16 dias cambiaron mi vida 21.- Siguen los engaños.

Se abre una nueva etapa llena de posibilidades. Trataré de olvidar los malos momentos vividos e intentaré que los niños sean felices

Libro 2

16 días cambiaron mi vida. Segunda parte.

Mi nueva vida.

Han pasado algunas semanas desde que descubrí la farsa de mi vida.

En el piso se sigue adelante con el proyecto que,  con modificaciones, habíamos puesto en marcha.

Mila, Claudia, Marga, Amelia y otras que se han ido incorporando al grupo trabajan y lo hacen bien. Los clientes quedan muy satisfechos. Estamos teniendo mucho éxito.

Claudia se hace cargo de la gestión de la empresa. Utilizando  las nuevas tecnologías en el mundo del porno instalé un servidor web en el local para facilitar los contactos con las webcam. Los plazos se van cumpliendo y el nuevo negocio ya está funcionando. Además de las instaladas en las habitaciones, controladas por Claudia, instalé cámaras sin conocimiento de nadie. Solo yo las gestiono a distancia desde mi centro secreto de control.

Adquirí en una tienda, que compraba productos directamente de china, una partida de teléfonos móviles de última generación y se los entregué a un conocido mío, un hacker, a quien le encargue la instalación, en los aparatos, del  software que me permitiera conocer la localización vía GPS incluso estando apagado el móvil. Además de poder conectar desde mi ordenador, el micrófono y la cámara, sin que se iluminara la pantalla y sin generar ningún tono, siempre y cuando tuviera colocada la batería. Le facilité uno a cada una de mis protegidas, incluidas mi hija Ana y su amiga Claudia.

No podía dejar de espiar a mi familia. Tenía que saber todo lo que pasara, lo que hacían lo que hablaban. Quince años de engaños me habían convertido en un enfermo, un paranoico, no podía evitarlo.

He sido una persona confiada durante toda mi vida. Mi postura, yo la denominaba ingenua. La verdad es que funcionaba, yo era feliz mientras no se demostrara que estaba equivocado. Y lo fui durante quince años. Feliz y equivocado. Hasta que mi ingenuidad me estalló en la cara, o más bien en la frente.

En los artículos de sucesos de un periódico local, aparece una noticia. María L. Ha sido detenida y puesta a disposición judicial, acusada de corrupción de menores. Al parecer fue sorprendida en su domicilio… Resultó efectiva la llamada anónima.

Me ha ayudado mucho escribir. Me ha sido muy útil para pensar, reflexionar y poner en orden mis ideas. Quizá siga haciéndolo en función de lo que vea u oiga en el centro de control, además de lo que Mila y Marga me cuenten, sobre sus experiencias vividas a lo largo de veinte años como meretrices.

Mi nueva vida.

21.-Siguen los engaños. 14 de julio de 2013.

— ¡Buenos días Claudia! ¿Cómo vamos? — Pregunto al entrar en el piso lupanar.

— Hola José, bien, sin novedad. Algo flojillo. Según me dicen ahora cuando empiezan las vacaciones se anima el negocio. Los rodríguez salen de sus madrigueras — Me responde con cordialidad.

— ¿Has visto a Mila? —  Le pregunto.

— Sí, acaba de marcharse, tenía una cita concertada desde ayer — Responde bajando la mirada.

— Aja… No me dijo nada y esta mañana cuando me levante ya se había ido. Bueno, voy a salir, cuando llegue que me llame. Por cierto. ¿Con quién era la cita?

— Me dijo que era un antiguo cliente que la llamó directamente, aunque ella vino ayer a reportar la cita — Responde pero detecto algo extraño en su respuesta.

— Bien, bien.  Hasta luego.

Voy corriendo al centro de control. Esta cita me huele mal y tengo que averiguar qué ocurre.

Busco la posición de su móvil, en el mapa, con el GPS activado. Aparece en la calle Hermosilla, desplazándose. Introduzco los datos para activar el audio del móvil de Mila.

Se oye ruido de vehículo en marcha, va conduciendo. No se oye hablar deduzco que va sola.

Se detiene. Llevará el móvil en el bolso y por eso los ruidos que oigo. Puerta que se cierra.

Ruido de roces en el bolso al andar.

Cambia el ruido ambiente, al fondo una música y ruido típico de un bar.

— Hola Gerardo, gracias por venir — Es la voz de Mila.

Voz masculina.

— Por ti lo que haga falta, sabes que no puedo negarte nada — Supongo que es el tal Gerardo.

— ¡Un café, por favor! ¡Solo! — La voz es de Gerardo — Dime, que te pasa. La otra noche con tu marido, en el club, creo que te pasaste un poco ¿No?...  Y no me dijiste nada, excepto lo de vernos hoy aquí.

— Sí, un rato antes, en casa, me arrastre como una perra ante mi marido para que me dejara fuera de “su” negocio. Porque ahora es todo suyo.

— ¿Cómo? ¿Qué ha pasado? Cuéntamelo con detalle.

— Me descubrió. Lo sabe todo, bueno, casi todo, sobre mí, mis andanzas y las de Ana, mi hija… Me chantajea, si no le obedezco me puede enviar a la cárcel por una temporada — Mila hablaba despacio, entre dientes.

— ¡Buenooo!  En peores me las he visto ¿Quieres que le mande al desorejado? Ese le pega dos navajazos y lo hace desaparecer — Responde Gerardo.

— ¡Noo, por dios! El muy cabrón me tiene cogida. Al parecer, ha metido pruebas de lo que hacíamos en una caja, se la ha dejado en custodia a un albacea y tiene que dar señal de vida cada cierto tiempo. Si no lo hace tienen orden de abrir una carta con instrucciones para poner en manos de la policía todo el material. Y te lo aseguro, he visto una muestra y no fanfarronea. Puede meterme en la cárcel de por vida — Exageraba Mila.

