16 dias cambiaron mi vida 11 y 12- Mar 23 y mie 24
Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.
11.-Martes 23 de abril de 2013
Despierto con los ruidos de los baños, los niños gritando por los lavabos, olor a café. Estoy solo en la habitación, Mila y Ana ya se han levantado. Las oigo hablar en la cocina. Se cierra la puerta principal. Queda la casa en silencio. Me hago el remolón y me quedo un rato más en la cama.
Me levanto. Anoche me dormí vestido, tumbado sobre la cama. Me desnudo y me dispongo a ducharme.
No puedo evitar las imágenes que tengo grabadas, no solo en video, también en mi mente.
Con el agua, casi fría, me voy espabilando.
Mila entra en el baño. Se desnuda y se mete conmigo, en la ducha. Con la esponja me frota la espalda. Me giro, la miro de frente. El agua nos salpica a los dos.
No puedo evitar una erección al mirar su cuerpo de piel blanca y suave, a pesar de las marcas que aún se ven en el vientre y los glúteos.
Se arrodilla a mis pies y acaricia mi escroto y se mete la verga en la boca.
Una extraña sensación ambivalente me invade. Por una parte me excita, es algo que nunca he experimentado, pero por otra me repugna, cierro los ojos y me dejo llevar. Tardo en correrme, le cuesta pero es una maestra y ya no aguanto más.
Sujeto su cabeza y se la meto hasta la garganta. Ella no se sofoca. Se la traga entera y yo descargo mi leche en el fondo, me mira, se lo ha tragado todo, sonríe.
—Te lo debía. No había probado nunca tu leche, me gusta… El café esta ya, vente a la cocina — Se levanta, sale, se seca y se va.
Tomando café y tostadas llega Ana de llevar a los niños. Se acerca con miedo a que la rechace para darme un beso, que yo acepto y devuelvo.
Se miran madre e hija, se entienden sin hablar.
Ana se prepara un vaso de cacao y se sienta con nosotros. Se respira la tensión en el silencio de la cocina. Mila juega con las migas de pan en el mantel, Ana, mira fijamente el vaso entre sus manos. Yo las miro a las dos alternativamente. Mila levanta la cabeza.
— José, no quisiera que lo que ha ocurrido en el baño interfiera en lo que decidas.
— ¿Qué me he perdido? — Exclama Ana extrañada.
— Lo normal hija, tu madre ha atendido a un viejo cliente que tenía abandonado.
— Por favor José, no digas eso. Me duele.
— ¿Qué te duele? Pues imagínate a mí, que jamás me lo habías hecho hasta ahora. Más de quince años esperando y he tenido que descubrir tu mentira, para que me mames la polla.
Mila agacha la cabeza. Ana, mirándola.
— ¡Por dios papá! Que lenguaje… La verdad mama, es que has sido cruel con papa. No se merecía esto.
— Lo sé hija, ya te dije la otra noche que he cometido errores en mi vida. Pero a pesar de todo no estoy arrepentida. También es cierto que estoy dispuesta a pagar cualquier precio por subsanar en lo posible mis faltas… José, ¿Qué vamos a hacer?
— Vamos a sentarnos en el salón — Les dije a las dos con voz calmada.
Nos acomodamos, Mila y Ana en el sofá, yo en el sillón, frente a ellas.
— Mira Mila… Voy a poner las cartas boca arriba… Tengo otras opciones, que te voy a exponer. Y necesito vuestra ayuda.
Me levanto y pongo en la pantalla un pendrive preparado, con imágenes seleccionadas de las grabaciones, en las que no queda lugar para las dudas. Ella, otros, Ana, otras. Jesús. Una pequeña muestra de su actividad en el dormitorio. Al ver las imágenes palidecen. Las veo temblar. Mila se levanta y se dirige al baño a vomitar. Ana está, como una estatua de mármol, con los ojos desencajados, viendo las imágenes.
Estoy consiguiendo parte de lo que me proponía. Detengo la reproducción y voy al baño. Está sentada en el wáter, llora.
— Llora, Mila, llora, porque todo un rio de lágrimas no expresarían el dolor que llevo sintiendo desde que empecé a conocerte… ¿Te das cuenta de la angustia que he sufrido?… ¿Eres consciente de la desgracia que has traído a esta familia? ¿A nuestra hija Ana, lanzándola a la prostitución?
La deje sola y me senté de nuevo en el sillón del salón. Los sollozos, poco a poco, disminuyeron. Ana sentada en el sofá, inclinada, con su cabeza sobre las rodillas, llora amargamente. Su madre entra en el salón. Al ver a Mila sentí pena. Su cara era de desesperación. Se arrodillo a mis pies. Cogió mis manos.
