16 dias cambiaron mi vida 20.- Domingo 5 de mayo
Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.
20.-Domingo 5 de mayo de 2013
Por la mañana fui a casa de Edu, a ver como estaba y hablar con él y Amalia. Sentado en un sillón del salón, con un pijama azul claro, llevaba el brazo en cabestrillo. Le habían dado un calmante fuerte, porque estaba atontado. Amalia estaba extraña. El intento de suicidio de Edu le debía haber afectado.
Intente espabilarlo y hablar con él. Entreabrió los ojos y me miró.
— ¿Qué vienes, a follártela?... Ahí la tienes, ya tenemos dos putas por mujeres... ¿Estamos en paz? — Dijo Edu con desprecio.
— No Edu. Tú follaste con Mila, presionándola, chantajeándola. Amalia follo conmigo porque quiso hacerlo, por gusto. Y ya que eres tan directo te diré, que si ella quiere; seguiré follándola. Y si no quiere, pues no lo haré. Y tú debes replantearte tus ideas. Una puta es una profesional del sexo. Eso no la hace inferior a nadie. Y tiene todo el derecho del mundo a decidir si quiere, o no, aceptar un cliente. Y tú y todos, tienen la obligación de respetar la decisión. Eso es lo que tú no has hecho, respetar a Mila, forzándola a estar contigo y a Amalia, a quien le sisabas el dinero para follar a otras cuando tienes a tu disposición una mujer, muy mujer, capaz de dar y recibir mucho placer. Te lo digo por experiencia. Tiene un ojete divino… — Le solté con rabia.
Sabía que le estaba haciendo daño, pero no podía evitarlo. Recordaba a Amalia, golpeando a Mila con la vara y me irritaba haberlo facilitado y consentido. Amalia miraba a su marido con resentimiento, con odio.
Yo sabía que su relación no había sido buena, Edu era difícil de tratar. Ahora ella tenía en sus manos lo que necesitaba para su venganza. Y lo utilizó. Mejor dicho, me utilizó.
— ¿Sabes lo que me ha dicho este inútil? — Me dijo Amalia.
— No, si no me lo dices — Respondí.
— Que la otra noche nos escuchó follando. Por una parte deseaba coger un palo y liarse con todos a bastonazos. Pero hubo un momento, cuando escucho mi grito al correrme, que sabía que era yo, se excitó y se masturbó. Es un consentidor. … Le gusta ver cómo me joden. También me dijo que el supuesto intento de suicidio era fingido, para que no tomáramos represalias por haber intentado forzar a Marga — Amalia no hablaba, escupía palabras.
Esto me desbordaba. ¿Qué pretende Amalia con esta confesión? Pronto llegó la respuesta.
— José, esta situación me tiene muy caliente. Y tener a este cabrón como espectador, me enciende más aún. ¿Quieres follarme aquí y ahora? — La propuesta me dejó boquiabierto.
Edu abrió sus pequeños ojos a más no poder. No podía creer lo que le acababa de oír a su mujer. Abre la boca para decir algo y su mujer se lo impide de un bofetón.
— No vayas a decir nada, porque solo nombrarlo y ya tienes la polla tiesa, marica. Si José quiere vas a saber lo que es un hombre. ¿Qué contestas José? — Decía Amalia mientras se acercaba provocativa.
No lo podía creer, me estaba proponiendo follar a la mujer delante del marido. Y efectivamente el bulto de su bragueta lo delataba, estaba excitado… Y no lo pensé.
— Amalia, dime cómo quieres hacerlo. Pero, si no te importa antes debo llamar a Mila para decírselo. Tengo mis razones para hacerlo.
— Por mí como si quieres llamar al cuerpo de bomberos, me los follaría a todos.
Llamo a Mila, le digo que Edu está bien y que voy a follar con Amalia. No espero respuesta y corto.
Al girarme me llevo una sorpresa, Amalia está completamente desnuda. Su cuerpo es exuberante. De piel morena, de mi estatura, carnes prietas, anchas caderas, culo redondo, tetas grandes y firmes a pesar de los hijos y la edad, una mata de pelo negro que le cubre desde las ingles hasta la mitad de la distancia del sexo al ombligo. Me recuerda las actrices italianas de los años sesenta. Realmente atractiva. Y está aquí a mi disposición… Me desnudo, mientras veo cómo se acerca a su marido y restriega el culo por su cara.