— Vaya y parecía tonto el cornudo.

— Él no sabía nada. Vivía en su mundo y era feliz así. Yo hacía lo que quería y él era mi pantalla de respetabilidad. Ahora se ha ido todo a la mierda. Ya no tengo que fingir, pero lo tengo encima, me controla, me vigila y tú sabes que no he soportado nunca que un tío me diga lo que tengo o no tengo que hacer. Además se ha quedado con todos mis ahorros — Silencio — Estoy harta y por eso te he pedido que vengas. Quiero que me ayudes a desaparecer — La declaración de Mila me sorprende.

— ¿Cómo? ¿Y adónde vas a ir? — Inquiere Gerardo.

— Me dijiste que estabas en contacto con el grupo de productores  franceses de cine porno ¿no? ¿Tú crees que me darían trabajo? — Esta faceta de Mila es nueva para mí.

— Por eso no te preocupes, ahora están de moda los videos con MILF y tu das el tipo. Pero… ¿Y tus hijos?... ¿Los piensas llevar al rodaje? — Gerardo parece leer mis pensamientos.

— Eso no me preocupa. Que se queden con él. Yo creía que ninguno era suyo y resulta que Ana si lo es. De los otros… No sé quién es el padre. Ni me importa. Con el estarán bien y yo me quito un estorbo de encima — No daba crédito a lo que estaba oyendo por boca de Mila.

— Oye Mila… ¿Has pensado que yo podría ser el padre de tu hijo?... Cuando te quedaste embarazada del niño, estuve emperrado contigo una temporada. Follamos mucho. Eso sí, me cobraste una pasta. Lo hacíamos siempre sin condón y recuerdo que tú descansaste de las píldoras por aquella época, lo recuerdo bien, porque después seguimos follando hasta el parto — Dijo Gerardo.

— Podría ser. Ahora que lo dices, sí; se te parece. Jajaja. Podrías ser el padre de Pepito. Jajaja. Ponte de acuerdo con José y haz la prueba de ADN. Así descubrió el cabrón que no eran suyos. Pero volvamos a lo que me interesa. ¿Me ayudaras?— Mila no dejaba de sorprenderme.

— Sí, cuenta conmigo. Haré unas gestiones y te llamaré en dos o tres días.

— No, no me llames. Yo te llamo a ti. Puede que tenga intervenidos los teléfonos, no me fio. Dentro de dos días te llamo. Ahora otro favor.

— Tú dirás.

— Me tienes que dar trescientos euros. Es la tarifa que ha puesto y si no los llevo sospechará. Ya te los devolveré.

— No te preocupes Mila. Antes de irte me los cobraré en carne. Pienso dejarte el culo como un bebedero de patos.

— Gracias de verdad, no sé cómo agradecértelo.

— Pues yo sí. Subiendo conmigo, a la habitación que tengo reservada aquí.

— Pero que golfo eres. Vamos, que quiero disfrutar otra vez de tu polla en mi culo. Y déjamelo bien abierto. Después iré a que me la meta el cabrón, a ver si se da cuenta de cómo me lo has dejado.

Se oyen ruidos de pisadas, ascensor, silencio.

— Bésame como solo tú sabes — Era la voz de Gerardo.

Silencio. Puerta que se cierra.

— Desnúdame — Es Mila quien habla.

— Joder Mila, cada día estas más buena.  Déjame ver ese agujerito que me vuelve loco.

— Cómeme el coño Gerardo. Cómemelo.

— Chúpamela, Aahhhg, Que boca tienes puta, guarra, mamona. ¡Paraa!. Para,  que me corro y quiero tu culo. ¡Dámelo! ¡Dámelo ya!

— Si, cabrón, hijoputa, fóllame, dame por culo. AHHGGG

Están un buen rato diciéndose barbaridades, follando, después un descanso en el que predomina el silencio.

— Voy a ducharme, Mila. ¿Vienes?

— No, hoy me voy así para que me folle el cornudo con toda tu leche dentro de mi culo y coño.

— Como tú quieras.

Silencio.

— Me voy Gerardo, lo dicho en dos días te llamo.

— Adiós Mila y no te apures, ya mismo estas en Paris, follando ante las cámaras.

— Adiós, guasón.

Ruidos de bolso, coche. Está en camino.

Llamo a mi abogado, le doy algunas instrucciones y me voy al piso. Aún no ha llegado Mila. Saludo a Claudia de nuevo. Se oyen gritos y lamentos procedentes de la habitación de BDSM.

— ¿Qué pasa, Claudia? — Pregunto.

— Bah, no te preocupes. Amelia está con un cliente de los sumisos y le está dando duro.

— Pon la cámara a ver qué hacen.

— Vaya, ¿eres un mirón? Cada día me sorprendes más.

— Y tú a mí también. He visto los cuadrantes y no has estado con ningún cliente desde que abrimos. ¿Por qué?  ¿No quieres trabajar con los clientes? — Pregunto a bocajarro.

— Vaya, me pillaste… No, no me apetece, no me gusta y como las demás los atienden, yo prefiero dedicarme a la gestión. ¿Te parece mal? — Responde tímidamente.

— No, me parece magnífico. Sigue así. Lo haces bien. ¿Cómo se portan las nuevas? — Sigo preguntando.

— Estupendamente. No tenemos problemas y se ganan las comisiones. Las profesionales porque lo son y las amas de casa por el morbo — Responde Claudia.

—Magnifico. Hombre, aquí llega Mila. ¡Te has escapado esta mañana sin avisar! Podías haberme despertado — Le digo.

— No quise hacerlo. Te vi durmiendo tan a gusto que me dio pena despertarte. Un beso — Era inimaginable el cinismo de esta mujer.

Me besa, intenta hacerlo con lengua pero no abro la boca. Huele a semen. Me aparto un poco.

