16 días cambiaron mi vida 1 - Lunes 8 de Abril

Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.

1.-Lunes 8 de Abril de 2013

Suena el despertador en la mesilla de noche, son las seis de la mañana; me levanto con cuidado para no despertar a nadie, me ducho, me visto y recojo el equipaje que tengo preparado en el recibidor para salir de viaje.

Soy ingeniero electrónico y trabajo como representante de una marca conocida de sistemas de seguridad; atiendo una extensa zona del país haciendo las demostraciones pre-venta, instalando, supervisando y llevando el mantenimiento de las instalaciones en empresas, bancos, centros oficiales…

Hoy me desplazare a la provincia de Zamora donde tengo concertadas varias entrevistas con clientes durante tres días. Algunas veces tengo que quedarme con un cliente hasta tarde, invitarlo a copas… clubs de striptease. Y en ocasiones he tenido que pagar alguna prostituta para que los acompañen y así facilitar el contrato. A mí el contacto con una profesional del sexo me repele. Solo tuve una experiencia a los dieciséis años y no la he repetido nunca más. ¿Por qué pienso en esto ahora?

Todas las semanas viajo a una zona u otra de lunes a miércoles y vuelvo el jueves a casa. Los viernes trabajo en la oficina; así llevo tres años, es mucho esfuerzo pero lo hago con gusto porque mi familia lo merece.

El negocio lo creamos Fede, un compañero de facultad y yo hace ocho años; y por ahora nos va bastante bien. De hecho en casa no hay problemas económicos para llegar a fin de mes, como les ocurre a otros.

Antes de salir entro en la habitación de los pequeños y les doy un beso sin despertarlos, Pepito de 10 años y Milagritos de 8 duermen como angelitos en sus camas.

Después paso por la habitación de mi niña, Ana. Al acercarme he tocado el ratón de su portátil y se ha iluminado la pantalla, la tenue luz me permite ver su rostro, le aparto el mechón de pelo castaño claro que cubre su cara y le doy un beso. Es preciosa.

Con el equipaje me dirijo al garaje, lo cargo en el coche y antes de subirme realizo una última comprobación, que ya se ha convertido en rutina, y así asegurarme de que llevo todo lo necesario.

Mi equipaje; maleta con muestras de los equipos, ordenadores, ropa… En fin, parece que esta todo.

—¡Vaya! Me falta lo principal, la cartera con la documentación, tarjetas, dinero... ¡Pufff! Menos mal que me he dado cuenta antes de salir. — Comento en voz alta.

Subo al piso, abro la puerta lentamente y entro despacio, no quiero encender la luz para no despertar a nadie, localizo la cartera en el mueble situado a mi izquierda en el recibidor. Oigo hablar en la habitación.

Avanzo por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi dormitorio, que esta medio abierta, tal y como la deje al salir, me acerco despacio, si Mila, mi esposa está despierta entraré a darle un beso.

Al acercar mi mano al pomo de la puerta de nuestro dormitorio la oigo reírse, parece que está hablando con alguien. ¿Tan temprano? Me acerco y presto atención... Creo que habla por el teléfono fijo…

—Que si tonto, ya se ha ido -……- pero no, no puedes venir ahora -……- vete a casa a dormir la mona que yo tengo que levantar a los niños para llevarlos al colegio -……-. Que sí, que esta noche os espero -……- si hombre si, a Jorge también -……- Jajaja -……- vale Manolo, como tú digas -……- . Jajaja -……-. Vaalee, os esperaré, con las piernas abiertas y sin bragas -……-. A las once ya se habrán dormido los niños -……- sí, seguro -……-. Porque les pongo una gotita del somnífero que me receta mi médico para dormir disuelto en la leche y no se despiertan ni a tiros -……-. No, la mayor tampoco molestará, ella ya sabe que no debe decir nada -……-. Venga, os espero. Un beso en la puntita.

Oigo colgar el teléfono; estoy a punto de desmayarme, los latidos del corazón me golpean el pecho como si fueran martillazos, las sienes me van a estallar, me mareo y estoy a punto de caerme. Las manos me tiemblan y siento hormigueos en el dorso.