— Edu, amor, huele el aroma del semen de José, lo guardo desde la otra noche cuando desvirgó mi culo. Jamás antes había sentido tanto placer. Este si es un semental, no tú, mierda, que tienes que pagar para que te dejen hacerte una paja en un coño o un culo. Porque lo que es follar, de eso no sabes un pimiento — Le decía al marido mientras restregaba el culo en su cara — Chúpamelo y prepáralo para que me follen. ¡¡Ahhh! …Jodío… ¡Se ha corrido ya!
La escena resultaba grotesca y sensual al tiempo. La mujer, se sujetaba las nalgas abiertas, inclinada hacia delante, con la cara del marido entre sus ancas. Mientras, al estar agachada, veía entre sus piernas la polla del marido, que él se había sacado del pantalón del pijama, que presentaba los síntomas de una corrida, a juzgar por los chorreones de semen que goteaban deslizándose por el pantalón. No pudimos evitar las carcajadas. Las tetas de Amalia botaban a izquierda y derecha, colgando, al estar ella inclinada. Era una hembra apetecible. Que ostias… ¡¡Esta buena coño!!
Yo no había perdido el tiempo, me desnudé totalmente y me puse delante, ella no dudó. Agarro el palo con ambas manos y lo engullo. Se lo tragó, mientras masajeaba mis pelotas. Ella solita se lo tragaba hasta producirse arcadas, lo sacaba lo chupaba como un pirulí y se lo tragaba otra vez, hasta que desaparecía en sus fauces. En ese momento parecía tener un gran bigote.
Le indique que si seguía así no tardaría en terminar. Con señales dijo que no importaba y descargué en el fondo de su garganta. Tosió, estornudó, le salía semen por la nariz, pero aguantó, lo metió en su boca y besó a Edu, a quien le paso lo que había recogido de mi cosecha. Él no protestó y se lo tragó.
Observé que su pene volvía a estar erecto. Amalia se lo cogió, y lo retorció, provocándole dolor. Nuevamente vi la cara de “ama sádica”. Disfrutaba provocando dolor. Y Edu disfrutaba sufriéndolo… La pareja perfecta.
— José, ahora mi culo. Quiero ensancharlo, para poder usarlo cuando quiera. Hay un mamón en el colegio a quien le tengo ganas. Es del AMPA. Se llama Manolo y lo tengo atravesado — Me dice la mujer.
— ¡¡¡¿Cómo?!!! ¿Manolo, amigo de Jorge? — Dije sin pensar.
— Síi. ¿Cómo lo sabes? ¿Los conoces? — Preguntó extrañada.
— Si Amalia, por desgracia. ¿A ti qué te han hecho?
— Es un chulo de mierda, intento propasarse conmigo, y lo paré. Era la fiesta de fin de curso, con padres, niños. Tú sabes. Al ver que no tenía nada que hacer conmigo, el muy cerdo empezó a dar voces para que las personas que allí había pensaran que era yo quien le había hecho la propuesta. Menos mal que el director me conoce bien y vino en mi ayuda — Sigue contando.
— ¿Y qué piensas hacerle? — Pregunto inocentemente.
— Follármelo yo a él, grabarlo y llevarle el video a su mujer que es muy celosa, además, es la que tiene el dinero, una chica rica en manos de un aprovechado, desaprensivo. Se divorciará y lo dejará sin un euro al muy cerdo — La explicación de Amalia me llenaba de placer.
— Ven aquí, luego hablaremos de esto. Vamos a joderlo vivo. Pero antes dame tu culo que me tienes con esto tieso otra vez — Le dije.
El lengüeteo proporcionado por Edu en el ojete de su mujer fue efectivo. Mi verga destilaba nuevos fluidos, que se sumaban a los restos de la anterior corrida. Entró más fácil que la primera vez. En uno de los empujones se la saque, me miro con extrañeza. Sonreí.
— Amelia, mira como está tu marido. Colócate encima y clávate su polla en el coño — Propuse.
Comprendió rápidamente. Se puso sobre el pobre hombre que se quejaba del brazo, pero no perdía rigidez. Se dejó caer y vi cómo se perdía su cosa dentro de ella.
— Muévete, no pares, adelante y atrás — Le pedí.
Enfilo la grieta trasera y la introduzco de golpe. Grita. Se mueve más rápido. No hago nada, es ella quien, con sus movimientos, se empala en una u otra verga alternativamente. El ritmo es ya infernal. Esto no puede durar mucho.
