16 dias cambiaron mi vida 23 -. Mi padre
¿José? ¿Eres tú? La llamada es de mi madre. Llora. ¿Mamá? ¿Pasa algo? Sí José, es tu padre. Está muy mal. Se nos muere y quiere hablar contigo. ¡Ven!
23.-Mi padre.
Estamos desayunando en un día como cualquier otro. La melodía del celular me saca de mis pensamientos. Contesto.
— ¿José? ¿Eres tú? — La llamada es de mi madre. Llora.
— ¿Mamá? ¿Pasa algo?
— Sí José, es tu padre. Está muy mal. Se nos muere y quiere hablar contigo. ¡Ven!
— Claro mamá, salgo enseguida. Hasta luego.
— Ven pronto hijo.
Clau me interroga con la mirada.
— Es mi madre, mi padre está mal. Tengo que irme ya. ..¡Ana!
— ¿Si papá? ¿Qué pasa?
— Es tu abuelo, está mal, tengo que irme a Jaén.
— Yo voy contigo. Quiero verlo.
— De acuerdo, prepárate, nos vamos enseguida. Claudia, te quedas con las niñas.
— Claro mi vida. No te preocupes por nada, puedes ir tranquilo.
Preparamos un equipaje ligero y partimos mi hija y yo. En el trayecto casi no hablamos, cada cual con sus pensamientos.
Llegamos al pueblo al anochecer, hay gente en la casa. Mi hermano, mi hermana, tíos, primos, algunos vecinos y mi madre. Tras los saludos de rigor.
— Sube a ver a tu padre, no hace más que preguntar por ti — Me pide mi madre.
Al entrar en la habitación me impresiona la cara de mi padre. Solo hacía seis meses que no le veía, pero no lo reconozco. Había perdido mucho peso, la cara era como de pergamino, destacaba la nariz sobresaliendo de las hundidas mejillas. Levantó sus manos temblorosas al verme, me acerque y se las cogí. Eran puro hueso cubierto de piel. Me atrajo hacia él. Me besó, lloraba. Casi no podía hablar.
—José, me estoy muriendo. Me queda poco tiempo y no podía irme sin pedir tu perdón.
— Mi perdón ¿Por qué? — Pregunto extrañado.
— No me interrumpas. Lo que te tengo que decir es importante — No imagino lo que quiere decirme con tanta premura — Hace unos cinco años tuve que ir a Madrid, para un asunto del olivar. Teníamos que preparar unos informes para Bruselas. Tras las reuniones de trabajo, nos reuníamos en una sala y venían prostitutas contratadas por los servicios del hotel. Al segundo día de estar allí…
— Papá, por favor, no sigas — Fue como un mazazo, me imaginaba a mi padre con Mila…
— Si hijo, he de seguir, no puedo irme así, déjame seguir, te lo suplico — Continuó con el relato — Éramos seis, solo los conocía de aquella reunión. Habían llamado a seis chicas, llegaron las cuatro primeras y empezó la fiesta. A los pocos minutos estaban medio desnudos, quitando la ropa a las cuatro chicas, magreándolas y uno de ellos, más lanzado, sentado en una silla con una de las chicas sobre él, a horcajadas, follando — Le costaba un trabajo enorme hablar… — Me acerque a la mesa que había con bebidas y algo de comer, pegada a la pared en el lado opuesto a la puerta. Llamaron, abrieron y entraron dos chicas más. Al principio no presté mucha atención. Hablaban con los demás, reían, yo me preparaba un whisky con hielo de espaldas a la entrada. Una voz me resultó familiar, me giré y… Se me cayó el vaso de las manos… Mila, tu esposa, estaba abrazando y besando en la boca a uno de los presentes. El mismo, que minutos antes me había dicho, que faltaban dos chicas, una de las cuales le había recomendado el gerente del hotel, como “el mejor culo para follar de Madrid”… No podía creerlo, me miró y le cambió el semblante. Apartó al otro y se cubrió el rostro. Me acerqué, aquello era imposible. ¿Tú? ¿Qué haces aquí? Pregunté…
Al principio no contestó, luego levanto la vista, me miró a la cara y no se arredro.