— ¿Podrás perdonarme?… Dime lo que tengo que hacer para merecer tu perdón, por favor, te lo suplico.
Sus mejillas eran un rio de lágrimas. Besaba mis manos. La aparté de mí y se dejó caer en el suelo, acurrucada llorando. La levanté y la acompañé a la habitación donde la deje acostada. Las emociones vividas eran muy fuertes, también yo lloraba. De pena, de rabia, rayana en la desesperación. En el salón me senté en mi sillón y me quedé dormido.
Me despertó el ruido de la puerta abrirse, eran Ana y los niños. Había dormido varias horas.
Alegres, bulliciosos, como siempre, se lanzan sobre mí, como si de una piscina se tratara. Los abrazo y me los como a besos. Por un lado siento que me han robado algo, la paternidad, pero por otro también he recibido de ellos, cariño, risas, las satisfacciones de un padre. Soy yo quien ha estado con ellos cuando han estado enfermos, he asistido a sus eventos en el colegio… ¿Colegio? Allí es donde Mila conoció a Manolo y a Jorge. No puedo evitarlo. Las imágenes vuelven, una y otra vez, atormentándome.
Ana también se acerca, me observa atentamente, manda a sus hermanos a su cuarto y se sienta sobre mis rodillas.
— Has llorado mucho ¿Verdad papa?
— Sí hija sí. He llorado mucho en los últimos días.
— ¿Puedo hacer algo para compensarte?
— Ya no es necesario que finjas más. He visto y oído lo que habéis hecho y dicho en las dos últimas semanas, aquí en casa, en el dormitorio. He visto a tu madre con sus clientes, en mi propia cama. Te he visto con tu madre y su amigo Jesús, con tus clientes del colegio, con tu amiguita Claudia. Te he seguido hasta el piso de María, he visto al tipo que se ve contigo, lo he fotografiado y he anotado la matrícula de su coche. ¿Y me preguntas porqué he llorado?
Ana se incorpora poco a poco hasta situarse de pie frente a mí.
— Dios mío papa ¿Qué te hemos hecho?
Cubre su rostro y llora amargamente. Mili entra y se acerca. Al ver llorar a su hermana se asusta.
— Papi ¿Por qué llora Ana?
— No te preocupes cariño, se ha dado un golpe en la rodilla y le duele.
Vete a tu cuarto que la voy a curar.
Mila está apoyada en el marco de la puerta. También llora. Ana se abraza a su madre y llorando las dos se van a la habitación.
Se asoma Pepito de la mano de Mili. Van al cuarto donde están su madre y hermana. Hablan. Oigo a Mila tranquilizando a los niños. Vuelven a su habitación acompañados por Ana. Cierra la puerta y viene hacia mí.
— Papa, que va a ser de nosotros ¿Qué va a pasar ahora?
— No quiero haceros daño. Os quiero mucho. Pero lo que habéis hecho es imperdonable. Dales de cenar a los niños, acuéstate y mañana hablaremos más tranquilos.
Me dirijo a la habitación. Mila gime acurrucada en la cama. Algunos de los sonidos me recuerdan a los que emite cuando está jodiendo. No puedo evitar los pensamientos que se cruzan en mi mente. Me tiendo a su lado y ella coloca un brazo sobre mi pecho. Se acerca a mí, siento su aliento en mi cuello, me produce escalofríos.
— Mila, ¿Qué placer experimentas cuando te toman con violencia, cuando te hacen las barbaridades, que he visto, que te hacia aquel gordo seboso del local de intercambio?
Se sobresalta y se retira. Se sienta en la cama.
— ¿Estabas allí?… ¡¡Tú!!… ¡¡¿Eras el mirón?!!
— Sí, yo era el cobarde mirón, que lloraba, viendo como ultrajaban a la mujer que amaba. Estuve a punto de mataros a los cuatro, cuando estabais aquí. En esta misma cama, en aquella orgia demencial… ¿Por qué no lo hice?... Creo que por tus hijos, que hubieran quedado, totalmente desamparados y a merced de extraños… Pero tú no has pensado nunca en ellos… Ni en nadie. Tu egoísmo no tiene límites, solo buscas tu satisfacción, a costa de lo que sea. Contesta ¿Por qué? ¿Qué te llevaba a permitir aquellas atrocidades?
— No tengo una respuesta para tu pregunta. Mi vida ha sido una sucesión de acontecimientos, que yo creí que controlaba. Pero ya veo que no era así. Ahora estoy desbordada. No sé qué pensar, no era consciente del daño que te estaba haciendo, ni del que le hacía a los niños… No tengo excusa. Pero a pesar de todo, tengo que confesarte… Que no me arrepiento. He cometido errores, quizá el mayor de ellos, haberme casado contigo. De no haberlo hecho, no te hubiera causado tanto dolor. Debería haber seguido soltera y libre, sin ataduras, para hacer lo que quisiera… Pero eso ya, no tiene remedio… Ahora dime. ¿Qué piensas hacer?