— ¡¡Aaaggg!! ¡¡Más, dame más!! ¡¡Necesito otra pollaaa!! ¡¡Para chupaaaar!! — Los gritos de Amalia debían poder oírse desde Carabanchel — ¡¡Joder, mierda, que puta soy, quiero ser puta, follar, follar, follaaaaaaar!! ¡¡Encima de este puto cornudoo!!
Edu era algo más alto que ella, pero al estar sentado y encogido desapareció bajo su voluptuoso cuerpo. Solo se veían sus dos piernas delgadas, entre los grandiosos muslos de su mujer.
Me incliné sobre ella y besé su cuello, el sudor cubría nuestros cuerpos, el suyo estaba ligeramente salado, perfumado. Cuando ella descabalgó, vi a un Edu derrotado, llorando, la testuz baja. Me dio lastima. Pasé por el lavabo para asearme un poco y me fui al centro de control. Quería saber cuál había sido la reacción de Mila, al recibir mi llamada, informándola que follaría con Amalia.
Pongo en funcionamiento el equipo y busco la secuencia. Mila está sola en la cocina al contestar. Tras colgar se queda muy pensativa. Entra Ana.
— ¿Qué pasa mamá? ¿Quién era?
— Tu padre Ana… Tu padre... Al que me parece que hemos perdido para siempre. Se ha quedado en casa de Edu para follar con Amalia… Ahora está como un niño con juguetes nuevos. Ha descubierto su pito y no deja de tocárselo… No podemos hacer otra cosa que esperar y tratar de que siga con nosotras… Tú ya sabes cómo son los hombres, cuatro carantoñas y te lo llevas al huerto, o mejor dicho, a la cama… Si cualquier lagarta se da cuenta de lo que vale, intentará hacerse con él. Luego, cuando se canse lo dejará.
— Pero nosotras no dejaremos que pase eso. ¿Verdad mamá? … Yo no quiero que se vaya. Tenemos que hacer lo imposible por retenerlo. Que no nos deje… Antes de lo que pasó lo tenía aquí y no me daba ni cuenta… A veces hasta me estorbaba, sobre todo cuando yo me quería hacer un dedito… Pero ahora necesito verlo cuando llego del cole, abrazarlo… Lo quiero. Ahora lo sé… Quiero un montón a mi padre. Y a ti también... No puedo imaginar tener que elegir entre él o tú. Sería horrible.
Se pasa las manos por los ojos… ¿Llora?... Mila se levanta y se abrazan las dos.
— Vamos a preparar la comida. Hoy tenemos mucha gente a comer. Lo preparamos todo en la terraza, hace buen día y si el sol nos molesta echamos el toldo — Dice Mila.
Las veo ir a la terraza que tiene la puerta de acceso por el fondo del salón. Paso a ver las cámaras en tiempo real. Tienen dispuesta las mesas plegables alineadas. Los niños ya están comiendo. Voy para allá. Tengo hambre…
— Por fin. ¿Dónde has estado? — Pregunta inquisitiva.
— Ya lo sabes Mila. Y también lo que he estado haciendo. ¿Pasa algo? — Respondo airado.
— No. Solo que estoy viendo que estas cambiando muy rápido. Demasiado rápido. ¿No crees?
No había acritud en sus comentarios. Parecía apenada.
— No Mila. Simplemente aprovecho el tiempo. Nada más…. Vamos a comer, tengo mucho apetito…. ¡Uy qué bueno!
La comida transcurre con normalidad, charlas banales por la presencia de los niños. Recogen la mesa y envían a los pequeños a jugar a la terraza del otro lado del piso, a la que se accede por las habitaciones de Ana o la de Marga. Corren a coger sus cacharros para enredar. Nos quedamos los mayores, Ana y Claudia hija se fueron a trastear en la habitación de mi hija.
— Tengo una propuesta que haceros — Les digo atrayendo su atención. Mila mueve la cabeza.
— Tú dirás José — Dice Mila maternal.
— Sigo en fase de experimentación. Tuve una pésima experiencia en el club de intercambio. Allí solo pude ver como follaban por el culo a Mila y fue muy desagradable. Quiero repetir pero con otro talante. ¿Quién quiere venir conmigo?
Se miraron entre ellas. Mila habló.
— En principio tu pareja, al menos legal, soy yo. Pero se puede dar el caso de que, quien te acompañe, folle con otro u otros. ¿Cómo vas a reaccionar?