— Pues supongo que a lo mismo que tú. ¿O no? — Contesto Mila con frialdad.
— ¿Vaya, os conocéis? — Preguntó el que había organizado la fiesta. Fernando M.
— Sí, nos hemos visto antes, la conozco. ¡Vámonos Mila! — La cogí por el brazo para llevármela, sacarla de allí.
— ¡Eehhh! ¿No te la iras a llevar? — Protesto Fernando
— ¡Si, me la llevo, no me esperéis! — Dije cabreado y la llevé a mi habitación, la 412. No la olvidaré nunca. Cuando entramos ella se sentó en la cama, no me miraba a la cara. Con mi mano en su barbilla la obligue a mirarme a los ojos — ¿Desde cuándo te dedicas a esto? ¿Cómo la madre de mis nietos es una vulgar ramera? ¿Lo sabe mi hijo? ¿Es un cornudo consentidor?
— No Pepe, tu hijo no sabe nada y no debe saberlo. Quien sabe de lo que sería capaz. Por favor no me descubras — Me decía muy tranquila.
— ¡No puedo, esto es muy grave! Mi hijo no puede quedar al margen de esto. ¡Debe saberlo! — Repliqué.
— ¿Y organizar un escándalo, en el que tendrías que explicarle a tu mujer lo que estabas haciendo aquí y cómo me encontraste? — Respondió con frialdad.
— Se levantó y me encaró, se acercó y me besó, una, otra y otra vez. Y no pude resistirme. La desnudé y estuve con ella hasta el día siguiente — Tras decir esto, mi padre tosió, hablaba con dificultad.
— Papá, ya sé a qué se dedicaba Mila. Por eso me divorcié — Intente decirle que no era necesario que siguiera torturándose.
— Pero eso no es todo hijo. Lo peor es que, a partir de aquel primer encuentro, hubo muchos más. En tu casa. Cada vez que os visitaba para ver a los niños, en realidad iba a follar con Mila. Me volvió loco, era como una enfermedad. Me tenía sorbido el seso. ¿Recuerdas el pedazo de tierra de la Solana que vendí? — Esto yo no lo esperaba.
— Si claro. Me dijiste que necesitabas el dinero para un negocio.
— El negocio era Mila. Le di todo el dinero a ella. Buscaba cualquier excusa para ir a Madrid. Tu madre creía que iba a ver a mis nietos, en realidad era Mila, mi obsesión. Era raro el mes que no iba, al menos una vez — La confesión de mi padre me afectaba. Me sentía mal, de nuevo los ardores de estómago, la rabia… — José, perdóname. Me volví loco. ¡Perdóname!
Mi estómago ardía. ¿Tú también papá? ¿Con quién no habrá follado esa mujer?
— Sí papá, te perdono, de corazón, por desgracia sé lo que es estar loco por esa mujer — Le dije, intentando calmarlo. Pero él insistía en seguir hablando.
— Entonces, comprenderás las decisiones que he tomado. Hace poco me llamó por teléfono, me dijo que os habíais divorciado y yo… — No terminó la frase.
En aquel momento mi hija Ana entró en la habitación, no sé si había oído algo. Lloraba.
— ¡Abuelo!
Se abrazó a su abuelo. Yo ya había oído bastante… Los dejé y bajé con los demás.
No volví a subir a su habitación. Pocas horas después fallecía.
El día siguiente fue el entierro. Y Mila estaba en el cementerio, Marga la acompañaba.
Ana fue corriendo al verla para abrazarla y hablar con ella. Yo no me acerque.
Cuando salíamos, después del funeral, se acercó Ana para decirme que su madre quería hablar conmigo. Le dije que se acercara a mi coche. Ana vino con ella y con Marga. Nos sentamos en el interior del vehículo los cuatro.
— José, tengo que contarte algo… Tu padre me llamó por teléfono al saber que nos habíamos divorciado. Quería separarse de tu madre y venirse a vivir conmigo, que te lo iba a contar todo. Creo que tuvo una fuerte discusión con tu madre. Estaba loco y es posible que le provocara el ataque que ha acabado con su vida. No sé lo que te habrá dicho, pero quiero que sepas, que yo no quise aceptar nunca nada. El insistió y me vi obligada… — No dejé que terminara la frase.