— ¿Te ocurre algo? — Me pregunta curiosa.

— Noo, a mi nada. Pero vamos a salir, te esperaba — Le digo sin más explicaciones.

— ¿A dónde vamos?

— Ya lo sabrás — No puedo decirle nada aún.

— Uyy, que misterioso estas. Bien, vámonos — Responde con una sonrisa.

Cogemos mi coche en el garaje y vamos al despacho de mi abogado. Uno que no estaba en la lista de clientes de Mila. Me aseguré de que no la conocía.

— Hola Hugo, qué tal, esta es Mila, mi ex mujer. ¿Lo tienes todo preparado?

— Sí, José, esta todo a falta de la firma, necesitamos testigos, voy a por ellos.

Mila me mira sorprendida.

— ¿Cómo que tu ex mujer? ¿Desde cuándo? — Dice Mila incrédula.

— Desde ahora mismo Mila.  Firma los papeles que te presente Hugo y ya puedes irte cuando quieras. En ellos renuncias a todo derecho sobre el patrimonio, ya teníamos separación de bienes y eso no es un problema. También renuncias a la custodia de los niños.

— ¿Y esto a que viene?

— Mila… Lo nuestro ha terminado, terminó el ocho de Abril y tú lo sabes.

Entran Hugo y dos personas más. Toma nota de los datos y los incluye en el documento a firmar. Mila está desconcertada. No sabe qué ocurre.

Vamos todos a otro despacho donde un Notario da fe de los documentos y ante él firmamos los testigos, Mila y yo. El notario y los demás se marchan y nos quedamos solos los dos.

— Entonces… ¿Todo se acabó?... ¿Así? ¿Ya está? — Dice Mila en un estado de confusión total.

— Sí, Mila. Todo ha terminado. Eres libre para marcharte a Paris o donde quieras. No te retengo. Todo ha acabado entre los dos. Te libero de todo lo que te dije. No más chantajes…  Ya nada nos ata.

— ¡¿Me espiabas?!

— Sí. Te dije que no podía fiarme de ti y has demostrado que no andaba equivocado.  Te he estado espiando todo el tiempo y conozco tus planes…  Te daré dinero para que puedas rehacer tu vida. Como puta o como lo que quieras. No me gustaría que cayeras en manos de algún grupo mafioso y acabaras en un burdel, o medio desnuda en la calle de algún polígono industrial dejándote follar el culo por veinte euros. No tengo tan mala leche.

— ¿Y los niños? — Pregunta visiblemente apenada… ¿O finge?

— Tu misma has dicho que son un estorbo. Podrás verlos cuando me lo pidas y yo lo permita, pero vivirán conmigo, estarán más seguros… Ah, por cierto… Dile al tal  Gerardo, que cuando quiera, podemos hacer la prueba de ADN para ver si Pepito o Mili o los dos, son hijos suyos. Podemos llegar a un acuerdo. La otra noche en el club, cuando estuve con Alma, me confesó que Gerardo quería hijos, pero ella no podía tenerlos.

— Pero esto… Yo no lo esperaba José.

— ¿No?... Vamos a ver… Tú querías librarte de mí y yo te lo facilito. A enemigo que huye, puente de plata.

— Yo no soy tu enemiga José. Aunque no lo creas, te quiero.

— No empieces de nuevo Mila. Ya no tienes que fingir. Eres libre de hacer lo que te de la real gana. Es lo que deseabas ¿no?, pues ya lo tienes.

— Pero no así.

— ¿No, así?…  ¿Cómo?...  Estabas dispuesta a ponerte en manos de Gerardo para escapar. Arriesgándote a caer en las redes de los mafiosos que trabajan con él. Su intención era venderte. Solo tenías que decírmelo y te hubiera dejado ir…. Vete Mila, vete. Aléjate de mí…. Trataré de verte lo menos posible. Aun me hace daño tu presencia. Lo que ocurrió la otra noche en el club me confirmó que no teníamos futuro….  Coge tus cosas y vete. Yo trataré de olvidarte, aunque es tarea casi imposible…  Vete.

Fuimos todo el trayecto de vuelta a casa en silencio, ya no quedaba nada por decir.

Al llegar al que fue nuestro hogar.

— ¿Cuándo quieres que me vaya? — Pregunta compungida. Triste pero sin lágrimas.

— ¡Ahora!... ¡Toma cien mil euros!... — Le entrego un talón conformado que llevaba preparado — Vete donde quieras y mandas a alguien para recoger tus cosas. Pero vete. No quiero verte más. Deja las llaves en el recibidor.

Seria, contrariada….  No derrama ni una sola lágrima….  Yo a punto de romper en sollozos y ella, estática, como una diosa desafiante… Bella. ¡Dioss!… Es preciosa. Como una serpiente de coral, de líneas estilizadas, de bellísimos colores, pero de mordedura venenosa, mortal…  Así la veo ahora.

Me quedo en el salón. Ella, en el dormitorio, recoge algunas cosas en una maleta y se marcha, sin decir nada.

Oigo la puerta cerrarse y sin poder soportarlo más rompo a llorar como un niño a quien acaban de arrebatarle lo que más quería.

Adiós Mila….  Sé que no podré olvidarte jamás.

Acabas de cerrar otro capítulo de mí, últimamente, azarosa vida. …Adiós.

Poco después oigo abrirse la puerta….  ¿Mila?...  No, son los niños con Ana.

— ¡Mamá, ya estamos aquí!

— Ana me ve en el salón, llorando.

— ¿Papá, que pasa? ¿Dónde está mamá? — Ana está asustada.

— Dale de merendar a los niños y que se vayan a jugar con la play,  luego hablamos.

Se abre de nuevo la puerta, es Marga. Muy alterada.

— ¿Qué le has hecho cabrón?...  ¿Por qué la has obligado a irse?...  ¿Qué le has dicho?

