10 años después
¿Y entonces qué es lo que quieres?, preguntó. Quiero cumplir el primer deseo que tuve cuando te conocí hace 10 años, le dije, y quiero demostrarte y demostrarme a mi mismo que nuestra relación está tan madura como para que pase de lo comercial a algo en donde ambos podamos quitarnos el estrés del tr
Tengo muchos años de conocer a Lety, todos ellos de manera profesional, pues por las empresas en las que ha pasado siempre termina contratando a mi agencia para que le demos un servicio u otro. A pesar de estos casi 10 años y la relación de confianza que hay entre nosotros, jamás ha ido más allá ni siquiera con una invitación a comer y mucho menos con involucrar a nuestras familias con lo que consideramos una "relación de trabajo".
Ella es apenas unos meses mayor que yo, recién cumplió los 40 años; siempre ha sido una mujer muy delgada que no me había llamado la atención de una forma distinta, hasta que hace poco noté que sus caderas se ensancharon y su trasero tomó más volumen... los años no pasan en vano a fin de cuentas.
"No muerdo Rodríguez", me dijo Lety mientras me mostraba un escrito hace un par de semanas en su oficina y yo intentaba leerlo de lejos. Siempre nos llamamos por nuestro apellido como una especie de juego de respeto mutuo, sin embargo el contexto me llamó la atención, pues claramente me indicaba que me acercara a ella. Nada pasó en esa junta, pero la recuerdo como el inicio de lo que después se convertiría en el corazón de este relato, pues nuestros cuerpos estuvieron muy cercanos el uno del otro durante varios minutos y, según mi percepción, sentí como ella temblaba y se movía mucho más de lo común.
Salí de aquella junta un poco alterado. Muchas veces había recorrido el cuerpo de Lety con la mirada anteriormente, pero pocas veces había imaginado como serían sus pechos debajo de aquel bra que había visto minutos atrás por entre la blusa, o cómo serían las bragas que llevaba bajo el entallado pantalón de sastre. Y lo peor no era haber pensado que ella me coqueteaba, sino el sentimiento de que si aquello fuera era cierto, todo podría haber pasado 10 años atrás, cuando nuestros cuerpos eran más firmes y acomodados... en fin, un par de días después, terminé encerrándome en el baño mientras mi esposa dormía para masturbarme pensando en Lety.
Me vestí elegante para ella en la siguiente reunión semanal. Me saludó con el mismo beso y apretón de hombro de siempre, y añadió un toque de coqueteo fino preguntando ¿Qué loción usas?. Le respondí y después fui tras de ella hasta su oficina mirando su cuerpo y pensando cualquier cantidad de cosas.
La voy a rozar suavemente con la mano, pensé; o no, mejor aun, le voy a decir que se ve muy bien con ese pantalón. ¡Pero que idiota!, eso no se le dice a una mujer. Los 30 pasos de la recepción a su oficina los usé para divagar en pensamientos de algo que si en realidad hubiera hecho, habría representado el fin de una relación comercial que era buena para mi cartera.
Bueno y, ¿qué vamos a ver en la junta?, me preguntó. Me encantaría ver tu cuerpo desnudo, pensé, y después de hacer un incómodo silencio le respondí que los avances simplemente.
Te noto distraído Rodríguez, me dijo. Le respondí con una disculpa y continué diciendo que no había dormido bien.
Te conozco bien y se que no es eso lo que te pasa, pero está bien. - ¡ahí va otra vez, eso fue un coqueteo!, pensé - Pero si apenas me conoces, le dije, a pesar de que llevamos más de 10 años de tratar me has visto solo en el plano profesional.
Hizo un silencio mientras hojeó un reporte que recién le entregaba. Pues si, tienes razón, balbuceó, hay muchas cosas de ti que no conozco, y muchas cosas de mi que tu tampoco has visto.
Sentí que mis entrañas se retorcieron. Era momento de hacer uso de la confianza que nos teníamos y proponer algo pero, ¿y si causaba un gran problema? Pues bueno, le dije mientras pensaba en que estaba a punto de decir una estupidez, después de tantos años sería bueno que las fuera viendo ¿no crees?.
Lety levantó la mirada del reporte y me vio a los ojos. - me quedé helado durante un segundo - Pues no se en qué estés pensando tú, me dijo, hay cosas mías que no te puedo enseñar aquí en plena oficina; luego hizo un silencio y continuó, como por ejemplo mis fotos familiares o mis recetas de cocina... ¿o en qué piensas tú?.
-El juego había comenzado.- Si claro, pienso en tus recetas Martínez, le contesté. Luego bajé la mirada hacia mi maletín para buscar mi libreta y la detuve durante un segundo en sus tetas. Lety se sonrió y me dijo: ¡Esos ojos Rodríguez!, mira que no me imaginaba que después de tanto tiempo te saliera lo travieso.