— No lo sé. Precisamente por eso quiero ir. Y sí, quiero que seas tú quien me acompañe. Sé cómo se siente el engañado. Ahora quiero saber cómo lo toma el consentidor. O el proxeneta, que es en lo que me vas a convertir.
— Pues no se hable más. Es temprano, son las cinco y hasta las diez o las once no empieza a llegar la gente. Voy a descansar un rato — Dice Mila apenada.
Detecto un extraño gesto en Mila mirando a Marga.
— Voy a salir, he dejado algo pendiente y voy a solucionarlo. En un par de horas vuelvo — Les digo a las mujeres.
Mila me mira con cara de extrañeza. Le devuelvo la mirada en silencio. Se marcha a su habitación. Mi objetivo ahora es tratar de saber cómo se han tomado mi propuesta, me dirijo a mi centro de comunicaciones dando un rodeo por si se les ocurre seguirme. Sigo con mi paranoia. Al llegar a mi zulo enciendo las pantallas.
Vaya, están todas en el dormitorio, Mila tumbada boca arriba, Marga junto a ella boca abajo con las piernas dobladas por la rodilla mostrando sus preciosas pantorrillas y los pies descalzos apuntando al techo, pequeños, de deditos miniatura, redonditos, como de niña, el tobillo fino y los talones redondeados y sin durezas. Me gustan. Jamás hubiera imaginado que unos pies pudieran excitar tanto. Tengo que comérselos a ver a que saben.
Claudia sentada al otro lado de Mila con la espalda apoyada en el cabecero de la cama.
— ¿Qué se le estará pasando ahora por la cabeza? — Lanza Claudia la pregunta.
— Supongo que quiere probar algo ¿No Mila? — Responde Marga.
— No lo sé Marga, me preocupa su reacción. Pero vámonos de aquí que puede estar viéndonos y oyendo todo — Mila sospecha que estoy espiándolas y no se equivoca.
Pasan al salón. Se sientan Mila y Marga en el sofá y Claudia en un sillón enfrente.
— ¿Aquí no nos puede oír? — Pregunta Marga.
— No lo sé Marga, pero hasta ahora solo hemos visto grabaciones del dormitorio. Pero en fin, me preocupa lo que ocurra. En aquel local conozco al dueño y a todo el personal. Voy a llamarlos para que finjan no conocerme.
— ¿Crees que haces bien?... Si lo descubre se enfadará más y no sabemos qué consecuencias puede traer — Apunta Marga.
— Quizás tengas razón. Quince años de engaño y simulación no se pueden olvidar tan fácilmente. Sigo con la tendencia a tapar los hechos. Dejaré que lo descubra y veremos qué pasa. Allí he cometido los mayores disparates de mi carrera puteril desde que me contrató el dueño para la fiesta de apertura, hace ya cuatro años.
— Mila… ¿Qué es lo más bárbaro, que has hecho en tu vida, lo que más te ha impactado? ¿Y lo que no volverías a hacer? — Pregunta Claudia.
Mila se queda pensativa e imprime un rasgo de seriedad a su rostro.
—Claudia, esto es algo que solo sabe Marga, a quien se lo conté en aquella ocasión… Fue precisamente en ese local…. Hace tres años me llamó el dueño, para que acompañara a un grupo de clientes japoneses que había invitado. Estarían un solo día en Madrid y querían un espectáculo de impacto… Cerró el local solo para ellos… Conmigo.
Yo no tenía idea de lo que me tenían preparado, sabía que sería algo duro y pensé que sería un gangbang. Solo participé una vez en un espectáculo de ese tipo y fue muy fuerte. En aquella ocasión, le dije a José que me había invitado Marga a un viaje a Málaga, a la playa. En realidad me quedé en su casa sin poder moverme en una semana.
Lo de los japoneses fue un martes por la noche. Cuando llegue, me recibió Alma, relaciones públicas del local y pareja del dueño, Gerardo… Nos sentamos en los taburetes de la barra de la entrada... Aún no habían llegado los invitados ni el dueño, estábamos solas. Parecía nerviosa, se retorcía las manos y rehuía mi mirada, le pregunté qué pasaba.
Entraron dos jóvenes, de rasgos asiáticos, con cajas de catering y una jovencita muy linda, rubia y pelo muy corto. Se plantó delante de nosotras, nos dijo su nombre, que no recuerdo y entró tras los otros. Al poco salieron los dos muchachos, se despidieron con una reverencia y se marcharon.