— Siéntate y cálmate. ¡Ana!

Ana entra, le indico que se siente junto a Marga.

— Nos hemos divorciado. Ella se ha ido porque así lo he decidido. Escuchad esta grabación.

Les pongo parte de la grabación de lo hablado con Gerardo. Ana llora, se levanta y me abraza. Marga mueve la cabeza negando.

— No puedo creerlo… ¿Se marcha así? ¿Y ya está? No lo entiendo… La conozco José, esa no es Mila.

— Pues ya lo ves Marga. Mila no quiere ni ha querido nunca a nadie. Es una psicópata. Carece de sentimientos, de alma. Es lo que le ha permitido mantener un engaño durante tantos años. A ti también Marga, a ti también te ha engañado.

Ana, mi pobre Ana. Histérica.

— ¡Papá, tu no nos dejaras! ¿Verdad? ¡Por favor, papá, te lo suplico, no nos abandones!

— No, Ana, mi vida, no os abandonaré nunca. Estaré siempre a vuestro lado — Me dirijo a Marga — Marga… ¿Qué piensas hacer?

— Yo no sabía nada de esto José. Pero Mila ha sido y es mi amiga, no puedo dejarla sola. Sé que sin mí se perderá. Le he dicho que mi casa es suya y me voy con ella.

— Cuídala, Marga, cuídala. No te separes de ella y si en algún momento necesita algo, sin que ella lo sepa, dímelo.

Me acerco a ella, que se levanta,  nos abrazamos. Esto es una despedida definitiva. Deja sus llaves en la mesa y se marcha.

Pepito y Mili están en la puerta… Mirándonos.

— ¿Qué pasa papá? ¿Y mamá? — Pepito estaba muy unido a su madre.

— Ha salido de viaje. Ya volverá — Le miento. No podría aceptar la verdad.

— ¿Por qué llora Ana? — Pregunta Mili.

— Le ha caído algo en el ojo — Respondo.

Pepito, se acerca a darme un beso.

— ¿Mamá no volverá, verdad? — Me dice con su carita inocente.

— Creo que no, Pepito. Pero vosotros podréis verla cuando queráis.

Se echó a llorar en mis brazos. Mili influenciada por el drama se abraza también.

Ni Ana ni yo cenamos. Se nos ha ido el apetito. Acuesta a los niños. Llora en silencio.

— Ya ves Ana, no has tenido que decidir. Tu madre lo ha hecho por ti.

— Pero, no lo entiendo. Yo sé que nos quería. …  A todos… A ti también…  ¿Por qué ha hecho esto ahora, cuando todo parecía ir bien?

— No, cariño, no te engañes. Tu madre nos quiere, a su manera, pero no encajamos en sus planes….  Somos un estorbo. De todos modos podréis verla cuando queráis. Yo no voy a oponerme. Y ahora acuéstate y duerme.

Me besa y se marcha.

Al entrar en la habitación veo la puerta del armario de Mila abierta de par en par. Al ir a cerrarla veo un bulto extraño bajo unas sábanas. Lo descubro, es una especie de baúl de cincuenta centímetros de largo, unos treinta de ancho y treinta y cinco o cuarenta de alto, cerrado con un candado sin llave.

Voy por mi herramienta y consigo abrirlo quitando los pernos de las bisagras, para no dañar el candado.

Dentro, el dildo con arnés que ya conocía, plugs y algunos utensilios sexuales. Veo unas libretas de medio folio, con tapas negras, algunas amarillentas por el paso del tiempo. Cojo una, están numeradas. Busco la número uno. En la primera página:

16 de Agosto de 1992

Hola diario, es la primera vez que te escribo, espero hacerlo muchas veces.

En casa se están preparando para ir a Sevilla a ver la Expo. Saldremos mañana. No me hace mucha gracia, sé que voy a pasar un calor infernal y detesto sudar.

He quedado con Marga para ir a una fiesta en casa de Gerardo, con María y otros amigos. Nos han dicho que habrá dinero. María me ha prometido que voy a ganar mucho si me dejo guiar por ella.  A la vuelta te contaré lo que hemos hecho.

Ya estoy aquí, voy a contarte todo lo que me ocurra en mi nueva vida como puta. Sí, lo lees bien, soy una puta desde hoy, en que he cobrado 10.000 pesetas por el primer trabajo con mi cuerpo.

En la fiesta solo estábamos Marga y yo, Pedro, amigo de María y Gerardo, que parece ser el jefe, ya que todos le obedecen. Tomamos refrescos y nos atrevimos con cubatas, me puse un poco piripi, Marga también, bailamos y hubo un momento en que yo bailaba con Pedro que está buenísimo, empezó a tocarme el culo yo ya sabía lo que quería.

Me llevó a una habitación me desnudó y me folló, yo estaba en la gloria me gustaba lo que me hacía. Cuando me quise dar cuenta me la estaba metiendo él por el chochito y Gerardo por atrás, en mi culito. Y que gusto me daban. María le comía el coñito a Marga, que se retorcía de gusto. No sé cuántas veces me corrí ni cuantas ellos dentro de mí, muchas. Fue fantástico. Cuando terminamos, nos dieron el dinero a las dos y quedamos en vernos, en casa de María, dos veces en semana, miércoles y viernes a las doce del mediodía. Hasta la próxima. Chau.

Conté dieciocho libretas. Las tres últimas en blanco. De cien hojas cada una. Eso supone mil quinientas hojas y describía un trabajo por hoja, ya fueran tres líneas o llenar la hoja por las dos caras. Fechas, nombres, lugares, importe cobrado, gastos generados. Estaba todo allí. Dios mío, Mila llevaba un control exhaustivo de sus actividades como ramera, todo ordenado, cada cosa en su sitio. No me puede extrañar que me haya toreado, nunca mejor dicho, durante todos estos años sin que yo me diera cuenta.

