10 Años Después: El reencuentro con mi Bully

[gay - bisexual] Diez años después de haber terminado el colegio, nuestro protagonista, ahora un joven adulto inteligente y exitoso, se vuelve a encontrar con su bully en una reunión de ex alumnos. ¿Será que no lo había superado como creía?

Todo comenzó cuando a mis 28 años me llegó una invitación de mi colegio secundario, se cumplían diez años desde nuestro egreso y nos invitaban a celebrar y reencontrarnos. Al principio la idea no me gustó nada, no tenía grandes recuerdos del colegio, principalmente porque siempre había sido un chico tímido, con poco éxito con las mujeres e incapaz de rebelarme ante Ricky, mi bully.

Ricky era el matón del curso, pero al mismo tiempo el más carismático. No era un outsider ni mucho menos, era un chico popular y gracioso que se aprovechaba de su superioridad física. Temido por peleles como yo, adorado por las chicas y los profesores. Ricky me había molestado toda la secundaria, haciéndome sentir muy humillado. Rara vez usaba su fuerza para imponerse, porque rara vez lo necesitaba. Con el solo hecho de recordarme su superioridad ya me tenía sometido, nunca había sido yo muy valiente.

Pensé en no concurrir a la reunión, pero luego me di cuenta que podía llegar a ser interesante. La realidad era que a mi me había ido bastante bien en esos diez años. Me había dedicado a la tecnología, trabajaba desde mi propio departamento. Era algo sobre lo que podía alardear y demostrar que aunque tímido y pelele había salido adelante bastante bien, así que decidí ir.

Esa noche me presenté en mi ex colegio vistiendo mi mejor camisa y mis mejores zapatos, y allí estaban todos mis compañeros y compañeras, todas ellas hermosas como las recordaba. Charlamos mucho y nos divertimos, cosa que me sorprendió, ya que no tenía los mejores recuerdos, y promediando la noche apareció él, Ricky, mi bully.

Me saludó con normalidad y se unió a la charla. Al comienzo yo tenía miedo e incomodidad, pero las cosas siguieron su curso normalmente… durante un rato.

Cuando la noche avanzó y el alcohol comenzó a hacer efecto, Ricky comenzó a soltar comentarios burlones de vez en cuando, recordando sus días de bully. Yo asentía incómodo, intentando disimular y no darle mucha importancia, y cuando él insistía yo abandonaba la conversación y me dirigía a charlar con otro grupito de gente o a recorrer el colegio, que no había cambiado nada.

Mientras deambulaba sin dirección por el gimnasio divisé los vestuarios y me dirigí a ellos. Primero, por obvia curiosidad, entré al de mujeres, luego fue el turno del de hombres. Entré y caminé por los pasillos de lockers y por las duchas. Tenía una extraña mezcla de sensaciones. Por un lado la nostalgia de mis días de estudiante, y por el otro ese recuerdo de incomodidad que me producía bañarme y cambiarme allí, siempre intentando curbir mi modesto pito de mis compañeros, siempre comparando mi acomplejado cuerpo con el de ellos. No es que fuera un micropene, pero sentía que era el más pequeño del curso, sin dudas, y me sentía como un niño al lado de ellos, como un ser inferior rodeado de hombres alfa.

Mientras soñaba despierto sentí su voz.

  • ¿Nostalgia? - dijo Ricky a mis espaldas. Yo me asusté.
  • Si… nostalgia - dije yo, haciéndome el desentendido.

Ricky me golpeó el hombro de forma amistosa y me hizo temblar, luego me ofreció una cerveza que yo acepté disimulando el tremendo dolor que me había ocasionado con su pequeña trompada.

  • Nos divertíamos mucho acá, eh - dijo tomando asiento y destapando su bebida.
  • Si… - contesté yo, intentando no profundizar en mis verdaderas emociones.

Ricky me pidió que me sentara a su lado y lo hice. Bebimos y charlamos unos minutos durante los cuales mi corazón latía a mil. Quizás, con suerte, a Ricky no le interesaría recordar detalles de nuestra complicada relación. Pero al cabo de unos minutos la charla comenzó a ponerse más picante.

