16 dias cambiaron mi vida 16.- Miércoles 1 de mayo
Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.
16.-Miércoles 1 de mayo de 2013
El trasiego mañanero es el de todos los días, Pepito y Mili peleándose por el baño, Ana pacientemente, mediando en la disputa. Es mi casa, son mi familia, mis hijos, mi mujer.
¡Pero qué coño estoy diciendo! ¡Despierta José! ¡Ya nada es igual, todo ha cambiado!
La casa, la familia, el trabajo. Todo eso pertenece al pasado. Él ahora es distinto.
— ¡Mamá nos vamos! — Grita Ana, se lleva a los niños.
Me levanto y me termino de despertar con una ducha. Mila me observa desde la puerta del baño.
— Buenos días dormilón.
— Buenos días Mila, ¿Cómo estas hoy?
— Más tranquila. ¿Te lavo la espalda?
— Como quieras.
Entra y refriega mi espalda con la esponja. Me enjuago y salgo de la ducha. Mila me mira atentamente.
— ¿Que miras? — Le pregunto, algo molesto.
— ¿No puedo mirar a mi marido?
— Claro pero no puedes tocar — Respondo.
— Lo sé. Solo miro… Has adelgazado — Centro mi mirada en sus ojos…
— Bastante… He perdido cinco kilos en menos de un mes. Los cuernos deben ser una buena dieta.
— Ya estamos otra vez. Por favor, me haces daño— Parecía realmente molesta.
— Dejémoslo así. Vamos a desayunar — Le digo para no seguir discutiendo.
Se oye la puerta. Es Mariele. La muchacha que ayuda a Mila en la casa y en la cama.
— ¡¿Hay alguien? ¡¿Dónde estás Mila?! — Gritaba la chica desde la entrada.
— Aquí, en el dormitorio — Responde Mila.
— ¿Ya estas dispuesta a coger, mamita? — Se acercaba por el pasillo.
— Si me dejan ¿Por qué no? — Responde Mila.
— ¿Y quién te lo va a impedir mamita?
Entra en el dormitorio y me ve desnudo junto a Mila.
— Hay por dios, perdóneme usted señor, no sabía que estaba aquí y le gastaba una broma a su esposa. Me da pena verle encuerado señor.
— No te dé vergüenza Mariele. Y no te preocupes. Sé lo que hay entre ustedes. Y si estas dispuesta a coger… cogeremos, a mí me encantará. ¿Qué te parece Mila? — La última frase la suelto mirando a Mila fijamente.
— Estoy dispuesta, llevo más de una semana sin correrme si me dejas lo disfrutaré — Responde Mila retadora.
— Mariele, ¿te apetece? — La invito a la cama, con un gesto.
— Hay señooor, estoy apenaada… Pero si no hay bronca por mi vale — Entra y se sienta en la cama mirándome el pene, que en ese momento estaba alicaído.
— Acercaos y acariciaos las dos. Me gusta veros — Digo manteniendo la mirada en mi mujer.
Mila se acerca a Mariele y le besa los labios, le quita la ropa hasta dejarla desnuda. Se desnuda a su vez. Forman un bello cuadro, dos cuerpos jóvenes, esbeltos, de piel suave como la seda, una blanca la otra de tono canela acariciándose. Se tienden en la cama.
— Mariele, sé que te atrae el fisting y a mí me gustaría aprender a practicarlo. Mila me guiará para no hacerte daño ¿Qué te parece? ¿Mila me enseñarás? — Les propongo a las dos.
— Estoy dispuesta si Mariele está de acuerdo — Responde Mila.
— ¡Ay! Señora no me hagan daaño. Me dolerá la chimba — El coño en algunos países sudamericanos —
— No temas. Cuando quieras paramos — La tranquilizo.
— Mila colócate debajo y ella encima, en un sesenta y nueve. Tú me guiaras.
Se colocan y se besan sus respectivas “chimbas”. Acaricio sus cuerpos con mis manos, sus pechos, sus pezones, las nalgas. Me detengo en las de Mariele y beso su oscuro ojete. Mila intenta besarme pero solo le permito llegar a mi barbilla. Sigo hurgando con mi lengua. Mila trabaja el clítoris. La chica no puede más y llega a su primer orgasmo. Llaman al portero. Será Marga me levanto y voy a abrir.
— Continuad, no os paréis — Les digo antes de salir.