— Aun no lo sé. Intenta dormir un poco y mañana, cuando vuelva Ana de llevar a los niños, hablaremos los tres con tranquilidad.
Ana nos estaba oyendo desde la puerta abierta. Entra
— ¿Puedo dormir con vosotros?
Mila me mira y yo asiento con un gesto.
— Si pequeña ven aquí — Dijo Mila.
Se acuesta al lado de su madre, que queda en medio.
— Papa, te quiero. Buenas noches.
— Buenas noches. Tratad de dormir. Mañana tendremos mucho que hablar.
Poco después, oigo la respiración acompasada de las dos. Y me duermo.
12.-Miércoles 24 de abril de 2013
Despierto en medio de un gran silencio. Estoy solo en la cama, Mila y Ana no están.
16 días…
Hoy hace 16 días que descubrí el engaño de mi mujer, Mila.
Hoy hace 16 días que mi vida acabo. Hoy comienza un nuevo periodo de mi existencia. Mi nueva vida. Plagada de sombras y dudas. De mentiras y engaños…
Mientras me ducho oigo la puerta de la calle cerrarse. Mila y Ana hablando.
— Papa ¿vienes a desayunar?
Salgo de la ducha, Ana está en la puerta y me ve desnudo. Como puedo me cubro con la toalla.
— Vaya ¿dónde estabais? — Pregunto.
— Mama y yo hemos llevado los niños al colegio. Ven a desayunar.
Se va y mientras me visto, pienso en porque han salido las dos. ¿Qué tramaran? No puedo evitar desconfiar de ellas.
En la cocina, Mila, apenas ha probado el café con leche que tiene ante sí y la tostada está intacta. Ana bebe de su vaso de cacao.
El silencio ambiente es pesado, espeso. Solo roto por el ruido del motor del frigorífico. Ya está viejo… Pensaba cambiarlo… Ahora… ¿Para qué?
— ¿Vamos al salón?
Me levanto y me dirijo a mi sillón. Ellas me siguen. Están hundidas, vencidas, rotas… Siento pena por ellas… Y por mí.
— José, por favor, habla, di lo que sea, pero dilo ya. No soporto más esto. ¿Qué vamos a hacer?
— Bien dices Mila; que vamos a hacer, porque también vosotras tenéis que participar… Primero, Mila, vas a sacar poco a poco todo el dinero de tus cuentas “Privadas” y me lo entregaras a mí. Hasta el último euro. Y ten en cuenta, que sé todo lo que tienes.
— Pero…— Con un gesto con la mano le indico que calle.
— No hay pero que valga. O eso, o presento las pruebas que tengo y pongo una denuncia contra ti, por abuso de menores, con el agravante de parentesco. Incitación a la prostitución de menores. Incesto con una menor. Delitos contra la hacienda pública, por no declarar los ingresos. Te lo quitarían todo y acabarías en la cárcel. Y tengo suficientes pruebas…
— ¡¡Dios mío José, por favor, no hagas eso!! Si no es por mí, piensa en los niños.
Se lanza hacia adelante y se abraza a mis rodillas llorando y balbuceando frases de perdón. Sin violencia ni acritud la levanto y le indico que se siente dónde estaba.
— Si hacéis todo lo que os mande, sin rechistar, no tenéis nada que temer.
Ni vosotras, ni por supuesto los niños.
—Ana, — se sobresalta —, vas a cambiar de instituto. Y por supuesto dejaras de “ejercer”. Estableceré un control estricto sobre ti, tu comportamiento, horarios, salidas y entradas, por supuesto las notas deben ser excepcionales. Como tu madre, eres muy inteligente y no te costará nada lograrlo. En el futuro me lo agradecerás. Entiendo que no podrás evitar sentir deseos de sexo, pero será bajo mis condiciones… Te permitiré follar, pero tengo que saber con quién y cuándo… Me has demostrado que no puedo fiarme de ti. Tendrás que esforzarte para cambiar eso. Los niños también cambiarán de colegio. Los matricularemos en uno privado cerca de casa.
Me miraban las dos con la boca abierta. Sin poder creerse lo que estaban oyendo. A pesar de todo en el fondo me hacía gracia la situación. Mi faceta dominante no la conocían y les sorprendía.