No puedo pensar, tengo escalofríos. Me apoyo de espaldas en el mueble del pasillo.

Doy la vuelta despacio, a tientas, voy al recibidor, abro la puerta principal, salgo del piso y cierro sin hacer ruido.

Bajo hasta el garaje, subo al coche y me siento, apoyando la cabeza sobre el volante tratando de alejar de mi mente lo ocurrido.

No puedo creerlo, Mila, la esposa perfecta, la que no se deja ver desnuda, que jamás me ha hecho una mamada, que ya hace años tengo que pedirle, por favor, que me deje hacerle el amor apenas una vez al mes…

—¿Me engaña?… ¿Y con dos tíos a la vez? — Hablo en voz alta sin darme cuenta — Tengo que estar equivocado, he malinterpretado lo que he oído, esto debe tener una explicación sencilla y después me reiré de lo mal pensado que soy…

—¡¡JODER!! ¿Pero que estoy diciendo? — He oído a mi mujer decirle a alguien, que lo esperará, ¡Con las piernas abiertas y sin bragas!

Esto debe ser un mal sueño, una broma de mal gusto.

Mi delicada esposa, a la que solo una vez desde que nos casamos he visto desnuda. Incapaz de una palabra malsonante. Hablando de bragas, piernas abiertas, besos en la puntita.

¿Qué puntita? ¿De quién? ¿De qué?

Ha nombrado a Manolo y a Jorge, ¿Quiénes serán Manolo y Jorge?

Mi cabeza es un torbellino de ideas confusas. Tengo que hacer algo. Intento serenarme y trato de pensar fríamente. Necesito averiguar qué está pasando.

—¿Cómo puedo saber lo que ocurre en mi casa?… ¡Joder, lo tengo a mano! ¡Si es a lo que me dedico! — No puedo evitar que las lágrimas inunden mis ojos

Trabajo en seguridad electrónica y dispongo de los medios para ver, oír y grabar, todo lo que quiera, solo tengo que instalar las cámaras de demostración de que dispongo en el piso y observar desde otro lugar… Pero… ¿desde dónde?

Tengo que salir de aquí, dentro de poco Milagros vendrá por su coche para llevar los niños al colegio y no debe verme.

Salgo del garaje y estaciono el coche a dos manzanas en un aparcamiento de pago, cojo la maleta de demostraciones y me dirijo a la cervecería cercana situada al otro lado de la calle xxxxxxx, desde donde diviso el portal del bloque de pisos.

Pido un café. Mentalmente realizo un esquema de la instalación a realizar, donde situar los equipos, cuantos, que zonas me interesa controlar…

Son casi las ocho. Veo cómo sale mi hija Ana del portal del edificio corriendo hacia la esquina de la calle para coger el autobús que la lleva al instituto.

Minutos después veo salir a Mila con los niños pequeños, Pepito y Milagrin, en su coche, un Peugeot 205, camino del colegio.

Mila tardará más de una hora en volver, es el tiempo del que dispongo. Pago el café que apenas he probado. Tengo la garganta cerrada.

Con la maleta me dirijo a casa donde espero no encontrarme con ningún vecino, aunque en la planta solo está ocupado nuestro piso, la distribución de los accesos hace muy independiente la entrada y tenemos poca o ninguna relación con la vecindad.

Realmente no conozco a ningún vecino.

Entro en mi casa y me golpea el familiar aroma a desayuno, los olores matutinos de los baños.

Llevo cuatro cámaras de última generación y alta definición conectadas vía radio, wifi, con señal codificada en la banda de 2,4 GHz, un concentrador de cámaras conectado mediante modem móvil a la red de móviles e Internet.

Desde la puerta de entrada se accede al recibidor, a la derecha está situada la puerta de mi despacho, a la izquierda un mueble bajo y un espejo y a continuación la puerta del salón. Frente a la puerta de entrada principal otra puerta permite el acceso al pasillo, donde, a la derecha, están las puertas de la habitación de los niños y a continuación la de Ana.