Cuando abro la puerta, no sin antes cerciorarme por la mirilla de que era ella y venia sola, Marga se sorprende al verme desnudo pero reacciona y me saluda con un beso en los labios.
— ¿Qué estabais haciendo? ¿No os habréis liado verdad? — Dijo ella, con un gracioso mohín en los labios.
— Algo sí, pero no te preocupes, nada entre Mila y yo. Está con Mariele.
— ¡Ah putones! ¡Zorras! ¡Ahora veréis lo que os espera por haber empezado sin mí! — Suelta los improperios con fingido enfado.
Me rio de la ocurrencia y vamos al cuarto. Marga va dejando la ropa por el pasillo. Al llegar al dormitorio va con zapatos, medias y tanga. Es una preciosidad de mujer. Al llegar a la cama, lanza los zapatos y se une a la pareja.
— Dejad algo para mí. Un chochito por favor — Les suplica a las dos chicas.
Saca a Mila de debajo y se coloca ella, están cruzadas en la cama de forma que presentan cara y culo a ambos lados. Me dispongo a follar a Mariele.
— Métame la poronga en la chimba papito, para calentarme — Me indica la chica.
Ella misma coge mi poronga y la coloca en posición. Empujo un poco y entra como un cuchillo en manteca, me muevo adelante y atrás. Mila se endereza y me besa, lo acepto. Sigo practicando las enseñanzas recibidas. Pensar en otra cosa, no en lo que se está haciendo. Mantengo el ritmo algunos minutos, mientras Marga lame la vulva desde abajo y acaricia mis testículos. La muchacha lanza un aullido y se desploma sobre Marga. Mila se apresura a chupar mi polla, que ha salido de la vagina de Mariele al dejarse caer… Pero sigue firme. Marga sigue acariciándome los testículos.
— ¡Folla ahora a Mila, José! ¡Fóllala! — Es más un ruego que una orden.
Mila se incorpora y me mira con ojos suplicantes. Con mis manos rodeo sus hombros y la atraigo hacia mí. Beso sus labios, me saben a miel, me embarga la emoción y la estrecho fuertemente entre mis brazos.
Marga le indica a Mariele que salga y se marchan las dos. Nos dejamos caer sobre la cama, seguimos abrazados, la siento cerca, más cerca que nunca.
Nos fundimos, ella dirige mi miembro hacia su interior, la penetración lenta se desliza suavemente hasta las profundidades de su cuerpo. Acaricio sus senos, los hombros, paso mis dedos por sus labios que se abren para dejarlos entrar, los lame. Con mi mano en su nuca la atraigo hacia mí, hacia mi boca y bebo sus carnosos labios, su lengua, que juguetea con la mía. Estoy ciego de pasión, no puedo pensar, solo en ella.
Nos movemos, al unísono, despacio, más rápido, más y más hasta estallar en el mayor y mejor orgasmo de mi vida. Su cuerpo se estremece, convulsiona y grita, un grito que sale de lo más hondo de su ser, le falta el aire, se agita y se derrumba, sigue con la respiración agitada.
Dentro de mí se libra una terrible batalla de sentimientos encontrados. Quiero a esta puta. Pero detesto su engaño…
Y por sus mentiras estoy descubriendo un mundo nuevo distinto a todo lo conocido por mí anteriormente.
Hacer que una mujer se corra de gusto, que alcance el máximo placer en mis brazos me produce una sensación totalmente desconocida. Una emoción distinta a las anteriormente experimentadas.
Y seguro que muchos hombres desconocen este placer. Como yo lo desconocía.
Poco a poco se va normalizando. Con sus dos manos aprisiona mi cara y la atrae hacia ella, me besa como jamás me había besado.
— ¡¡Gracias!! ¡Gracias, José! ¡Te quiero! — Sus ojos brillan de pasión… Pero. ¿Será fingida?
— No tienes por qué darlas Mila, sabes que te quiero y te seguiré queriendo a pesar de todo. No sé si es una bendición o una condena — Le digo apenado.
Regresan las chicas. Desde los pies de la cama Marga nos mira con un poco de resentimiento.
— Vaya con la parejita, ¿Lo habéis pasado bien?
— He follado mucho a lo largo de mi vida Marga, tú lo sabes, pero nunca había hecho el amor. Y esto es distinto. Es algo maravilloso. Lo que he sentido hoy no lo había experimentado nunca. Y es distinto a todo lo que he vivido hasta ahora.
