12/20. el salón de belleza
Aunque ya no es excepcional, todos ustedes saben que algunos hombres han o hemos ido a un salón de belleza en alguna ocasión.
Hola de nuevo...
Aqui les traigo una nueva creación, que espero que les guste.
A ciertos hombres nos gusta depilarnos cuando llega el buen tiempo.
A algunos también nos gusta que nos limpien el cutis aunque sea de año en año, para quitarnos de vez en cuando, esos puntos negros o acumulaciones de grasa en los poros de la piel, que no molesta a todos los hombres.
En esos salones de belleza, también realizan servicios habituales de peluquería, maquillaje, estética, manicura, incluso presoterapia y nutricosmetica, aunque desde que me dieron el primer masaje relajante soy un adicto al salón de Verónica.
Verónica se dio cuenta de que el estrés estaba aumentando cada vez más entre sus conocidas y probó esa nueva línea de negocio.
Se apuntó a varios cursos de masaje, entre los que destacaba el ancestral masaje tradicional tailandés, no el de los reclamos publicitarios de sexo, sino el auténtico masaje para combatir malestares y estrés. Algo que siglos atrás en Tailandia pasaba de generación en generación de manera secreta.
El masaje thai como se denomina realmente tiene una antigüedad de más de 4000 años y se caracterizaba principalmente por trabajar el cuerpo con presiones, movilizaciones pasivas y estiramientos. Las presiones se realizan sobre los denominados canales energéticos o líneas sen, facilitando el correcto funcionamiento de los sistemas sanguíneo, linfático y nervioso.
Además de la descongestión muscular y fascial, resultaba relajante y ayudaba a reducir el estrés.
Las versiones más modernas de este masaje incrementan sus servicios con aceites esenciales e incluso masajes en pareja, algo en boga recientemente.
Verónica acertó de lleno en la ampliación de los servicios y desde hace años prestaba una amplia gama de masajes thai, incluyendo uno exclusivo relajante con aceite de almendras.
Conocía el salón de belleza Verónica desde hace años. Me aficione a ir a él cuando conocí a un entrenador personal, José Miguel que era muy aficionado. Yo creo que estaba enamorado en secreto de Verónica. Sus miradas eran sencillamente llamaradas de amor y deseo, pero jamás se habían atrevido a decirse nada…, eran muy tímidos ambos…
Yo era y soy cliente habitual del centro, pasando por allí más o menos cada mes. Me llamo Alejandro y dicen que soy bastante resultón.
No crean amigos lectores que era Verónica la encargada del masaje relajante…, no.
Tuvo que incrementar su plantilla de trabajadores y contrató a Lucas como el encargado de los masajes, por cierto…, tenía unas manos mágicas. Todas las clientas estaban encantadas con él. Creo que incluso algunos clientes también.
Para algunas clientas un poco susceptibles, Verónica había contratado a una venezolana llamada Patricia, que aprendió de forma inusual la técnica, teniendo incluso mejores manos que su maestro Lucas. En principio Patricia solo ofrecía servicios a mujeres.
Cuando llegué al salón aquel esplendido día de junio de hace varios años, venia dispuesto a disfrutar del masaje de Lucas y volver como nuevo a la oficina, aprovechando la hora del almuerzo.
- Buenas tardes Alejandro
- Buenos días Verónica, aún no he comido.
- Claro Alejandro, que tonta soy…
- Tenemos un pequeño contratiempo Alejandro…, Lucas hoy no pudo venir por problemas familiares.
- ¿Te importa que te dé el masaje el servicio Patricia?
Ya conocía a Patricia de entrar y salir de la cabina de masaje. No me importo. Quería recibir el masaje relajante a toda costa.
- Sin problemas Vero.
- Espera unos minutos, estará a punto de terminar.
Con una excepcional puntualidad a las tres en punto se abrió la cabina y salió una cliente y detrás Patricia.
- Patri, le toca a Alejandro…, ya le conté.
Con un pequeño gesto de cortesía me invito a entrar en la cabina. Tal como le había enseñado Lucas me ofreció las toallas y se volvió para no entrometerse en mi intimidad, al desnudarme. Sabia como había de ponerme y como taparme con la toalla principal y como ponerme la pequeña de soporte en la frente al tumbarme boca abajo.
- Cuando este listado usted me avisa.
La voz de Patricia, que jamás había oído hasta ese momento, me pareció la más sensual de todas las que jamás había oído. La educación que demostraba a priori era digna de agradecimiento. Me había parecido siempre una persona educada y cortes. No era especialmente atractiva pero tenía algo…
Intente centrarme en recibir el masaje. Sabía que durante una hora aproximadamente disfrutaría de un masaje relajante que a veces incluso me hacía casi quedarme dormido. Sonreí al recordar como Lucas en alguna ocasión me había despertado como un amable carraspeo.
Sentí como Patricia se frotaba las manos para calentarlas e impregnarlas de aceite de almendras. La música relajante y una barrita de incienso quemándose jamás faltaba en la cabina de masaje.
Al igual que Lucas empezaba el masaje en los pies y pantorrillas. Subía por los muslos hasta llegar a los glúteos…, y masajeaba por debajo de la toalla ligeramente sin quedarse mucho tiempo allí. Luego pasaba a la espalda, brazos, hombros y cuello.
