11 Infidelidad virtual.
¿Como te enteraste de la infidelidad de tu pareja? Relatos basados en hechos reales que fueron contados por sus propios protagonistas y tienen un denominador común: cómo se enteraron que su pareja les estaba siendo infiel.
Infidelidad virtual.
Todavía quedan 40 correos...pero ¿desde cuándo se conocen estos? Joder, voy a tener que dejarlo ya. Estoy mareada de cansancio y de sueño...
¡Eh! ¡Hola! Así que me estáis leyendo...
Seguramente os estáis preguntando qué narices hago despierta a las tres de la madrugada, sentada frente al portátil y contestando emails, cuando me toca el turno de mañana y tengo que levantarme a las seis, para abrir la cafetería...Es una buena pregunta y mira, no me importa contestaros. Total, creo que me voy a pasar la noche en blanco... Así que me vendrá bien ocupar la mente, a ver si me relajo un poco.
Antes de nada, me presento para que me conozcáis: me llamo Laura, tengo 32 años y trabajo de camarera. Físicamente, soy una chica alta y creo que bastante bien formada. Bueno, es mi forma de decir que creo que estoy aceptablemente buena. A pesar de estar más bien delgada, tengo una buena talla de pecho. Mis tetas son grandes y naturales, la envidia de mis amigas. Un par de ellas que se han operado, me pidieron una foto para enseñársela al cirujano: esto es lo que quiero decían, jajaja. El hecho de estar de delgada, hace que resalten aún más. Al medir casi un metro ochenta, mis muslos también llaman la atención, más porque parecen interminables qué porque sean especialmente bonitos. Tengo un culito proporcionado y duro, sin un gramo de grasa. No soy una chica de formas exuberantes, así que si voy tapada y sin arreglar, suelo pasar razonablemente inadvertida.
Otra cosa es cuando voy aligerándome de ropa y me visto provocativa. Hay chicas que llaman mucho la atención pero pierden cuando se quitan la ropa. Yo soy de las otras, de las que sorprenden cuando las ves desnudas. Y por supuesto, también cuando me visto “para matar”: una minifalda corta, unas mallas bien pegaditas o un vestido ceñido, me ponen en el punto de mira de cualquier hombre. Para completar el cuadro, debo decir también, que tengo unos ojos claros que combinan perfectamente con mi rubio natural, lo cual es otro punto a mi favor para llamar la atención, en un país donde predominan los morenos.
Si además de todo esto, tuviera una cara angelical, posiblemente no me presentaría como camarera, sino como modelo y andaría del brazo de algún actor famoso, un futbolista o un tipo rico, jajaja. Sin embargo, sin ser una chica fea, si tengo que decir que tampoco soy una belleza. Especialmente mi nariz, un poco en pico y con el tabique algo desviado, me afea la cara.
Todas mis amigas me han recomendado que me opere, pero qué queréis que os diga, aparte de que los quirófanos me espantan, le tengo mucho cariño a todo lo que es mío. De la misma forma que me siento muy orgullosa de mis tetas que son preciosas y la envidia de muchas otras chicas, también estoy orgullosa de mi nariz, sea esta como sea.
En el conjunto salgo ganando claramente, tal y como se demostró ya desde el instituto, dónde tenía la mayoría de los chicos locos desde que me vieron en clase de gimnasia. Bueno dejando mi físico aparte, aprovecharé que hablo del instituto, para decir que los estudios se me dieron fatal. Pero que no fuera buena estudiante, no significa que no estuviera dispuesta a independizarme y a buscarme la vida por mí misma, así que a los 19 ya estaba trabajando de camarera en una cafetería. ¿Veis? sois impacientes, pero la cosa va explicándose poco a poco y pronto llegaremos a la noche actual.
Así que os pongo en antecedentes.