La emoción de Mila es evidente, sus ojos están anegados de lágrimas… Endurezco el gesto.
— Sin embargo, yo he querido hacerte el amor durante quince años y ahora lo que hago es follarte. Ya ves cómo cambian las cosas Mila. Vamos Mariele, Marga, sigamos con el curso de fisting.
Marga me mira con tristeza.
— Eres cruel José, no sigas lastimando a Mila. Te quiere.
— Quizás, pero aún no estoy seguro de su franqueza… He visto y oído como miente, como finge… ¿Cómo puedo saber cuándo es sincera?
Mila no puede más.
— ¿Necesitas más pruebas? ¡¡Haré lo que me pidas!!
— Déjalo estar Mila, dame tiempo. Aún está todo muy reciente. Ahora lo que quiero es experimentar, aprender y follar. Tengo que recuperar el tiempo que he perdido. Tal vez a ti también te convenga experimentar con esta nueva forma de relacionarte conmigo, para eso necesitas tiempo. Según has dicho nunca habías hecho el amor. ¿Eso es cierto? ¿Puedo creerte? ¿O esto es una comedia en la que, me consta, eres experta? ¿Cómo puedo saberlo? Con el tiempo. Con el día a día. Repito ¡¡A la cama!! Dejémonos de charla que hay mucho que hacer.
Me miran las tres con cara de disgusto.
— Ahora no tenemos muchas ganas, la verdad.
Marga no se callaba. Pero yo debía seguir adelante.
— Sin embargo estoy seguro de que, en muchas ocasiones, habréis tenido que hacerlo sin ganas, incluso con gente a quien detestabais. Y lo habéis hecho con profesionalidad. ¿Me equivoco? — Mi discurso les afecta, agachan la cabeza, tristes.
Cariacontecidas se suben las tres a la cama y comienzan a acariciarse. Marga y Mila colocan a Mariele en posición, tal y como las vi hace unos días a través de la cámara. Beso a Marga que acepta sin mucho entusiasmo pero no me importa. Me acerco a Mila e intenta rechazarme pero le sujeto un brazo y la fuerzo a besarme. No es un beso cariñoso, es una pugna, un duelo, una batalla en la que nos mordemos los labios hasta hacerlos sangrar, hasta que ella, impotente para oponerse, se entrega.
Coge mi mano y la dirige hacia la vagina de Mariele que ha recibido una buena dosis de líquido lubricante con algún dilatador.
Con mi mano en sus manos, me coloca los dedos en posición para penetrarla, dos dedos, tres dedos, movimientos dentro, fuera, rotando la mano y dándome instrucciones hasta que tras varios minutos, con un profundo gemido de la chica, mi mano queda alojada en su interior.
Me sujeta para que no me mueva durante algún tiempo, después me indica que gire a izquierda y derecha lentamente. Me dice que cierre levemente el puño manteniendo las uñas hacia el interior de la palma, para evitar lesiones.
El tacto es suave, cálido, la sensación es de una extrema sensualidad. Adentro y afuera, una y otra vez, rotando. El interior del vientre es caliente. La muchacha gime, mientras Marga, debajo, acaricia con su lengua el clítoris y con sus manos pellizca sus pechos, sus pezones.
El orgasmo me pilla desprevenido, es brutal, espasmódico. Las contracciones del esfínter vaginal aprisionan mi mano en su interior con una fuerza increíble, sus gritos resuenan en la habitación. Mueve la cama con todos nosotros encima.
Miro a Mila atónito, no me lo esperaba. Mila sonríe, como una madre sonríe a un hijo que acaba de aprender una lección. Me indica cómo sacar la mano sin provocar dolor a la chica que queda desmadejada con los brazos en cruz sobre Marga y las piernas estiradas y abiertas en V invertida. La experiencia ha sido grandiosa. ¿Quién me lo iba a decir?… En un mes estoy conociendo más sobre sexo que en los treinta y nueve años de mi vida.
Por fin Marga consigue librarse del cuerpo de Mariele que se queda dormida. La dejamos descansar y nos vamos al salón. Mila prepara algo para comer.
Sentados a la mesa, desnudos, la comida se realiza en un ambiente más distendido, incluso se cuentan anécdotas y chistes que nos hacen reír.
