12 Maldita esquina.
¿Como te enteraste de la infidelidad de tu pareja? Relatos basados en hechos reales que fueron contados por sus propios protagonistas y tienen un denominador común: cómo se enteraron que su pareja les estaba siendo infiel.
Maldita esquina
Hay que ver el azar, cómo puede cambiar tu vida y no, no me refiero a que te toque la lotería, que también. Me refiero a tomar decisiones intrascendentes en apariencia, pero que al final resultan ser las que determinan cómo va a ser tu existencia a partir de entonces. La lotería que a mí me tocó, ha sido poco motivo de alegría.
Yo pensaba que la decisión más importante de mi vida, o una de ellas, había sido cuando le di el sí quiero a mi marido en el altar, con todo el boato, la pompa y las circunstancias que acompañan a un acontecimiento así.
Y sin embargo, ahora resulta que mi mundo cambia por algo tan estúpido, como decidir girar a la izquierda o a la derecha. Ya, para siempre, me acordaré de aquella maldita esquina y el momento en que la doblé.
Había decidido ir a la otra punta de la ciudad, a buscar la tienda de artesanía de cuero que tantas veces me había comentado mi marido. Veinte minutitos de autobús para comprarle un cinturón y una cartera por su cumpleaños. Imbécil de mí. Pensando en darle una sorpresa y la que se la llevó fui yo.
Allí, en aquella esquina intentando orientarme. ¿Giro a la derecha o a la izquierda? Bueno, probaremos a la izquierda y si no la encuentro, pregunto.
Y de repente me los encuentro de frente. Agarrados del brazo y mirando escaparates. Me quedé de piedra. Se me heló la sangre en las venas. Mi primera reacción fue meterme en un portal, esconderme como si fuera yo la que estaba haciendo algo malo. Debió ser la vergüenza que sentí. No, no podía ser verdad, sería alguna clienta de mi marido, qué es viajante de comercio. Los observé un minuto, a ver si había algo que me convenciera de que aquello no era lo que parecía. Pero su actitud era cariñosa y cómplice. Aquellos dos estaban liados, era evidente. Y para acabar de corroborarlo, se dieron un beso en la boca. Entonces ya fue cuando estallé. Se me pasó la vergüenza de golpe.
Me dirigí hacia ellos gritándoles de todo. Se quedaron petrificados. No se lo esperaban. Aún continuaban agarrados del brazo y me miraban sin saber qué hacer. De pronto, me di cuenta de que allí la loca era yo. La gente me debía estar viendo como una desequilibrada que estaba molestando a una pareja y eso, me enfureció aún más. Perdí completamente los papeles y empecé a pegarles con el bolso.
La tipa aquella, se refugió detrás de mi marido y el trató de protegerse, pero sin sujetarme los brazos. Tuvo que ser la gente que había en una terraza tomando café, la que se levantara y nos separara.
Yo no hacía más que llorar. Y tenía la impresión de que nadie me iba a consolar, de que nadie me entendía.
Al final, él le pidió a aquella mujer que cogiera un taxi para poder llevarme a mí en el coche, de vuelta a casa. En todo momento parecía estar más preocupado por ella y también por el escándalo, que por mí.
En el coche, apenas hablamos. Yo esperaba una explicación: no estaba dispuesta a perdonarlo pero al menos, que me explicara quién era esa mujer y por qué estaba con ella. Por qué me había hecho eso. Pero él solo me pedía que me tranquilizara y me decía que hablaríamos al llegar a casa, como si quisiera ganar tiempo para pensar lo que me iba a decir.
Cómo era de esperar, cuando pudimos hablar con algo de sosiego, después de que se me pasara la crisis nerviosa, no me dio en absoluto la sensación de que estuviera arrepentido y de que siguiera enamorado de mí. Todo lo que decía sonaba a disculpa barata. Simplemente trataba de excusarse.
Entonces, tuve claro que lo nuestro había acabado.