10 Una mala idea.

¿Como te enteraste de la infidelidad de tu pareja? Relatos basados en hechos reales que fueron contados por sus propios protagonistas y tienen un denominador común: cómo se enteraron que su pareja les estaba siendo infiel.

Una mala idea.

- Te lo vuelvo a decir: no me gusta nada la idea, Arantxa

- Ernesto, yo creo que es la mejor solución. Sabes que con las flores no nos da para llegar a fin de mes. Necesitamos otro sueldo. Y a mí se me cae la casa encima, ya lo sabes. Los nervios me comen, aquí metida.

Su chica tenía razón en ambas cosas. Desde que la habían despedido, la economía familiar se había resentido mucho. La floristería no daba para mucho. Y ella era de las que no podían estarse quietas. La casa y sus tareas la agobiaban. Necesitaba ocuparse, ganar dinero, sentir que tenía una vida profesional. Había sufrido un conato de depresión y además el último mes había estado insoportable, no se aguantaba ni ella misma.

Por eso, cuando Joaquín le había propuesto volver a trabajar con él, ella había empezado a darle vueltas al asunto.

Cuando el otro día le dijo que se lo había encontrado y que habían tomado un café, ya le sentó malamente a Ernesto. Y peor le cayó, que Arantxa le hablara de las dificultades que pasaban. Y el colmo fue que él le comentara que había posibilidad de que ganara dinero volviendo a trabajar en su empresa. Su compañero, el otro comercial que se hacía cargo de la parte norte de Madrid, había dejado el empleo. Le había salido la representación de otra marca más interesante y Joaquín no daba abasto. Le ofreció quedarse con esa zona, que por otra parte, Arantxa conocía bien porque ya la había trabajado.

Sobre el papel, todo muy correcto e interesante. El único problema es que Joaquín era el ex de su chica. Y maldita la gracia que le hacía a Ernesto que volvieran a trabajar juntos.

- Mira, haz lo que quieras, de todas formas lo vas a hacer…

  • No cariño, te estoy preguntando, tenemos que tomar la decisión juntos.

  • Yo ya te dije lo que pensaba el otro día, pero a ti no te ha importado: has vuelto a quedar con él sin decirme nada y vienes con la decisión ya tomada.

  • Me gustaría que me apoyaras en esto, necesito trabajar otra vez.

Ernesto desvió la mirada y resopló fastidiado.

- Venga cariño, solo es un trabajo y lo necesito ¿qué te preocupa? ¿Estás celoso? lo nuestro ya pasó.

- Sabes muy bien lo que opino de que volváis a trabajar juntos. No me parece buena idea, siguió insistiendo tercamente.

-Pero es que no vamos a trabajar juntos. No vamos a coincidir apenas. Cada uno llevamos una zona distinta. ¿De qué tienes miedo? ¿No confías en mí?

Precisamente de eso se trataba, aunque Ernesto se cuidó mucho de manifestarlo en voz alta.

No es que pensara que Arantxa tuviera ninguna intención oculta, pero bien sabía él como la había marcado su noviazgo con Joaquín. No tenía nada claro que lo hubiera superado.

La suya había sido una relación bastante tóxica. Joaquín era el típico tipo que vivía al día. Incapaz de ahorrar nada ni hacer ningún proyecto de futuro, mujeriego, bebedor y si bien era pasional e intenso en sus relaciones, cosa que había atraído mucho Arantxa, quizás también precisamente por eso, tenía su punto violento e impredecible.

Fue su chica la que puso fin a la relación, convencida de que su entonces novio, era inestable e incapaz de comprometerse con nada ni con nadie.  No tenía nada que ofrecerle, era un tipo que no le convenía en absoluto, pero a pesar de eso, aguantó contra viento y marea dos largos años.