Al fondo del pasillo, al frente, el baño pequeño y a la izquierda la puerta de mi habitación, a la que se llega por un pasillo de unos dos metros y medio, con la entrada al baño grande a la derecha. Mi habitación tiene acceso a la terraza, como también el salón y la ventana de la cocina. La habitación de Ana y mi despacho, tienen salida a la terraza de atrás y la de los niños, en medio, tiene la ventana orientada a la misma terraza.

Coloco la primera cámara en el interior del salón, sobre la puerta, apuntando hacia la zona del sofá y la terraza, aprovechando la moldura de escayola.

La entrada a la cocina que queda bajo la cámara, queda fuera de campo y no la puedo ver.

En el pasillo instalo la cámara sobre la puerta, para ver al fondo la entrada al baño pequeño, la habitación de Ana y la entrada a mi dormitorio, donde está situado el baño grande, es alargado, la entrada tiene al frente un lavabo doble, a continuación, hacia la derecha, el bidet y el wáter, con la bañera al fondo, separada por una mampara de metacrilato.

Monto la cámara sobre la puerta, en el rincón desde donde se capta el bidet, WC y bañera.

En el dormitorio, el cabecero de la cama de un metro y medio de ancho, está a la derecha vista desde la entrada; a los pies, separado por unos setenta centímetros, el armario empotrado que ocupa toda la pared.

Instalo la cámara oculta en la moldura del techo sobre la puerta, en el rincón que linda con el armario. Se divisa toda la cama, las mesillas de noche y gran parte de la habitación.

Instalo el concentrador, en un doble techo de escayola en el baño que da al pasillo. Tuve que reparar una fuga de agua y deje un registro por si se repetía. Mediante un pendrive facilito el acceso a internet. Es el que utilizo para las demostraciones. Conecto el equipo a la red eléctrica aprovechando el cable que alimenta las luces del baño.

Llevo conmigo una Tablet PC preparada para supervisar toda la instalación. Realizo algunos ajustes, reorientando las cámaras.

Salgo tras recoger todo y comprobar que no dejo nada que pueda hacer sospechar lo que he hecho.

Ya en la calle llamo a Eduardo, un amigo y compañero, para pedirle prestado por unos días un apartamento que tiene cerca de mi piso. Por supuesto no le digo para qué, pero que por favor no le comente nada a nadie. Me dice, riéndose, que soy un golfo y que me pase por su casa en una hora para recoger las llaves. Su mujer Amalia, está en casa. Hoy no ha ido a trabajar.

Llamo a mi socio a la oficina.

—¿Fede?

—Sí, dime José.

—Mira me ha surgido un problema del que ahora no te puedo hablar, solo te pido que no lo comentes con nadie. Necesito unos días para resolver. No voy a ir a Zamora. El viernes hablamos. Cúbreme. Y repito, nada a nadie.

—Coño José, ¿En qué lio te has metido?… Vale, no te pregunto nada, confía en mi discreción, ya nos veremos.

Me traslado a un bar cerca de la casa de Eduardo, que vive con su esposa Amalia y dos hijos de ocho y seis años; no quiero que me vean, lo llamo por el móvil, le indico donde estoy y que por favor me acerque las llaves.

La mañana está fría y parece que va a llover.

Diez minutos después lo veo entrar en el bar, con un chándal y botines de deporte, alto y delgado, algo encorvado, con una cara angulosa. Trabaja en mi empresa como administrativo pero realiza los trabajos desde su casa, teletrabajo, su mujer es profesora de instituto y él se hace cargo de los niños y la casa.

Se acerca con una sonrisa de complicidad en los labios y nos damos la mano. Pedimos unas cervezas y unos pinchos, charlamos de cosas intrascendentes, al despedirse me guiña un ojo. El apartamento era su piso de soltero; yo sabía que se lo prestaba a algunos amigos para sus encuentros furtivos, seguramente pensaría que yo tenía algún lío y por eso lo necesitaba. No andaba equivocado. Con un dormitorio, una sala con cocina americana y baño. En el mueble de la sala vi algunas botellas de licores.

