16 dias cambiaron mi vida 14.-Lunes 29 de abril
Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.
14.-Lunes 29 de abril de 2013
Cuando desperté, Mila no estaba en la cama. Me asome y Ana tampoco estaba en su habitación. Me di una ducha. Tome café que estaba preparado en la cocina y fui al centro de control.
Tenía que ver que habían hecho el sábado mientras estuve fuera con los niños.
Pase imágenes de Ana contándome su historia hasta que me vi salir del piso. Las dos seguían en la cocina. Mila hablaba con Ana.
— Eso que le has contado yo no lo sabía.
— ¿El qué mamá?
— Lo de Pedro.
— ¿Lo conoces?
— Me tuvo liada casi dos años. Trató de chulearme, pero de eso hace mucho. Es un amigo de María. Bueno, hay quien dice que es su hijo… Y ella lo utiliza para convencer a tontas como tú de lo bueno que es ser puta.
— ¿Tontas como yo? Y cómo tú ¿no?
— Si, tienes razón, perdona, también como yo, no nos peleemos por eso.
— Mamá, ¿desde cuándo conoces a María?
— Desde hace muchos años. Cuando entramos Marga y yo en el grupo Ji, — X en griego —, ella estaba allí. Trabajaba como celestina de Gerardo, que regentaba una cadena de puticlubs de carretera y un club de citas para gente importante, donde empezamos a putear Marga y yo recibiendo a “señores”, que pagaban cifras astronómicas por hacer guarradas con nosotras. Claro que, muchas veces, disfrutábamos.
— ¿Y qué hablasteis cuando te llamo?
— Me llamo por teléfono, quería hablar conmigo. Le dije que viniera a verme y me contestó que quería mostrarme algo; que era muy importante. Me esperaba en su piso el siguiente martes a las once de la mañana. Cuando llegué a su casa la noté muy nerviosa, atropelladamente, de sopetón, me dijo que tú estabas allí con un cliente. Me entró lo que no puedes imaginarte. No quería esta vida para ti. Se me aflojaron las piernas, me mareé y tuve que sentarme. Cuando me calmé, me explicó, que habías llegado allí por casualidad, ella no supo que eras mi hija hasta el día antes. Pedro le comentó el parecido que tenías conmigo y ella se informó, por Paolo, de tu nombre completo, asoció el segundo apellido conmigo, indagó y lo confirmó.
Ella me conoce y sabe que puedo crearle problemas, así que optó por decírmelo antes de que me enterase por otro lado. Me preguntó si quería verte, me levanté y fui a la habitación del cuadro, lo quité, miré y allí estabas tú. Era uno de tus primeros encuentros con el tipo importante. Estaba dispuesta a entrar y formar una bronca, pero María me calmo y me hizo ver que tú eras como yo de cabezota, que te gustaba aquello y lo disfrutabas, como yo. Y que si te sacaba de allí lo harías por tu cuenta, con los peligros que sabemos conlleva. Al menos allí, María, te tendría más controlada. Así que decidí dejarte como estabas.
Por cierto, mamabas muy bien aquella mierdecilla de polla, tienes una habilidad especial.
— Al parecer es de familia. Nos gusta y ya está. Dijo Ana fríamente.
Dejo la grabación porque entran Mila y Ana en la cocina
— ¿Que vamos a hacer con lo de papá? — Ana miraba a su madre.
— Tal y como están las cosas lo que él diga. De todos modos ya estaba harta de esta vida. Después de la paliza del otro día me estaba replanteando si seguir o no con las citas.
— Mamá, ¿nos estará escuchando?
— Quien sabe. De todos modos las imágenes que vimos eran del dormitorio, allí si puede que esté grabando. Por cierto, ya he llamado a Marga a Claudia y a tu amiga para que vengan a comer y no sé dónde está tu padre. Voy a llamarlo al móvil — Mila descuelga el teléfono para llamarme.
— ¿Para qué las querrá ver? — Preguntó Ana.
Suena mi teléfono. Dejo que dé tres toques antes de cogerlo.
— ¿Si?, dime Mila.
— José, he invitado a Marga y a Claudia con su niña para que vengan a comer. ¿Tú estarás no? Me dijiste que las llamara.
— Vale Mila, te dije que tenías que llamarlas pero no cuando. Por esta vez pase pero la próxima no llames a nadie, ni hagas nada, sin consultarme, ¿está claro?… Dentro de un rato estoy ahí.
— Bueno… Perdona no volverá a repetirse.
Cuelga.
— Vaya, ¿a qué resulta que no conocíamos a tu padre?
— ¿Que te ha dicho?
— Que ahora viene, pero echándole genio.