Ernesto siempre tuvo la sensación de que no le había olvidado del todo. Llegó a la conclusión de que no lo dejó porque hubiera dejado de quererle, sino porque él era incapaz de enmendarse y era consciente de que no tenía futuro a su lado. Ellos ya llevaban un par de años de relación y de vez en cuando, la sombra de su ex aparecía. Arantxa aún lo nombraba, aunque solo fuera para criticarlo o para preguntarse, en qué andaría metido.

- Menos mal que lo dejé, menudo imbécil… solía repetir, pero ¿por qué se acordaba de él cada tanto, aunque solo fuera para maldecirlo? A Ernesto no le parecía buen síntoma.

Y ahora esto. Después de dos años prácticamente sin volver a verse se encuentran, aparentemente por casualidad, y ella lo llama para una segunda cita… y encima lo hace para trabajar con él.

No, no tenía nada claro ni siquiera que fuera una casualidad. Realmente, ¿de verdad todo era por el trabajo?; su novia ¿sería capaz de mantener la distancia?; ¿De manejar la situación?; ¿De conseguir que esto no le afectara?

Lo dudaba, porque Joaquín seguía siendo el mismo calavera de siempre. Ese no se iba a estar quieto, así que Ernesto vislumbraba problemas. No hacía falta ser una lumbrera. Lo que no acababa de entender, es como su novia podía estar tan ciega como para no verlo.

- Sí, cariño confío en ti, lo que pasa es que bueno, ya sabes, creo que Joaquín no te lo va a poner fácil. Ese no ha cambiado y seguro que tratará de molestarte.

- Mira, si quieres hacemos una cosa: pruebo a ver y si ese gilipollas se pasa lo más mínimo, o se mete en mi trabajo, lo dejo inmediatamente. Se lo advertiré antes de empezar. Ni una sola oportunidad más, a la mínima que haga, me largo ¿te parece bien?

Arantxa le echó los brazos al cuello y lo miró con ojos suplicantes.

Ernesto asintió y aceptó el abrazo, pero por dentro, seguía convencido de que todo aquello era un error. No quería provocar una crisis con su chica. ¡Bien!, que fuera ella misma la que se diera cuenta de que aquello no iba a funcionar.


Seis meses después…

- ¡Vaya mierda!

Como si hubiera sido una premonición, Ernesto, había pensado esa mañana en Joaquín. Y mira por donde, allí estaba, en una mesa del fondo haciéndole señas para que se acercara, con una copa de whisky en la mano.

Apenas había anochecido y ya estaba con aspecto de no tenerse en pie. Ese hombre no cambiaba. Era increíble la dualidad entre el comercial espabilado, eficiente y con un grado razonable de éxito, y el borracho escandaloso que hacía el recorrido por los bares del barrio, cuando no le tocaba viajar. No entendía cómo podía separar tan bien los dos aspectos, pero aunque a los demás los pudiera medio engañar, él sabía muy bien de qué iba. Detrás de una fachada de tipo echado para adelante y triunfador, que echaba de vez en cuando una canita al aire y se tomaba dos copas de más, sabía perfectamente por su chica, qué tipo de personalidad había.

Precisamente, su chica había estado viajando estos últimos días. Extrañaba a Arantxa y como siempre que se quedaba solo, no podía evitar ponerse a pensar, a darle vueltas a la cabeza. Y por eso se le había venido a la mente Joaquín.

Había temido el hecho de que volvieran a trabajar juntos en la misma empresa. Aunque Arantxa siempre decía que no se veían, Ernesto pensaba que le iba a traer problemas.

