrado el camino. Amar es querer la libertad, Mila lo ha demostrado hasta el extremo de intentar quitarse la vida para que yo fuese libre. Y yo elijo no serlo. Ejerciendo mi derecho a la libertad me someto a la dulce tiranía de su amor. De vuestro amor. No os exijo, no debo hacerlo, basándome en estos preceptos, fidelidad ni sumisión, sois libres, somos libres, si estamos juntos, es porque así lo queremos — Las mujeres me miraban incrédulas — Así que propongo establecer nuestra casa como Zona libre de dogmas religiosos y filosóficos. Vamos a basar nuestra relación en la verdad, como hecho, no como teoría. Esta será una comunidad, de personas libres e independientes, mientras se mantenga la unidad del amor que brota de lo más hondo, del misterio infinito, de la libertad individual.

Desde la puerta Ana, Claudia y los demás niños aplauden. Ana se dirige a mí.

— Por fin lo comprendes papá. Todo lo que acabas de decir es lo que tratamos de hacerte entender desde hace tiempo. Todas nosotras practicamos esto que acabas de exponer… Más vale tarde que nunca… Papá, te queremos, nos queremos y queremos vivir contigo, con mamá, todos, con la verdad por delante. Cualquier día vendré a decirte que me he enamorado de alguien y me iré. Tal vez vuelva desengañada, tal vez no. No lo sé — Ana habla con los ojos anegados en lágrimas — Pero lo que ahora, sé es… Que tenemos hambre y queremos comer — Termina el discurso riendo y llorando a la vez — Dejémonos de filosofía y vamos al comedor. Mamá Claudia, nos ha preparado un plato especial, para celebrar el regreso de mamá Mila y mamá Marga; ahora tenemos tres mamás. Es algo que le gusta mucho a mi mami. Costillitas de cordero a la plancha, las cocinaremos sobre la marcha para comerlas calentitas, con un buen vino de Valdepeñas, como le gusta a mi papá.

Bajan todos en tropel, Claudia va con ellos.  Marga me ayuda a levantar a Mila, intentamos que ande, despacio mueve las piernas y poco a poco bajamos al comedor y la sentamos en la mesa. El color ha vuelto a sus mejillas. Mili y Pepito se sientan a su lado. Mila, más animada come con nuestra ayuda. Después los niños, Mili, Elena y Pepito, se van a la parcela de al lado a jugar con los hijos de los vecinos. Subimos a Mila, Ana y Claudia se quedan con nosotros. Nos acostamos todos alrededor de Mila que nos mira con lágrimas en los ojos, mientras acaricia el cabello de Ana y Marga.

A mí no puede mirarme. Baja la cabeza y cierra los ojos… El cansancio nos rinde.

Cuando despierto, me levanto, las dejo dormir y bajo al despacho. Conecto con el prostíbulo, para ver que se cuece. No hay nadie, al parecer no han llegado aún. En la cámara del dormitorio esta Alma con un desconocido, están follando; más bien, la está maltratando. A cuatro patas la sodomizan violentamente. Ella soporta el castigo, pero se ve que no le gusta. Aparece otro tipo mal encarado, se desnuda y la folla por la boca, le dan arcadas pero sigue apretando hasta casi la asfixia. La colocan sobre uno de ellos boca abajo, le penetra el coño, el otro a su espalda la mete en su culo. El que está abajo la abofetea para que se mueva, el de arriba tira de los pezones, ella grita de dolor, pero no hacen caso; está llorando, cuanto más llora más fuerte le dan.  Cuando se corren los dos bestias la dejan irse al baño. Dejo de verla. Los dos tipos se visten y se marchan.

En el otro piso veo a Gerardo, entran los dos energúmenos que follaban a Alma.

— Mañana, a las tres de la tarde, en el almacén del polígono industrial de — xxxxx— Yo llevaré la farlopa, cincuenta kilos. Vosotros la pasta. Millón y medio, sin trampas, ya sabéis que no me gustan. Intercambiamos y cada mochuelo a su olivo. ¿Entendido? — Les dice Gerardo con voz autoritaria.

— Vale tronco, allí estaremos, por cierto tu putita tiene un culito muy rico pero creo que se lo he desfondado. Jajaja. Hasta mañana — Dice uno de los rufianes que maltrataban a Alma.

Se van los dos y se queda solo Gerardo, cuando cierran la puerta coge el teléfono y llama.