—Mila, haremos un documento de separación de bienes, después de entregarme todo el dinero de tus “ahorros” Con una parte abriré una cuenta para los niños, otra para gastos comunes, en la que seremos titulares los tres y guardaré, la mayor parte, para asegurar nuestro futuro. O sea, controlaré la economía doméstica. He dejado de trabajar. Y voy a quedarme en casa para supervisarlo todo. Sé que eres propietaria del piso contiguo a este. Lo escrituraremos también a mi nombre. Lo prepararemos para que tú recibas en él a tus clientes.
—¿¿¿Qué???… ¿Qué voy a seguir como puta?— Abrió los ojos como platos.
—Sí… ¿Por qué no? Has sido una ramera durante más de veinte años. ¿Por qué no vas a seguir? A ti te gusta que te follen y es un buen negocio. ¿Hay alguna razón para que dejes de ejercer? Ten por seguro que a partir de ahora no te darán otra paliza como la de la otra noche. Yo me encargaré de eso.
— ¿Quieres ser un chulo de putas?.... ¿Tienes cojones para hacer eso?
Era consciente de la amarga sonrisa que surcaba mi rostro.
— Mila no te puedes imaginar lo que me has hecho cambiar. Y… No te preocupes, aprendo rápido.
— Me refiero a, si podrás soportar ver cómo me follan otros y mantener la calma.
— Querida, te he visto cometer atrocidades con tu cuerpo. Ten la completa seguridad, de que ya no me afecta. …¡A ver si te enteras!…. He dejado atrás al José que conocías. Al bueno, al cabrón ciego. Y has despertado al cabrón consentido, al chulo de putas que, en el fondo, has buscado toda tu vida y que no habías encontrado. ¡Ya lo tienes aquí! — La cara de las dos, madre e hija, eran la incredulidad personificada. Proseguí.
— Si es preciso utilizaré la violencia, el castigo, cuando sea necesario y estoy seguro que tú buscaras ese castigo y lo disfrutaras. .. ¡Ah, otra cosa!... Como sé que no puedo confiar en vosotras y me lo habéis demostrado hasta la saciedad, quizás caigáis en la tentación de quitarme de en medio, vosotras u otro a quien paguéis para liquidarme. ..Tengo un seguro… Hay un notario, en otra ciudad, donde he depositado todas las pruebas que he reunido en una caja sellada. Periódicamente tengo que dar pruebas de vida. Si no las doy, por desaparición, fallecimiento o cualquier otra causa, tienen la orden de romper el sello, abrir la caja y leer las instrucciones para presentarlas ante la autoridad competente, acompañadas de la consiguiente denuncia, por sospechas de homicidio.
Mila alucinaba. Sus ojos abiertos de par en par.
— ¿Piensas que seriamos capaces de matarte? ¿Estás loco?
— Si Mila, estoy loco, pero la locura te la debo a ti. Y no me puedo fiar de vosotras. Lo que os he visto hacer me obliga a desconfiar. Dicho esto, vamos a planificar los pasos a seguir para lograr mis objetivos. Vosotras tenéis experiencia en cuestiones que desconozco.
Madre e hija estaban silenciosas, pensativas, rumiando lo que habían oído.
— ¿Qué me contestáis? ¿Estáis de acuerdo en obedecerme ciegamente?
Se miran las dos. Ana responde.
— ¿Tenemos alternativa? A mí me parece bien. ¿Qué piensas mamá?
— Vaya sorpresa, todo este tiempo con un, “hombre”, en casa y yo sin saberlo. Podíamos habernos puesto de acuerdo hace quince años. Jajaja
Su risa sarcástica me partía el alma. Pero aguante el tipo.
— No me hace ninguna gracia. Piensa que has sido la causante de la muerte de aquel José con quien te casaste. A partir de ahora no quiero mentiras, ni se os ocurra ocultarme algo porque, como lo descubra, lo pasareis muy mal. Sí… He estado al borde del suicidio por vuestra causa y no os podéis imaginar de lo que ahora soy capaz. Y tened siempre presente, que mis sistemas de vigilancia, son los mejores del mercado. Pero hay más… De cara a la gente que nos conoce, todo seguirá igual. Nadie debe saber que yo estoy al frente de la nueva agencia de acompañantes. O sea del nuevo prostíbulo. Mila, cerrarás todos los blogs, páginas de internet donde te estés exponiendo. También cortaras las relaciones con la, o las, agencias para las que hayas trabajado anteriormente. En definitiva. Yo he acabado con mi vida. Vosotras también… A partir de ahora, todo, será distinto para todos… Mila, llamaras a Marga. Quiero hablar con ella. También a Claudia para que venga con su hija Claudita.
La cara de Mila era un poema, los pómulos encendidos. Su ira era feroz.
— ¿Vas a meterlas en esto? — Sus labios temblaban de ira.
— Sí, tengo planes para ellas. Y para otras. Ya os pondré en antecedentes.