Pero sorprendentemente, en estos seis meses, toda había ido bastante bien. El primer mes fue un poco de tanteo, hubiese sido demasiado pedir que Joaquín se comportara y mantuviera las distancias.  Hubo varios intentos de quedar a solas con su chica, según él, para organizar temas de trabajo y ponerla al día, pero ella supo manejarlo bien, evitando darle ninguna oportunidad de estar a solas con él y resolviendo la mayoría de los temas por teléfono. Joaquín no se dio por vencido y hubo alguna insinuación, alguna propuesta velada que Arantxa se encargó muy hábilmente de utilizar para sentar los principios de la relación, exclusivamente profesional. Según comentó ella, le dejó las cosas las cosas claras desde el primer momento:

- Si intentas pasarte lo más mínimo, me voy. He venido aquí a trabajar … y parecía que la cosa había surtido efecto: los meses siguientes vio a su chica volcada en el trabajo, un poco nerviosa por tener que ponerse al día de nuevo, pero luego, cuando pudo hacerse con la actividad, pasó a estar relajada y contenta, lo cual se notaba también en casa. Todo iba bien y eso… era lo que le preocupaba a Ernesto. Cuando se ponía a darle vueltas a todo este asunto, viendo ahora en aquel rincón a Joaquín con la copa en la mano y la sonrisa burlona, se le hacía muy difícil creer que hubiera dejado de insistir. Que hubiera renunciado a meter la mano en el plato de comida de otros. Ernesto, trabajaba también de cara al público y creía conocer bien a las personas. Pensaba que rara vez se equivocaba y simplemente no le cuadraba, que Joaquín propiciara paz y armonía con Arantxa.

No podía dejar de sentirse escamado. Estaba muy susceptible y había tratado de fijarse en todos los detalles. No contribuía mucho a su tranquilidad el hecho de que Arantxa, apenas hablara de Joaquín, su compañero de trabajo. Sí cuando no ya no estaban juntos, de vez en cuando, se le venía a la cabeza y no precisamente para acordarse bien de él, ahora que trabajaban en la misma empresa, se le hacía muy raro que ella apenas lo nombrara. Tanto, como su estado de aparente felicidad, estando tan cerca de aquel que tanto daño le había hecho. Y mucho menos que hablara de él en términos positivos, las pocas veces que lo nombraba.

Que si se portaba de forma correcta, que parecía que había cambiado, que si en el trabajo era un buen profesional… el nombrarlo ya no parecía hacerle daño, ni evocar en ella la mala experiencia vivida en su día. Al final Arantxa ¿lo había superado o es que había algo más?

Incluso en aquellos aspectos que había mejorado su relación, había un motivo de preocupación. Su Chica ya no le ponía la cabeza loca con todas sus neuras y preocupaciones, con todos los problemas que se llevaba casa, como antes. ¿Era solo porque se encontraba mejor?, ¿porque habían desaparecido los problemas? o simplemente, ¿porque ya no compartía sus escasas preocupaciones con él?

Ella se mostraba más tranquila, alegre y despreocupada, pero eso no redundaba en que hubiera mejorado significativamente su vida sexual o afectiva, como hubiera sido lógico suponer. Por algún motivo, parecía haberse estancado, incluso diría conociéndola bien, que a veces, ella mantenía la distancia.

Viendo a Joaquín en aquel rincón, con el vaso la mano, sonriéndole y llamándole, no pudo evitar pensar que efectivamente, allí había algo que no cuadraba. Él nunca había dejado de venir por el barrio, por temas de trabajo, pero últimamente se le veía demasiado, especialmente fuera de horas laborales, siempre en algún bar o terraza, haciendo relaciones públicas.

Lo que le extraño a Ernesto, fue encontrárselo en ese bar, en el que él siempre paraba a tomarse una cerveza, cuando salía de trabajar y no lo esperaba nadie en casa. En todo este tiempo, nunca se había encontrado allí con él ex de Arantxa. Y ahora, se le hacía raro. Es más que probable, que hubiera evitado exprofeso entrar allí. Seguramente, sabía que él lo frecuentaba. Entonces ¿era casualidad o el encuentro había sido buscado?