Al quedarnos solas, Alma, intentó advertirme.
—Mila, Gerardo me ha prohibido que te diga nada y la verdad es que no sé qué te han preparado, pero es algo muy fuerte. Si te vas ahora mismo, le digo que has llamado porque te has indispuesto y no puedes venir.
— Alma, yo tampoco sé qué quieren, pero hay algo que me empuja a quedarme, la curiosidad. Probar cosas nuevas me atrae, a veces lo paso mal, entonces no repito, pero otras veces me ha encantado. Me gusta probar todo lo relacionado con el sexo — Le respondí — De todas formas, gracias por el aviso. Algún día vendré para que me comas el chochete.
— Como tú veas Mila. Dame un beso, estas muy buena y me encantará lamerte la almejita.
Y empezamos a besarnos. Mi intención era la de calentarme para hacer frente a lo que fuera. Ella me ayudaba, ya que no contaba con el apoyo de Marga.
En medio del besuqueo llegaron los invitados con el dueño.
Realizó las presentaciones intentando seguir el ritual japonés, eran ocho hombres maduros, entre cuarenta y cincuenta años. Lo cierto es que no me prestaron mucha atención. Al parecer los japoneses son bastante machistas. Lo solventaron con una leve inclinación de cabeza.
Pasamos a la parte trasera del local, que yo conocía muy bien, un jardín descubierto con la piscina en un lateral. Fue en verano y la temperatura era agradable.
Me sorprendió ver una mesa, preparada, con la muchacha desnuda, tendida y cubierta de pequeños trocitos de comida y flores. El contraste entre su piel alabastrina y los colores de las porciones de comida, era realmente bello. Colores salmón, blanco, negro, rojo, salpicaban el cuerpo de la joven. Nosotras estábamos apartadas, no nos correspondía participar en aquel sibarítico festín.
Se sentaron a la mesa, cuatro en un lado, tres enfrente, y el que parecía de mayor rango en la cabecera, donde estaba la cabeza de la muchacha, con los ojos cerrados. Alrededor del cuerpo había botellas y copas que, Gerardo, se había apresurado a llenar, Alma dijo que bebían sake, una especie de vino de arroz. Brindaron con gran ceremonia y comenzaron a comer.
El de la cabecera sujetó con los palillos que utilizaban un trozo de pescado; Alma me dijo que era atún y lo habían traído expresamente de la costa andaluza para esta ocasión; lo pasó por el sexo de la chica que se estremeció, como un escalofrió, sin llegar a mover su cuerpo. Aquel gesto disparó al resto de comensales que lo imitaron, pasando por la rajita de la jovencita, los trozos de pescado que a continuación comían. Otro le abrió la boca, puso entre sus labios un bocado de color blanco, parecía que se lo ofrecía para comer, ella no se movió, se lo comió el japonés directamente de sus labios.
Otro, parecía el más joven, se dedicó a lamer los pezones, que tenía cubiertos con nata, fresa, chocolate…
Cuando terminaron con la comida, le cruzaron los muslos, formando un cuenco con ellos, vertían vino en su chochito y se lo bebían lamiendo el sexo. Se turnaban, levantaron las piernas sujetándolas a cada lado de la mesa, seguían vertiendo vino en su coño y lo chupaban de los rubios vellos del pubis y los labios de la vagina. Se les veía muy excitados.
El que parecía ser el jefe, se acercó a la chica-mesa y le introdujo un dedo en la vagina, ella no hizo ningún movimiento, lo sacó lo olió y se acercó a la mesa donde estábamos sentadas, me lo puso en la boca. No me importó chuparlo. Sabia a sexo femenino y algo extraño, como vino raro.
Aquello parecía una señal. Gerardo me cogió por un brazo.
— A partir de ahora te toca a ti, no me defraudes. Desnúdate y déjate atar — Me dijo al oído.
Lo hice, totalmente desnuda, me ataron las manos por delante y me pusieron una venda en los ojos. No sé cuántas manos toquetearon mi cuerpo ni cuantos dedos entraron en mis cavidades, pero fueron muchas.
Pensé que ese sería el juego y no me disgustaba, me excitaba sentir a un grupo de hombres a mí alrededor acariciándome y penetrándome con sus dedos.