Era muy tarde. Con todas las libretas me fui al despacho del otro piso, donde tenía los escáneres, grabe en un pendrive todo lo escaneado y devolví las libretas a su sitio, colocando los pernos y ensuciándolos para que no se notara que los había sacado.

Dos días después.

Suena el teléfono.

— ¡Hola! ¿José? — Reconocí la voz de Gerardo.

— Sí. ¿Quién es?

— Soy Gerardo, nos conocimos en el club liberal. ¿Recuerdas?

— Sí, por desgracia lo recuerdo.

— Bueno, veras, no quiero crear problemas, pero Mila me dijo que cabía la posibilidad de que Pepito fuera hijo mío. ¿Lo sabías?

— Sí, algo hablé con ella sobre esto. ¿Qué quieres? — Le dije con un pellizco en el estómago.

— ¿Es posible que me permitas hacer la prueba de ADN para saberlo?

— Por mí no hay problema, cuando quieras.

— Esta tarde. ¿Puede ser?

— De acuerdo ¿Conoces algún laboratorio?

— Pues no. ¿Y tú?

— Sí te presentaré a un amigo que fue el que me hizo los de los niños.

Le doy la dirección del bar donde me veo con Andrés y quedamos a las cinco.

Tras las presentaciones de rigor Andrés, a quien ya había avisado, le realizó, sobre la marcha el frotis bucal para la prueba.

— ¿Sabes algo de Mila? — Me pregunta Gerardo.

— No, solo sé que se fue a vivir con Marga.

— Es que, ahora está conmigo. Trabaja en el club y… Bueno, está bien.

— ¿Qué me quieres decir Gerardo?

— Es que yo siempre he apreciado a Mila. Mientras estuvo casada contigo…

— Solo te la follabas, ya lo sé.

—No quiero enfrentamientos, solo decirte que voy a pedirle que vivamos juntos.

— ¿Y?

— Pues, que si no te importa.

— ¡¿A mí?! ¿Y por qué me iba a importar?… Mila es libre de hacer lo que quiera. Estamos divorciados, ya no tengo nada que ver con ella y puede hacer con su vida lo que le venga en gana.

— Me ha pedido que le lleve sus cosas, me ha hecho una lista. ¿Puedo llevármelas?

— Por supuesto. Vienes conmigo a mi casa y te las llevas, no hay problema.

— Gracias, verás, también me insinuó que quizás a ti te podía interesar venderme el negocio. Sé que va bien, pero creo que no es lo tuyo. Piénsalo y dime algo cuando nos volvamos a ver. Por el dinero no te preocupes, llegaremos a un acuerdo.

— Lo pensaré, quizás sea un buen momento para cambiar de aires.

Nos despedimos fríamente  tras ponernos de acuerdo para vernos cuando estuvieran las pruebas.

En mi cabeza suenan los latidos del corazón como un tambor. Conduzco casi sin darme cuenta hasta mi casa.

En el despacho del local está Claudia contestando al teléfono y tomando notas.

— Claudia, te veo triste ¿Cómo te va en tu casa?

— Estoy sola, José, muy sola. ¿Por qué?

— Estaba pensando… En que… Podíamos…  Vivir juntos así podríamos controlar mejor a los niños, sobre todo a las mayores. ¿Qué te parece?

— ¡Uyy! ¡Tú vas buscando algo! — Dice sonriendo.

— Sí Claudia,  busco tranquilidad. Después de todo lo que ha pasado, creo que tú y yo podríamos intentar rehacer nuestras vidas y poner un poco de orden. Me gustas y creo que nos podría ir bien. Además, Gerardo me ha propuesto comprar el negocio. Y lo que te propongo es: ¿Quieres venirte a vivir tú y tus hijas conmigo y mis hijos? ¿Y así tratar de olvidar este mal trago que hemos pasado?

— ¿Vas a vender el negocio?

— ¿Por qué no?... Los dos sabemos que esto no nos va, ni a ti, ni a mí. Tú estás aquí obligada. Y yo estoy asqueado de toda esta podredumbre. Quiero apartar a los niños de esto. No es bueno para ellos…  Y hay algo más… Compré una casa en la costa. En Alicante, en un pueblecito precioso junto al mar

— Dices que compraste una casa en la costa. ¿Para qué?

— Hubo un momento en que pensé… Que la reconciliación con Mila era posible. Incluso conviviendo con Marga. Después, ya sabes lo que ha pasado. No las tenía todas conmigo, por eso no se lo dije a nadie.

— José. No puedo decirte que esté enamorada de ti, aunque te aprecio, también sé que no estás enamorado de mi porque sigues enganchado con Mila… ¿Pero sabes lo que te digo?...  Que podemos intentarlo. De todas formas el primer hombre en hacer que me corra has sido tú. Creo que nos queda mucho por aprender y follando lo podemos pasar bien. Y a mí esto del puterío no me va demasiado. Por mí adelante… ¿Cuándo nos vamos?

— Ahora mismo… Nos podríamos ir a probar la cama nueva. ¿Te parece?

— ¡Pero qué bribón eres! ¡Tú lo que quieres es echarme un polvo!

— Pues claro, no uno, un montón. Tenemos muchas cosas en común Claudia. Los dos estamos solos, las hijas de la misma edad, hemos sido engañados, corneados y sobre todo, nos hemos pasado muchos años de nuestra vida sin sexo. Creo que es hora de recuperar el tiempo perdido.

La cara de Claudia se ilumina, se levanta y viene lenta, sinuosamente hacia mí. Acaricia con el dorso de su mano derecha mi mejilla, con la izquierda se apodera de mi nuca y me atrae hacia ella. Acerca su boca a la mía, se unen nuestros labios, se abren y dan paso a nuestras lenguas que se debaten en un furioso batallar; mis manos recorren su cintura y atrapan los redondos globos de sus nalgas. Sus pezones a través de la blusa, sin sostén,  aguijonean mi pecho. Mi hermano pequeño no se hace rogar pugnando por salir de su estrecho alojamiento empujando y rozándole el pubis.

