11- Luego de un encuentro decepcionante

Luego de un encuentro por demás decepcionante, finalmente llega la sorpresa

Los que ya me conocen por mis anteriores relatos, sabrán de sobra que soy una mujer que adora el sexo en todas sus formas. Lo que les voy a narrar a continuación me sucedió trás una cita que venía esperando durante mucho tiempo y que terminó de una manera muy decepcionante. Sin embargo lo interesante es lo que ocurrió luego de dicho encuentro para beneplácito mío.

Cómo ya les conté en otros relatos, entre mis varios trabajos, se encuentra el de profesora en un exclusivo gimnasio de mi ciudad. Esto me permite conocer mucha gente interesante, entre ellos el caso de Juan Carlos, que si bien no era alumno mío, él tomaba clases de musculación, disciplina que no yo enseño, varias veces nos habíamos cruzado en el gimnasio y siempre se había mostrado muy simpático conmigo, llegando incluso a coquetearnos mutuamente como un juego.

Él era, en ese momento, unos de los hombres más atractivos físicamente, en un entorno lleno de hombres atractivos y todas las mujeres le tenían el ojo echado. Juan Carlos era unos diez años mayor que yo, pero a pesar de eso se lo veía en una condición física que rozaba lo excitante, tenía un rostro de modelo, un carácter comprador y un cuerpo que parecía tallado por un escultor renacentista.

Su actividad favorita en el gimnasio, además de matarse haciendo pesas, era la de intentar conquistar a cuánta mujer le pasaba cerca, yo incluída.

Al principio era un juego divertido entre ambos, pero conforme pasaba el tiempo, los coqueteos e histeriqueadas iban aumentando al punto de mantenerme caliente durante varias horas. Un buen día, y más por un apure mío hacía él, salió en medio de una charla la posibilidad de realmente tener un encuentro sexual. Intercambiamos números de teléfono  y nos mantuvimos escribiéndonos durante un par de semanas. Él ponía por escrito todas las barbaridades que pretendía hacerme y yo más me calentaba. Parecía que por fin había encontrado un amante de mi talla.

Acordamos tener una cita, pero esta iba a ser en mi casa, dado que Juan Carlos era casado y no quería exponerse a que alguien nos viera.

La noche en cuestión llegó a mi casa donde yo lo esperaba con una rica cena y con unas ganas de coger como hacía mucho tiempo no experimentaba. Para ese día tenia elejido un vestidito muy corto negro sin ropa interior debajo. Cenamos en el living en medio de una charla de lo más interesante. Juan Carlos además de lindo era muy culto e interesante. Casi sin darnos cuenta nos tomamos las dos botellas de vino que mi amante había traído y estábamos bastante picados. Mi calentura iba aumentando minuto a minuto, así que decidí tomar la iniciativa y lo encaré con ganas de comermelo entero. Mi boca buscó la suya y muy pronto estábamos tocándonos y besándonos sin miramientos.

Descubrí que él no era tan buen besador como yo lo había fantaseado, pero tampoco me importaba tanto. Sobre todo cuando a los pocos minutos lo tuve casi desnudo para mi, solo le quedaba su boxer puesto, y pude acariciar ese cuerpo tallado que tenía.

Lentamente me fui bajando de su falda hasta quedar arrodillada entre sus piernas. Tenía la necesidad imperiosa de meterme su pija en la boca y conocer su sabor. Lamer y chupar esa pija con la que tanto había fantaseado. Finalmente saque su boxer y me encontré con algo que nunca hubiera imaginado. La espectacular pija que tenía en mi mente no era tal.

De pronto me encontré arrodillada frente a un pija circuncidada que aún dormía, y que en ese estado no tenía más de diez centímetros de largo siendo muy optimistas.

Él ya se había recostado sentado en el sillón con su cabeza hacía atrás esperando por el tremendo pete que tanto le había prometido, pero al tomar su verga entre mis dedos comprobé una vez más, para mi decepción, que estaba totalmente flácida y que era muy pequeña. A pesar de ello me la lleve a la boca con la esperanza que al pararse creciera de tamaño. Luego  de un par de minutos en que puse lo mejor de mi para pararla, sentí como se tensaron sus piernas y eyaculaba directo en mi boca sin previo aviso.

Yo aun no me había quitado siquiera el vestido, y él ya había acabado. Se la seguí acariciando con la esperanza de que finalmente, y ya sin nervios se le parara, pero mis intentos fueron en vano.

Para ser sinceros, no era la primera vez que me pasaba esto de estar con un eyaculador precoz o con alguien a quien no le funcionara el miembro, por lo cual decidí no frustrarme sabiendo que en esos caso el hombre siempre podía darme placer con manos, boca y lengua.