Por experiencia sabía que los penes de los japoneses no suelen ser grandes por eso no me dio miedo cuando me arrodillaron y me ataron las manos a una argolla en el suelo, presentando mi grupa a quien quisiera utilizarla.
Lo extraño empezó cuando sentí que me frotaban mi coño con algo, parecía un trapo. Olía mal.
Y me aterrorice… Cuando oí ladrar un perro cerca.
Me puse a gritar histérica, tengo pánico a los perros.
Pero no sirvió de nada, bueno si, para que me amordazaran, con una bola dentro de la boca y abrochada con una correa en mi nuca.
Aquella experiencia fue la peor de mi vida.
El animal olisqueaba mi trasero, lo lamia con su lengua, hundía su hocico en mi raja. No podía gritar, solo mover mi cuerpo a un lado y otro, eso encendía más a los espectadores.
De pronto se montó sobre mi espalda, sentía picotear mis nalgas con el vergajo del animal, que a su vez soltaba chorritos de líquido en mis corvas. Hasta que me penetró.
La sensación no fue placentera, el miedo había hecho que se contrajera el esfínter vaginal y no podía hacer nada por relajarlo, dolía, aquel animal se movía a una velocidad enorme dentro de mí. Y debía tener un aparato descomunal.
Yo seguía intentando quitármelo de encima y movía mis caderas, se salió. No sé qué fue peor. Empezó de nuevo, esta vez ayudado por alguien que me sujetaba y dirigía su verga hacia mi ano. Y entró. Y se repitió el juego una y otra vez, duró una eternidad.
Una de las ocasiones me penetro por la vagina se movía mucho, pero esa vez fue distinta, algo más gordo de lo normal entro en mi coño. Temblaba de miedo y de dolor. Me daba la sensación de que me volvía de revés por ahí. Sentía que me arrancaban las entrañas cuando el animal desmonto y la bola de carne lo mantenía unido a mí.
Alma se acercó, acarició mi cara, me beso y acarició mi clítoris, me dijo que me calmara, que en un ratito todo habría terminado. No fue un ratito, fue mucho tiempo el que el bicho estuvo dentro de mí. Un dolor agudo, seguido de un flop y un rio de líquido, que bajaba por el interior mis muslos.
Alma seguía a mi lado acariciándome y besándome, me quito la mordaza y la venda, desató la cuerda que sujetaba mis manos y me ayudo a levantarme.
No quedaba nadie, estábamos solas.
Me acompañó a una ducha, se desnudó y entró conmigo. Me ayudo a lavarme y después me llevo al yacusi, donde continuo besándome y acariciándome.
Acabamos en un reservado comiéndonos el coño la una a la otra. La pobre intentaba hacerme olvidar aquella mala experiencia que ya no he repetido ni repetiré.
¿Cuántas experiencias, vividas por mi mujer, me quedaban por conocer?
¿Cuánto me queda por saber de ella?
¿Qué impulsa a una mujer, como Mila, a dejarse humillar de esa forma? ¿Placer?
¿Saciar una curiosidad malsana, que puede llevarla incluso a la muerte? ¿Placer?
¿Necesidad de placer a costa de lo que sea, sin importar las consecuencias? ¿Placer?
Quizá todos tengamos esa necesidad de placer. Unos la cubren fumando, bebiendo, drogándose, juegos de azar, actividades peligrosas, escalada…. Actividades “placenteras”, que pueden poner en peligro sus vidas.
Pero hay otros más peligrosos, los que encuentran el placer jodiéndonos a todos, como los políticos, altos directivos de empresas, directores de banco y un largo etcétera.
¿Es Mila peor que un político en el poder, que toma una decisión por la que se desahucia a las familias, las condena a la miseria de por vida y provoca el suicidio de padres de familia incapaces de afrontar esa situación?
¿Es Mila peor que ese alto directivo del banco que lleva años defraudando a hacienda, robando a los clientes y enviando cientos, incluso miles de millones de euros a paraísos fiscales, descapitalizando a la entidad y al país?
¿O ese, “supuesto”, sinvergüenza que se ha forrado recibiendo, “comisiones” ilegales, para un partido y no se sabe cuánto ha entregado al partido y cuanto se ha embolsado y en que chanchullos ha participado?
Mi esposa, Mila, ha proporcionado placer a no sé cuántos… ¿Cientos?… ¿Miles?... Hombres que, desesperados, no tenían el consuelo de una mujer como no fuera pagando.