— Y que esperabas después de lo que le hemos hecho. Mama, me da mucha pena. Es muy bueno y no se merecía esto.
— Ya me lo has dicho dos veces. ¡Sí! le he engañado, pero. ¿Qué podía hacer? ¿Convertirme de la noche a la mañana, en la puritana que aparentaba ser cuando me casé? ¿Consumirme en casa como una monja mientras el mundo giraba a mí alrededor? No, Ana… Hubiera sido peor… Hay millones de parejas que viven toda su existencia amargándose, sacrificándose, sufriendo y haciendo sufrir a toda la familia. Al menos nosotros hemos sido felices hasta ahora. Nos gusta follar y lo hemos hecho. Ya está.
— Pero, es que no ha sido un simple engaño, ha sido monstruoso, mamá. Hasta ahora, yo no era consciente de lo que estábamos haciendo y de las consecuencias que podía acarrear.
— Que le vamos a hacer. Ahora solo podemos esperar a ver que decide papá. Y obedecer. Si lo piensas bien no es muy diferente a lo que he estado haciendo. Me llaman, acudo a la cita y obedecemos las ordenes que nos dan, chupa, chupo, chocho, chocho, culo, culo, lo que nos piden lo hacemos. La única diferencia es que será papá quien lo organice. Quizá no sea tan malo, sobre todo para ti. Recuerda que te dije que no estaba conforme con lo que hacías. Que debías dejarlo porque aún eres una niña.
— Y yo te conteste que tú no eras quien para decirme qué debía hacer. Ahora me arrepiento, lo siento mama. Quizás tengas razón y esto que ha pasado sea lo mejor.
Me voy para mi casa. Ya no me altera nada. Sigo adelante con mis planes.
En la entrada me encuentro con Marga. Nos saludamos con un beso y subimos al piso. En la entrada está Mila.
— Hola familia, ¿que se celebra hoy para invitar a tita Marga? — Pregunta a Mila
— Es una comida familiar y tú eres de la familia — Responde mi mujer.
— Si Mila, pero sospecho que algo más ocurre. ¿No estarás embarazada?
— No querida. Eso se acabó. Cuando tuve a Mili me hice ligar las trompas para evitar más embarazos.
Me quede de piedra, yo no sabía nada. La miré. Si pudiera la hubiera fulminado con los ojos.
— Vaya, gracias por avisar, ¿Guardas más cosas en tu armario? — Le pregunté.
— Puede José. Puede. Ya irán saliendo según vayas aceptándolas — Respondió.
—Oh… Oh… Aquí pasa algo y yo me quiero enterar — Intervino Marga.
— Te enteraras, Marga, te lo aseguro… — Respondí — ¡Mila, Ana a poner la mesa! — Alzando la voz
Marga me mira sorprendida; normalmente era yo el encargado de prepararlo todo.
Llaman al portero. Contesta Ana y abre, son Claudia y su hija. Suben y las espero, abro la puerta, entran y las saludo con un beso.
— Que sorpresa, José en casa un lunes. ¿Ocurre algo? — Dice la madre.
— Ya hablaremos, pasa al comedor — Le respondo.
Ana intenta irse a la habitación con la hija de Claudia.
— ¡¡Ana!! Vamos al comedor. Nada de secretitos por ahora. Ayuda a tu madre a poner la mesa — Le ordeno a mi hija.
Nos sentamos a la mesa. Comemos sin casi intercambiar palabras.
— Oye Marga ¿tú sabes que hacemos aquí? ¿Qué pasa?— Pregunta Claudia
— Sé lo mismo que tú, Claudia — Responde Marga — Pero algo raro me huelo…
Terminada la comida, las invito a sentarse en el salón frente a la pantalla. Me dirijo al equipo de video y sonido.
— Queridas, el motivo de esta reunión es el de poner algunas cosas en claro — Les digo con calma.
Conecto el pendrive, con las fotos y la grabación sonora de los lavabos del bar de Chueca. Claudia abre los ojos como platos. Marga, Mila y Ana me miran con asombro.
— ¿Qué es esto José? ¿Qué pretendes con esto? — Dijo Claudia fusilándome con la mirada.
— En principio, que tu hija sepa algo de ti que no sabía. Si te digo la verdad fue patético, dejaste al pobre chaval traumatizado para el resto de su vida… ¿Cómo podéis ser tan egoístas? — Comenté.
— Claudia, hija vámonos — Intenta levantarse para marcharse.
— No Claudia quédate, te conviene, también vas a conocer a tu hija.
Selecciono la grabación de la niña con mi hija y sus “clientes”, incluida la charla donde se habla de María.
— ¡¡Claudia por dios!! ¿Qué es esto? — Grita la madre a la hija.
La niña se rebrinca. Con un cinismo inaudito.