Al masajearme el cuello, las sienes y la cabeza con las puntas de las yemas de sus dedos…, noté su increíble aroma…, era encantador y ciertamente seductor…
No era el olor del aceite de almendras, que ciertamente es atrayente para los que tenemos el sentido del olor más desarrollado…, era su perfume…, un aroma que me seducía segundo a segundo…
Estaba encantado. Todo se iba desarrollando perfectamente, aunque la música, el incienso y aquellas manos en lugar de hacerme dormir, me empezaron a despertar una parte de mi cuerpo que no deseaba que se despertase allí precisamente.
Ella notó sin duda mi tensión, aun cuando obviamente al estar boca abajo no notó nada más.
- Relajase…, está usted muy tenso.
- Ha sido un día horrible en el trabajo. Lo intentaré no se preocupe.
No se me ocurrió nada más en ese momento, que esa estúpida contestación. Pensaba para mis adentros…, como resolver esa incómoda situación. Confié en que la presión de la parte de mi cuerpo con la camilla, que trate de forzar algún más…, la hiciese retroceder en su ambición quizás natural de evolucionar…
- Relajase por favor…
- No se preocupe Patricia, es cuestión de concentrarme un poco más.
Confié en que antes de que me tuviese que volver boca arriba, aquello hubiese remitido…
Mentalmente analizaba el tiempo que restaba para tener que volverme boca arriba. La situación era crítica, aunque confiaba en que la presión llegase a conseguir el resultado.
Nada más lejos de la realidad. El masaje me estaba excitando cada vez más y más…
- Por favor dese la vuelta
Me volví, ella se había dado la vuelta para evitar poder verme sin querer.
Me di la vuelta. La toalla pequeña de la cabeza no tenía ninguna dificultad, quedaría detrás de mi nuca. El problema sería la toalla grande que obviamente parecía una sombrilla encima de aquella enorme y dura estaca. Me la coloqué como pude, intentando disimular lo que pudiera de aquel espectáculo inesperado…
- ¿Listo?
- Si.
Cerré los ojos e intente disimular, intentando creer en el milagro de que no se diese cuenta o estuviese ciega temporalmente.
No oía nada. Nada decía.
¿Sería un milagro?
¿Quizás tenía problemas de vista?
Quien sabe…
Oí de nuevo frotar de nuevo sus manos e impregnarse un poco de aceite de almendras…
Cual como el mito de las jirafas, no abría los ojos para no intentar ver la cara de asombro de Patricia…, o quizás de enfado o indignación…
Ojos cerrados a la cruda realidad…, nada fría…
Patricia comenzó su rutina de nuevo por los pies y las pantorrillas…
Eso empeoraba por momentos.
Notaba como ese palo provisional de sombrilla crecía, engordaba y se endurecía por segundos…, inevitablemente…
Intuía que aquella sesión terminaría bruscamente en cualquier momento…
Aún quedaba aproximadamente media hora…
Le tocaba el masaje a los muslos…
Los ojos cerrados…
¿Qué pasaría?
Sus delicadas manos subían despacio muslos arriba con la rutina habitual…
Noté como sus dedos tocaron fugazmente mis testículos, seguramente sin querer…
Los ojos cerrados...
Una de sus manos agarro el palo de la sombrilla, mientras la otra retiraba la sombrilla propiamente dicha…
Respire aliviado o gemía excitado…, no sabría decirlo…
Ojos cerrados…
Aquellos minutos siguientes fueron espectaculares…
El aceite…
Sus manos por turnos…
Arriba…
Abajo…
Giro a la izquierda…
Giro a la derecha…
En aquella sesión de masaje, Patricia olvido darme masaje en el torso, en mis manos, en mis brazos, en mis hombros, en mi cuello y en mi rostro…
No me importó…
Después de varios minutos interminables de tensión acumulada…
Noté el calor de su boca…
Hubo entonces una ansiada distensión…
Distensión total…
Distensión a chorros…
Distensión de varios impulsos prostáticos…
Noté el aprisionamiento…
Noté la concienzuda limpieza…
Abrí los ojos…
Vi la cara de Patricia, con atisbos de lujuria, deseo, pasión, vicio…, y ese instante en que fugazmente su lengua salía para volver a entrar llevándose consigo un resto…
- Me encantó…, tu cosota…
Dijo.
- Me encantó…, tu masaje…
Dije.
- Terminó la sesión. Es la hora. Vístase por favor.
No se volvió en esta ocasión para ofrecerme intimidad. Me miro disfrutando…
Me ofreció una tarjeta en la que había anotado algo. Me la metí en el bolsillo…
Salimos…
- ¿Qué tal Alejandro…?
- Genial Vero…
Aquella noche, la estaba llamando por teléfono.
Durante los siguientes meses, Patricia y yo disfrutamos de un sexo lujurioso y épico.
En los meses siguientes no tuve que pasar por el salón de belleza a nada, y menos a recibir masajes contra mi estrés...
El estrés hacía semanas que Patricia me lo resolvía cada noche…
Patricia es maravillosa.
Patricia tiene unas manos excepcionales.
Aunque lo que hace única a Patricia, es su boca…
En el próximo capítulo…, el número trece de esta serie de veinte relatos para leer en pareja…, les hablaré de dos amigos muy especiales que conociéndose desde la infancia, están estudiando juntos en Madrid y de su primera vez unas Navidades…
Hasta muy pronto, mis queridos amigos.
Ya saben que siempre estoy a su entera disposición en mi correo electrónico.
PEPOTECR.