14 de Febrero

A grandes males, grandes remedios...

Denke

14 de Febrero. Maldito día pensaba Marc. Hacia justo dos semanas que la novia lo había dejado, y hoy, justo hoy, tenía que ir a enterarse de que su novia (bueno, ex novia) le ponía los cuernos?

A veces las ironías del destino son demasiado directas. Tanto, que te empujan a hacer cosas que jamás te habrías planteado.

Marc era un joven universitario, un chico normal. Se consideraba liberal, pero no buscaba los límites de ese concepto. Simplemente se planteaba las situaciones, tal y como le iban llegando. Sobre todo mientras había tenido pareja.

Su relación había pasado por las típicas fases que pasan casi todas las relaciones. Un boom sexual al inicio, seguido de una mejora cualitativa del sexo a medida que la pareja se conocía. Hasta que un día, tuvo la impresión de que aquello parecía una clase de aeróbic en lugar de una sesión de sexo… ahí empezó la experimentación, el sexo anal, la literatura erótica, las películas, compartir fantasías… puede que esa sea la fase que recuerda con más ternura… la de la confianza. Pero como casi todo en esta vida, la imaginación a veces se cansa

Ahí estaba Marc, sentado con el grupo, tomando tranquilamente una cerveza. No estaba borracho, pero el cúmulo de emociones le hacia estar en una nube. No hablaba, ni escuchaba. Sólo pensaba.

De repente una frase se clavo en su mente. ¡A la mierda! Si, a la mierda. Era una buena frase, una frase con la que empezar de cero. A la mierda. Marc miró las caras en la mesa, todo el mundo sabía como se sentía. El ya sabía lo que le dirían todos, así que cogió su cerveza, y les dijo:

-Ahora vuelvo-

Se levantó de la mesa, se giró, y casi sin mirar, se acercó a la primera mesa que encontró. En ella había dos chicas de unos 20 años. Y les preguntó:

-¿Puedo haceros una encuesta?-

Las dos chicas se miraron la una a la otra,  y volvieron a mirar al desconocido joven que pretendía interrogarlas. Era alto, de cabello corto, castaño. Con un estudiado desaliño, y con una mirada inocente e inquisitiva a la vez. Realmente daba la impresión de ser inofensivo de no ser por la picardía con la que clavaba la mirada.

-¿Sobre que es la encuesta?- preguntó Cristina.

-Humm… es una encuesta para recuperar la fe en la especie humana- Dijo sin dejar de sonreír.

Las dos chicas se miraron, y rieron, invitándolo a sentarse. Sin ningún tipo de aderezo, y de manera impersonal, Marc les preguntó su opinión sobre una persona que dejaba a su pareja, después de cinco años,  por un/a compañero/a de trabajo, que además tenia que casarse con su respectiva pareja el próximo Abril

-¿Tu has hecho eso? Que cabrón- Dijo Cristina con picardía

-No, no he sido yo… me lo han hecho a mi.- Dijo dibujando una inocente sonrisa en su rostro.

Cristina no podía creerlo, la historia era cierta? O solo era una nueva y original manera de tirarse el rollo para ligar un poco... seguía pensando que en la mirada de aquel chico había algo diferente, no la malicia de quién dice alguna mentirijilla para conseguir un ligue de una noche. Sin darse cuenta, Cristina ya estaba hablando con aquel extraño, se llamaba Marc, universitario, vivía fuera de casa, y parecía realmente agradable. Le despertaba cierta… ¿que era exactamente? ¿Ternura? ¿Curiosidad? ¿O inquietud? No lo sabia, pero no podía dejar de mirarle a los ojos.

De repente, Marc se disculpó por la interrupción, se levantó y se despidió con un:

-Bueno, supongo que nos veremos por aquí- Y volvió a su mesa.

Toda la mesa miró a Marc con incredulidad ¿Qué había pasado exactamente? ¿Por qué la chica morena de la otra mesa no dejaba de mirarle a pesar de estar de espaldas?

-¿Qué les has dicho?- Preguntó finalmente Isa.

-Nada, les he preguntado que opinaban de lo que me ha hecho Laura- respondió distraídamente Marc.

-Ah, ¿Y puedes decirnos como se llama la morenita a la que te has ligado?-

-No me he ligado a nadie, no se ni como se llama- Dijo mientras examinaba sin finalidad su botella de cerveza.

¿Que había pasado en aquella mesa? Aquella chica de ojos miel no había dejado de mirarle fijamente con una dulce sonrisa de comprensión en su rostro. Le había hecho sentir muy cómodo mientras le explicaba su vida.

Sólo sabía que era estudiante de sociología, guapa, y buena conversadora… Y que ahora mismo estaba pensando en ella… ¡Era la tontería con mas sentido de toda su vida!