— ¿Isidro? -……- Ya está, de esta nos forramos -……- Si, mañana a las tres, donde acordamos, no me dejes solo ¡¡Eh!! Y tráete la pipa, yo también la llevo -……- En la maleta con la farlopa -……- No hombre este teléfono está limpio, estoy en el local de Mila -……- Quedamos así, hasta mañana -……- Hasta mañana.

Veo a Alma desnuda, quita las sábanas de la cama y se tiende boca abajo, llorando.

Gerardo se marcha del local. Aparece en el dormitorio, Alma se sorprende y se incorpora.

— ¡Eres un cabrón! Esos hijos de puta me han pegado, sabes que no me gusta — Recrimina a Gerardo.

— ¡Déjate de pamplinas! Y vístete que tienes que ir a abrir el club. ¡Venga! — Responde Gerardo de malas maneras.

La muchacha se viste y se marcha. Al quedarse solo, abre el armario donde Mila guardaba sus cosas y saca dos maletas pesadas. Deja una en el suelo y la otra sobre la cama. Abre la maleta, saca una pistola del armario y la deposita dentro del equipaje.

No necesito más datos… Llamo a Andrés. Le cuento todo y le informo del lugar, hora y los que van a participar en la venta… Llamará a un amigo, guardia civil, para contárselo y que actúe como si hubiera recibido la llamada de un informador anónimo.

Apago todos los equipos  y vuelvo a la habitación. Todas mis chicas siguen dormidas. Excepto Mila. Me mira y siento algo muy fuerte dentro de mí. La ternura de sus ojos me hace sentir como un miserable por no creer lo que me dijo la noche del club de parejas. Extiende sus manos hacia mí. Me acerco, las tomo y tiro de ella con suavidad, hasta sacarla de la cama. En brazos  la llevo hasta la terraza, donde la siento en un sillón de rafia con almohadones. Me siento a sus pies. Acaricia mi cabeza, el pelo, las mejillas, se acerca a mi rostro y deposita un beso en mis labios, con una ternura infinita. De nuevo en mi pecho la sensación de plenitud.

— Como me arrepiento, José. De todo, de mis engaños, de todas las cosas que…

Pongo mi mano sobre su boca. Cariñosamente le impido seguir hablando.

— Mila, amor mío, no tienes por qué arrepentirte de nada. Excepto de haber intentado irte sin mí de este mundo. Eso jamás te lo habría perdonado. Por tus hijos, nuestros hijos y por mí. Jamás podría haber sido feliz con tu muerte sobre mi conciencia y por haberte dejado. Quiero mucho a Claudia, pero a ti… — Intento hablar pero me lo impide.

— No digas nada más. Dejémoslo así. Volvemos a estar juntos. Como tú decías, no sabemos por cuánto tiempo. Intentaremos recuperar el tiempo perdido — Me habla con dulzura.

Se asoman Marga y Claudia.

—Vamos tortolitos, que hay que preparar la merienda y arreglar a los peques — Dice Claudia.

Cojo en brazos de nuevo a Mila, ella se aferra a mi cuello, ha recuperado su aroma, el olor de su piel, huelo su pelo y siento un placentero escalofrío. Al pasar cerca de Claudia llega hasta mí el perfume a vainilla, me las comería a las dos, a las tres, a todas.

Me fascina el perfume de mujer y estas parecen estar en celo permanente. Las dos lolitas se aferran a mis brazos y nos acompañan hasta el sofá del salón, donde deposito a Mila, que pronto se ve rodeada por los niños. Marga me mira, coge mi mano y la lleva a su mejilla.

— Eres muy bueno José, por primera vez, en mucho tiempo veo feliz a Mila y eso me llena de dicha — Al mirarla veo que sus ojos se humedecen, llora — Hablaba en serio cuando le dije a Mila que si ella hubiera muerto… Yo la seguiría… Lo estuve pensando toda la noche en el Hospital… Estaba decidida, si ella se marchaba yo me iría con ella.

No pude evitar estrecharla entre mis brazos, refugiarme en su hombro para ocultar mis lágrimas. La tragedia que podía haber causado por mi postura intransigente, por mi ceguera, por no ver el amor que me profesaba Mila. Claudia nos miraba, parecía comprender lo que decíamos sin oírlo, no lo necesitaba. Por alguna extraña razón, que desconozco, existía un canal de comunicación sin palabras, sin gestos, del que participábamos todos en esta familia.