Aquel comentario me dio una confianza impresionante en mi mismo. Saqué mi libreta y la puse sobre su escritorio mientras le preguntaba sus apreciaciones sobre los resultados del mes. Extendió ampliamente su respuesta mientras sus manos se movían de un lado al otro del reporte como si lo estuviera acariciando. Y mis ojos... mis ojos iban de sus labios a sus pechos y de regreso a sus labios. Durante un par de minutos no la vi a los ojos, y a ella no pareció importarle.
Bien, pues tendremos que trabajar en subir esos indicadores, le dije al final de su monólogo, pero no descartes lo discutido, realmente me apena que pienses que después de tantos años no me interesa conocer más de ti, porque quiero que sepas que sí me interesa, le dije mientras cerraba mi libreta y la guardaba en mi maletín.
Su mirada tenía un brillo especial al final de mi comentario. Sus ojos estaban fijos en los míos y su boca pintaba una muy ligera sonrisa mientras se ponía de pie para despedirme.
Me acerqué a ella para despedirme con un beso y por primera vez en mucho tiempo me acerqué de más. La tomé de la espalda mientras mi boca se acercaba a su mejilla y durante un segundo mi cuerpo se pegó al de ella. Lety no se inmutó. Me despegué para decirle que nos veíamos la próxima semana y sus ojos seguían fijos en los míos. ¿Te parece? le pregunté cuando no obtuve respuesta de su parte.
Bajó de pronto la mirada y me dijo que le parecía que yo estaba confundiendo las cosas. - Es demasiado tarde pensé, no creo que haya confusión - ¿Qué puedo estar confundiendo Leticia?, pregunté, no somos unos niños ni tampoco nos acabamos de conocer ayer.
¿Y entonces qué es lo que quieres?, preguntó. Quiero cumplir el primer deseo que tuve cuando te conocí hace 10 años, le dije, y quiero demostrarte y demostrarme a mi mismo que nuestra relación está tan madura como para que pase de lo comercial a algo en donde ambos podamos quitarnos el estrés del trabajo de encima y pasar un buen rato.
Se hizo el silencio durante varios segundos. Nuestros ojos permanecieron fijos en los del otro y yo no estuve dispuesto a decir nada hasta esperar su respuesta. Lentamente se sentó de nueva cuenta en su escritorio y tomó una pluma para apuntar algo en un postit que metió debajo del reporte, luego se levantó y me entregó el reporte diciendo: Llévatelo, creo que no está a la altura de lo que la empresa necesita como consultoría. Inmediatamente después, bajó la mirada y comenzó a checar su correo electrónico sin despedirse de mi.
Salí devastado de su oficina, pensando en la manera tan estúpida en la que había terminado con años de una relación profesional que tantos beneficios me había traído. Tiré el reporte en la cajuela de mi auto para no tener la tentación de leer ese papel en todo el camino y manejé como demonio hasta mi oficina.
Una hora después me encerré en mi despacho y abrí el reporte para darme cuenta que aquel papel tenía escrito con una letra que apenas entendía: Hoy 7 PM Hotel Canarias habitación bajo el nombre de Claudia Casas. Me sonreí, me reí, cerré los puños de mis manos en señal de triunfo y haciendo bola el papel lo tiré al bote de basura simulando un tiro de basketball.
Como un adolescente llegué hasta mi casa para darme una ducha. Me quité los vellos que sobraban y me miré durante minutos al espejo, desnudo, pensando en si le gustaría o no a Lety la carne que los años habían puesto sobre mi cuerpo. Miré mi trasero y mi entrepierna mientras imaginaba si lo de su marido sería más grande y atractivo que lo mío; me bañé dos veces en loción, y me vestí con ropa casual mientras le enviaba a mi mujer un mensaje inventando una junta de la cual me desocuparía tarde.
Claudia ya lo espera, me dijo el tipo de la entrada mientras me indicaba la habitación. Arreglé mi cabello 4 veces antes de bajar de mi auto y correr a la puerta de la habitación con miedo de que alguien conocido me viera. Giré la perilla y entré para encontrarme la televisión encendida, un bolso sobre la mesita de centro, y unos pantalones extendidos sobre la cama.
Me acerqué para notar que los pantalones de la cama me resultaban conocidos, eran los negros entallados, los que hacían resaltar su culo. Miré hacia el baño y noté la puerta cerrada, me acerqué para poner mi oído sobre ella y escuché movimiento en el interior; luego caí en una especie de pánico y fui a sentarme en un sillón con la mirada fija al baño esperando que aquella puerta se abriera.