Lanzó una mirada perdida a sus compañeros de mesa, se disculpó por tercera vez en la noche, y se dirigió a la barra.

La sangre de Cristina se heló por un momento, cuando una mano suave pero firme se apoyó en su espalda. Era él, seguro. ¿Quién más se acerca a una chica que está hablando con otro hombre en la barra? Sólo un loco encantador como él. Se giró dando la espalda al pesado que intentaba ligar con ella, y se dio de bruces con aquellos ojos pardos, tiernos y firmes como el tacto de su mano.

-Perdona pero es que antes se me ha olvidado preguntarte tu nombre. Y si me voy de aquí sin hacerlo, no me lo perdonaré hasta que vuelva a verte-

Lo dijo ignorando si el tipo que estaba a su lado era su novio, un amigo, o un pesado cualquiera del bar. Le daba absolutamente igual. Ese era el día de "a la mierda", y todo excepto aquella mirada, daba igual.

-Cristina- Dijo mostrando tanto aplomo como era capaz.

-¿Cristina…?- degustó Marc –Cristina, hoy es una noche muy extraña.Tengo ganas de perderme. Y eres la mejor compañía que se me pueda ocurrir para hacerlo. ¿Me acompañarías?-

-Encantada-

Salieron del bar sin dar explicaciones a nadie, y se fundieron con la noche. Se escucharon con el tacto de sus manos, y se hablaron con la mirada durante horas, de local en local, riendo, hablando y soñando despiertos. Finalmente, llegaron al parque interior de un bloque de pisos, y después de compartir un poco de humo de libertad. Marc volvió a clavar su mirada en la de Cristina. Las emociones lo embriagaban mucho más que el alcohol. Tomó su rostro entre sus manos, y le dio el beso más dulce que supo. Cristina estaba inmóvil, intentando captar el momento para si misma, pera siempre. Sabía que una noche así no se repetiría jamás, aun con Marc, sería imposible.

Marc bajó suavemente sus manos por los brazos de Cristina, casi sin tocarla. Y al llegar a la cintura, inició un ascenso firme, por la espalda, sorteando la camiseta de Cristina, seguro por fin, de saber que eso, era lo que mas deseaba hacer en el mundo.

La espalda de Cristina se arqueó instintivamente, facilitando la derrota de su sujetador. Sus pezones notaron la frescura de la madrugada y se irguieron insolentes retando a la lengua de Marc, que orgullosa abrazó a sus rosados contrincantes.

Cristina despertó de su sueño al notar como su sexo se humedecía a la par que sus pezones. Y una vez mas el instinto se encargó de dirigir su mano hacia la entrepierna de Marc, que insistía en salir de su confinamiento.

Al notar el contacto, Marc cerró los ojos y cedió en su castigo a los pechos de Cristina. Un rayo cruzó su espalda, e hizo desaparecer sus pantalones. Al abrir los ojos, vio a una preciosa ninfa pasar su mejilla por la tela de su ropa interior, antes de apartarla y besar su pene con la misma ternura que antes le habían besado los labios. Los besos se repitieron pero con más fuerza y velocidad, hasta que la lengua de Cristina recorrió todo el largo del tronco, y engulló el falo lentamente, centímetro a centímetro haciéndolo suyo. Con su mano derecha masturbaba el tronco, mientras la lengua se encargaba de marear a aquel desorientado capullo rosado.

La respiración de Marc se aceleró, y empezó a entrecortarse. Cristina dejó de lado la felación, para clavar de nuevo su mirada en aquellos ojos castaños que la volvían loca, mientras masturbaba a aquel semi desconocido. Quería ver como contraía su rostro al momento de eyacular en su mano. Y pudo ver como el placer que ella le daba, le cerró los ojos en el momento justo.

Marc se regaló unos segundos de reposo para degustar el placer que ella le había dado, y acto seguido la desnudó dejándole solo un divertido tanga naranja. La recostó boca abajo, y empezó a recorrer su espalda con la punta de la lengua, sin prisas, casi sin saliva… al llegar al culo apartó ligeramente el tanga. Esa situación siempre lo había matado de morbo, y lentamente dejo viajar a su lengua hacia el sur, descubriendo territorios inhóspitos, y entregando placer allá por donde pasaba. Finalmente se incorporó un poco, y penetró con suavidad y determinación en aquella templada prisión de sensaciones, provocando un dulce gemido en su ninfa.

Los movimientos acompasados dieron su fruto, y como si fuese un regalo de los duendes de la noche, ambos explotaron a la vez, arqueando sus espaldas, y permaneciendo un segundo inmóviles, reteniendo en la memoria los recuerdos de todos los poros de su piel.

Sin salir de ella, Marc selló con un beso en la húmeda espalda de Cristina, el más bello de los contratos de la noche. La sinceridad.

Por Denke