— Ya lo ves mamá, a mí también me gusta follar.
Marga no dejaba de mirarme con gesto escrutador. Ya se imaginaba lo que estaba pasando. Pero no lo sabía todo.
— Claudia, a partir del 3 de Junio, lunes, empiezas a trabajar para mí, en mi agencia como puta. La discreción será total, ganaras dinero y te follaran, que es lo que te gusta —Le suelto a bocajarro — Si no aceptas, tu marido y toda tu familia, recibirá las grabaciones, las fotos que tengo y…. Jajaja. Tus bragas. Con restos de tu calentura y los del chaval, a quien casi conseguiste follar — La cara de incredulidad era todo un poema — Ya lo decía tu hija te cuesta la misma vida correrte y aquel muchacho, me consta, hizo lo que pudo.
Sentada en el sofá, se abraza a Mila llorando.
Marga me mira fijamente.
— Y a mí ¿Cómo me vas a chantajear? — Me dice con sorna.
— De ninguna forma Marga — Le respondo — A ti te voy a proponer un negocio que no creo que dejes escapar. Como le he dicho a Claudia, en un mes estará funcionando la agencia por eso necesito tu ayuda tus contactos y quizás… tu fidelidad. Creo que has sido la más honrada de todas y prefiero que seas tú quien me ayude a llevar este negocio… ¿Qué contestas?
Ya más relajada, su cara reflejaba sorpresa, incredulidad.
— ¿No vas a dejar que lo piense? — Me responde riéndose nerviosa.
— Sí… un minuto. O te subes al tren o lo pierdes — Respondo.
— No me dejas elección… De acuerdo… ¿Cuándo empezamos?
— ¡Ya! Ahora mismo — Contesto — Las niñas a la habitación de Ana. No salgáis de allí hasta que yo os llame.
Mila me miraba asombrada. Me dirijo a ella.
— No Mila, no estoy loco, he estado a punto de perder el juicio por tu culpa pero no… Marga, durante años he deseado besarte. ¿Puedo?
Marga, sin dudar, se aproxima la tomo en mis brazos acerco mis labios a su boca y la beso. Me gusta, huele muy bien, además de su perfume detecto un delicioso aroma a hembra en celo.
Pongo música chillout, suave.
— Marga, ¿bailamos?
Inicia un baile sensual con movimientos sugerentes. Yo me muevo a su alrededor. Ayudo a desprenderse de la camisa y queda desnuda de cintura para arriba. No lleva sujetador. No lo necesita, sus pechos no son grandes, pero sí muy hermosos. Las areolas como pequeñas monedas, de un delicioso color rosado y un pezón casi imperceptible.
— ¡¡Vamos, espabilar Mila, Claudia!! — Las invito al baile — Ahora soy vuestro cliente, tenéis la obligación de complacerme, si no lo conseguís no cobráis — Mila intenta marcharse y la detengo — No Mila… Tú te quedas… Quiero que estés presente. ¡¡Obedece!!
Marga sorprendida no pierde el tiempo y me desabrocha la camisa. Me desprendo de ella y del cinturón del pantalón que se encarga de bajarme. Le quito la falda y admiro sus torneadas piernas, con un tanga hilo dental negro con lacitos en ambas caderas y medias grises hasta el muslo con ligas.
Paso el dedo índice de la mano derecha por sus labios, su boca se abre y lo captura en un voluptuoso chupeteo.
Mi mano izquierda acaricia sus pechos, los pezones crecen, parecen pequeños garbancitos, duros y rugosos. Deslizo mi mano izquierda a lo largo de su vientre acariciándola, mientras con la derecha sujeto su cabeza con los dedos entre sus sedosos cabellos, atrayéndola hacia mí, besándola con ansia, con desesperación. Jamás había besado a otra mujer aparte de Mila. Mi excitación hace estremecer mi miembro que, constreñido por el slip, me produce dolor. Al llegar con mi mano izquierda al elástico del tanga, paso mis dedos por dentro hasta colocar mi mano sobre el pubis. Percibo el calor que desprende a través del pequeño triángulo de tela. Meto un dedo en su húmeda fruta y da un respingo.
Me paro un momento y empiezo a frotarlo, a pasarlo a lo largo de su raja que moja toda mi mano, froto lentamente arriba y abajo varias veces hasta detenerme en su guisantito abultado por la excitación. Me entretengo en él mientras sigo besándola y arañando con mis dedos su nuca. Lanza un grito y con un extraño movimiento me aprisiona entre sus muslos con una fuerza inusitada. No puedo mover ni sacar mi mano, la sujeto con mi brazo derecho por la espalda para que no se caiga y la deposito en el sillón.
Se deja caer, con la cabeza hacia atrás. Poco a poco recupera su respiración.