— ¿Obligada a qué, Mila?… ¿A follar con tu suegro en una cita? … ¿A seguir follando durante cinco años por dinero?... Adiós Mila. Vete y déjame en paz. No sigas haciéndome daño.
No replicó, se apearon del coche y se marcharon las dos. Ana estaba muy seria.
De regreso a Alicante comentamos lo acontecido Ana y yo.
— Papá, el otro día oí lo que hablabais el abuelo y tú — Dijo, con la mirada fija en el horizonte.
— Lo sé. ¿Tú sabías lo de mamá y el abuelo? — Pregunté.
— Si, en una ocasión tuve que volver a casa, porque faltó un profesor. Al entrar oí hablar en la habitación. Estaban liados. Pero no supe que era el abuelo hasta que salieron. Se quedaron muy sorprendidos. Me dijeron que les guardara el secreto. Hasta hoy. Sí papá, mamá y el abuelo follaban. Cuando él se marchó hable con mamá, no comprendía cómo había llegado a hacer eso. Era su suegro. Me contó lo que te dijo el abuelo de la fiesta en el hotel y que se vio en la obligación de hacerlo. Con lo que no contaba era con que el abuelo se encaprichara de ella con tanto delirio. Mamá me decía que le pedía mucho dinero para que desistiera de sus pretensiones, pero ya ves que era peor. Yo no sabía que vendió fincas para pagar a mamá — Dijo, mientras unas lágrimas resbalaban por su rostro.
— Ana, tu madre posee ese poder, el de volver locos a los hombres aún sin querer. Es algo que está más allá de su voluntad. Es su maldición y le acompañará toda su vida. Se precisa un enorme esfuerzo para oponerse a ese poder, te lo digo por experiencia propia.
— Papá… mamá… ¿Es mala? — Preguntó mi hija con profunda tristeza.
— No cariño, mamá es una buena persona que ha cometido errores y ahora está sufriendo las consecuencias. La vida ha hecho de ella lo que es ahora — Respondí tratando de suavizar la cuestión.
— Tú aun la quieres ¿Verdad?
— Si Ana. Y seguramente siempre la querré. Pero ya sabes que no podemos vivir juntos. Su pasado y su manera de pensar la aleja de mí. Jamás podría confiar en ella.
— Si, lo sé. Pero ha cambiado mucho. Me habló de una experiencia contigo que provoco el cambio. Esta distinta. Ha perdido la alegría que la caracterizaba, está triste, llora mucho. Ahora ya no se prostituye. Solo tiene relaciones cuando Marga se lo pide. Ha perdido todo el interés por el sexo... Está muy enamorada de ti, pero también sabe que tú serias desgraciado con ella. Por eso te empujó hacia Claudia. Me lo ha dicho ella.
— No me empujó, Ana. Fue una decisión que tomamos Claudia y yo. Tu madre lo acepto porque no pudo evitarlo. Solo espero que esta relación siga adelante. La verdad es que quiero a Claudia. Me gusta y es una buena mujer que también ha sufrido, que os quiere mucho y creo que a mí también. Con eso es suficiente.
Seguimos viaje hasta llegar a casa. Le explicamos a Claudia todo lo ocurrido y nos confesó que ella ya lo sabía.
— Un día, fui a ver a Mila a tu casa. Entré un momento al wáter a orinar y mientras llegó tu padre, estaba muy enfadado con tu mujer. Me quede en el servicio oyendo la discusión. Tu padre le dijo: — ¡¡Puta, ponte a trabajar!! Sé que el cabrón de mi hijo está de viaje y estará dos días fuera. ¿No tienes bastante con esto? ¡Vamos a la habitación y desnúdate! — Tuve que salir, porque pensé que podía hacerle daño. Mila intentó calmarlo, tratando de que yo no me enterara de lo suyo, pero no pudo, hasta que me vio. Se quedó muy sorprendido, dio la vuelta y se fue a la calle. Había dinero, billetes de cien euros tirados en el suelo… Mila me explicó todo. Trataba de persuadirlo de no seguir con aquella relación, pero tu padre estaba cada vez más encaprichado. Le dije que aquello no acabaría bien. Y ya ves… Y tú… ¿Cómo estás? — Me pregunta mirándome amorosamente.