- Hombre, Ernesto, ¿qué tal? Tómate algo que te invito. ¿Qué quieres? Whisky, un gintonic, un cubata…

- Prefiero una cerveza, es demasiado pronto para empezar a pegarle al cristal. Además no te preocupes, que ya me la pago yo, este es mi territorio...Paco ponme lo de siempre.

Ernesto no había pretendido ser hiriente, pero la cosa le salió así, no pudo evitarlo.

Joaquín esbozó una sonrisa del lobo. Dio un sorbo al vaso y lo miró con una mezcla de desafío y condescendencia. Cómo diciéndole “este es mi terreno, no creas que vas a ganarme aquí”. Era carne de barra de bar. Aquel era su elemento y las broncas, las indirectas o las ironías, su lenguaje. No iba a perder los nervios. Sabía encajar y también dar, como ese viejo boxeador con el hígado ya tocado que se cubre y no le importa recibir, acostumbrado a aguantar los golpes, a la espera de su oportunidad de soltar un KO, paciente y envenenado, contraatacando de vez en cuando para mantener la distancia.

- Bueno, cuéntame cómo te va. Según Arantxa, la floristería flojea un poco ¿no? menos mal que ella se ha puesto a trabajar. Esa ayudita os habrá venido genial.

¡Vaya cabrón! pensó Ernesto. “Qué coño hago sentado aquí, con él”… pero sin embargo, decidió quedarse, aunque su primer impulso fue ponerse de pie y dar por cerrado el intercambio de palabras. No quería demostrar debilidad frente aquel tipo. Ese era su bar y él no se movía de allí. Y Arantxa su chica.  Así que continuó sentado, pero no le pasó inadvertida que la pulla de Joaquín incluía cierto tono de complicidad entre él y Arantxa, la suficiente como para que ella, le hubiera contado algo tan íntimo cómo que el negocio no les iba nada bien.

- Vamos bien, gracias, el negocio se está recuperando.

Él le dedicó una sonrisa burlona, como indicándole que no se lo creía, “es inútil, estoy bien informado, conmigo no trates de aparentar” … parecía decirle

- Ah, pues entonces, habré entendido mal a Arancha, disculpa...

  • Posiblemente, si hace tiempo que no os veis, es normal que no tengas información muy actualizada.

- No creo que sea por eso: hablamos casi todos los días , le dejó caer con un tono que no le gustó un pelo a Ernesto.

Enseguida, adivinó por la expresión de éste, que había conseguido alterarlo. Satisfecho, abundó en la herida.

- De trabajo, claro está, no te preocupes…

- No me preocupo ¿por qué debería hacerlo, según tú?

  • Joder Ernesto, qué susceptible estás. Tranquilo hombre. Solo estamos hablando. Lo único que digo, es que casi todos los días tenemos que llamarnos por temas de trabajo. Solamente eso.

- Y según tú ¿también aprovecháis para comentar nuestra situación económica?... ¿De qué más habláis?

  • De nada que deba preocuparte. Dijo Joaquín con voz pastosa por el alcohol.

- Te repito que no estoy preocupado , le escupió Ernesto, aunque su cara contraída, denotaba lo contrario de lo que decía. ¿De qué iba a estar preocupado? ¿De ti?

No pudo evitar la contestación cortante y casi insultante, ni tampoco la mirada de desprecio con la que lo decía todo: “No me gustas, mírate: un borracho y un vividor, eres lo peor que le pudo pasar a Arantxa y me sienta como el culo que hayas vuelto a trabajar con ella. Si pudiera, te sacaría de su vida, del barrio y de planeta Tierra”.

Joaquín lo entendió, no hacían falta palabras entre ambos para expresar la repulsa mutua que sentían. Pareció dudar un momento si contestar o no, pero luego, echó un trago y le respondió con tono calmado, pero hiriente.

- Hombre, pues a muchos no les haría gracia ver a su pareja trabajando con su ex. No todos son tan comprensivos...

- No soy comprensivo, simplemente estoy seguro de mi chica.