Marga ha llamado a unos conocidos que se dedican a trabajos de albañilería, fontanería, electricidad… Cuando llegan los acompaña para que vean el local y nos faciliten un presupuesto.
Mila ayuda a Mariele para terminar rápido con sus quehaceres domésticos. Yo preparo el nuevo dormitorio de Marga en el que era mi despacho.
Voy al local para tomar unas medidas de una de las salas y al entrar oigo quejidos, lamentos. Me acerco a la habitación del fondo y me encuentro a Marga entre los dos albañiles formando un sándwich. Han subido su falda hasta la cintura mostrando sus nalgas desnudas han bajado la parte superior del vestido y sus pechos están entre las manos del que la abraza por detrás, el que está delante le besa la boca mientras con una mano amasa los glúteos y con la otra acaricia su sexo.
Me retiro discretamente y vuelvo con Mila.
— ¿Qué ocurre?, traes mala cara — Me dice al verme entrar.
— ¿Marga no se cansa? Esta liada con los dos albañiles — Le digo.
— A ella la has dejado al margen hoy y estaría caliente. Además es su modo de cerrar los tratos. ¿Cómo crees que he ganado el dinero que tenía en el banco?
— Con tus citas. ¿No?
— No José, no. Las citas no dan tanto dinero, hay mucha competencia con las muchachas que vienen engañadas de los países del este, de África, de Asia, forzadas a prostituirse a cambio de una miseria — Me explica como una maestra a su alumno — Las citas han sido, para nosotras, una forma de acceder a información que, adecuadamente utilizada, puede llevar a negocios donde sí se gana mucho dinero. Hace unos años el mercado inmobiliario era una mina. Se cerraban tratos en los que los beneficios eran muy altos y el sexo facilitaba esos tratos. Marga y yo comprábamos sobre plano viviendas y locales y nos dedicábamos a buscar clientes a quienes vender con márgenes altísimos.
— ¿Entonces la sesión de la otra noche con Marga y los dos energúmenos que acabaron soltando el dinero en nuestra cama? ¿También era un negocio? No me lo creo — Le digo furioso.
— Pues créetelo. Precisamente un antiguo colaborador nuestro en el tema inmobiliario llamó a Marga para pedirnos el favor de convencer, a esos “energúmenos”, para firmar un contrato con un ayuntamiento que le permitiría ganar cerca de un millón de euros, de los que recibiríamos un pellizquito. Por eso les permitimos hacer lo que viste.
— Pero tú disfrutabas, yo lo vi — Dije, sintiendo fuego en las entrañas al recordarlo.
— Mira José, no deberíamos hablar de esto porque sé que te duele. Aprendí muy joven que cuando me veo forzada a hacer cosas que son desagradables, incluso dolorosas, lo mejor es hacerlo buscando alguna fuente de placer que lo compense. Para eso Marga es insustituible. Nos compenetramos muy bien y ella sabe cuándo lo estoy pasando mal. Cuando me duele trata de paliar el dolor dándome placer. Aquel tipo me destrozaba el culo, creo que lo viste ¿No? Pues Marga me acariciaba el clítoris y los pechos para hacerlo soportable. También utilizamos la bebida como anestésico. Después de algunas copas se me hace todo más llevadero. Lo que no he aceptado nunca es ir por el sendero de las drogas, cocaína, heroína. He visto a otras putas lo que son capaces de hacer por un chute. Eso jamás — Responde condescendiente.
— Pero con Carlitos si lo pasabas bien ¿O no? — Insisto.
— Por favor José, no sigas atormentándote. Carlitos era un juguete, me daba gusto y me traía las cosas del súper sin pagar. Sí, también es prostitución he sido y soy una puta. He follado por dinero y porque me gustaba, te lo he dicho y lo repito. ¿Hasta cuándo vas a seguir dándole vueltas a este asunto? Te quiero, no sabía cuánto, pero ahora lo sé, cuando te he perdido. Cuando quizá ya no tenga remedio. ¿Pero qué puedo hacer? ¿Qué quieres que haga? ¡¡Dímelo por favor!! No te quedes callado y dímelo.
— No sé qué decir Mila. Déjame que intente entender lo que ha pasado. Es por esto que te pido que me lo cuentes todo, sin dejar nada. Necesito comprender.
— Pues estoy dispuesta a responder a lo que me preguntes. No te ocultaré nada y sé que habrá cosas que te dolerán mucho. Quería evitarte ese sufrimiento.