Un minuto después la puerta se abrió, y sin salir aun del baño, escuché la voz de Lety que dijo: Si tenía que ser una puta, tenía que serlo contigo a fin de cuentas. Y mientras comenzaba a salir se limitó a decir: Esto es lo que querías ver de mi, me imagino.
Mi ojos fueron al suelo para encontrar sus pies desnudos que daban apenas los primeros pasos a través de esa puerta, un par de pantorrillas bien formadas y unos muslos más carnosos que los que había imaginado. Su entrepierna iba cubierta por una pantie en color blanco, claramente nueva y con remates de olán en la cintura. Su cintura no era perfecta, pero era mucho más atrayente de lo que pensé. Su caderas lucían, la cicatriz de alguna cesárea apenas se notaba y remataba en un vientre que seguramente muchas chicas veinteañeras deseaban. Un par de lonjitas apenas se marcaban casi imperceptibles sobre el elástico de la pantie, y sus pechos... sus pechos estaban al descubierto. Su piel morena se aclaraba en forma de bikini sobre un par de tetas que colgaban libremente por la gravedad que los años dan, encumbradas con un par de aureolas obscuras y pezones grandes que apuntaban al cielo, erguidos por la emoción o por el frío del aire acondicionado de la habitación.
Me puse de pie lentamente sin poder quitarle la vista de encima y me fui acercando a ella. Mis manos sudaban pero subconcientemente iban buscando su cintura, una cintura que encontraron segundos después sin resistencia alguna de la contraparte.
La apreté suavemente y ella suspiró. Acaricié sus caderas y sentí una piel recién humectada, una piel que tal vez por los años requería un tratamiento adicional para recuperar la suavidad que años atrás tuvo pero que aun así se sentía como seda. Mis ojos fijos en sus tetas parecían querer comérselas de un bocado, y sus pies, sus pies comenzaron a acariciar mis pantorrillas por encima del pantalón indicándome que estaba dispuesta a jugar.
Aun no había visto sus nalgas así que debía al menos sentirlas. Mis manos comenzaron a moverse hacia atrás de su cintura pero ella las detuvo. Se acercó a mi oído y me dijo en un tono de suspiro que jamás había escuchado antes: Tu turno, déjame primero conocerte.
Me hice un par de pasos atrás y comencé a desabrocharme la camisa en medio de un pánico tremendo de que lo que fuera a ver no le gustara. Dejé caer la camisa al suelo mientras sumía la panza con un esfuerzo que logró sacarle una sonrisa a Lety, quien me miraba con gran atención. Mis manos fueron entonces al cinturón y luego al botón y cierre del pantalón.
Mi pantalón cayó al piso y la mirada de Lety fue directo a mi entrepierna cubierta por un boxer ajustado en color negro. Mi paquete había crecido un poco en el proceso y se marcaba claramente en el interior, lo cual causó sorpresa en Lety y le sacó de sus labios las primeras palabras de guerra en voz muy baja: Se ve muy bien eso.
Mis manos iban ya al elástico del boxer, pero ella levantando su mano me hizo la seña de que me detuviera. Inmediatamente después comenzó lentamente a girar su cuerpo para quedar de espaldas a mi pero con su cuello retorciéndose para mirar mi reacción sobre su hombro, con una mirada que jamás había visto, una mirada traviesa y excitante por demás.
Resultó que la pantie era una tanga, una tanga que dejaba al descubierto un par de nalgas carnosas y perfectas que en mis sueños había visto ya, y que fueron la visión que logró sacarme las primeras palabras de la tarde: ¡Ese culo Lety, ese culo ya lo imaginaba así!
Lety se sonrió y sin girar su cuerpo me dijo que si ya lo imaginaba, pues ahora que lo tenía realmente frente a mi no lo desperdiciara.
Caí de rodillas frente a sus nalgas y comencé a besarlas suavemente. Escuché un tremendo suspiro de su parte mientras mi lengua exploraba su extensión y sus rincones. Su sabor era distinto, era frutal, seguramente por la crema que se había untado previo al juego, pero era delicioso, tan delicioso que Lety se dejó caer al frente para recargarse con sus manos en la pared y darme más campo de acción entre sus piernas.
La comí tan fuerte como pude cuidando no dejarle marcas que su marido viera, mientras con mis manos acaricié sus piernas y sus caderas bajando poco a poco la tanga hasta dejarla en sus rodillas. Ella juntó entonces las piernas para que pudiera sacársela y aventarla lejos, luego volvió a su posición dejando frente a mis ojos su desnudo culo y el glorioso punto en el que junta con una perfectamente depilada raja, de labios abultados y húmeda por demás.