A los 25 años, ya tenía una gran experiencia trabajando en el bar y las suficientes tablas como para destacar. Mi jefe, que era también dueño de una discoteca y un par de bares de copas, me ofreció pasarme al turno de noche. En los locales nocturnos se trabajaba menos horas y se cobraba más, así que yo acepte. Con esa edad te comes el mundo y lo que quieres es ganar más dinero. A mí me pareció que podía ser divertido ejercer de camarera en un local nocturno, al estilo bar Coyote… pájaros que tiene una en la cabeza, hasta que la realidad se encarga de despejarte las ideas… aguanté unos pocos años, pero al final también me harté. Ya sabéis, la noche transforma las personas y las barras de los pubs, son los vertederos donde cada uno va a soltar sus penas, sus neuras y sus hormonas sobreexcitadas.
Si creía que todo iba a ser ganar dinero, diversión y posibilidades de conocer gente interesante, al final resultó ser solo lo primero y creedme, la diferencia de sueldos no compensa.
Al final acabé harta de tanto piropo y propuestas, unas con más clase y otras con bastante menos, pero al fin y al cabo, intentos de hacerse con lo que mi uniforme de chica bombón ofrecía. ¿O es que habéis visto algún pub de moda dónde las camareras vayan recatadamente vestidas? ¿O no sean hermosas de una forma u otra? Somos el reclamo para atraer hombres, que son los que más beben, y si alguna piensa que a dicho reclamo acude lo mejor de cada casa, es que estáis muy equivocadas.
El príncipe azul que esperábamos solía ser un borracho maleducado o un chico imberbe, al que había que destetar, y mira, que queréis que os diga: los borrachos que los aguanten sus mujeres (si tienen), y a los niños, que los espabile su madre.
Que sí, que se lo que estáis pensando: que en la noche también hay tíos guapos y que están cañón. Cierto: me he acostado con unos cuantos, pero hasta de eso se aburre una cuando llega a su casa con los oídos zumbándole por el volumen de la música, las piernas muertas de servir copas con tacones, deseando ponerse el pijama y meterse en la cama.
Os aseguro que la mayoría de las veces, aun suponiendo que pudieran darte buen sexo, la cosa no duraba más que una noche y a veces, ni eso. Te daban ganas de echarlos de casa y de tu vida nada más acabar, para recuperar tu tranquilidad.
Allí no encontré ni aventura, ni amistad, ni el amor, de modo que decidí volverme al turno de mañana para poner cafés y comidas. Yo no soy una chica ambiciosa, así que no me importó cambiar dinero por tranquilidad.
Tampoco lo soy en el amor: solo quiero un tío normal. Sé que aquellas que me estáis leyendo, se os ha quitado ya la tontería adolescente. Las que como yo sabéis lo que es buscarse la vida, me entendéis verdad.
¿Tan difícil es encontrar un tío normal que te tenga cariño, que te hable bien, que sepa escucharte, que te entienda y que simplemente, no te de ganas de darle una patada y echarlo de la cama al despertar por la mañana?
Bueno, pues ese tío para mí, resultó ser Raúl, mi novio y compañero. Un tío tranquilo y educado, que siempre se sentaba a tomar café en una mesa del fondo del local, qué pintaba una sonrisa en la cara cada vez que me acercaba a tomarle la comanda, a llevarle el desayuno o a darle el cambio. Y que solo lo hacía conmigo. Era a la única que le sonreía de todo local. Yo sabía que esa sonrisa era mía. Así que como no se decidía, fui yo la que le tuve que darle un pequeño achuchón.
Vamos, que fui yo la que le sugirió salir a tomar algo juntos. El chico era paradete, pero no tonto, así que aceptó de inmediato. Y mira por donde resultó ser una grata sorpresa. En la cama, en la casa, en mi vida… Nada espectacular, de esos rollos que te dan el subidón como el chorro de champán cuándo sale, pero que luego te dejan blufff... Vosotras ya me entendéis. Sois chicas listas...
En fin, lo que yo buscaba: un chico normal que estuviera por mí de verdad.