Desde aquí, aunque cerca, no puedo ver mi piso, pero para Internet no hay barreras. Instalo el equipo de recepción de datos, y una vez en funcionamiento compruebo que tengo una visión muy buena del salón, el dormitorio, el baño grande, situado en mi habitación y el pasillo principal.

Y a esperar…

Me extraña que Mila no haya vuelto de llevar a los niños, es tarde. Normalmente debe tardar una hora en ir y venir. A las diez suele estar en casa.

Son las tres de la tarde. Oigo el ruido de la puerta de entrada, no tengo visión del recibidor. Oigo hablar a Mila con alguien.

—¡Carlitos, métemela aquí!

—¿Aquí? ¡Aquí te voy a meter esta, mira, cógela! Y no me llames Carlitos, que en el súper se ríen.

La pantalla me muestra una imagen de Mila entrando en el salón desde la cocina. Alguien la sigue a su espalda, un muchacho que aparenta unos dieciocho o veinte años, de complexión atlética, de gimnasio, alto y rubio.

Pero… ¿Qué es esto?

¡¡ESTÁ ABRAZANDO A MILA POR DETRÁS, COGIENDO SUS TETAS Y ESTRUJANDOLAS, MIENTRAS ELLA SE RIE Y LE ACARICIA LA BRAGUETA CON UNA MANO!!

Me paso las manos por la cara y los ojos, no puedo creer lo que veo.

El chico le sube el vestido, que es de una sola pieza, y se lo saca por la cabeza, ella le ayuda, se quita el sujetador, se queda con las medias de color arena y el tanga.

Yo no sabía que utilizara tanga y menos tan pequeño.

Se arrodilla frente al chico, desabrocha su cinturón y la bragueta del chaval, le baja los pantalones y los calzoncillos hasta los pies, al tiempo que él se quita la camiseta y se deshace de los zapatos; aparece una pija morcillona que ella se apresura a acariciar con las dos manos y a lamer desde los huevos al prepucio.

Él la empuja y se sienta en el suelo, quitándose la ropa que le estorba por los pies, le arranca el tanga de un tirón y en un santiamén están los dos, desnudos, revolcándose sobre la alfombra. Mila, arrodillada, lo empuja hacia atrás tendiéndolo boca arriba, se sitúa con las rodillas separadas sobre sus piernas, coge el pene del muchacho con una mano mientras la otra masajea sus pelotas, empieza a pasar la lengua a lo largo del tronco lamiendo sus bolas, metiéndose la polla en la boca y chupándola como si de un manjar se tratara.

¡¡Es absolutamente asqueroso!!

Tiene el pene fláccido pero en pocos segundos se endurece y alcanza un tamaño considerable. Ella se desliza de rodillas, con sus piernas abiertas a los lados de las caderas del muchacho, hasta hacer coincidir su coño sobre la polla y se la introduce lentamente, recreándose, subiendo y bajando como si una cuerda invisible tirara de ella hacia arriba y abajo. Cabalga sobre él como una amazona. Veo su espalda y como por debajo entra y sale de su coño aquella polla. El muchacho le pellizca los pezones. Le amasa las tetas.

¡A mí me tenía prohibido tocárselas!

Veo su precioso cuerpo siendo penetrado por aquel mozalbete quince años menor que ella. Sus pequeñas tetas botando arriba y abajo al ritmo de los movimientos de la cópula.

Gruesas lágrimas que inundan mis ojos difuminan la terrible imagen que muestra la cámara, es indignante. Me resulta insoportable la visión de la pareja. No veo nunca porno, no me atrae y esto es peor, porque es mi delicada mujercita la que está ahí follándose a un crio.

Siento desgarrarse mis entrañas.

Cada vez que se deja caer sobre el miembro, Mila exhala una especie de gemido gatuno, ronco. El chico alarga su mano y le introduce un dedo en el culo, al tiempo que ella acelera el ritmo, el chaval se mueve al compás empujando hacia arriba, ella grita…

—¡Más! ¡Más! ¡Dame máaaas!

Hasta alcanzar a un orgasmo que la derriba, quedando tendida sobre el pecho del chico.