— ¡¡¡JODER, JODER, JODER!!! ¡¡Ha sido bestial!! — Grita — Hacía años que no me corría así. ¡Mila, eres una hija de puta! Lo tenías guardado y no lo aprovechabas. Has perdido y me has hecho perder quince años de auténtico placer.
Mila, sentada junto a Claudia en el sofá cubre su cara con las manos.
— ¡¡Mila, mírame!! ¡Quiero que veas, en lo que me has convertido! — Le grito.
Mila levanta la cabeza y me mira con profunda tristeza. ¿O la finge? No lo sé aún.
— ¿Qué quieres que vea? ¿Qué ha sido necesario que me veas follar como una perra para que te comportes como un hombre? ¿Para qué dejes de ser un santurrón con la mente de un monje? Si lo hubieras hecho hace quince años, ahora no estaríamos así — Responde con acritud.
— Tienes mucha razón, pero tú lo sabías, sabías como era hace quince años. Si me hubieras dejado entonces, mi vida sería otra sin tener que pasar por las humillaciones que me has prodigado. Ahora ya no tiene remedio — Cojo de la mano a Marga — Marga ven conmigo. Vosotras quedaos aquí, ya os llamare. Mientras tú, Mila, cuéntale a Claudia todo el plan y los controles a los que estaréis sometidas.
Me llevo a Marga al dormitorio. Me tiendo, ella se arrodilla en el suelo entre mis piernas, con las dos manos coge mi verga que ha empezado a encogerse por el altercado con Mila. Pasa sus labios por el glande, golpea ligeramente con la lengua el prepucio, sube a la cama y coloca su sexo sobre mi rostro. Es la primera vez que tengo un sexo tan cerca de mi cara. Lo que me estaba perdiendo. No se lo pedí nunca a Mila y ella tampoco me lo ofreció. Aunque de haberlo hecho quizá yo lo hubiera rechazado. Hace tan solo tres semanas esto sería inimaginable para mí, para el José que trataba de dejar atrás. Beso y con la lengua acaricio su grieta. Me impacta el sabor que pensaba sería desagradable y ahora compruebo que me gusta, un punto salado pero suave. Ella chupa y lame mi miembro hasta que la rigidez se me hace insoportable.
Empujo suavemente su culo desplazándolo y ella, comprendiendo lo que quiero, coloca su vulva sobre mí y se empala. Deja caer su torso y siento sus senos duros y sus pezones sobre mi pecho. Me abraza, sus besos son cálidos, húmedos. Mueve sus caderas con la maestría de años de experiencia. Intento pensar en todo lo ocurrido, en las lágrimas que he derramado, en mi desgracia. Estos pensamientos retrasan la eyaculación, Marga de pronto grita, araña mis hombros, mi espalda, me estruja entre sus brazos.
— ¡¡¡AAHHH!!! ¡¡¡QUE GUSTO…. DIOOSS!! — Grita — ¡¡JOSÉ TE QUIERO, TE HE QUERIDO DESDE QUE TE CONOCÍ!!
Tras un fulminante orgasmo se desploma sobre mi pecho. Al sentirla arqueo mi cuerpo, penetrándola totalmente y me derramo en su interior. Lo que sentía es inenarrable. Era fuego en mi pecho. Mi corazón casi se paraba. Me faltaba aire.
— Marga. Te quiero. Creo que yo también te quiero ¿Joder, qué estoy diciendo? Creo que te he querido siempre. Pero mi moral, mi ética, no me permitían demostrarte mi amor. Yo era un hombre casado y me debía a mi familia. Ahora todo es distinto.
Acaricio su espalda su nuca, la redondez de su culo, la piel suave delicada, deslizo su pelo entre mis dedos. Sigo hablándole. Me sentía confuso, no sabía muy bien lo que decía. Me debatía en una tormenta de sentimientos encontrados. Odio por el engaño, amor por los años de convivencia. Pero también miedo… Miedo a un futuro incierto al que me veía abocado. Era como conducir una locomotora sin frenos por una cuesta abajo…
—Pero a pesar de todo también quiero a Mila, ha sido mi compañera durante muchos años — Le dije al fin — Al principio me engañe a mí mismo confundiendo amor con obligación. Ahora siento cariño y pena por ella. Sabes bien que me casé por el embarazo. Era mi responsabilidad. Con el tiempo he llegado a quererla, pero su traición ha hecho inviable nuestros futuros juntos. Por otro lado están los pequeños a los que quiero a pesar de no ser míos. No quiero que sufran.
