1440 minutos.

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Recuerdo el día de ayer y todo parece y se ve tan lejano, cuando no estabas, cuando no contabas en mi vida y en mi mundo no existía tu presencia alterando mis sentidos. Cuando todavía respondía que “no era posible”,  simplemente  y así casi al azar, enamorarte de alguien a primera vista.

Y hoy 1440 minutos después, 24 horas, estoy aquí, en mi habitación con mi chaqueta impregnada de tu olor aquí esperando a que si dios lo desea, así como entraste enmarañando mi vida, sacando todo de lugar como un huracán, solo espero que te marches.

Eran las 7:15 am ya iba tarde, para variar, maneje lo más rápido que pude, pero, igual llegue tarde al taller, entre despacio y me acomode en la última mesa, cerca de la puerta para no hacer ruido, saque mis cuadernos y comencé a tomar notas cuando entraste golpeando la puerta, haciendo que todos voltearan a verte.

-Hola- dijiste sonriendo desvergonzadamente – perdón, llego tarde, llovía y mi coche no prendió- te sentaste a mi lado mientras te quitabas la chaqueta mojada que te cubría dejando en paz a todos, al menos, todos volvieron a hacer lo suyo.

Yo trataba de tomar nomas, de seguir ahí, enfocada en lo mío.

-Hola- me dijiste mientras me tocabas el hombro despacito.

-Hola- respondí sin ponerte mucha atención.

-Soy Isabel- dijiste despacio –¿me prestas una pluma?-.

-si, toma- dije extendiendo mi mano izquierda hacia ti con la pluma sin verte por que con la derecha seguía tomando notas.

Pero tú, no tomaste la pluma, tomaste mi mano, acto inmediato voltee a mirarte, me parecía tan extraño tu gesto.

-Hola – repetiste de nuevo.

-Hola- respondí viéndote a los ojos, por fin, dándome cuenta de todos los detalles que hace un momento no había visto. Tu piel clara, tus ojos color caramelo obscuro enormes, adornados por tus pestañas largas y curvas, tu nariz derechita y pequeña, tus labios lindos y gruesos,  tu sonrisa enorme y las gotitas de lluvia que mojaban tu cabello, tus mejillas, te veías hermosa.

Vi despacio como esa gota sin pudor alguno rodo por tu cuello, despacio y sin desviar su camino justo a tu escote, al camino natural que le marcaba tu mismo cuerpo. Mientras la veía rodar, despacio, todas y cada una de las neuronas que poseía mi cerebro fueron muriendo, hasta verla perderse por completo y yo, quedar idiotizada viendo tus senos, viendo como sete marcaban los pezones erectos por debajo de la ropa que tenias puesta.

-Hey- dijiste despacio sacando tu mano de la mía  y regresándome de golpe al mundo real… al mundo donde yo era una extraña que veía tu pecho. Levante mi vista de golpe, volviéndote a ver los ojos, tu sonrisa. –suelta la pluma anda- me dijiste despacio entre risas.

Yo la solté de inmediato, y utiliza, supongo la única neurona que me quedaba con vida para enfocarme en no mirarte mas, en dejar de repetir una y otra vez tu mirada en mi cabeza, claro que me fue imposible.

Te miraba, no podía dejar de hacerlo, para tratar de alejarme de la situación comencé a dibujar garabatos en la hoja donde antes estaba tratando de anotar todos los tratados , toda la ciencia que de golpe, ahora, ya no importaba mas.

Escuchaba mi corazón latir y en verdad temía que tu también pudieras escucharlo, que todos en esa habitación pudieran escuchar mi corazón desbocado que trataba sin conseguirlo de calmarse y regresar a su tranquilidad previa, a ese estado… que hace 15 min, solo 15 tenia y ahora parecía desconocer.

Me puse de pie despacio, no podía concentrarme y no quería seguir tan cerca de ti porque en verdad sentía que iba a explotar, tome mi bolsa y salí… camine hasta la puerta, encendí un cigarro, tratando de que tu recuerdo se evaporara, se consumiera y me dejaras tranquila.

En la segunda calada, sintiendo que el humo se llevaba despacio tu recuerdo, tu nombre, tu mirada.

Te escuche a mi lado –¿estas bien?- asentí con la cabeza, tratando de evitar la conversación.

-no escuche tu nombre- dijiste despacio.

-Soy Victoria, tanto gusto- dije extendiéndote la mano.

-¿Por qué has salido?- me preguntaste curiosa.

-nada me sentí mareada- dije tratando de excusarme en cualquier cosa.

-pensé te había desagradado-dijiste descaradamente con una sonrisa.

Yo te sonreí también, de alguna manera me agradaba tu descaro, tu sonrisa coqueta.

Me pediste fuero y te sentaste a mi lado a fumar… hablamos un poco de lo tarde que llegamos y lo poco interesante que nos parecía todo, cuando de la nada, de repente…

-deberías irnos- dijiste de la nada.

-no podemos- dije entre risas.

-anda Victoria, tengo frio y mi coche esta muerto y si entro ahí voy a morir de frio- dijiste inclinándote sobre tu cuerpo.

  • ¿y qué propones?- la sola pregunta me parecía inconcebible mientras  salía de mis labios.

-te invito un café-

-¿y mis cosas?- dije sin querer apuntando hacia el salón, en verdad de daba vergüenza entrar e interrumpir todo de nuevo.

  • ashhh… yo voy por ellas- dijiste mientras me entregabas lo que quedaba de tu cigarro y te ponías de pie para ir y sacar con la misma delicadeza con la que entraste la primera vez, ósea ninguna, mi maletín,  tu bolsa y  tu chaqueta. Escuche como abriste la puerta de golpe, como sonaste las sillas al moverlas, como parecía no importarte nada y te vi salir triunfante.

Cuando llegaste a la puerta, te mire, seguías viéndote hermosa…

-¿en verdad esperas que huyamos por ahí todo el día?- te pregunte seria.

-mira…- dijiste haciendo una pausa – no hay nadie más, ni nada más que hacer hoy… solo estamos nosotras…solo tenemos este tiempo, anda… solo hoy- dijiste por primera vez desde que te vi, viéndote relativamente seria sobre lo que decías.

-está bien- dije despacio – vamos por tu café-.

Tú me sonreíste y empezamos a caminar hacia mi coche, hacia 20 minutos que te conocía…  y ya habías decidido robarme todo un día.

Te abrí la puerta despacio, puse mis cosas en el asiento de atrás, metiste tu maletín y tu chaqueta mojada. En el asiento de atrás vi una chaqueta que tenia olvidada, te la ofrecí y te la pusiste, recuerdo que la oliste primero  “huele rico” dijiste en medio de un gesto casi infantil.

Ya en el coche, me indicaste a donde ir, un cafecito que no estaba muy lejos y abría desde muy temprano, no terminaba de estacionar el coche cuando me dijiste.

-¿Por qué me veías los senos?- no pude evitar ponerme roja como tomate y pisar el freno un poco más fuerte de lo normal haciendo que el coche parara de golpe.

-no fue intencional, disculpa- te dije mientras terminaba de estacionarme.

-no me molesto… solo me da curiosidad, es la primera vez que descubro a una mujer mirándome tan descaradamente- dijiste bastante seria, lo cual me hizo sentir más apenada todavía.

-la verdad no fue mi culpa, fue una casualidad…tenias una gota y solo bajo por ahí- dije torpemente tratando de explicarme para que no te sintieras rara.

-shhh… no pasa nada- dijiste sonriendo- ven anda que muero de hambre.