Se besan con verdadera ansia, sus lenguas se entrelazan. El masajea los glúteos. Las tetas. Ella se incorpora. Se sienta en el suelo frente a la cámara, eleva sus rodillas y las separa, acaricia su coño, llena los dedos de flujos y se los lleva a la boca, relamiéndose. Se acaricia los pezones, se los pellizca y embadurna de los líquidos de su vulva y su saliva. Carlitos le da una palmada en la nalga.

—¡Ponte de “perrito”! — Le grita el chico.

Ella obedece, se arrodilla separa las piernas, se inclina hasta apoyar la cara en la alfombra, mueve los brazos hacia atrás para coger con una mano cada nalga y las separa ofreciendo el orificio abierto al chaval.

—Fóllame despacio, que duele.

Él introduce un dedo, lentamente, dos, tres, lo engrasa restregando su polla por el ano, recoge con los dedos el semen vertido en la espalda y lo unta en el culo, mete su verga en el coño y la saca bañada por los flujos, vuelve a acariciar el asterisco, escupe en el agujero, se masajea la polla hasta alcanzar la dureza adecuada, la coloca en el orificio de mi mujer y la introduce paulatinamente hasta la mitad, en su rosado y redondo agujero.

—Quiero más — El chico empuja despacio hasta enterrarla por completo en su culo — Más, necesito más, mucho más. ¡¡Rómpemelo!! — Grita ella.

El chaval arremete con todas sus fuerzas. Su verga parece el pistón de un motor entrando y saliendo del cilindro cada vez a mayor velocidad. Parece que Mila está llorando, Carlitos se asusta.

—¿Qué te pasa Mila? ¿Estás llorando?

—¡¡Si, cabrón, lloro de gusto!! ¡¡No te pares!!

Mila grita, se retuerce, pero él la sujeta por las caderas.

Son unos minutos interminables para mí.

Mila profiere un grito y se estira a lo largo, sacando con su movimiento aquel aparato de su trasero en medio de convulsiones espasmódicas de su cuerpo, con la boca abierta, babeando, parece que le falta el aire, queda como desmayada, mientras él con la verga en la mano termina meneándosela y derramando su esperma sobre las nalgas y la espalda de mi mujer. Se deja caer en el suelo al lado de mi esposa, se besan, se acarician.

De pronto, Mila, se levanta con cara desencajada.

—¡¡Dios, que tarde es, tengo que ir por los niños!! … Carlitos, la cuenta… ya sabes.

—Si Mila, ya lo sé. La camuflaré, como siempre. Algún día me pillarán y acabaré en la calle.

—No te preocupes, si te despiden ven a verme que te encontrare trabajo. Con ese cuerpo y esa polla tienes futuro. — Su risa era suficientemente explícita.

Se visten a toda prisa, sin limpiarse y salen a la carrera del piso.

Estoy destrozado, las imágenes grabadas no dejan lugar a dudas. Mi mujer es toda una puta, me ha estado engañando y no sé desde cuándo, pero tengo que averiguarlo. Debo hacer algo. Parte de mi trabajo es la planificación, el análisis científico de los problemas, la búsqueda y aplicación de soluciones. Tengo que utilizar mis conocimientos fríamente.

—José, cálmate…— Me digo a mi mismo, alzando la voz.

La primera idea que se me viene a la cabeza es la de entrar esta noche en plena faena y pegarles cuatro tiros de escopeta a los que estén en la cama.

Pero ¿Y luego? Yo a la cárcel, mis hijos abandonados… No, no puedo hacer eso. Tengo que averiguar qué ocurre en mi casa. Debo actuar con la cabeza y no permitir que mis emociones me cieguen.

—Por cierto, ¿mis hijos, serán míos?... — Pensaba en voz alta.

Primero tengo que recabar la mayor información posible, con cautela. Hacer pruebas de ADN a mis hijos, eso me lo puede solucionar mi amigo Andrés. Es médico en un servicio que trabaja para la policía, me debe un favor y creo que lo podrá hacer sin pedir demasiadas explicaciones.