— ¿Los niños?… Ya lo suponía, Mila no tenía idea de quienes podían ser los padres. Cuando descansaba de los anticonceptivos estaba muy expuesta, trataba de poner barreras pero cuando bebíamos en alguna fiesta perdía los papeles — ¿Intentaba Marga justificar a su amiga y amante?
— Y las bragas Marga y las bragas. Así me engañó. En una de las pocas fiestas a las que me llevó, me convenció para beber tequila, sal y limón…Yo no estaba acostumbrado al alcohol, me mareé, me arrastro a una habitación donde había otra pareja follando, los aparto y me coloco a mí en la cama. Los otros siguieron y cuando me di cuenta estaba desnudo y me estaba cabalgando. Era mi primera vez. En un momento de lucidez la vi desnuda, con sus pechos botando y la otra pareja mirándonos. Aquello era alucinante y llegue al clímax. Después lo hicimos algunas veces más, pero se cabreaba cuando me corría enseguida y ella no llegaba. Y en lugar de ayudarme a superarlo me hizo un cornudo — Pensaba en voz alta.
—Y lo sigues siendo, un maldito cabrón que ahora me traiciona a mí — Era Mila, ella y Claudia nos miraban desde el pasillo.
— ¿Lo has oído? Bien, me alegro. Pues esto es lo que has conseguido, un cabrón. Y como estoy en periodo de aprendizaje en un curso de cornudos; Marga, necesito que me ayudes en esta aventura que es nueva para mí. ¿Le comerías el chocho a Claudia? — Le propuse a mi partenaire.
— Me encantaría, aunque es una estrecha para ciertas cosas. A mí me encanta comerme un chumino y que me lo coman — Me responde sin saber lo que le he visto hacer.
— Pasa Claudia, creo que te perdiste algunos temas del curso — La invito a la sesión.
— ¿Yo? ¿Qué quieres hacer ahora conmigo? — Pregunta algo asustada.
— Ya lo veras. Por lo pronto desnúdate, Mila ayúdala.
Se desnuda con la ayuda de Mila y se acerca a la cama.
— Esto no me gusta José.
— Te gustara ya lo veras. Marga tiéndete y tu Claudia colócate al revés sobre ella.
— Esto es un sesenta y nueve — Especifica Marga.
— Así es, comeos el coño, ¿Te gusta Marga? Para mi es la primera lección del curso sobre sexo— Les digo.
— Si, ya sabes que me gustan los chochetes — Responde Marga riendo.
— ¿Y a ti Claudia?— Le pregunto.
— Estoy muy cohibida, me da vergüenza — Me responde con cara compungida.
— Mila desnúdate y ayúdalas — Ordeno.
En silencio se desnuda y se tiende al lado de la pareja, acariciándolas a las dos.
— ¿Habéis hecho esto muchas veces? — Pregunto.
— Muchas con Marga pero Claudia no solía participar, era más de polvete y sal corriendo en el WC de cualquier bar — Responde Mila.
— ¿Y le cuesta correrse? — Sigo con mi interrogatorio.
— No le conozco ningún orgasmo con nosotras, es muy dura y no venía a las orgias. Decía que no le gustaban — Responde Marga apartando un poco su cara de la entrepierna de Claudia.
Mientras hablábamos se comían sus respectivos chochos. Me coloco detrás de Claudia que se mueve inquieta.
—Por atrás no, por favor que no me gusta — Dice la mujer.
— Te gustara, ya lo creo que te gustara — Le respondo.
Emitía grititos, como una niña pequeña.
— Mila trae el bote de lubricante de tu armario. Ah y no lo cierres nunca más con llave — Sigo dando órdenes a mi mujer.
Mila, extrañada, obedece. Dejo caer un chorro de líquido en el culo de Claudia, que da un respingo al sentir el frio.
—Ahora me toca a mí — Le susurró al oído.
Deslizo arriba y abajo mi miembro rozando los labios de su coño hasta que lo siento suficientemente húmedo, entonces penetro su cuerpo lentamente, centímetro a centímetro, hasta tenerla toda dentro. Marga le lamia el clítoris y mis testículos. La saco despacio, a cámara lenta y noto la agitación de la mujer, acelero y cuando la oigo jadear con fuerza ante el inminente orgasmo, se la saco.
—Marga, párate — Le digo.
— ¡Ahora no os paréis, cabrones! ¡Estoy a punto de correrme! — Claudia protesta, como cuando lo hacía con el chico en el WC del club.
Inicio la introducción en su ano y ella protesta, se mueve hacia los lados.
— Marga sujétala.
Y con un fuerte golpe de caderas meto más de la mitad, ella grita. Me quedo quieto.
— No te habían follado nunca el culo ¿verdad? — Pregunto.
— No, nunca ha entrado nadie por ahí — Responde llorando.
Mila le da una palmada en la nalga y le grita enfadada.