Una carcajada contenida brotó de la garganta de Joaquín.

- Pues entonces, mejor para ti.

Ernesto sintió que le hervía la sangre. Aquel tipo lo sacaba de sus casillas. Sin haber dado ni una voz, ni haber pronunciado una palabra malsonante y a pesar de estar bebido, parecía manejarlo a su antojo. Provocando para que saltara. Se sentía como una marioneta frente a aquel Joaquín, que movía los hilos cuando le apetecía. Era un mal bicho y sin embargo, el que estaba dando la impresión de desquiciado, maleducado y faltón a los ojos de los que estaban en el bar, era él, que no podía contener el tono ni las palabras.

Hizo un esfuerzo por serenarse, pero no lo consiguió. Joaquín seguía mirándolo con expresión burlona y autosuficiente. Casi se diría que lo observaba con pena...

- No me gusta lo que estás insinuando.

- ¿Cómo dices?

  • No te hagas el tonto. ¿A qué has venido aquí? ¿Para sembrar dudas? no lo vas a conseguir conmigo.

- No sé de qué me hablas, solo estoy tomándome una copa…

  • Sabes perfectamente de lo que te hablo. Se lo que estás haciendo: has venido a malmeter.

- Mira tío, si yo quisiera malmeter tú ya estarías... De repente Joaquín se calló y miro hacia otro lado, componiendo un gesto de fastidio…

- Yo estaría ¿qué?

Él, levantó la mano, como dando a entender que había hablado demasiado.

- Mira, vamos a dejarlo, vas a conseguir que me siente mal el whisky y que diga cosas que no quiero decir...

Pero Ernesto estaba ya demasiado furioso para detenerse. Furioso con aquel tipo por su comportamiento con Arantxa, cuando ella fue su novia; por tener que aguantar que de nuevo estuviera cerca de ella; por ser un gilipollas y un chulo; por las indirectas; porque hubiera venido a su bar a fastidiarle; furioso consigo mismo por las dudas que albergaba y que él parecía alentar, como quien no quiere la cosa; furioso con Arantxa, por no mostrarse claramente en contra de cualquier contacto con Joaquín; por no darle todas las seguridades que él necesitaba; porque su relación pareciera estancada...

Y entonces, explotó:

- Di todo lo que tengas que decir, me importa un huevo, nadie se va a creer a alguien como tú.

  • ¿Alguien como yo? ¿A qué te refieres exactamente?

Ernesto le lanzó una mirada de arriba abajo.

- ¿De verdad hace falta que te lo diga?

Joaquín endureció la mirada. Sabía por dónde iba.

- Si tan listo eres, si tan bien te va a ti, si tanto éxito y tan guay eres: ¿qué coño haces en un bar a las ocho de la tarde, casi borracho, solo y sin un sitio propio al que volver? Tú eres el comercial que triunfa ¿no? ¿Dónde está todo el dinero que has ganado? ¿Dónde está tu casa propia? si hasta el coche que tienes es de renting… ¿dónde está tu pareja? ¿Quién coño te quiere?

Joaquín se estiró y se puso tenso. Los ojos de borracho le relampaguearon, parecía que por fin la había hecho perder la compostura. Ernesto creyó apuntarse la primera victoria de esta tarde. Pero fue una esperanza vana. De hecho, duró apenas un par de segundos, porque la respuesta de su contrincante fue directa y brutal.

- A lo mejor me quieren más que a ti. ¡Abre los ojos, que estás tonto perdido! ¿Qué te has creído? ¿Que eres mejor que yo? ¿Qué puedes insultarme porque me estoy tomando un par de copas después de trabajar? ¿Qué sabes tú de mí y de lo que me pasa, so gilipollas? Abre los ojos de una vez y mírate a ti mismo. No ves ni delante de tus propias narices y pretendes darme lecciones...