Mientras tanto puedo estar controlando la vivienda y los movimientos de Mila por la calle. Hasta que estén las pruebas de ADN y sepa a qué atenerme, tengo que disimular y fingir que no sé nada.

Puedo seguir vigilando la casa, tendré que instalar más cámaras, en la cocina el recibidor y las habitaciones de los niños, que están fuera de visión. También debo buscar otro lugar donde pueda establecer el centro de vigilancia. Tengo que dejar el apartamento de Edu en dos o tres días y la vigilancia puede alargarse semanas.

Mientras elaboraba el plan a seguir, con un nudo en el estómago y una opresión en el pecho, sin dejar de llorar, me preguntaba… ¿Por qué?

¿Por qué mi querida esposa me ha hecho esto? ¿Acaso tengo yo la culpa? ¿Qué puedo haber hecho mal para empujarla a comportarse así? ¿O ella ha sido siempre así y yo no lo he visto, no he sabido verlo? Las preguntas y las dudas me roían las entrañas.

Encontré una botella de whisky en el mueble bar de Eduardo y tome un trago que bajó arañándome la garganta. No suelo beber alcohol, pero ahora lo necesito.

Sentado en el sillón de la sala, no quiero pensar, no puedo pensar con claridad.

Intento relajarme.

Algo se mueve en la pantalla, veo entrar a mi mujercita con los dos pequeños.

Nada anormal. Meriendan y se ponen a hacer los deberes y a jugar.

Dejé de grabar cuando salieron los dos amantes de casa y conectare la grabadora cuando haya “acción”.

Llega Ana y se encierra en su habitación. No puedo ver que hace pero se oye la música, “My only chance”, de Eminem, que conozco porque la escucha continuamente.

Mila llama a los niños para cenar. Veo cómo se van a su habitación. Mila le lleva un vaso de leche a cada uno.

Supongo que… ¡Llevan el somnífero que los aturde durante la noche, mientras ella se divierte!

Ana entra en su dormitorio.

Una sensación de ardor de estómago me invade. Siento fuego en mi pecho.

Intento calmarme. Pero…

Imágenes de lo visto por la tarde bombardean mi mente.

Mila mamándole el miembro a ese chaval. Él dándole por el culo. La rabia me corroe.

Mila entra en el baño, se desnuda.

Al ver su cuerpo un ramalazo de pasión hace que mi polla se endurezca.

Su cuerpo de curvas suaves, pechos pequeños que se mantienen duros a pesar de los embarazos. Un culo respingón precioso, suave.

Es muy bonita, me enamoré desde el primer momento que la vi en el campus de la universidad y la he amado desde entonces.

Fue en el otoño del 97, ella tenía 19 años, estudiaba segundo curso de psicología y me la presentaron unos amigos comunes en el bar de mi facultad.

Alegre, vivaracha, me cautivó. Poseía una elegancia natural, una seguridad en sí misma y una frescura nada sofisticada. De media estatura, ojos oscuros y profundos, pelo castaño, recogido en un moño que realzaba la belleza de su rostro. Hablaba con pasión de sus estudios, mientras yo miraba como un tonto sus ojos.

En la pantalla veo que coge algo de un cajoncito del mueble del baño, no puedo ver qué es. Entra con él en la ducha y los vapores no me dejan ver que hace. Coge la toalla y se seca.

Se calza unas medias negras, sujetador — media copa —, que deja sus pechos a la vista y encima un camisón, que apenas le llega a las caderas, también negro, casi transparente, que contrasta con la blancura de su piel realzándola y dejando a la vista su delicioso cuerpo… Y sin bragas.

Hace quince años, en la noche de bodas la vi así, pero ya me advirtió que era la primera y la última vez. Y así ha sido. Yo respeté sus deseos por amor. Pensaba que era por pudor…

Hasta hoy, en que he podido verla a través de una cámara, preparándose para otro u otros. Traicionándome. Algo que jamás se me pasó por la cabeza hacerle a ella. Y que, ni en las peores pesadillas, imaginé que pudiera hacerme a mí.

Son algo más de las once, suena el portero electrónico.