  • Cómo me gustaba volverte loco a vos, eh
  • Si.. jaja, cosas de chicos - intentaba disimular yo
  • Si, así debe ser… ¿Te acordás cuando te robé la toalla y la tuviste que buscar por todos lados con el pitito al aire? jajaja, que gracioso

Aquel recuerdo que tenía borrado volvió a mi mente y automáticamente me puse colorado.

  • Era genial verte todo tímido y avergonzado por estar desnudo - insistió Ricky
  • Si, re gracioso Ricky - intentaba cortar la charla yo

Bebimos unos sorbos y mi bully volvió a la carga

  • Yo nunca lo sentí, pero me imagino que para vos era terrible que te vieran desnudo, por el pitito digo…

Aquel comentario inesperado me sacudió. No lo esperaba y casi me atraganto con la cerveza.

  • Bueno, es normal sentir vergüenza del cuerpo - quise defenderme
  • Puede ser, a mí nunca me pasó, eso es cosa de pito chico jaja, es un chiste pitito, no te ofendas

Hacía diez años que nadie me llamaba de aquella forma. Pitito era el apodo que Ricky me había puesto y se aseguró de que todos lo supieran por aquellos días.

  • ¿Lo seguís teniendo chiquitito, pitito?

No supe qué contestar, aquello era demasiado invasivo, así que guardé silencio sin saber como reaccionar.

  • ¿Y? ¿Lo tenes chiquitito todavía?
  • … lo tengo normal
  • A ver, mostrámelo…

Tragué saliva nervioso y disimulé con una risita y un trago largo de cerveza, pero Ricky no tenía intenciones de abandonar el tema.

  • Te dije que me lo muestres, pitito - me ordenó

De repente el nuevo Ricky adulto con el que había estado charlando desapareció del lugar, y quién apareció fue aquel bully intimidante que con una fría mirada y dos palabras severas podía hacerme hacer lo que quisiera. Y yo había dejado de sentirme el joven adulto exitoso y prometedor que me había creído hasta ese momento; me sentía de nuevo en la clase de gimnasia del colegio, siendo molestado por Ricky y aceptando sus burlas y bromas por puro temor.

Doblegado en espíritu llevé mis manos a mi cintura y comencé a desabrochar el cinturón y a abrir mi bragueta. Después de diez años volvía a estar en el vestuario que tantos recuerdos humillantes me traía, ante mi bully del colegio, nuevamente cediendo a su control. Bajé el cierre y con mis manos saqué mi pito del boxer; la situación lo había vuelto aún más pequeño.

Ricky puso una cara de incontenible gracia y estiró su mano para agarrar mi pito con dos dedos y sacudirlo. Me quedé de piedra al sentir su mano sobre mi verga, sin atinar a reaccionar de otra forma que no fuera dejándome hacer a su voluntad.

  • Jajaja, siiiii, sigue chiquitito, pitito!! - dijo con genuina y burlona risa.

Sus dedos seguían jugando con mi pitito flácido y yo estaba quietito, dejándome hacer sin chistar.

  • El mío está más grande todavía, mirá - dijo, sacándose del pantalón su enorme poronga semi dura

Yo intentaba no mirarla, pero se me hacía imposible no fijar mis ojos en semejante pedazo de carne. Realmente había crecido más. Mientras el bamboleaba su miembro con sus dedos haciendo alarde de su tamaño mi mente era invadida por todos los recuerdos que había intentado bloquear durante diez años. Aunque no se lo confesaría, recordaba muy bien cada vez que Ricky me había hecho tocarle la verga. Aquel vestuario había sido cuna de muchos momentos realmente humillantes para mí, y en todos estaba presente él. Tanto en soledad como delante de otros compañeros Ricky me había obligado a tocarle la verga, a masturbarlo delante de compañeros y compañeras, e incluso a lavársela en las duchas y secársela a la vista de todos.