— Pues te lo puedes imaginar. Mal, no todos los días te enteras que tu padre se follaba a tu mujer a tus espaldas. Ya no me extraña nada de Mila. Supongo que con veinte años de ejercicio en la profesión más antigua del mundo habrá pasado por cientos de vicisitudes... Pero ya no me afecta. Ahora me da… pena. Pero cambiemos de tema — Intento cambiar el curso de la conversación — Por cierto, qué hay para comer, venimos hambrientos ¿No Ana?
— Si, papá, vamos Clau, te ayudo a poner la mesa. Papá, llama a las niñas para comer.
Comemos casi en silencio, cada cual con sus pensamientos. Al terminar Claudia y las niñas deciden irse a la playa a tomar el sol.
Yo me quedo en casa. Conecto los equipos de espionaje y veo que no hay nadie en el dormitorio de Mila en Madrid.
Observo las habitaciones del “negocio”. Hay dos ocupadas, en una de ellas está Amalia con un cliente, en otra Marga con otro.
Mila está en el despacho, con unos documentos.
En la mano tengo el pendrive, con los escaneos de los cuadernos de Mila. No puedo evitar la tentación, de conectarlo al ordenador y buscar los ficheros de cinco años atrás. Resulta algo complicado sin saber la fecha concreta.
Busco información en internet y consigo una fecha aproximada.
Encuentro el que busco. La cita en el hotel —xxxxx—, convocada por el gerente que conoce a Mila desde hace unos años, también cliente suyo.
7 de octubre de 2008.
Llama Paco G. Gerente del hotel —xxxxx— Hay un grupo de empresarios del olivar que quieren montar una fiesta con seis mujeres a las 11 de esta noche. Ha llamado a María L. que tiene cuatro disponibles y le ha dicho que me llame, me pregunta si puedo ir yo y llevar a una más. Le he dicho que sí, llevaré a Marga. Con ella me siento más a gusto y estas fiestas generalmente no dan problemas, pero si se complica tengo un apoyo en ella. Le debo una a María. A la vuelta sigo.
¡¡¡Se complicó!!! ¡Joder, joder, joder! ¡¡Mierda!! Se fue todo a la mierda. Que jodida casualidad, coño, encontrarme con mi suegro en la fiesta. He tenido que follarlo para que no se fuera de la lengua. Lo último que yo podía imaginar. Y lo peor, me ha hecho correrme, es un buen follador, no como su hijo, que me deja siempre a medias. Si acaso en una docena de ocasiones, a lo largo de diez años, me he corrido con él, sin embargo, con su padre, ha sido brutal... Pero se va a convertir en un problema. Cuando le empecé a besar esperaba un rechazo total, teniendo en cuenta lo santurrón que parece, pero no, me abrazó y me comía a besos. Me sorprendió, cuando me desnudo y empezó a comerme las tetas, me di cuenta de que no tenía nada que ver con mi marido. Pero cuando me folló la boca, diciéndome que desde que me presentó su hijo deseó follarme, me asustó. No lo esperaba. Me tendió en la cama se colocó entre mis piernas y me penetró con violencia, me gustó. Me besaba, me comía la boca, la lengua las mejillas, el cuello. Mientras no dejaba de bombear, llegó un momento que me abandoné. Poco después, se corría dentro de mí. Pensé que ya se había acabado todo, pero no fue así. Se repuso rápidamente y sin sacármela siguió. Yo no pude más y me corrí. No una, varias veces con su polla dentro.