  • Si no te gusta que te digan las verdades, ya te puedes ir largando del bar y mira, ya puestos, no estaría nada mal que te largaras de una vez de la vida de Arantxa y de la mía. Ernesto había abierto ya la espita de los reproches y no pensaba cerrarla. Por fin se estaba desahogando, después de tanto tiempo.

- Yo no tengo que irme de ningún sitio, voy donde me da la gana, para que te enteres. Y respecto a Arantxa, igual eres tú el que sobra… contestó con una mirada turbia.

- Cuidado con lo que dices que no estoy para bromas.

  • ¿Bromas? ¿Crees que yo bromeo? ¿Qué son cosas de borrachos? Mira Joaquín, te voy a hacer favor el favor de tu vida. Tarde o temprano te vas a enterar, así que te voy ahorrar tiempo y sufrimiento. Para que sepas quién es el que sobra aquí y nos dejemos ya de gilipolleces.

Todavía pareció dudar un momento, como si en un rasgo de lucidez, más allá de los vapores del alcohol, fuera consciente de lo que iba a hacer.  Pero ya era tarde para echarse atrás.

- Arantxa y yo nos acostamos juntos. Desde hace meses… dejó caer cada palabra lentamente, poniendo espacios entre ellas, para que no hubiera duda, para que ese lento goteo calata profundamente en la mente de Ernesto.

Luego, espero tranquilamente a que él procesara la información.

- Mientes, dijo apretando los dientes. Eres un hijoputa mentiroso

  • Puedo ser un hijoputa, en eso te doy la razón, pero no soy un mentiroso.

Ernesto hizo ademán de levantarse, no se iba a quedar allí escuchando a ese capullo llamarlo cornudo.

- ¿No me crees? ¿Quieres que te dé detalles?

Detuvo el movimiento y se quedó sentado, mirando desafiante a Joaquín:

- Es mentira, le volvió a decir, cómo retándolo a que demostrara sus palabras.

- Arantxa lleva dos días de viaje ¿no? mañana vuelve ¿verdad?

  • Lleva 3 días...

  • Dos: la noche del lunes la pasó en mi apartamento…

  • ¡Mentira!

- ¿Quieres que te enseñe las billetes de tren? me pidió que yo mismo se lo sacara. Hasta el martes por la mañana no se fue…

  • No te creo.

  • Ernesto, hombre, no me obligues a darte detalles más íntimos.

  • ¡Te vas a tragar todo lo que estás diciendo!

  • ¿Qué tal la cicatriz que se le ha quedado en forma de ele en el culito? De la operación de la fístula. Esa no la tenía cuando estaba conmigo. A pesar del tiempo, se ha quedado una marca rosadita, con una especie de espinillita en uno de los extremos…

Ernesto palideció. Una sombra le cruzó la cara arrebatándole todo el color.

- Mañana cuando venga, te fijas en la verruguita que tiene en el pubis. Esa es reciente. Ten cuidado que esas verrugas se pegan...

De repente, sintió un vacío en el estómago. Es verdad que Arantxa tenía esa verruga desde hacía muy poco. A pesar de ser muy pequeña, no pasaba inadvertida, ya que tenía la costumbre de rasurarse completamente el sexo.

Costumbre extraña en ella, por cierto, que hasta hace poco se arreglaba su coñito, pero no era partidaria de la depilación completa.

Miró a Joaquín y por primera vez, ya no encontró maldad ni desafío en su rostro. Ahora no. Lo que veía era mil veces peor: veía lástima. Entonces supo que era verdad, que sus temores no eran infundados, que las sospechas que trataba de ahogar nada más nacían, eran ciertas.

Joaquín era un cabrón de la peor especie, pero no mentía.

- ¡Hijo de puta! gritó mientras se levantaba y daba un golpe la mesa.

Se dirigió hacia él y lo cogió del cuello, estampándolo contra la pared.