— ¡O sea, nos tenías engañadas! Nos decías que tu marido te lo hacia todos los días zorra, que esto era lo que le gustaba.
Mirando a mi mujer le suelto.
— La mentira es la norma en este mundillo.
Comienzo un lento mete saca, sigo rociando con el lubricante, su esfínter comprimía mi polla, pero la situación me excitaba y me la endurecía.
Consigo que se relaje y la follo sin compasión. Grita pero Marga apretaba su cabeza contra su coño tapándole la boca. Silencio, solo se oye el chop-chop de mis testículos y mis muslos golpeando sus glúteos.
Nos sorprende con un grito, unos movimientos descontrolados, espasmódicos y se deja caer desmadejada sobre Marga que se la quita de encima medio asfixiada con la cara llena de fluidos varios.
Me deja muy sorprendido la facilidad con que se ha corrido Claudia. Por lo que había escuchado a su hija era casi frígida.
Cuando nos reponemos me dirijo a la ducha. Mila me interroga con la mirada.
— ¿Qué? — Pregunto.
— ¿Yo no participo en el cursillo? — Responde extrañada.
— No Mila, a ti no pueden enseñarte nada sobre sexo. Tendrás que hacer cursillos de otras cosas, por ejemplo sinceridad y honestidad dentro de tu mundo de rameras — Le digo con rabia.
Mira al suelo, recoge y se pone el vestido que llevaba. Ya todos vestidos, conduzco al grupo al salón y llamo a las niñas que se han enterado de todo desde el pasillo.
— Bien señoritas. Esto va a cambiar para ustedes también y mucho. Ya he visto sus notas del último trimestre. Nefastas.
— He reservado dos plazas para el próximo curso en dos institutos privados. En función de las notas del próximo trimestre irán a uno u otro.
— El primero es serio, pero abierto. O sea a comer y dormir en casa. El segundo es de régimen cerrado, a saber, interno. Vosotras veréis lo que os conviene.
Ana no protesta, agacha la cabeza y asiente, pero Claudia me mira altanera.
— Y si no me da la gana ir. Tú no eres mi padre.
Muy tranquilo, bajando el tono. Las demás mirándome.
— Tienes razón, no soy tu padre… Claudia, explícale a tu hija lo que ocurriría si tu padre se enterase de todo lo que yo sé sobre ti y sobre tu hija. Si esto trascendiera, vuestras madres irían a prisión y vosotras a un centro de menores. Piensa que en estas semanas pasadas he estado al borde del suicidio. Ya no me queda nada, lo he perdido todo. Vosotras y los niños sois lo único que voy a intentar salvar. Tú y Ana sois, ahora, lo que más me importa… Lo único que me importa… En pocos años seréis mayores de edad, espero que las decisiones que estoy tomando ahora sirva para que vosotras toméis las acertadas de cara a vuestro futuro. Ana ya te ha puesto en antecedentes de cuáles son las normas. No me importa si os folláis a medio colegio, pero siempre dentro de un orden. Nada de prostitución ni escándalos. Nada de drogas ni alcohol. Así nos llevaremos bien y tendréis acceso a muchos caprichos.
— Claudia, hija, tenemos que hacerle caso. No le discutas. Es la mejor solución.
— Ana, un taxi y a por los niños. Sin detenerte ni entretenerte, ya me entiendes — Le digo a mi hija — Mila, dame las llaves del otro piso y prepara la merienda — Mila saca de un bolso unas llaves y me las entrega — Claudia y Marga, venid conmigo.
Nos trasladamos los tres al otro piso. La distribución era idéntica a la del mío pero al revés, o sea como visto en un espejo.
— Marga, ¿tengo entendido que has hecho algo de decoración?— Pregunto.
— Si claro, estudié bellas artes ¿No te acuerdas?
— Lo recuerdo por eso te pido que te hagas cargo de acondicionar este piso para la tarea a realizar aquí. O sea, follar. Tiene que ser algo coqueto, agradable, que incite al goce y la lubricidad.
— Por mi encantada, pero ¿Nosotras trabajaremos aquí de putas?
— ¿Tú quieres? Claudia lo tiene que hacer y creo que tú también. Además, tengo en mente un plan que seguramente os gustara. Vamos con Mila.
Mila está preparando la merienda de los niños y algo para los demás.
— Ya tengo la libreta con nombres y direcciones de clientes de Mila. Y los listados de correos electrónicos de la web de Mila. Que por cierto ya está cerrada. Seleccionare nombres para que investiguéis las correrías de las mujeres de los “clientes”, para después invitarlas a trabajar con nosotros por muy buenos ingresos claro. Algunas os resultarán fáciles, ya las conocéis, por ejemplo la mujer de Edu. ¿Qué os parece?