El resto del día pasó como debieran pasar todos los días, reímos, jugamos, lo pasamos bien. La noche fue una noche loca, de trasiego entre habitaciones, las chicas iban y venían, se reían, guerra de almohadas, retozaban. Luego nos amamos los cuatro, hasta caer rendidos, satisfechos.

Por primera vez en varios meses pude dormir de un tirón sin malos sueños, sin pesadillas.

Me despertaron los gritos de los niños que se iban al mar, a bañarse con sus amigos. Mila, despierta a mi lado, me miraba, me hacía sentir como un niño, que ha cometido una travesura, pero es perdonado por su madre. Saboreo sus labios y la cojo en brazos, para llevarla a desayunar. Me detiene con esfuerzo, consigue ponerse en pie, va a caerse, la sujeto, se apoya en mí y así, poco a poco, bajamos.

25.-Gerardo e Isidro.

Desayunamos en el jardín. El sol de la mañana nos sentará bien.

Después ayudo a Mila a salir al patio y sentarse en una tumbona al sol. Le sentará bien. Está recuperando fuerzas y parece encontrarse mejor. Pero aún hay una sombra en su rostro… No sé qué puede ser, pero algo ronda por su cabeza que no la deja tranquila.

Regresan los niños y comemos. La vida es sencilla, sin agobios ni bullicios, excepto los que forman los niños jugando.

Suena el teléfono. Tiemblo…

Es Andrés, me llama para decirme que algo salió mal en la redada. Cuando rodearon el almacén para asaltarlo, oyeron disparos en su interior. Al entrar, se encontraron con tres cadáveres y un herido. Los fallecidos eran, Gerardo, Isidro y un sujeto sin identificar. El herido les dijo que habían intentado engañar a los españoles, que sacaron las armas y dispararon. Se aprehendió un alijo de cocaína de cincuenta kilos, cuatro pistolas y un millón y medio de euros en billetes falsos con los que los extranjeros pretendían pagar la droga.

Se suponía que Gerardo e Isidro descubrieron el engaño y reaccionaron sacando las armas, pero los otros respondieron.

Tenía que comunicárselo a Claudia y sus hijos. Vaya papeleta. Con lo que llevaban sufrido. Los niños estaban en la playa, con Ana y Claudia. Las tres mujeres están tomando el sol, en el césped. Cuando me ven la cara intuyen algo. Mila me mira, me conoce muy bien.

— ¿Qué pasa José?... Estás pálido... ¿Qué ocurre? — Pregunta Mila.

— Es por… Gerardo e Isidro — Respondo.

Claudia mueve la cabeza.

— ¿Qué pasa con ellos? ¿En qué lio se han metido ahora? — Pregunta sin imaginar lo que se le viene encima.

— En uno del que no se puede salir… Lo siento — Respondo apenado.

Mila sonríe tristemente.

— Eran dos hijos de puta, pero no merecían morir… ¿Por qué han muerto, verdad?

— Sí. Al parecer, fueron a vender un alijo de cocaína, algo salió mal y los mataron los compradores.

Claudia lloraba en silencio. Con mis brazos la rodeo, reposa la cabeza en mi hombro…

— No lo quería José, llegue a odiarlo. Pero no merecía morir así… Ahora te necesito más que antes. Mis hijas son huérfanas — Decía Claudia entre sollozos.

— No Claudia, ayer expuse mi forma de entender esta nueva vida. Tus hijas me tienen a mí como padre y a Mila y Marga, como sus otras madres. Eso no debe preocuparte.

Mila coge mis manos…

— Vamos a cerrar un capítulo nefasto de nuestras vidas. Yo no creo en el Dios, vengativo, justiciero… Pero… Algo debe haber. Las personas que se han dedicado a destrozar las vidas de los demás… Antes o después… Lo pagan. ¿Qué piensas José? — Dice Mila mirándome a los ojos.

— Que hay algo más que no sabéis… Andrés me dijo en el hospital que María… También ha muerto… La encontraron degollada en las duchas de la cárcel donde estaba recluida…

— Pobre mujer… La vida tampoco la trató bien. Un marido violento que la maltrataba, toda su juventud como prostituta, su madurez como alcahueta… Para acabar así…PERO….

LA VIDA SIGUE

He llegado al final de estos tristes y dolorosos relatos. Creo que, aquí, en Alicante, con mi nueva y extensa familia podemos, por fin, ser felices. Al menos, lo intentaremos.