14 horas sin Sofía

Una nota, una mujer llamada María y 14 horas de un fin de semana

Domingo, 11h:

Abro los ojos. Silencio absoluto. En casa no se oye un solo ruido, ni el más mínimo. Me levanto de la cama y después de ducharme bajo al comedor. Sigue el silencio. Me voy a la cocina y preparo café. Con la taza en la mano me dirijo nuevamente al salón y cuando estoy a punto de sentarme veo un papel en el sofá. Es una nota:

"Cariño, he salido de la ciudad. Mi madre se ha puesto enferma y me voy para estar con ella porque igual tienen que ingresarla. No quise despertarte. No te preocupes. Acuérdate que habíamos quedado para comer con María. Ve tú, por favor, ya sabes que está mal por lo de su separación, seguro que hablar con alguien le hará sentirse mejor. Te quiero. Sofía"

Domingo, 14:45h:

Llego al restaurante donde habíamos quedado con María. Ella ya está sentada esperando. Nos saludamos con dos besos e intento contarle lo de Sofía.

Lo sé, me llamó esta mañana y me explicó lo sucedido. Espero que no te moleste que comamos juntos, estos días necesito algo de compañía.

Que va mujer, como va a molestarme. Como si no nos conociéramos!

Pedimos, comemos y mientras charlamos de cuestiones mundanas, intrascendentes. Antes del postre me levanto y voy al baño. Justo al abrir el grifo para lavarme las manos recibo una llamada de Sofía. Me cuenta que su madre se encuentra mejor pero que siguen haciéndole pruebas. Me pregunta por María y me dice que intente animarla.

Domingo, 16:30h:

Salimos del restaurante. Le pregunto a María si quiere tomar otro café o hacer cualquier otra cosa. Me dice que no. María no conduce, así que le digo que suba al coche, que la acompañaré a casa. Una vez en el coche, justo en el momento previo de ponerlo en marcha, observo a María muy seria. Le pregunto si se encuentra mal y al instante empieza a explicarme lo mal que se siente desde su separación, que en su vida nunca había vividos tres meses peores a estos, etc. Dejo que hable, que se libere. Al fin, se impone un largo silencio que rompo proponiéndole ir al cine, para que se distraiga.

Domingo, 18:00h:

Entramos en la sala y nos sentamos en dos butacas de la última fila. De pronto me doy cuenta que ni sé el título de la película, María ha comprado las entradas y ni siquiera me he molestado en preguntarle. Es verano y el aire acondicionado de la sala está demasiado fuerte. Empieza la película, americana, nada del otro mundo. A los cuarenta minutos, los protagonistas se recrean en una escena bastante tórrida. Noto como mi verga se hincha quedando atrapada en el pantalón. De reojo adivino los pezones duros de María también atrapados en su camiseta. Intento convencerme que la causa que motiva tal efecto es el frío de la sala. A partir de ese momento me es imposible seguir con atención la película, mi sexo y la intuición de que María está tan excitada como yo, me lo impiden. Al llegar la segunda escena caliente, aún más explícita que la primera, me remuevo en mi asiento con el propósito de disimular una erección en toda regla. Veo a María tocarse el cuello en un gesto de nerviosismo, mientras ya nada disimula unos grandes pezones erectos chocando en su camiseta. Se levanta y me dice que se va al baño. Mi mente empieza a imaginarla de pie, en un baño público, falda y bragas a nivel de los tobillos, dos dedos de una mano introduciéndose en su raja i la otra mano amasando uno de sus hermosos senos mientras gime. Aprovecho para salir de la sala y llamar a Sofía con el fin de quitarme esa imagen de la cabeza. Me cuenta que a su madre le darán el alta esa misma tarde, me pregunta por María y al saber que estoy con ella en el cine, me comenta que calcula que llegará a medianoche, que por qué no nos encontramos con ella en el bar de copas donde solíamos salir hace unos años. Le digo que se lo preguntaré y entro de nuevo en la sala. A los diez minutos aparece María, aparentemente más tranquila. De la película, ni idea, lo único que recuerdo es que acaba con la bandera de los Estados Unidos de América ondeando en el aire.