Mila me mira con incredulidad.
— Tu lo que quieres es… ¡Venganza!
— De todas no, solo de algunas. Pero ¿Qué más da si mi venganza nos beneficia? — Respondo cínicamente.
— No puedo creer que hayas caído tan bajo — Observo un temblor en sus labios.
— ¿Más bajo que tú que te has comportado como una perra durante años?… A ti te lo tengo que agradecer — Respondo — Ahora voy a ser un verdadero cabrón, ya te lo dije. Tú me has hecho así; de forma que no te extrañes de nada de lo que haga o diga.
Llega Ana con los niños dejamos la discusión y merendamos. Yo me siento bien por primera vez en mucho tiempo.
— Mañana empezamos a trabajar. Claudia. Tú estudiabas derecho ¿verdad? — Le pregunto.
— Si pero no terminé, me case con un abogado.
— Pero algunos conocimientos tendrás. Ponte al día en temas de constitución de empresas, hacienda, permisos para actividades, en fin para montar una o varias empresas. Te harás cargo de la parte administrativa y yo te supervisaré. Y ahora a casa que es tarde. — Estaba algo perdido por eso tomaba decisiones improvisadas.
Mila acuesta a los niños y con Ana nos sentamos en el salón. Se sitúan una a cada lado, me dejan en medio. No sé por qué, encendemos la tele. No la vemos. Cada cual con sus pensamientos.
— Ana, me dijiste que sabias lo que hacía mamá, desde hace mucho tiempo. ¿Cómo lo supiste? — Le pregunto a mi hija.
Mira a su madre y luego a mí.
— Ya hace unos años. Tú estabas de viaje, tenías que dar un curso de unos aparatos, eso me dijiste, era en Málaga y estuviste muchos días fuera.
Una noche mamá se puso mala. Después supe lo que era, había salido y estaba bebida.
Nos mandó a dormir y nos dio un vaso de leche, como muchas veces. Los niños se lo tomaron pero yo se lo cogí y lo deje sobre la mesita, para tomarlo luego. Sin darme cuenta lo deje caer. Cogí una toalla del baño y lo seque todo, mama estaba en la ducha y no se enteró. Los cristales los tire a la basura. Y me acosté.
Al rato la escuche hablar con alguien, en el salón, se reían y se oía música. Me asomé y vi que estaban mamá y un señor en el sofá, se abrazaban y se besaban.
Volví a mi cama pero no podía dormir. Al ratito los oí por el pasillo hacia el cuarto. Mamá, había dejado mi puerta un poquito abierta y por la rendija vi que el señor le sacaba las tetas a mamá con una mano, mientras la abrazaba con la otra.
Cuando entraron en el cuarto, dejaron la puerta entreabierta. Esperé un poco.
Me acerque por el pasillo y desde la puerta vi a mama desnuda encima de aquel hombre y chupaba algo entre sus piernas. Después se puso de revés y ella chupaba y el señor le chupaba a ella el chichi. Me asusté mucho, no sabía qué hacer y me quede quieta a ver qué pasaba.
Aquello me daba miedo pero también me atraía, no podía dejar de mirar.
Mamá se colocó sobre el hombre y se metió la cosa aquella que chupaba, en su pepe y botaba encima y daba grititos, parecía que lloraba yo creía que le hacían daño y me puse a llorar. Me oyeron. Mamá se giró y me vio.
Yo llorando me fui a la cama, pero ella entro al momento y me acariciaba el pelo y la cara, las manos le olían raro. Me daba besos que olían a tabaco.
Le pregunte quien era aquel señor y me dijo que un amigo de papá que ella no se encontraba bien, que papa le había dicho que fuera a verla para que no estuviera sola y triste. Me dijo que papa lo sabía, pero que no le gustaba que habláramos de eso y que si le decía algo se enfadaría mucho conmigo.
Me sentía mal, muy mal. Se me revolvió el estómago. Cuando fui a Málaga, por un curso de equipos electrónicos, Ana tenía ocho años. Con tan tierna edad, mi hija, había visto a su madre follando con un desconocido… Y la madre le miente y la convence de que su padre lo sabe y lo acepta. Y mantiene la mentira durante años. Es diabólico.
Mila agachaba la cabeza sin atreverse a mirarme. Ana viene hacia mí me abraza y me besa con verdadero cariño. Como pidiendo perdón, cuando la culpable era su madre. La abrace y mire sus ojos empañados por las lágrimas y no, no llore. Ya no quedaban lágrimas. Tanto dolor endurece… Enfurece.
Nos fuimos a la cama, Ana remoloneaba, no quería acostarse. Mila la convenció. Y nos acostamos.