Pero lo que sucedió a continuación me dejó sin palabras. Porque cuando Juan Carlos finalmente se recuperó de su pronta acabada, comenzó a vestirse aduciendo que ya era tarde y que debía volver a su casa. Ni una sola explicación o excusa de lo que había pasado. O sea que además de impotente y eyaculador precoz, era un egoísta y un pelotudo.

Lo acompañe hasta la puerta ya sin ganas de disimular la frustración y el muy descarado antes de irse me dijo que esperaba que se repitiera.

Cerré la puerta sabiendo que nunca más iba a pasar nada con Juan Carlos y la calentura de excitación que tenía muy rápidamente se convirtió en calentura de bronca.

Enojada y frustrada, levanté los platos de la cena y sin siquiera lavarlos me fui a mi habitación dispuesta a acostarme para que se acabara ese día patético. Con bronca me quité el vestido, me puse una vieja camiseta que uso para dormir y una tanga blanca de algodón, apague las luces y me acosté en mi cama. A los pocos minutos sonó mi teléfono avisando que me había llegado un mensaje. Pensando que se trataba de Juan Carlos esgrimiendo alguna excusa tonta lo busque en el baño donde lo había dejado y grande fue mi sorpresa cuando vi que el que me escribía no era el imbécil de Juan Carlos, sino mi vecinito del edificio de al lado. Mi vecinito el pajero, a quien le había hecho un par de petes en el gang bang con sus amiguitos igual de pajeros, y a quien le había dado mi teléfono para cuando quisiera perder la virginidad.

En su mensaje ponía que el vestido negro me quedaba bien, pero que la tanga y la musculosa que usaba de pijama le gustaban más. Me reí de su ocurrencia, era obvio que me estaba espiando desde su ventana y nos pusimos a chatear. Yo le conté de la horrible noche que había pasado y él me contó que estaba solo ya que su familia había ido a visitar a su abuela en el interior, viaje que él no hizo porque tenía un torneo de natación un par de días después.

Finalmente y tras muchas vueltas mi vecinito me preguntó si no podía ir a casa para concretar lo que habíamos hablado y mi respuesta fue que no, ya que seguía frustrada por la experiencia anterior y no estaba con ganas de lidiar con un virgen que posiblemente también iba a acabar muy rápido. Pero luego de una media hora sin poder conciliar el sueño me dije que nada podía ser peor que Juan Carlos y le escribí para que viniera.

En menos de diez minutos escuche como sonaba el portero y la abrí mientras yo me quedaba en la puerta esperándolo con la misma musculosa y la tanga con que me había acostado.

Alan entró a mi casa con una cara de nervios que lo delataban. Nos saludamos con un beso tímido en los labios  y le pedí disculpas por cómo estaba vestida pero que por la bronca no se ma había ni siquiera ocurrido ponerme algo más sexy para recibirlo, a lo que él respondió que no importaba, que le gustaba esa tanga, incluso más que el vestido que tenía puesto antes. Alan a pesar de su inexperiencia de virgen por lo menos sabía cómo hacerle a una sentirse deseada y eso me excito mucho. Sin nada más que decir lo lleve de la mano hasta mi cuarto donde nos besamos con pasión y lujuria. Poco a poco lo fui desnudando y noté que sin tener un cuerpo de gimnasio tan marcado como el de Juan Carlos, su cuerpo no estaba para nada mal. De hecho era más que atractivo el pendejo, sobre todo cuando le saque el boxer y vi su pija erecta y dura como si fuera de marmol. En el relato anterior les conté que me había llamado la atención lo linda que era y más que nada lo gruesa que se veía, sobre todo en la base. Alan tenía una de esas pijas que son más gruesas en el tronco que en la cabeza. Tan gruesa es que mi mano no alcanzaba a rodearla del todo cuando la tomé para masturbarla.

Me estaba por arrodillar para mamarsela cuando él me frenó y me preguntó si podíamos hacer un 69 como los que había visto en los videos porno  y yo sonreí de felicidad. Tal vez no se los conté, pero el 69 es mi posicion favorita para el sexo oral.

Sin perder tiempo acosté a Alan en mi cama, me despoje de las pocas prendas que cubrían mi cuerpo y me senté a horcajadas sobre su boca expectante de ver que tan bueno era para lamer conchas. Yo sabía, porque me lo había contado, que nunca en la vida le había hecho sexo oral a nadie, sin embargo su lengua en mi vagina se movía como toda un experta. O había aprendido mucho de los videos, o bien era sumamente intuitivo, porque Alan encontraba los lugares justos que me llevaban al cielo del placer. Me estaba haciendo gozar con su boca mucho más que la mayoría de mis más experimentados amantes.