Domingo, 19:50h:

Salimos del cine. María se alegra cuando le propongo ir al encuentro de Sofía. Quedamos en ir al centro de la ciudad, pasear un poco y cenar en algún local de la zona.

Domingo, 21:25h:

María elije un restaurante vegetariano después de prometerle más de tres veces que no me importa comer ahí. Sí, efectivamente, se trata de una mentirijilla sin importancia

Domingo, 23:10h:

Acabamos de cenar. Pedimos un par de copas. Carne, no, pero alcohol sí sirven. Parece que el gin-tonic que se toma María fortalece sus ganas de hablar. Me cuenta historias de hace algunos años, cuando ella y Sofía estudiaban juntas en la universidad y se hicieron tan amigas. Me alegra distraerme un rato, la cena ha sido un calvario debido a que el pensamiento que había tenido en el cine, de ella masturbándose en el baño, se me ha aparecido reiteradamente mientras cenábamos. Y su camiseta ajustada, dibujando sus pechos más bien grandes, me devolvían la imagen de sus pezones duros por la excitación de la película. En un momento dado, al levantarse para ir al baño, me he sorprendido repasando con mi vista su culo generoso pero fuerte y sus piernas largas. Muy a pesar mío, durante los diez minutos que ha tardado en volver a la mesa, mi cerebro se ha dedicado a desnudarla, a acariciarla, a besarla en sus zonas más íntimas.

Lunes, 00:20h:

Llegamos al local donde habíamos quedado con Sofía. Aún no ha llegado. María sigue animada, el gin-tonic que acaba de pedir le ayuda a ello.

Lunes, 00:40h:

Sofía sigue sin llegar. María se modera, pide cerveza. Yo, whisky.

Lunes, 01:05h:

Ni rastro de Sofía.

Lunes, 01:10h:

¿Sofía no te ha contado nunca lo de la fiesta de graduación? – me pregunta María.

No. Ni idea de lo que hablas - contesto.

Vamos a bailar y te lo cuento.

No, no bailo, lo siento.

Bueno, pues te quedas sin saberlo – dice mientras me deja en la barra y se adentra en la pista.

Lunes, 01:25h:

Desde que entró a la pista su forma sensual de moverse ha atraído la mirada de todos los chicos de la sala y parte de las mujeres, si no todas. Como quien no quiere la cosa un tipo se acerca bailando a María. Ella ni se inmuta, aparenta que no le ha visto pero sus movimientos se vuelven todavía más sugerentes. Su culo se mueve a menos de un palmo de ese tipo que se la come con la mirada. La diferencia entre él y yo, es que él se atreve a bailar porque adivino que María le ha puesto tan cachondo como a mi.

Lunes, 01:30h:

Después de quitarse de encima al tipo de la pista, como quien no quiere la cosa, María vuelve a la barra.

Tienes el móvil apagado – dice mientras teclea el suyo.

¿Cómo?

Tu móvil está apagado. Tengo un mensaje de Sofía: que te ha llamado y no le contestas, que viene para acá pero no sabe a qué hora llegará.

Intento encender el móvil. Sin batería.

Lunes, 01:40h:

Nos sentamos en un sofá. María se acerca a mi oído para decirme algo. En ese momento noto la presión de uno de sus pechos en mi brazo y el tacto de su pezón me hace estremecer.

Sofía y yo somos muy amigas, ya lo sabes – me dice – pero por lo que veo no te ha explicado que… estoy algo borracha creo.

Sigue, explícame eso – le digo.

Bueno, si ella no te lo ha contado yo no debería

Venga – la corto - dímelo.

Bueno, pero no te enfades con ella, ¿vale? En la fiesta de graduación alquilamos un local como este para celebrar una fiesta privada todos los del curso. Bebimos, ya sabes… bueno, la cuestión es que… en fin, que una cosa llevó a la otra y… Sofía es muy guapa, ¿no?

Perdona, ¿me estás diciendo? – le digo sorprendido.