Raúl me ha dado tranquilidad y estabilidad durante los dos últimos años. Hacemos buena pareja y nos va relativamente bien. Bueno, mejor dicho nos iba relativamente bien hasta esta noche. Porque… en fin, a ver cómo os lo cuento, porque ni yo misma tengo claro qué coño está pasando aquí. Pues eso, que hasta hoy éramos una pareja normal, que es lo más que yo le pedía a la vida. Trabajaba en el turno de mañana y menos horas, porque con su sueldo y el mío, ya teníamos de sobra para pagar el alquiler y vivir sin muchas alegrías, pero también sin preocupaciones. Mi novio es enfermero, está a turnos y precisamente anoche, entró para uno de 24 horas.
Tuvimos el tiempo justo de cenar juntos, viendo un episodio de nuestra serie favorita en el portátil. Lo usamos para ver pelis y series, y lo vamos moviendo de la cocina al sofá o a la cama, según donde nos acoplemos.
Al final se hizo un poco tarde y tuvo que salir corriendo. Yo estuve dudando si ver algo más, o cepillarme los dientes y meterme en la cama, teniendo en cuenta que mañana madrugo, así que al final decidí hacer lo segundo, lo más sensato. Fue entonces, cuando me di cuenta que se había dejado el correo abierto en una de las pestañas del navegador.
Vale, se lo que estáis pensando, pero os aseguro que os equivocáis: no soy celosa ni controladora. No soy de las que le vigilan el móvil o el ordenador al novio. Pero desgraciadamente para mí, sí que soy curiosa, muy curiosa. Así que, aunque sabía que no estaba bien, no pude evitar echar un vistazo a la bandeja de entrada. Os lo vuelvo a asegurar: no eran celos ni desconfianza, simplemente, pura y simple curiosidad por ver lo que había en su correo. Y resulta que lo que había, entre turnos, cuadrantes de trabajo, propaganda y muchas otras cosas, era un buen puñado de correos de una tal Mónica.
Bueno, adivino la cara que estaréis poniendo ahora mismo al leer esto. Seguramente la misma que yo puse al ver los correos. Esto ya os llama más la atención ¿verdad? vosotras no hubierais dudado (llegadas a este punto) en meter la nariz ¿me equivoco?
Porque claro, una cosa es confiar en tu novio y otra muy distinta, ver que tiene más de 100 correos de una tía que no conoces y no abrirlos a ver de qué van...
Y lo haces con el corazón en un puño, temiéndote lo peor: qué alguna guarra cabrona te ha quitado el novio, que se entiende con otra, que te los están poniendo pero a base de bien…
Y al principio, cuando empiezas a leer, parece que los peores augurios se cumplen. Todo un catálogo de auténticas guarradas, una lista completa de todo lo que él tiene pensado hacerle y de todo lo que espera recibir de ella. Muy clarito, para que no quede lugar a dudas ni haya que emplear demasiado la imaginación.
Ahí es cuando te viene la primera arcada y el primer ataque de cuernos. Cuando pegas tres voces, y te dan ganas de darle una patada al portátil y estrellarlo contra el techo. Cuando después de todo, agradeces estar sola, porque si lo llegas a tener al lado, lo coges del cuello y lo estrangulas.
Menudo alarde de imaginación, el muy capullo. Por qué mi novio es de los tranquilos, de los que le pinchas y no le salen sangre. Muy bueno, muy cariñoso y muy activo en la cama, pero lo que se dice pasión, pasión, pasión… le pone poca. Más bien es de los que se dejan llevar.
Además, educado, incapaz de decir cualquier barbaridad, lo que se dice un santo varón y claro, ahora te lo encuentras diciéndole esas cosas a esa petarda, sea quien sea y piensas: ¿por qué cojones no me dice esto a mí? Porque hay que reconocer, que después de todo, mi chico demostraba tener una imaginación portentosa. Tengo que admitir que, una vez que se me pasó el primer susto y ahora que han pasado algunas horas, leyendo sus correos me pondría hasta cachonda, si no se tratara de lo que se trata. De que van dirigidos a otra y no a su pareja.