- ¿Vas a pegarme aquí, delante de todo el mundo? Muy bien, adelante, no voy a defenderme. Te voy a dejar que me hosties si quieres. La verdad es que me lo merezco, si yo estuviera en tu lugar lo haría.

Pero que te quede claro que lo que te he dicho es verdad. Eres tú el que tiene que alejarse de Arantxa. Ella es para mí, no para ti. Aunque yo sea todas esas cosas que has dicho, ella es mía.

- Ernesto ¿pasa algo? dijo el camarero alarmado desde la barra. En la mano tenía un teléfono listo para llamar a la policía. Si aún no lo había hecho, es porque el agresor parecía ser su amigo y cliente.

- No, no pasa nada , dijo Ernesto sin apartar la mirada de Joaquín, pero aflojando la presión sobre su cuello. No quiero volver a saber nada de vosotros. Ni de ti ni de ella. Hagáis lo que hagáis, iros del barrio y de mi vida. Si me vuelvo a cruzar contigo no respondo.

Joaquín no dijo nada. Permaneció en silencio. Después, Ernesto le soltó y tras dejar unas monedas en la barra, salió a la calle boqueando como un pez fuera del agua.

- ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Vaya una puta mierda! No dejaba de repetir en voz alta, mientras caminaba rápido por la acera, sin saber muy bien a dónde iba.

A la mañana siguiente, una atónita Arantxa, contemplaba un montón de bolsas de basura apiladas en la puerta de su casa.

- Pero ¿qué coño es esto?...

Vio que estaban abiertas. En una de ellas creyó reconocer uno de sus jerséis. La revisó y vio que estaba llena de ropa suya. Con el resto de las bolsas sucedía igual: eran sus cosas las que estaban allí metidas revueltas.

El estómago le dio un vuelco. Intentó abrir la puerta, pero la llave no iba. Alguien había cambiado la cerradura.

Marcó el teléfono de Ernesto.

- ¿Si?

  • Soy Arantxa, Ernesto, ¿qué pasa aquí? mis cosas están tiradas en el descansillo.

  • Sí, creo que no me he dejado nada. Si falta algo me lo dices y te lo dejo esta noche en el portal.

- Ernesto… dijo ella, sin atreverse a continuar. Ya sospechaba lo que había pasado.

- Mejor que no digas nada. Cógelo todo y desaparece de mi vida.

  • Ernesto, por favor.

- Lo siento Arantxa, ha sido tu elección. Ojalá me equivoque porque a pesar de todo te he querido, pero estoy seguro que has tomado la peor elección de tu vida. Vas a ser siempre una desgraciada a su lado.

Arantxa no pudo reprimir un sollozo:

- Perdóname Ernesto, pero es que no pude...

- No sigas: no quiero oír nada. Ha sido tu decisión. Adiós para siempre y que os vaya bien, aunque lo dudo mucho.

Ernesto colgó. Se sentía muy cabreado. No estaba con ánimo de decir ni una palabra más, solo ideas violentas le pasaban por la cabeza.

¿Había sido coincidencia encontrarse a Joaquín allí? Realmente ¿había sido un impulso de borracho lo que le había llevado a confesarle la verdad?

No sabía que pensar.  Joaquín era muy inteligente y sabía controlarse incluso estando bebido. Quizás había forzado la situación; quizás había representado un papel, atrayéndolo a una trampa en la que el mismo se había metido. Arantxa navegaba entre dos aguas sin decidirse, y posiblemente, él se le había adelantado ganándole la partida, decidiendo por ella. Haciendo que Ernesto se enterara de la infidelidad cómo por casualidad, para que Arantxa ya no pudiera elegir entre él y Joaquín.

Si, quizás había sido una jugada maestra. El tipejo se había adelantado, ganándoles la mano a los dos. Él se quedaba sin su chica y Arantxa ya no tenía opción a decidir.

De cualquier forma ya no importaba. Todo se había ido a la mierda.