Sofía nunca me había comentado nada. La idea de que hace ya algunos años, antes de conocernos, se hubiera liado con María no me disgustaba para nada. La verdad, con los dos whiskeys y las cervezas que llevo encima, más bien me pone cachondo.

Si bueno, fue una vez solamente. Ya te digo, íbamos algo borrachas, nos lo estábamos pasando bien y, bueno

Bueno, ¿qué? – pregunto con interés.

No sé como acabamos en el baño y, vamos, que lo pasamos bien. Ya sabes.

¿Y se corrió?

Que guarro – me contesta divertida - Pues claro que se corrió, ¿los tíos solo pensáis en eso? ¿No estarás molesto, no? – me pregunta, creo que adivinando mi respuesta.

No, para nada, pero necesito otra cerveza.

Vale, que sean dos – dice.

Lunes, 01:45h:

¿Quieres los detalles? – pregunta.

Pensaba que ibas tan borracha que no los recordarías – digo riéndome – Cuéntame, no te dejes nada.

Bueno, estábamos bailando muy juntas, haciendo tonterías, en plan sexy, ya sabes. La cosa se fue calentando y sin pensarlo agarré a Sofía de la mano y me la llevé al baño. Cerré la puerta, la estrujé contra la puerta y le quité la camiseta que llevaba. Empecé a lamerle las tetas y mientras mis manos pasaron por debajo de la falda y empezaron a acariciarle el pubis. Me excitó notar lo mojada que estaba, sus bragas estaban empapadas.

Me lo imagino.

¿Sabes? – me dice María en mi oído – Recuerdo perfectamente como gemía. No puedes ni imaginarte la de veces que me he masturbando pensando en sus gemidos. Bueno, alguna vez tú también has aparecido en esas fantasías

Ah sí? ¿y eso? – digo mientras noto la mano de María apoyada en mi pierna, a escasos centímetros de mi verga.

Bueno, ya sabes, ¿quién no se ha imaginado un trío? Un coño y una polla juntas siempre dan más juego que separadas, ¿no?

Cierto – digo riendo.

Pero bueno, de eso no quiero hablar. Me apetece seguir contándote lo de Sofía.

Adelante.

Recuerdo perfectamente como se abrió de piernas cuando mis dedos la penetraron, su cara de placer, su grito al recibir mis dedos en su coño. ¿Te excita que te cuente eso de tu mujer? A ver - y pone su mano en mi pene totalmente erecto. – Ya veo. Pues sigo: Me la follé un buen rato con los dedos, ¿sabes? Recuerdo la excitación que me produjo cuando los dedos de la otra mano le penetraron la boca, los chupó como si se tratara de una buena polla. Mírame las tetas. ¿Te gustan?

Sí – le contesto – tienes buenas tetas.

Lo sé, he visto como durante la cena no podías dejar de mirarlas, te las comías con los ojos. ¿Te gustaría sobármelas?

María

Ya perdona, es que pensaba que a Sofía sí le gustaría. Bueno, al menos esa noche me las lamió enteras, joder, aún recuerdo lo bien que lamía mis pezones…Y bueno, supongo que podrás imaginarte lo cachonda que me puse al notar su lengua en mi coño… estaba tan mojada como ahora

En este momento el pantalón se ha convertido en una cárcel para mi pene. Puedo notar los latidos de mi corazón bombeando sangre a mi polla. Y me temo que María lo sabe.

¿Sabes lo único que eché en falta esa noche? – me pregunta.

No – contesto.

Una polla dura y fuerte penetrándome – y durante diez eternos segundos clava sus ojos en los míos – Me voy al baño.

Lunes, 01:50h:

Me levanto y me acerco al baño de chicas. Me aseguro que no hay nadie cerca y me cuelo dentro. Por debajo de las puertas busco los zapatos de María. Los localizo, abro la puerta y me la encuentro de espaldas con las manos apoyadas en el aseo, su falda negra y sus bragas en los tobillos y su camiseta morada colgada en un clavo de la pared. Me espera mostrándome el culo y el coño abierto. No decimos nada. Abro la bragueta de mi pantalón y libero mi sexo ardiente y sin miramientos clavo mi polla en su vagina, con violencia. Ella grita sin importarle que alguien pueda oírnos.