Descansamos. Llamó al servicio de habitaciones y les dijo que trajeran cava y unos entrantes. Llamaron a la puerta. Era el otro tipo, el que me había pedido follarme el culo al entrar en la sala de la fiesta. Se encaró con Pepe y casi han salido a tortas. Cuando el otro ha visto a mi suegro tan cabreado se ha ido muy enfadado. En eso que llegó el servicio de habitaciones con el pedido. Hemos estado toda la noche follando, es un semental. Me ha contado que su padre, en la hacienda del olivar, se follaba a las mujeres de los jornaleros. Cuando le he dicho que su hijo no me folla, que apenas me la mete se corre y me deja insatisfecha, él me ha dicho que la culpa la tiene su madre que sí es una santurrona… Le metió el miedo en el cuerpo cuando el cura del pueblo habló con ella, porque José, le había confesado haber tenido contacto carnal con dos niñas del pueblo y no quería decirle quienes eran…. Ella, su madre, lo tuvo castigado mucho tiempo, lo vigilaba, controlaba sus calzoncillos por si se la meneaba. El padre intentó suavizar la cosa, pero no pudo…. Me ha dicho que su madre lo castró. Le convenció de que el sexo era el camino directo al infierno, eso a un niño de diez años puede afectarle el resto de su vida.
Tras pasar la noche juntos y correrme no sé cuántas veces, me despidió diciendo que esto no acaba aquí. Vendrá a buscarme a casa y no podré negarme a hacer lo que se le antoje.
Otra vez, los fantasmas del pasado, volvían para atormentarme. Era mi propio padre quien se mofaba de mí. Quien se follaba a mi esposa a mis espaldas. Y yo, imbécil de mí, sin sospechar nada. Cuando llegaba a casa y veía a mi padre jugando con mis hijos, ¿Cómo podía imaginar, que antes de que llegaran los niños del colegio, había estado en mi propia cama, follando con mi mujer?
Seguía buscando páginas relacionadas con mi padre. Una de ellas describía como se comportaba mi padre con ella.
22 de diciembre de 2008
Hemos viajado hasta Jaén para pasar las fiestas de Navidad con la familia de José. Pepe, mi suegro, está eufórico. Sabe que me va a tener a su disposición para follar cuando tenga la menor oportunidad. La verdad es que no me molesta. Me satisface sexualmente, cosa que su hijo no hace. Estas fiestas son muy aburridas y Pepe las alegra. Lo malo es que parece que se está colando por mí, eso puede suponer un problema. Siempre trato de que no se compliquen mis relaciones con amoríos y encaprichamientos.
Esta mañana me ha invitado a visitar unas tierras que no conozco. José no ha querido ir, Ana tampoco. Vienen Pepito y Mili. Con el todoterreno llegamos a una casona en medio del campo. No había nadie en los alrededores. Los niños han salido corriendo a jugar entre los olivos. Cogida del brazo me lleva a una especie de cuadra adaptada a garaje del tractor. Hay paja en un rincón y me empuja sobre ella, levanta mi vestido y arranca las bragas que llevo. Hunde su cara entre mis muslos y siento su nariz entre mis labios vaginales. La lengua en el ano, chupa y lame todo mi sexo, me produce un gran placer. Es muy bueno comiendo coño. Cuando estoy cerca del orgasmo, se detiene, se levanta y desabrocha su bragueta, saca su polla, tiesa como un palo, se arrodilla entre mis muslos y me penetra de un empujón de cadera. Llega muy adentro de mi vientre, se mueve, sus manos atrapan mis tetas y las amasa, sabe que me gusta que me pellizque los pezones, se me ponen duros, me duelen, pero me da mucho gusto. Pienso que sería maravilloso que fuera José, quien estuviera haciéndome esto.
Me besa con furia, sus embestidas se aceleran y consigue que mi cuerpo se retuerza de placer, me arranca un orgasmo brutal, el suyo no se hace esperar. Entran los niños en el establo cuando nos estamos vistiendo para irnos.
Sigue con otros polvos en distintas ocasiones y lugares, a lo largo de los cuatro días que estuvimos en mi casa del pueblo.
En la pantalla de vigilancia estoy viendo a Mila en el despacho del negocio. Escribe a mano en un folio, lo dobla y lo mete en un sobre. Escribe lo que parece una dirección y lo coloca frente a ella, apoyado en una foto donde estamos ella, los niños y yo. No veo a Marga.