Mila atraviesa el salón y responde desde el recibidor. Poco después abre la puerta y se oye una pequeña algarabía, risas, palmadas, grititos…

Entran en el salón dos individuos con Mila en medio, ella colgando, con un brazo sobre el hombro de cada uno de ellos, sus piernas abiertas y con las rodillas flexionadas como si fuera en una silla, en alto y sin asiento. Le palmean el culo con la mano libre. Ella se gira para besarlos a uno y otro lado, le lamen la cara, la boca, los ojos.

Se gira el grupo para colocarse en el sofá. De frente veo su coño abierto, reluciente.

¡Esta mojada, brilla la parte interior de los muslos con su flujo! ¡Conmigo siempre estaba seca!

La depositan en el sofá y uno de ellos, el más bajo, se arrodilla y mete la cabeza entre sus piernas chupándole ruidosamente el coño y el culo, mientras el otro de pie a su lado le acerca su pija a la boca y ella, sin dudarlo, se la traga entera con glotonería, con cara de viciosa, con el rostro desencajado por la lujuria. Babeando y atragantándose.

Le dan arcadas pero ella sigue tragándose, hasta el fondo de su garganta, la polla del alto. Su cara refleja placer y vicio.

Yo no la he visto así en quince años de matrimonio y uno de noviazgo.

¿Quién es Mila? ¡Una total desconocida para mí! ¿Me habrá querido alguna vez?… Y yo ¿La podré seguir amando, tras conocer su faceta perversa?

De pronto me fijo en el más alto, que está de pie. Lo conozco, es Manolo, uno de los padres de la AMPA del colegio de los niños, al otro no lo conozco; supongo que será el tal Jorge y también estará relacionado con el colegio.

El trio se mueve con un extraño compás. Mila llega al primer orgasmo con una facilidad pasmosa.

Conmigo era raro que llegara, yo pensaba que era frígida, ahora veo que no. Me viene a la mente la frase… “No hay mujer frígida, solo hombre inexperto”. Pero me consuela recordar que yo intentaba por todos los medios que ella me permitía hacerla llegar al orgasmo y solo lo lograba en contadas ocasiones. ¿Fingía?

Jorge se incorpora, intentando la penetración, mientras ella sigue sentada en el sofá, pero no lo logra. Manolo se sienta al lado de Mila, le pasa un brazo por su espalda, la levanta y ella se abre de piernas y se coloca sobre sus rodillas, dándole la espalda.

Con la mano, ella misma, coge su polla y se la lleva al coño sentándose encima y clavándosela hasta el fondo, mientras soltaba aire con un ¡¡AAHHHHH!!

Jorge sigue arrodillado y hunde su cara entre las piernas de los dos, lamiendo el coño de ella y la polla del otro cuando se sale, siendo él mismo quien la coge con la mano y la vuelve a meter. Mila grita al llegar al clímax, que coincide con el de Manolo.

Se deshace el grupo, se levantan y se desplazan hasta el dormitorio. “Mi dormitorio”, observo como entran gastándose bromas, con risas, con toques en su pubis, en las tetas, mientras ella agarra un miembro con cada mano y tira de ellos hasta la cama. Mila se deja caer de espalda levantando y abriendo las piernas en V, ofreciendo, a los dos afortunados, la vista de su sexo abierto y mojado. Cada uno se dirige a una pierna y le quitan las medias. Chupan los dedos de los pies, acarician las pantorrillas y los muslos. Se lanzan sobre ella los dos a la vez, Jorge logra colocarse entre sus piernas y la penetra con violencia, con grandes golpes de cadera que producen un ruido, chof, chof, combinación del aire y los líquidos de su vulva, al ser golpeados por la polla de él.

Mientras el otro se la folla por la boca, provocándole nuevas arcadas. Sin embargo ella no se queja, al contrario, intenta que entre más y más profundamente en su garganta.

De pronto lo empuja se saca el miembro de la boca para gritar de placer en un orgasmo que la empuja a levantar sus caderas, apoyando sus pies en la cama, buscando una mayor penetración. Levantando en vilo a Jorge.