Marga entra y nos mira a ambos.
— ¿Ya estamos otra vez de gresca? ¿Qué pasa ahora? — Dijo Marga arrugando el entrecejo.
— José te ha visto con los albañiles y no entiende porqué — Respondió Mila.
— Pues es muy sencillo. De un presupuesto inicial de doce mil euros vamos ya por ocho mil. ¿Te parece bien? ¡Ah! Y he visto que ya tengo el cuarto arreglado, esta noche me quedo aquí si os parece bien — Dice Marga con desparpajo.
— Por mi bien, Mila ¿qué piensas? — Intervengo.
— Por mí también, a ver si entre las dos podemos meterle en la cabeza a este bruto, que lo que hacemos es por el interés por el nuestro y por el suyo — Apostilla Mila, furiosa.
— O sea, que vais a seguir follándoos a quien se os ponga a tiro — Protesto.
— Bueno, si no te parece bien lo podemos discutir — Interviene Marga
Llegan los niños con Ana y dejamos el dialogo en suspenso. El resto de la tarde se desarrolla con normalidad. Con los peques en la cama, nos sentamos en la cocina.
— ¿Ana cómo te ha ido hoy? — Pregunto a mi hija.
— Bien papa. Te he prometido que no te voy a fallar y no lo haré — Responde con aparente sinceridad.
Se sienta sobre mis rodillas y me besa con cariño en la mejilla.
— Ana deja a tu padre que tenemos que continuar hablando con él de ciertos asuntos — Es Marga quien interviene.
— Yo me quedo. A mí también me interesan vuestros asuntos — Protesta Ana.
— Si hija, quédate porque entre las dos me pueden, a ver si contigo a mi favor se equilibra la cosa — Dije apesadumbrado.
— Pero ¿Cuál es el problema? — Pregunta Ana y su madre le responde.
— Que tu padre quiere entender por qué somos putas. Y yo le digo que no hay nada que entender. Lo somos. Y eso no se puede cambiar. ¿Qué no le gusta? Lo siento, pero esto es así. Cuanto antes lo acepte mejor para él. Y aceptar supone, no pillar un berrinche cada vez que nos vea a alguna de nosotras liada con alguien. Tiene que tener la seguridad de que lo hacemos por interés, que solo follamos, pero es a él a quien queremos — Tras la exposición de Mila Ana toma la palabra.
— Pues yo solo veo una solución. Papa, dices que necesitas saber nuestro pasado para comprender. De acuerdo, pero ten en cuenta que no debe condicionar nuestro futuro. No nos reproches nada. Lo que hemos hecho, hecho esta y no podemos cambiarlo, pero sí podemos comprometernos a vivir sin crearnos problemas absurdos… Podemos cambiar. Tú ya lo estás haciendo y nosotras también. Yo no volveré a venderme, puedes estar seguro. Pero nosotras pensamos que el sexo y el afecto son cosas distintas. Si no aceptas esto no podremos ponernos de acuerdo nunca… Tienes que aprender a separar las dos cosas. Mientras no lo hagas, mientras asocies el sentimiento y el placer sexual no tendremos paz. Te queremos mucho las tres, estoy segura, pero debes aceptar que no somos monjas y nos gustan los juegos sexuales… Puedo asegurarte que no volveré a vender mis favores, eso lo tengo muy claro, pero no dejare de tener sexo. Y… Tengo que confesarte que hoy… Nos hemos hecho unos deditos Claudia y yo en el servicio del insti. Me relaja mucho. ¡Joder! … Y ahora me da vergüenza decirlo.
Ana se cubre la cara con ambas manos. Su exposición, su sinceridad, me deja perplejo.
— Vaya, el razonamiento de Ana me ha dejado sin habla… Eres una mujer muy madura Ana. Al parecer el equivocado soy yo, dame un abrazo cariño… — Ana me abraza y me enternece — Pero aunque cambie mi modo de pensar, cosa que ya he hecho, mi problema sigue siendo la desconfianza. Y esto, ya lo he hablado con Mila, solo el tiempo y vuestro comportamiento lo resolverá… Ana, llama a los niños, vamos a cenar.
La comida transcurre con normalidad, intento por todos los medios que a Pepito y a Mili no les afecten los cambios o, al menos, no negativamente.
Ana se lleva a los niños a su cuarto los acuesta y vuelve al salón.
— ¿Cómo lo vamos a hacer José? — Pregunta Mila.