Fóllame. Fóllame igual que a Sofía. No, fóllame mejor que a ella.

Eso me hace ser consciente de lo que estoy haciendo… ¿y si Sofía me viera tirándome a otra? pero no puedo parar, la excitación me domina.

Yo soy más zorra que ella, ¿no? Fóllame como a una puta.

Mi polla, dura como pocas veces, no para. Entra y sale de su coño con gran violencia y rapidez.

Calla, guarra – le digo – Calla

¿Sabes? – dice ella con la voz entrecortada – creo que a ella le gustaría ver como me follas. También es muy puta, ¿no?

Eso me pone aún más cachondo y mis manos levantan su cabeza, separan su bonito pelo cobrizo para verle el rostro mientras me la follo. Ella se muerde el labio inferior y me mira desafiante, reptándome a que la dé más placer. En ese momento se abre la puerta. Mi corazón da un vuelco. Una chica se queda quieta, con el mango de la puerta en la mano, sin saber muy bien que hacer. Yo no paro, no puedo parar, sigo follándome a María y a ella no parece importarle que la miren, más bien lo contrario. Mira a la chica de reojo gimiendo aún de forma más explicita mientras le muestra su lengua. La chica, creo que disculpándose, desaparece cerrando la puerta detrás suya. Afortunadamente no era Sofía.

No pares, me corro! – dice María.

Pues paro. Quito mi polla de su coño, la agarro, la giro y estando de pie la obligo a colocar uno de sus pies apoyado sobre la taza. La penetro de nuevo y empiezo a follármela, esta vez lamiéndole los pezones con los que he pensado toda la tarde. Ella gruñe, gime como un animal.

Sí, sí, chúpalos. Ella me los chupaba igual, pero no tenía tu polla. Fóllame duro!

En poco menos de un minuto lanza un alarido de placer que dura un buen rato. Yo aminoro el ritmo y fuerza de mis embestidas. Con el orgasmo aún recorriendo su vientre, María lo aprovecha moviéndose haciendo círculos con sus caderas. Mi polla parece relajarse un segundo, justo el momento en que ella, en un rápido movimiento, sin salir de mi, logra sentarme en el retrete. De espaldas, empieza a mover su culo arriba y abajo, cada vez más rápido.

¿Esto te lo hace Sofía? Dime, ¿te lo hace?

Calla y sigue.

¿Sabes que pienso? Que mientras te folla, más de una vez se imagina lamiéndole el coño a una tía, como cuando me lo lamió a mi

Y ahí no puedo más. María lo nota y retira mi polla de su vagina, se gira, y la recibe en la boca. Al notar mi primera explosión, la saca y sacia todo mi deseo con la mano colocando mi verga a la altura de sus pechos.

Lunes, 02:00h:

Nos aseamos como podemos y nos vestimos en silencio. En absoluto silencio. Yo salgo primero y me dirijo directamente a la barra y pido una cerveza. María desaparece sin despedirse.

Lunes, 2:45h:

Llego a casa. Oigo a Sofía duchándose. Me dirijo al baño, abro la puerta y la saludo. Ella desde la ducha responde:

Hola cariño, al final no vine, se hizo tarde y estaba cansada. Tenías el móvil apagado.

Sin batería. Me voy a la cama – respondo.

Vale.

Entro a la habitación. Retiro la ropa de Sofía que está tirada en la cama. Bragas, falda negra, camiseta morada. También aparto esa bonita peluca de cabello cobrizo. Apago la luz y me meto en la cama.

Lunes, 2:55h:

Sofía, a oscuras, entra a la habitación y se echa a la cama. Me pregunta:

¿Qué tal con María?

Bien. La vi muy animada – respondo.

"Me alegro" creo entender que dice Sofía, debajo de las sábanas, mientras empieza a lamer mis testículos