  • Que servicial, mi mariconcito - decía entre risas con los brazos detrás de la cabeza mientras yo, completamente sumiso, enjabonaba aquel tremendo pedazo.

Mis ojos seguían fijos en su pene mientras mis oídos escuchaban lo que mi cerebro suplicaba no oír:

  • Te acordás el día que me la querías chupar, pitito? - dijo con saña.
  • No… no Ricky - mentí yo

Recordaba perfectamente aquella tarde. Estábamos los dos en el vestuario, ya solos, después de que él me hubiera obligado a bañarlo y secarlo. Nos habíamos sentado exactamente en la misma posición en la que estábamos ahora, solo que desnudos. Su mano firme había agarrado mi muñeca y colocado mi manito sobre su verga, y la movía como si fuera suya, masturbándose despacio, claramente excitado.

  • Pitito, se te puso duro el manicito - me dijo esa tarde entre risas.

Tenía razón, por alguna razón extraña toda aquella humillación me había puesto el pito duro. Mi miembro había alcanzado sus escasos 11 centímetros de longitud máxima.

  • ¿Tenés ganas de chuparla, no? - dijo sonriendo. - Dale, pitito, dale un besito.

Su mano había comenzado a empujar mi cabeza contra su verga que cada vez estaba más cerca de mis labios, y yo, con lágrimas en los ojos ya estaba rindiéndome al momento, sabiendo que en breves segundos estaría mamando una verga, la de mi bully, por primera vez en mi vida.

Cerré los ojos dejando escapar una lágrima y abrí sumisamente mi boca, cuando de pronto el timbre sonó y escuchamos la voz del profesor de gimnasia llamándonos desde el pasillo. Aproveché la distracción para soltarme y vestirme, creyendo que me había escapado de aquella humillante tarea impuesta por Ricky, pero ahora, diez años más tarde, estábamos en la misma situación, y no había timbre que pudiera salvarme.

  • Te quedaste con ganas esa vez, eh pitito…
  • No.. yo.. Ricky - estaba sin palabras, completamente petrificado. Él continuaba agitando su vergota con los dedos.
  • La vida siempre da revancha, pitito, dale, es tu oportunidad de terminar lo que empezamos hace diez años.

Yo intentaba resistirme, buscando en mi cabeza las palabras y la fuerza de voluntad necesarias para evadir aquella situación, pero una gran parte de mí quería ceder ante mi bully. Era increíble cuánto me había dominado psicológicamente, que aún después de diez años me costaba trabajo no obedecerlo. Mi boca se entreabría por voluntad propia y mis ojos no dejaban de mirar aquel pito que me hipnotizaba con su bamboleo.

  • ¿Qué estás esperando? - me dijo Ricky, mirandome fijo con su mirada de hielo.

Hasta mis ojos temblaban ante aquella clásica mirada de matón que siempre me había doblegado en mi adolescencia. Mi cuerpo no sabía como reaccionar, y miles de oleadas de verguenza, humillación y morbo recorrían mis entrañas.

  • Ricky… - dije yo, con tono de súplica, levantando la mirada para encontrarme con la suya.

Solo pude sostenerle la mirada algunos segundos antes de que mi cuerpo, nuevamente doblegado y sometido, comenzara a inclinarse hacia adelante.

  • Así, muy bien pitito - dijo Ricky acomodándose mientras yo me acercaba a su miembro.

Sin usar las manos, y sin saber bien como hacerlo, abrí mi boca y cerré los ojos como hacía diez años, solo que esta vez mi boca sí encontró su glande. Cerré mis labios sobre él y comencé a bajar, metiéndome su verga en la boca centímetro a centímetro.

No podía creer que aquello estuviese sucediendo, no parecía real, pero mi boca tenía, por primera vez una verga en su interior, y era la de mi bully. Los sabores y las texturas me invadían y yo no sabía qué sentir ni que hacer, todo aquello era demasiado.