— ¿El qué Mila? — Pregunto yo extrañado.
— ¿Cómo nos vamos a acostar? O mejor dicho, ¿Con quién, te vas a acostar? —Aclara mi mujer.
De nuevo mi cara de extrañeza.
— Pues, no me lo había planteado. ¿Qué pensáis vosotras? ¿Cómo lo hacemos?
Las tres mujeres me miran y riendo dicen casi al unísono.
— ¡¡Pues con las tres!!
— ¿Los cuatro juntos? — Pregunto ingenuamente.
— ¿Por qué no? — Responde Mila.
— Eso digo yo ¿Por qué no? Vamos — Digo, sin tener muy claro el asunto.
Fuimos los cuatro juntos a la cama. Resultaría algo pequeña, pero no era la primera vez que se las tenía que ver con tanta gente encima.
Me empujaron, caí de espaldas y sobre mi cayeron las tres, la cama crujió y se partió. Fue una casualidad que no nos diera el cabecero a cualquiera de nosotros. Entre risas desmontamos la cama, fuimos a por los colchones de Ana y Marga, los colocamos en el suelo y nos acostamos, haciéndonos cosquillas y acariciándonos.
Me dejaron en medio de Mila y Marga y a su lado Ana. Poco después penetraba a Marga, que me daba la espalda mientras Mila detrás acariciaba mis testículos y sentía las caricias entre Ana y Marga, sus besos, masturbándose con los dedos.
No tardaron en producirse los orgasmos, Ana fue la primera, la experiencia de Marga surtía efecto. Casi inmediatamente, aprecié el temblor que agitaba a Marga. También Ana la acariciaba.
Cuando se calmó me gire hacia Mila, que esperaba impaciente. Acaricié sus mejillas y bebí la miel de sus labios, al tiempo que ella acariciaba con sus manos mi verga que seguía rígida, la colocaba entre los labios de su vulva y movía las suaves caderas hasta quedar sepultada en su carne. Vibraba, se movía con una suave cadencia, entraba y salía de su cuerpo provocando sensaciones jamás experimentadas por mí.
No quería correrme aun, quería que fuera ella quien primero llegara al clímax.
Dio un giro con su cuerpo, me puso boca arriba y se colocó sobre mí, me cabalgo como una posesa, mis manos amasando sus tetas, se dejaba caer sobre mi pecho y me sorbía la vida por la boca, su aliento, sus labios, las lenguas se entrelazaban, las manos acariciaban sin descanso. Jadeaba, se erguía y abría la boca como queriendo atrapar todo el aire.
Y lo logré. Fue como un quejido salido de lo más hondo de sus entrañas, fue creciendo hasta convertirse en un bramido gutural acompañando las contracciones de sus piernas que aprisionaban mis caderas y se derrumbó sobre mi pecho.
En medio de sus estertores me deje ir, sentí el calambrazo que recorría mi cuerpo, desde la cabeza a los pies y se centraba en mis genitales, estallando en un orgasmo que nubló mi vista y me dejó sin fuerzas, pero seguía dentro de Mila, que se movía de nuevo, hasta lograr varios orgasmos, en un corto periodo de tiempo, para quedar deshecha sobre mí con nuestros labios unidos.
No es posible definir lo que sentí en aquellos momentos. Una mezcla de ternura, cariño, gozo, pasión. Estaba eufórico. ¡¡Amor, joder!! ¡¡Esto es AMOR!! ¡¡Os quiero y me encanta que seáis felices, follando, con quien os dé placer!! Pensé en silencio.
Para mí fue una gratísima experiencia sentir tan cerca los cálidos cuerpos de las mujeres a quien más amaba, a las que deseaba. Si alguien hace un mes, me hubiera dicho lo que estaba sucediendo, no solo no le hubiera creído le habría partido la cara. Sin embargo en ese momento me sentía inmensamente feliz.
Tengo la sensación, de haber salido de una profunda caverna y ver la luz por primera vez. Como cuenta Sócrates, desde dentro solo veía sombras, eso era para mí el mundo, sombras. Ahora al salir veo las imágenes claras con una luz diáfana. Pero tanta luz me deslumbra. ¿Lo que veo es real? ¿Yo estaba equivocado? ¿Ciego? Con estas disquisiciones caí en los brazos de Morfeo. Y en los de Mila y Marga que me abrazan por ambos lados.