Estableciendo estas comparaciones Mila es una santa.
Al único idiota a quien ha hecho daño es a mí y colateralmente a mi hija. Y nos ha hecho daño porque esta sociedad de hipócritas, de doble moral, ve como triunfadores a los que nos joden de verdad. Insultando, injuriando y escarneciendo a personas como Mila por hacer algo que le gusta sin perjudicar a nadie.
Y la raíz de esta hipocresía esta incrustada en la tradición.
He decidido ir esta noche con Mila a divertirme. Y a partir de ahora, si ella quiere, dejará de follar como puta, para seguir haciéndolo por puro placer.
Estas disquisiciones bombardean mi mente mientras me dirijo andando de mi base a casa. Cuando llego están los niños durmiendo, Claudia y Marga se han acostado juntas, ¿Qué estarán haciendo?
Mila me está esperando sentada en la sala. Luce espléndida. Sus hombros de suaves curvas, descubiertos, el vestido negro, corte palabra de honor, la falda ligeramente tableada, mostrando sus piernas de líneas torneadas. Sandalias negras, con tacón de aguja, que deja a la vista el contorno del pie. Me estoy fijando mucho en los pies. Es preciosa. Claro que si no lo fuera… ¿Quién estaría dispuesto a pagar por acostarse con ella?
— ¿Vamos? — Le digo.
— Espera José. Tenemos que hablar — Mila intenta disuadirme.
— Tú dirás.
— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — La pregunta me sorprende un poco.
— Y… ¿Por qué no?... Tu seguramente lo has hecho muchas veces, sin yo saberlo, ahora quiero ver como son estas cosas que yo desconocía hasta hace un mes — Le explico.
— Espera. Quiero decirte, algo… Que para mí es importante… No quiero seguir con todo esto… Solo lo haré si tú me lo exiges, pero ya no quiero seguir con la vida que he llevado. Ahora sé lo que quiero… A ti… Solo a ti… He comprendido que hay algo mejor. Y lo he descubierto gracias a ti. … Nunca me había sentido como ahora contigo… Entiendo que no puedas creer lo que te estoy diciendo. Te he mentido y ocultado tantas cosas que yo en tu lugar también desconfiaría… He descubierto en ti a una persona distinta y me gustas. Me gustas mucho… Quiero seguir contigo, no obligada por el temor a las represalias… ¡Porque te quiero! … No sé cuánto durara esto, pero ahora te quiero y no tengo ningún interés en follar con nadie más que contigo a partir de ahora… Si tú me lo permites… Y tratar de darte todo el placer que te he negado. Intentaré compensar con mi sumisión con mi fidelidad absoluta, todo el daño que te he hecho… Podemos irnos a cualquier parte donde no nos conozca nadie, con los niños. Llevarnos a Marga y vivir todos juntos sin engaños, sin trampas… Te seré fiel, porque quiero serlo. Porque ahora sé lo que significa la palabra AMOR… Tan fiel como para dejarme joder por quien tú me indiques, sin yo querer, contra mi voluntad. Solo por obedecerte… Y puedes probar y experimentar conmigo y con Marga todo lo que quieras. Lo he hablado con ella. No te mentiremos ni te ocultaremos nada, nunca más. Nos tendrás a las dos porque te queremos y sabemos que tú también nos quieres… Y ahora, si tú lo deseas, podemos irnos al club de intercambio —Tras el discurso calló.
El silencio se hizo pesado… No esperaba aquello. Me desarmó. Me dejo sin habla. Y algo dentro de mí me decía. ¡¡Lo has logrado!! ¡¡Has recuperado a tu familia!! Pero… ¿Y la confianza?... ¡Jamás podrás confiar en ella!
— Mila, sabes que te quiero con locura, hasta el extremo de estar a punto de volverme loco, de cometer una barbaridad, de las muchas en las que pensé. Hubiéramos terminado mal, muy mal. He intentado encontrar soluciones al problema planteado. Y esta que tú propones… No me parece acertada. Seguiremos adelante con los planes trazados. Vámonos al club, quiero verte como lo que eres, como lo que has sido. Y como lo que seguirás siendo. Una puta — Dije sabiendo que me arriesgaba a perderla.
Y nos fuimos al club de intercambio. Pero eso ya es otra historia.
Lo que sucedió aún me produce nauseas al recordarlo.
FIN de la primera parte de… 16 días cambiaron mi vida.