— Mañana nos traen una cama nueva, colchón, almohadas y vamos a llevar toda nuestra ropa de cama y los muebles al otro piso — Le comento a Mila.
— ¿Es necesario? — Responde.
— Es imprescindible. Me asquea dormir aquí, después de lo que te he visto hacer.
— Y de lo que has hecho esta tarde ¿No te da asco?
— No Mila, en absoluto. Tal vez tengas razón en algo. Debería haber probado antes todo esto. Pero aún tengo tiempo para aprender.
— ¿Quieres que te enseñe?
— ¡No! Tuviste mucho tiempo para enseñarme y no me permitiste, ni siquiera, verte desnuda y ahora ¿Quieres hacer en una noche, lo que no hiciste en quince años? ¡No! Mila, no… Me está sucediendo algo muy raro… El amor que yo creía sentir hacia ti primero se volvió rabia, dolor, después se ha convertido en lastima y ahora en indiferencia… No siento nada por ti Mila… Ahora ya ni siquiera me atraes sexualmente, ha sido algo extraño para mí. Se fueron mis principios, mi ética, mi moral mi estima y mi amor. Ya no queda nada. Verte en esos actos denigrantes ha sido un revulsivo… Tu cuerpo, que tanto he deseado, ahora me produce náuseas… Y no puedo evitarlo. Tal vez, algún día, pueda olvidar las atrocidades que te he visto hacer…
— Pero José, yo te deseo… Te quiero… Ahora sé que no puedo vivir sin ti, sin tus halagos, tus atenciones, tus besos. Te necesito — Me decía llorando.
— Pues vete acostumbrando. Seguiremos aparentando que no ha pasado nada ante los niños y ante amigos y conocidos. Pero aquí, entre nosotros… Ya no queda nada… En cuanto a halagos, atenciones y besos; los imprescindibles cuando haya alguien delante, pero nada más —Adoptó una postura fetal, encogida, cubriendo la cara con sus manos — ¡Olvida a José, Mila! ¡Olvídalo! Hazte a la idea de que el José que conocías ha muerto. Como la Mila de la que me enamoré… Ha muerto para mí… Buenas noches.
Le di la espalda y me quede en silencio. Sollozaba. Oí que decía muy despacio:
— Dios mío. ¿Qué he hecho?
No pude evitarlo. Salté. Me senté en la cama, cogí sus hombros y la incorporé enfrentándola. Vi el miedo en su rostro.
— ¡¡Mila!! ¡¡Ese dios al que ahora te diriges era mi guía!! ¡¡Ese dios ya no existe, ha muerto con el otro José!! — Grité.
Vi a Ana en el pasillo de entrada. También lloraba y me conmovió. Me levante y me acerque a ella, la abrace intentando serenarla, tenía el corazón encogido, hipaba con desesperación. La acompañe a su cama. La acosté me tendí a su lado, se acurruco contra mí. Temblaba.
— ¿Papa tu no me dejaras verdad? — Parecía… Era una niña asustada…
— Ana, te quiero más de lo que puedas imaginar, cuando tengas hijos lo entenderás… Pasamos por una fase crítica. Se ha derrumbado el edificio de nuestras vidas y hay que empezar a construir desde cero — Estreche su cuerpo contra mi pecho— Ahora, lo que necesito de ti es sinceridad y obediencia. Solo así podremos remontar esta crisis.
Tenía a mi hija sufriendo a mi lado y una gran ternura se apropió de mí. La estreché entre mis brazos. Ella levantó su cabecita y me dio un beso, luego otro. Y otro. Intentó besarme en la boca. Sentí un roce de su mano en mi bajo vientre… Y me aparté de ella. Negaba con mi cabeza.
— Ese no es el camino, Ana — Le dije sin acritud.
— ¡¡Papa, te lo suplico, no te enfades conmigo!!
— No Ana, no me enfado, pero es precisamente esta actitud tuya la que debe cambiar; aún eres una niña por mucho que te creas mayor. Has aprendido demasiado pronto las artes de la seducción, pero no cuando y con quien puedes, o debes, utilizarlas… Y son un arma de doble filo… Sabía que lo intentarías, pero también que no debo permitirlo… Y no lo haré. Si consintiera esta relación, dejaría de ser tu padre, para convertirme en uno más de tus amantes, o peor, clientes… No, la única razón por la que sigo aquí eres tú. Mi hija. Y no quiero perderte. Tu principal problema en este momento son tus estudios tu comportamiento, no me falles Ana… Ahora duérmete y descansa.
Beso su frente y al salir de la habitación veo a Mila de pie, en medio del pasillo llorando. Se abraza a mí, la acompaño a la cama y la acuesto. Me tiendo a su lado y tardo poco en dormirme.