Oigo a Clau y las niñas llegar de la playa. Cierro las pantallas, guardo el pendrive y salgo a esperarlas. Las pequeñas me cuentan lo que han hecho en la arena. Las dos mayores cuchichean, al parecer se les han acercado un par de chicos. Clau me mira, las señala con la mirada y sonríe.
— ¿No sabes José?... Nuestras chicas tienen admiradores. Hay un par de chicos que no hacen más que suspirar por ellas.
— Vaya, por fin un poco de normalidad. A ver cómo os comportáis, no vayáis a asustarlos — Aconsejo.
— No papá, no los vamos a asustar, nos gustan, son guapos y muy tímidos. Iremos con cuidado.
Suben a ducharse todas juntas. Me encanta lo bien que se llevan. Oigo sus risas, grititos. A pesar de todo lo ocurrido en estos días, me siento bien.
Preparan la cena, comentan las cosas del día, cenamos y vemos la TV. Se acuestan las pequeñas. Ana y Claudia siguen con sus cuchicheos.
Clau recoge los pies bajo sus muslos y se recuesta en mi hombro. Paso mi brazo tras su espalda y la atraigo hacia mí. Beso su cabeza, huelo el aroma de su pelo, me encanta la vainilla.
— Clau, un día no podré evitarlo y te comeré.
— Un día no. ¡Ahora! ¡Vamos arriba! — Me dice levantándose y tirando de mi brazo.
— Eso ¿Y nosotras qué? — Protesta La hija de Claudia.
— Vosotras podéis mirar. Jajaja — Responde la madre.
— Clau, por favor, que me cortan. No me gusta que me miren mientras hago el amor. Es algo entre nosotros dos — Protesto.
— Sois unos avariciosos. Podíais darnos algunas migajas, no queremos más — Dice Ana arrugando graciosamente el hociquito.
— Vámonos a la cama, Clau. Dejemos a estas viciosillas que se las apañen solas — Insisto.
— A ver, que remedio nos queda. Nos haremos unos dedetes y a dormir — De nuevo Ana, protesta bromeando.
Subimos y las chicas se van a su cuarto, nosotros al nuestro.
La luna aún alumbra en el cielo. Desde la terraza el panorama es muy bello. Clau se desprende del pareo que cubre su cuerpo, desnuda se sienta en el sillón. Me desnudo y me siento a su lado.
Es una noche cálida, la ligera brisa acaricia nuestros cuerpos. Mis manos, sus manos, acaricio sus senos, nos besamos. Siento la rugosidad de los pezones duros con el contacto de los dedos de la mano derecha, tras sus hombros.
Mi mano izquierda baja hacia su sexo, paso mi dedo por el interior de los labios, está muy mojada, se excita con suma facilidad. Separa las rodillas para facilitar el contacto. Mi dedo corazón acaricia su botoncito del placer, se gira hacia mí, me abraza.
Sus besos, sus manos acariciando mi cuerpo, mi pene, los testículos. Sigo, hasta hacerla llegar a un orgasmo que la obliga a cerrar sus muslos con fuerza, aprisionando mi mano en su interior, la sujeta con sus manos. Detengo los movimientos de mi dedo. Abre sus rodillas, me ofrece su coño y me arrodillo entre sus piernas, bebiendo los jugos segregados por su delicioso fruto.
Excito con la lengua el clítoris, acelero, despacio, la presión de sus piernas me indican el ritmo a seguir. Sus manos rodean mi cabeza, los dedos entre mi pelo. Apretando y aflojando contra su sexo. Con mis manos acaricio las caderas, subo hasta los pechos, pellizco los pezones, la lengua sigue rodeando el pequeño bultito que se ha endurecido. Penetro entre los pliegues de los labios internos, con la punta de la lengua en el pequeño orificio del meato. Vuelvo al garbancito. El orgasmo se produce en oleadas, sube y baja, me lo indica con la presión de las piernas. No puede más y me aparta cuando la sensación se torna insoportable.