Amelia acaba de salir de su cuchitril, trae a un hombre de unos cincuenta años atado con un collar de castigo para perros en el cuello, a cuatro patas y con un plug cola de caballo insertado en el culo. No podemos evitar reírnos.

Ella viste de látex negro, braguitas con una abertura en la entrepierna, a través de la cual se pueden ver sus labios vaginales y el sobresaliente clítoris. Acompaña un sostén con unas aberturas a través de las cuales sobresale la areola y sus oscuros y gordos  pezones. Con una fusta en la mano golpea la grupa del supuesto caballo, se sitúa frente a él le obliga a lamerle la vagina, abriéndosela ella con las dos manos. La mujer se agacha y por detrás, aparta la cola y coge su bolsa escrotal, apretando y retorciéndola, hasta que el grito del pobre hombre la obliga a soltarle.

— ¡Eehhh!, ¿Qué hacéis? ¿Desde cuándo estáis liados? — Nos dice al vernos.

— Aun no estamos liados pero lo vamos a estar — Responde Claudia y dirigiéndose al perrito — ¿Se divierte señor? ¿Le satisface su Domina?

El hombre se mantiene en silencio.

— ¡Puedes contestar, perro!

— Síii. Mi ama me hace muy feliz.

— ¡Ea! divertíos, yo me llevo el perro a la cuadra. Su ama tiene ganas de hacer pis — Dice jocosa Amalia.

— Te quedas sola Amalia, cerramos la puerta. Estamos aquí al lado — Le digo.

— Vale, ya me contareis que está pasando.

Nos vamos directamente al dormitorio. Claudia se desnuda apresuradamente, con violencia, arrojando las prendas al pasillo y al suelo de la habitación. Voy tras ella admirando su cuerpo. Casi tan alta como yo, rubia natural; de piernas largas y bien torneadas, curvas en sus caderas que producen vértigo. Los pechos no muy grandes, aunque les afecta ligeramente la gravedad, es hermosa.

Al acariciarla con las yemas de mis dedos percibo la suavidad de su piel, muy clara,  tersa, sedosa. Ella me ayuda a desnudarme, mientras me recreo en la visión de sus formas. La cara de rasgos delicados pero firmes, nariz recta. Nos tendemos abrazados, de lado, acariciándonos el cuerpo mutuamente.

Me obligo a no tocar su sexo, pasar de largo con mis caricias, me incorporo para mimar sus muslos, las pantorrillas y los pies. Pequeños para su estatura, finos delicados, deditos redonditos con las uñas pintadas de color rojo. Paso mi lengua entre los dedos, mordisqueo el talón, chupo los dedos pulgares, que son finos, deslizo mis dedos por sus frágiles tobillos, araño suavemente las pantorrillas y vuelvo a los muslos, paso la lengua, muerdo levemente, gime, se acaricia los senos y se pellizca los pezones.

Beso cada centímetro de su piel excepto el pubis que sigo sin tocarlo. Ella me abraza mientras me entretengo con sus piernas. Masajea con una mano mi verga enhiesta y con la otra los testículos.

Detengo la mano que pajea mi polla porque estoy al límite. Me obligo a seguir acariciándola. Empujo su cuerpo hacia atrás, levanta y abre sus rodillas, ofreciéndome su fruta totalmente depilada, brillante por los jugos que produce. Es un chochito pequeño, casi como el de una niña. Los belfos cerrados, hasta que al abrir las rodillas se abre como una boquita vertical mostrando unos labios menores rosados, con finos hilos de líquido transparente cayendo por el perineo hacia el ano. Es una pequeña hendidura, rodeada de pequeñas arruguitas radiales. De un tono ligeramente más oscuro que la piel.

Y no puedo evitar enterrar mi cara entre sus muslos y lamer, chupar, beber, aquel manjar que se me ofrece. Paseo mi lengua, desde el pequeño orificio trasero, hasta la bolita carnosa en la parte superior de la coyuntura de los labios vulvares. Delicioso. ¿Cómo puedo haber estado tantos años sin probar esto?

Es una autentica exquisitez. Me entretengo un poco más con la punta de la lengua en su bolita. Me aprieta, con las dos manos, la cabeza sobre su coño y casi no puedo respirar. Ahora comprendo el ansia que sufre esta mujer, cuando no logra llegar al clímax. Pero me lo he propuesto y lo lograré. Sus piernas se mueven sin control. Las estira y encoge, las abre y las cierra, con mi cabeza apresada entre sus dos marfileñas columnas. Arquea su cuerpo retirándolo de mi boca y al instante siguiente lo empuja hacia mí y mis labios se estrellan contra la delicia de su carne, rosada, suave, con aromas de hembra en celo.

Sigo asaeteando su clítoris, recuerdo lo que escuche a su hija decir y le introduzco poco a poco mi dedo índice en el orificio anal, al tiempo que seguía trabajándole su garbancito… Y llegó.

Una contracción que aprisionó mi cabeza entre los muslos, me inmovilizó, me soltaba un poco, yo excitaba su botón y ella apretaba de nuevo y gritaba…. Ahhh…. Ahhh. …Para, para…. Sigue, sigue.

Así una y otra vez hasta estallar en una convulsión que me despidió hacia atrás con un grito atronador. Colocó sus manos entre los muslos cerrados y se volcó de lado, adoptando una la postura fetal, tiritando, temblando.

Me senté a su lado y acaricie sus hombros, besaba el lóbulo de la oreja, se lo mordisqueaba. Se abrió de brazos y piernas tendida boca arriba. Con un hilo de saliva en la comisura del labio.