Queda desmadejada sobre la cama, mientras ellos se tienden a ambos lados de ella, que acaricia sus pollas una en cada mano, a su vez ellos se reparten sus tetas chupándolas, amasándolas y pellizcándolas, mientras meten los dedos en su chorreante coño.

Manolo saca los dedos de su vulva, empapados de flujo y semen y se los mete en la boca a ella que los saborea relamiéndose y cerrando los ojos con la cara de una niña traviesa, chupándolos como un sabroso caramelo.

Puedo ver moratones en sus pechos contrastando con su blanca piel; claro, ese era el motivo por el que me decía que le dolían y no me permitía verlos y menos tocarlos. Por eso era tan púdica y recatada, siempre tapada como una monja. Y yo pensando que era por pudor, por vergüenza.

Tras unos minutos hablando y riendo, haciéndose cosquillas, Manuel tendido como estaba de espaldas pasa un brazo por debajo y se la sube encima, frente a frente, ella de rodillas, coloca sus muslos abrazando las caderas de Manuel, se deja caer sobre su pecho, pasa su mano entre los dos vientres, le agarra la polla y se la introduce en su coño, iniciando un sensual movimiento de caderas adelante y atrás. Mila Grita.

—¡¡Ponte detrás Jorge, ponte detrás!! — Jorge se coloca a su espalda acariciando sus pechos, uno en cada mano, fricciona su verga por la espalda y el culo —. ¡METEMELA POR EL CULO! ¡Cabrón, métela ya!

Se deja caer sobre el pecho de Manuel, dejando su agujerito a la vista, el otro no se lo hace repetir, escupe en el culo, pasa su mano desde la vulva a su ano y de un golpe la penetra, haciéndola proferir un grito.

—¡AAAAGGHH!

E iniciando un vaivén al que se acoplan los tres, es penetrada por la vagina y el ano a la vez. La cama cruje, parece que se va a desvencijar. Por eso me decía que la cama tenía poco aguante y había que cambiarla. Los gritos de los tres resuenan en la habitación, los vecinos deben oírlo todo. Tras varios minutos moviéndose, Jorge la saca de su culo y se corre sobre la espalda, arqueándose y profiriendo un ronco rugido.

—Métemela hijo de puta no la saques, ¡AAHHHHGG! Llevo corriéndome desde que me la metiste por el culo, mamón, métela. ¡No pares! — Grita Mila como loca.

Jorge intenta meterla, pero esta floja y no entra. Manuel debajo no puede más y se corre dentro de su coño.

¿Dentro de su coño? ¿Sin condón? ¿Y los embarazos, las enfermedades? ¡Dios mío!

Se tienden en la cama y se quedan dormidos los tres despatarrados, uno a cada lado de ella. Las manos de ellos en sus tetas y coño, las de ella, agarrando sus pollas.

No apagan la luz y media hora después, sobre las cuatro de la mañana, se levantan los dos amigos, entran en el baño y se duchan, lavándose, sospechosamente, uno a otro. Al salir del baño entran en el dormitorio y despiertan a Mila, a golpes de polla en su cara y dejan unos billetes en la mesilla de noche.

Pasan al salón donde se quitaron la ropa y se visten, ella sale desnuda, les besa en la boca y los acompaña a la puerta. Vuelve al salón, trae en las manos el sostén y el camisón que se puso tras la ducha. En la habitación, se acuesta desnuda, sin lavarse, huele la ropa de cama donde se ven las manchas de flujo y semen… Apaga la luz y poco después se queda dormida, sin taparse. Debe tener la calefacción a tope para no tener frio así. Ahora entiendo en porqué de las facturas de la electricidad.

La luz infrarroja me permite verla con una mórbida palidez… ¿Podre dejar de quererla algún día?

A pesar de los acontecimientos me obligo a descansar; vestido, sin deshacer la cama me tumbo y me quedo dormido.

Tengo sueños extraños, me despierto empapado en sudor. Hombres sin rostro me arrebataban a mi mujer y mis hijos, yo intentaba coger sus manos, pero ellos tiraban y tiraban de los míos, para llevárselos.