Ricky me dejaba hacer sin intervenir mientras yo continuaba introduciendo su verga en mi boca sumisa. Era enorme, ni siquiera iba por la mitad y ya sentía que no me entraba más, por lo que comencé a chuparla, subiendo y bajando. Tenía tanta saliva en mi boca que tuve que tragarla mientras mamaba. Su sabor fuerte, salado y viril me invadió por todos lados. Mi lengua recorría su carne dura y venosa mientras mis labios la apretaban. La humillación era total y absoluta.

  • Arrodillate, puto - me ordenó mi bully.

No dudé en obedecer. Me bajé del banco en que estaba sentado y me coloqué de rodillas entre sus piernas abiertas para continuar con mi trabajo.

Torpemente continué chupando aquella verga mientras, ocasionalmente, la mano de Ricky jugaba con mi pelo como felicitándome por ser un buen cachorrito. Con el correr de los minutos fui aprendiendo como chupar una verga y mi labor se hizo más fácil. Subía y bajaba con mis labios alrededor de su tronco, sin atreverme a usar mis mano, mientras mi lengua lamía su suave piel hasta llegar a su glande que, debo admitir, me gustaba lamer.

Pronto los gemidos de Ricky se intensificaron y comencé a sentir espasmos en sus huevos y su verga, sabía lo que se venía. Dejé de lamer con la intención de apartarme pero su voz me detuvo en seco.

  • Ni se te ocurra, pitito, seguí chupando

Ni siquiera tuvo que levantar la voz, sujetarme con su mano ni amenazarme; solo me habló suavemente y yo obedecí. Vaya putito sumiso era, y yo pensando que en aquellos diez años había dejado todo eso atrás…

La leche tibia y viscosa de Ricky invadió mi boquita con fuerza, y con ella miles de pensamientos conquistaron mi cabeza. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por que estaba arrodillado ante mi bully del colegio con su verga en la boca? ¿Acaso siempre había sido un patético sumiso y necesitaba de un bully como Ricky para activarme? Me resultaba casi irreal aquella situación, era increíble que en cuestión de minutos hubiera pasado de joven adulto exitoso a niño beta chupa vergas, y de nunca jamás haber metido una verga en mi boca a estar tomandome sumisamente toda la leche de un matón de secundaria.

Sin despegar mi boca de su verga tragué cada gota de asquerosa leche hasta que terminó de salir, y su pito comenzó a perder la erección. Continué lamiéndolo hasta que abandonó solito mi boca, y me quedé allí, de rodillas ante Ricky, con restos de su leche saliendo por la comisura de mis labios.

  • Tremendo putito chupa pijas sos, pitito - me dijo felicitándome con su mano batiendo mi cabello.
  • Gracias - contesté yo, arrepintiéndome al instante de aquella patética y auto humillante respuesta.

Me quedé arrodillado mientras Ricky se guardaba su poronga en los pantalones, sin saber como proceder, hasta que él me indicó que me levantara para volver a la fiesta.

Salimos juntos del vestuario y fue mi caminata de la verguenza. Ricky me hablaba y se reía de la situación y de lo sumisito que aún era yo, pero mi cabeza inundada de pensamientos no podía prestarle atención. Solo podía pensar en que acababa de mamársela a mi bully de la secundaria en el mismo vestuario donde me hacía la vida imposible, que por primera vez en mi vida había chupado una verga y tragado la leche sin chistar, que diez años no habían alcanzado para superar mi sumisión y temor a la persona superior, y que, probablemente, me sentiría así, inferior, toda mi vida.

La fiesta duró un rato más, rato donde Ricky se la pasó de lujo charlando y haciendo bromas con todos, y donde yo apenas hablé, en parte porque mi cabeza no paraba de pensar, y en parte porque temía que sintieran mi aliento a leche fresca.

Cuando llegó el momento de irse me disponía a llamar un taxi, pero Ricky insistió en que podía llevarme a casa. Me negué un par de veces hasta que sentí que quedaba raro ante el resto negarme a eso, y accedí.