— ¡Que gusto, Dios! José, ha sido maravilloso. Cuando me tomaste por el culo el otro día me hiciste gozar, pero esto de ahora no tiene comparación — Me decía con cara lujuriosa — ¡Ahora, fóllame! Méteme tu polla y fóllame. Aún no sé lo que es correrme con una polla dentro de mi coño.

Me coloque en la postura tradicional, la del misionero. Fui clavando mi polla en su grieta. Despacio, sin prisas, besando su boca y acariciándola. Entraba y salía con una suavidad divina, su sexo sorbía mi polla hacia su interior. Sentía como si una mano de gelatina masajeara mi miembro. Yo, mientras,  pensaba en ecuaciones matemáticas. Tiempo, tiempo y sudor, calor, besos… Lenguas que se enredan, mis dedos clavándose en su nuca, araña mi espalda, muerdo sus labios, la barbilla.

Y estalló.  Fue un grito que salía del fondo de su cuerpo, la dejaba sin aire y boqueaba por conseguir más. Se contorsionó, me levantó, arqueando su espalda y se dejó caer.

Tras recuperarse un poco me abrazó. No quería soltarme. No hablaba. Pasaron algunos minutos.

— No puedo ni hablar. Me matas de gusto. Ahora me siento inmensamente feliz. Sigue. No te pares y sigue, lléname de tu leche… Quiero sentirte dentro de mí. Quiero meterte entero dentro de mí. Sigue follándome. …¡No pares!

Yo seguía dentro de ella sin correrme. Inicie de nuevo el movimiento copulatorio. Con sus besos, el aroma de su piel, pellizcando sus pezones… alcancé el clímax.

Sentí un torrente de esperma atravesar la uretra y salir disparada dentro de sus entrañas. Un calambrazo recorrió mi espalda hasta estallar en miles de lucecitas amarillas en mi cerebro. Y ella repitió. Bajo mi cuerpo sentí su convulsión y tuvo otro orgasmo.

Me deje caer de espaldas a su lado. Entrelazó los dedos de su mano con los míos. Giró su cara hacia mí, yo hacia ella, nos dimos un beso con una ternura infinita.

Por fin había logrado ser el primero en algo, le propicié su primer orgasmo por su culo y ahora follándole el coño.

Abrió la boca para hablar y le puse un dedo sobre los labios.

— Sshhh… Ahora no digas nada. Este momento es mágico… Disfrútalo.

Y así lo hicimos, mirándonos a los ojos.

Pero la magia se rompió.

— ¡Papá! ¿Estás en casa? Ya estamos aquí… Joder…  ¿Qué hace esta ropa tirada en el suelo? — Entra Ana — ¿Papá? ¿Qué hacéis?... ¡¡Claudia!!... Ven, tu madre está aquí.

— Ana, joder,  llévate a los niños de aquí — Le digo con un fingido malhumor.

Se asoman Claudia y Ana con un brazo sobre el hombro de la otra, riéndose a carcajada limpia.

— Vaya como se lo montan los carrozas. Ana… ¿Les ayudamos?

— Por mi encantada. .. ¿Tú qué dices papá?

— Que os dejéis de cachondeo y preparadle la cena a los niños. A partir de hoy viviremos todos juntos.

Aparecen todos los pequeños. Nos tapamos como podemos

--¡¡Bieeen!! — El grito es atronador.

Los malvados niños gritan a coro. Nosotros no podemos hacer otra cosa que reírnos. Nos sentimos felices dentro de la gravedad de nuestra situación.

Ana y Claudia se los llevan a la cocina. Preparan la cena para todos. Durante la comida les prohíbo hablar de lo que han visto y nos gastan bromas, se pitorrean de la prohibición. Los mando a la cama. Las dos mayores duermen juntas. Mili y Elena en la habitación de los niños y Pepito en la que se preparó para Marga, quejándose, quiere dormir con Elena. Ana se encara con él.

— Pepe, a dormir solo, que un pajarito me ha dicho que te mueves mucho bajo las sábanas y sabemos lo que haces. A Elena la puedes asustar y no la vas a dejar dormir.

—¿Y tú si puedes dormir con Claudia?  Yo también sé lo que hacéis las dos debajo de las sábanas.

— ¿Y qué hacemos, mocoso?

— Lo he visto papá. Claudia tenía la cabeza entre las piernas de Ana y se lo chupaba — Pepito se dirige a  mí.

— ¿Qué le chupaba? — Le pregunto.

— El chochito papá, pareces tonto — Responde con desparpajo.

— ¿Cuándo has visto eso, Pepito? — Sigo con el interrogatorio.

— Muchas veces, la última esta tarde antes de irnos al parque. Ellas creían que estábamos jugando con la play, pero yo las vi por una rajita de la puerta. Y Ana lloraba y se reía. Está loca.

— Anda, niño, anda, vete a la cama, solo. ¡Eh! Y a dormir — Ana se lleva al hermano y se retiran todos.

Claudia y yo nos acostamos en silencio. Me había hecho gracia Pepito, queriendo tener un lio con Elena.

Recordé que con su edad, jugaba con un amigo, su hermana y su prima, en su casa, los padres trabajaban en la fábrica. Jugábamos a esconder.

Fui a esconderme dentro de un armario, pero allí estaban las dos chiquillas, de ocho o nueve años. En un principio me asusté, pero me dejaron entrar y cerraron la puerta.

Estábamos muy juntos. Yo en medio, con sus cuerpos apretándose contra mí, sintiendo su calor… tuve una erección.

Dios mío, eso era pecado, iría al infierno para toda la eternidad.

Una mano por la izquierda se aferró a mi colita por encima del pantalón, otra por la derecha  me cogió la nuca y me obligó a besar su boca, me dio asco.