Si me escribe eso a mí, me corro de gusto.
Pero el muy gilipollas... en fin, para que seguir hablando...
Volviendo lo del susto, me costó unos cuantos correos entender que afortunadamente al menos, no era una infidelidad física. Nunca se habían llegado a ver y solo me ponía los cuernos por correo y chateando.
¿Un alivio? Pues hombre en parte sí.
Pero por otro lado, ¿a quién le hace gracia encontrarse a su pareja follando virtualmente con otra? Ya se le mete a una la duda en la cabeza, porque ¿quién no te dice si algún día, esos cuernos no se convierten en realidad?
La fantasía, cuándo es compartida, es algo más... Y de la fantasía se pasa a hacer planes y de hacer planes, se pasa a lo concreto ¿por qué no quedamos un día y nos vemos en persona?
Como si lo viera... La muy zorra y el muy gilipollas... Pensando que no va a suceder nada.
Bueno, pues creo que ya estáis al día. Esto es lo que hay. Y ¿qué es lo que pienso hacer yo? os estaréis preguntando…
Eso mismo decía hace apenas tres horas, cuando estaba con el subidón del cabreo. Os aseguro que se me han ocurrido muchas cosas y ninguna buena. La mayoría, de las que acaban muy mal. Que una tiene su carácter, son muchos años ya aguantando gilipollas detrás de una barra y también delante, cómo para apocarme por una cosa así.
Lo primero que pensé, fue escribirle como si fuera él y quedar con la tipa. Darle la sorpresa de su vida. Hola guapa, soy la novia de Raúl. Pero me conozco y sé que como mínimo el tirón de pelos se lo lleva. Así que mejor dejarlo estar, no vaya a ser que se nos vaya la mano y se líe parda.
Pero algo tenía que hacer. Vamos, de hecho, ya lo estoy haciendo desde hace un buen rato.
Si mi novio tiene imaginación para fantasear sexualmente, yo la tengo para insultar, que conozco un buen repertorio de palabrotas.
He contestado todos y cada uno de sus correos, diciéndole de todo menos bonita. En algunos, me hago pasar por Raúl diciéndole qué es una puta y que me he reído de ella, que todo lo que le he dicho era mentira y que comparto sus correos con mis amigos, para que también se descojonen. En otros, me presento como yo misma y le digo que sé lo suyo con Raúl, que él me lo ha contado y me ha asegurado que simplemente era un juego, que se estaba riendo de ella.
Luego, en los siguientes correos, le voy diciendo todo lo que pienso de una tía que se escribe con un tío comprometido. Todavía me quedan casi 40 correos por contestar y ya se me ha acabado el repertorio de insultos, y mira que me sé unos pocos. De hecho, he tenido que inventar alguno nuevo.
En fin, creo que me voy a intentar acostar. Ésta, ya tiene material de sobra para leer y respecto a mi novio, bueno, con ese ya hablaré mañana por la noche cuando vuelva del turno.
Ahora mismo estoy muy cabreada y no sé qué pensar de nuestra relación. Según reaccione cuando se lo diga, ya veremos si lo pongo de patitas en la calle o me conformo con tenerlo a pan y agua un mes, hasta que se me baje el cabreo.
Buenas noches por decir algo.
¡Hola de nuevo! ya es por la tarde. He salido de trabajar y me he echado una siesta porque estaba muy cansada. Anoche ya sabéis que apenas dormí. Estoy algo más tranquila.
Mientras espero que llegue Raúl para cantarle las cuarenta, he vuelto a entrar en el correo.
Tengo curiosidad por saber si ha contestado. Voy repasando los emails pero no hay respuesta. Ésta no dice ni mu. Pues mira, me alegro si ha dado la espantada. Cuanto antes desaparezca nuestra vida mejor.
Vaya, se oye la puerta... Anda Víctor, pasa, que te vas a enterar.