El viaje inició normal y silencioso, hasta que en el primer semáforo en rojo Ricky abrió su cinturón, bajó su bragueta y sacó nuevamente su verga.

  • A lo tuyo, pitito - dijo con las manos en el volante y sin siquiera mirarme.

Automáticamente y sin dudarlo un segundo me agaché hasta llegar a su verga, la tomé (por primera vez en diez años) con mi mano, la acomodé y me la metí sumisamente en la boca. Se la chupé sin parar, sin dudar, y sin emitir sonido durante todo el viaje, como buen perrito sumiso, hasta que frenó, soltó el volante y reclinó el asiento. Yo deduje que habíamos llegado, así que intensifiqué mi trabajo hasta sentir sus espasmos de nuevo en mi boca. Cuando me disponía a tragarme nuevamente su leche, la mano fuerte de Ricky me tomó del cabello y me apartó unos centímetros de su verga. Su otra mano comenzó a masturbar su enorme tronco, y en cuestión de segundos una lluvia violenta de leche estaba golpeándome la cara.

  • Abrí la boquita - me ordenó

Yo obedecí y sentí como, además de mis pómulos, frente, cabello y ojos, su leche golpeaba también en mi lengua y mi boca. La lluvia duró varios segundos hasta detenerse, luego mi bully me soltó y guardó su verga.

  • Qué descanses, pitito - me dijo con una sonrisa maliciosa dibujada en su rostro.

Entendí perfectamente que no tenía permitido limpiarme y descendí del auto en aquellas condiciones. El viaje en ascensor hasta mi piso, rodeado de espejos, fue brutalmente humillante. Verme así, con la cara llena de leche, sabiendo que antes me había tomado otra ración me destruyó. Había ido a aquella fiesta con la intención de demostrarle a todos que me había transformado en un exitoso hombre y que había dejado atrás toda mi timidez, temor y sumisión, y ahora regresaba a mi hogar derrotado, destruído, y con el rostro empapado por la leche de mi bully.

Sin lavar mi rostro lechoso me desnudé y abrí la ducha. Me vi frente al espejo, completamente desnudo y lleno de semen de Ricky, y por primera vez en muchos años vi en el reflejo, nuevamente, a un patético beta, un muchachito frágil y sumiso, con su pequeño pitito que no era nada comparado con una verga de verdad, una verga como la de Ricky, e inmediatamente sentí la enorme necesidad de masturbarme.

Tomé mi verguita con mis dedos frente al espejo y me miré mientras me tocaba. ¡Qué ridícula se sentía luego de haber tenido en esa misma mano la poronga de mi bully! Me di cuenta que con solo dos deditos alcanzaba y sobraba, y por primera vez en mi vida me masturbé así, auto humillándome, buscando sentirme, por alguna razón, aún más patético, más beta y más sumiso, mirando mi rostro lleno de leche en el espejo mientras mi índice y mi pulgar jugaban desesperados con mi pitito de niño pequeño hasta explotar en un orgasmo.

Con la enorme y extraña calentura diluidas con el orgasmo, en la ducha solo quedaron los remordimientos, los pensamientos que como puñaladas se me clavaban en la cabeza y en mi pobre y frágil autoestima. Lloré un poco recordando todo lo sucedido e intentando ignorar que mi pito intentaba ponerse duro nuevamente.

Cuando salí de la ducha miré mi teléfono, tenía varios mensajes de un número desconocido; era Ricky. “Buenas noches, pitito, que descanses” rezaba el mensaje junto a un video en el auto donde me veía yo chupándole la verga. Miré las notificaciones, Ricky me había agregado a todas mis redes sociales.

Me aterraba pensarlo, pero era un hecho que luego de diez años, y al cabo de una sola noche, me había convertido nuevamente en un niñato sumiso de secundaria lidiando con su bully. ¿Acaso ahora, a mis 28 años, me había transformado nuevamente en el perrito sumiso de mi otrora abusador?

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Si quieren saber cómo sigue esta morbosa historia no duden en escribirme a julisumiso@yahoo.com !!