No había besado nunca antes a nadie en la boca. La siguiente vez que bese unos labios eran de Mila, trece años después….  Mila, tengo que olvidarte.

Pero lo peor fue que eyaculé. Fue algo totalmente involuntario.

Cuando salimos de aquel armario del diablo, las niñas se reían y se tocaban sus partes. Yo intentaba tapar la mancha que tenía en el pantalón.

Me marche y no jugué con ellas nunca más.

Tuve que confesarme; el cura me preguntaba una y otra vez quienes  eran las niñas. Quería sus nombres. Pero yo no se lo dije; me castigó con una penitencia muy dura y no me dio seguridad del perdón de los pecados por no haber denunciado a aquellas pobres niñas.

Claudia interrumpió mis pensamientos.

— José… ¿Crees que lo nuestro funcionará?… Mira que de casada lo he pasado muy mal.

— No lo sé Claudia. Pero creo que vale la pena intentarlo ¿No?...  Me gustas, eres una gran mujer, cariñosa, inteligente, bonita, con un cuerpo de infarto. Y están los niños. Nos necesitan y se llevan bien. Funcionará, ya lo veras. Yo pondré todo de mi parte para que todo salga bien.

— Yo me siento muy bien contigo, lo de esta tarde ha sido fabuloso. Quiero repetirlo todos los días. Nunca había sentido nada igual. Con mi hija siempre aparecía el fantasma de la culpa. Me hacía sentir mal. Claro que si no llega a ser por ella no me hubiera enterado de lo que es un orgasmo… José, hay algo que me tiene en ascuas.

— ¿Qué es?

— Pues que Mila nos decía que tú… Eras un eyaculador precoz… Que en cuanto se la metías te corrías y a ella la dejabas caliente, tanto que a veces tenía que ir al baño a hacerse un dedo para correrse.

— ¿Y?

— ¿Cómo es que ahora aguantas tanto?...  Te he visto follar a dos y tres chicas y te has corrido cuando has querido. ¿Cómo es eso?

Me hace reír en silencio, en la oscuridad.

— La verdad es que no lo tengo muy claro… Se lo comenté a Andrés, mi amigo médico y me dijo que al igual que un trauma psíquico puede provocar un cambio y convertir a un muchacho en eyaculador precoz, otro trauma puede resultar en el efecto contrario... La educación recibida de mi madre me condujo a una facilidad compulsiva para correrme y el haber descubierto la mentira de Mila, pasar los dieciséis días que viví bajo tal presión aprendiendo sobre sexo al parecer ha facilitado la “curación”… Te aseguro que después de lo que estamos descubriendo lo vamos a pasar bien, no lo dudes.   ¿Qué te parece si mañana nos vamos a Alicante? Conocéis la casa y pasamos unos días allí. Unas vacaciones. ¿Qué me dices?

— ¡Uy, si! Tengo ganas de verla. Y las niñas estarán encantadas de ir a la playa.

Me abraza. Nos besamos.

Se acurruca contra mí, rodeo sus hombros con mi brazo.

Después de la batalla de la tarde, estamos agotados y nos dormimos enseguida.

Me despiertan los ruidos de los niños, están acostumbrados a madrugar para ir al colegio y se levantan temprano.

Tengo el brazo derecho entumecido, Claudia ha pasado la noche entera sobre él, sigue dormida. Lo saco lentamente para no despertarla, pero abre los ojos. Me mira desconcertada. Sonríe y me besa.

— Buenos días — Me dice con voz melosa.

— Buenos días, ¿Cómo has dormido? — Le pregunto cariñosamente.

— Cuando he despertado y te he visto, me he quedado algo desorientada. Tenía la sensación de haber soñado y al verte a mi lado se había convertido el sueño en realidad.  Tengo miedo.

— ¿De qué?

— De despertar. Lo que estoy viviendo contigo, tus caricias, tus besos, tus atenciones, me dan miedo. Corro el peligro de enamorarme de ti. Y eso me da vértigo. Creo que nunca he estado enamorada de nadie. Es una sensación extraña.

— Claudia, en los últimos tiempos, he aprendido algunas cosas vitales. La principal, vive el momento, no dejes que el pasado te hunda, no permitas que el miedo al futuro no te deje vivir el presente, lo único importante. Vivamos este presente, disfrutémoslo…  Vamos a levantarnos, las chicas están trasteando por la cocina.

— ¡Por la cocina noooo! ¡Estamos aquí, vigilando, a ver qué hacéis, tortolitos! — Ana es quien habla, acompañada de su amiga… Casi hermana Claudia.

— ¡Pero qué sinvergüenzas sois! ¡Iros a la cocina, cotillas! — Les grito.

Riendo nos levantamos. Desayunamos todos en la cocina.

— ¡Atención! Tengo una noticia que daros — Atraigo su atención golpeando un vaso con la cucharilla del café.

Claudia me mira sonriendo. Todos se vuelven hacia mí, expectantes.

—  Haced las maletas con lo que podéis necesitar. ¡Nos vamos de viaje!

Clau y Ana nos miran sorprendidas.

— ¿De viaje, adonde?

— Qué tal… ¿A la playa?

Las caritas de las niñas eran todo un poema. Ojos y boca abiertos de par en par. Cuando reaccionan, los chillidos de Mili y Elena eran tan penetrantes que dolían los oídos. La revolución, saltando,  gritando y corriendo como locos. Miré a Claudia, ella a mí. Con sus manos en mis mejillas, me besó.

— ¡Gracias José! Por hacernos felices. Mila no sabe lo que ha perdido.

Mila, ¡Oh, Mila! ¿Cuándo me dejaras en paz?  Rodeo con mis brazos el torso de Claudia y devuelvo el beso.

— Vamos a preparar las maletas.  Tenemos que decidir cómo vamos a viajar con los dos coches. Somos siete y no podemos ir  en uno solo — Le digo a Claudia.