Después de disfrutar de su lengua por varios minutos, me recoste sobre su panza dejando expuesta toda mi zona sexual y fui directo a meterme esa pija juvenil en mi boca. El sabor de su verga era tan hermoso como su forma. Mientras yo intentaba meterla lo más adentro que podía, sentía su lengua explorar mi concha y mi culo y sus fuertes manos tomándome de los cachetes de la cola y masajeandolos. Mi primer orgasmo vino de la nada y sin esperarlo, y Alan bebió hasta la última gota de mi copiosa acabada. Lejos de parar, él siguió lamiendo y chupando cada vez más intenso mientras uno de sus dedos buscaba meterse en mi culo.Yo sentí su pija palpitar en mi boca y a pesar que le había prometido dejarlo penetrarme para perder su virginidad conmigo, las ganas pudieron más y se la segui chupando hasta sentir como descargaba todo su semen juvenil dentro de mi boca al tiempo que yo alcanzaba un segundo orgasmo más intenso que el anterior. Poco a poco nos fuimos calmando y para mi sorpresa, descubrí que su pija no había perdido ni un ápice de dureza a pesar de haber terminado hacía menos de treinta segundos, y di gracias por la magia de la juventud.

Suavemente me retiré de encima de su boca y fui a besarlo con pasión. Los restos de mis jugos y de su semen se mezclaban en nuestras bocas. Le pregunté si ya estaba listo y me dijo que si, por lo que tome un preservativo del cajón de mi mesa de luz y le enseñe a ponerselo. Su pija seguía dura como si no hubiese acabado aún y ya mi concha pedía a gritos ser invadida por esa gruesa verga.

Me senté encima de él y muy lentamente, centimetro a centimetro me fui clavando sola en esa monumental pieza de carne. Su cara se transformó en algo difícil de describir, pero creo que es la cara cara de cualquiera que prueba por primera vez las maravillas del sexo.

Poco a poco toda esa masa de músculos, carne, venas y nervios terminó entrando en mi mojada concha. Pocas veces me había sentido tan llena de verga como con mi inexperto vecinito. Comencé a galopar encima de él con tanta pasión que muy pronto me vino un orgasmo, y luego otro y después otro más. No se cuanto tiempo estuve montandolo, pero llegó un punto en que a pesar de mi excelente estado físico, las piernas dejaron de responderme, así que cambiamos de posición y me acosté dispuesta a recibirlo dentro mio. Cuando me la metió de un solo golpe hasta el fondo me quedé sin aire y pensé que me iba a desmayar. A pesar de lo dilatada que estaba, su verga es tan gruesa que la sentí como un puño dentro. Alan siguió taladrando sin perder el ritmo durante no sé cuánto tiempo y a esa altura yo ya ni podía llevar la cuenta de los orgasmos que el inexperto vecino me estaba regalando.

En un momento le pregunté si quería probar algo más y me pidió si me podía coger en cuatro patas, a lo que accedí con gusto porque es de mis posiciones favoritas.

Alan se acomodó detrás mío y comenzó a clavarme de una forma que yo en todos mis años de experiencia no había vivido. Por momentos la sacaba casi del todo para volver a metérmela, por momentos la dejaba clavada al fondo y se movía muy rápido y cortito. Mientras él probaba un poco de ese nuevo mundo, yo gemía de placer a más no poder.

En un momento pase mi mano entre mis piernas y comencé a jugar con sus bolas, a acariciarlas lentamente y al parecer era lo que necesitaba mi vecino para alcanzar el orgasmo porque a los pocos minutos me la metió hasta el fondo y lo sentí temblar detrás mío mientras acababa.

Cuando salió de dentro mío sentí un vacío enorme en mi interior. Ambos quedamos rendidos tirados en la cama sin poder movernos. Le dije que si se tenía que ir lo hiciera antes que nos durmieramos porque yo francamente no creía poder moverme despues de esas casi dos horas de sexo ininterrunpido, a lo cual respondió que no necesitaba irse ya que sus padres no estaban en la casa y nadie iba a controlar donde estaba. Así que sin pensarlo lo invite a que se quedara a dormir, algo que no suelo hacer con mis amantes ocasionales

Esa noche me dormi con la cabeza apoyada en su pecho y mi sexo todavía palpitando.

Al otro día, cerca del mediodía, me despertó su lengua hurgando en mi entrepierna.

Fue entonces cuando pensé que por fin había encontrado un amante de mi talla, y que no era quien había pensado.

Espero les guste, besos

Sofi