Simplemente me dejó comerla toda. Se dedicó a disfrutar mi lengua en sus orificios como seguramente no disfrutaba la de su marido, y me permitió a mi mucho más de lo que mi mujer me permite cuando vamos a la cama. Gimió y rasguñó la pared durante minutos, hasta que decidió que era momento de algo más.
Me hizo levantarme del piso a estirones. Sus ojos parecían encendidos en un fuego que seguramente tenía guardado desde hacía años, y terminó por tirarme de espaldas en la cama.
Se inclinó sobre mi para bajar mis boxers y dejarse caer de rodillas al borde de la cama, al borde de la cama y al borde de un pene que ya estaba en su máximo tamaño. Lo miró primero, como si nunca hubiera visto uno en su vida. Acarició mis muslos mientras subía sus manos hasta mi entrepierna sin tocar mis partes. Yo quería tomar sus manos y ponerlas sobre mi pene, pero ella estaba decidida a hacerme sufrir un rato.
Acercaba su boca casi hasta tocar mis bolas y luego se alejaba. Sus ojos estaban fijos en mi verga como si planearan la mejor manera de atacarla. Sus manos estaban inquietas, pero solo la rozaban de vez en vez mientras su boca se abría para después cerrarse como si se arrepintiera.
Justo cuando el jueguito comenzaba a ponerme de nervios, arqueó su cuerpo y sin usar las manos se acomodó mi verga dentro de la boca haciéndome sentir como iba rozando todo su paladar hasta tocar la garganta. Un reflejo natural de asco la hizo levantarse un poco, para después comenzar a darme una de los mejores orales de los que tengo memoria en mi vida.
Había sido demasiado para mi. Sentía que en cualquier momento le tiraría la leche dentro de su boca si no se detenía, pero a pesar de mis esfuerzos por quitarla de encima de mi con las manos y con frases cortantes ella no cedió. Mi cuerpo se arqueó sobre la cama y alcancé a vertir el primer chorro en su boca. De inmediato se quitó permitiendo que lo demás volara por encima de mi y terminara en mi cuerpo y en la cama y llenándome a mi de dudas sobre si en ese momento terminaría mal una noche que prometía ser mucho más.
Me incorporé limpiando los remanentes de mi pecho con la colcha y la miré. Lety estaba ahi viéndome fijamente y lamiendo de sus labios los restos de leche que le quedaban. Justo cuando pensé que ella acababa de hacer lo que mi esposa no había hecho en 11 años, Lety se dejó caer para terminar de limpiar mi verga con besos y lamidas que lograron volverla a la vida casi de inmediato.
Eso imaginé, me dijo, que no te ibas a dar por vencido a la primera, mientras miraba como mi pene tomaba fuerza y tamaño nuevamente. A lo cual me limité a contestar que no me daría por vencido cuando aquello apenas empezaba.
Se tiró sobre mi y comenzó a abrazarme mientras intentaba que diéramos vueltas en la cama. Nuestros cuerpos se entrelazaban y nuestras manos se paseaban a placer por todos lados hasta que sin querer terminamos besándonos durante un muy buen rato.
¿Esto no afecta verdad?, me preguntó. A lo cual le contesté que no y le cerré la boca con otro beso, que continuó migrando a su cuello y luego hasta sus flácidas tetas y aquellos respingados pezones que momentos atrás me habían llamado. Ella respondió besando mi pecho y mis hombros, luego poniéndome boca abajo y besando mi espalda y mis nalgas a placer.
Sin condón, dijo entre beso y beso, tomo pastillas. Realmente en ese momento no tenía cabeza para pensar en nada, asi que dándole una voltereta en la cama tomé uno de sus tobillos y lo jalé para abrir sus piernas y enfilarme a donde tenía que estar. Apenas pude acomodarme en una rodilla cuando mi cintura se movió hacia ella subconcientemente y en el primer golpe entré en ella hasta que mi cuerpo topó con el suyo.
Su boca se abrió en un suspiro y sus ojos se cerraron. Sus manos fueron a mis hombros y me jalaron hacia ella en señal de que le diera más, y más, y así durante varios minutos donde me limité a darle tan duro que no tuviera tiempo de reaccionar. Era su turno, así que muy poco después tuvo su primer orgasmo, tan sonoro y aspavientoso que me hizo sentir como si tuviera 20 años nuevamente.
Me salí de ella y la dejé tendida sobre la cama aun con la boca abierta. Luego abrió los ojos y con una sonrisa en la boca me dijo que no habíamos terminado.
Se incorporó y me tumbó boca arriba sobre la cama subiéndose arriba de mi. Se clavó suavemente haciéndome soltar ahora un suspiro a mi, y comenzó a moverse suavemente al frente y a los lados. Había mucho fluído dentro de ella y yo podía sentirlo. Eso hacía que los movimientos se sintieran aun más y que cada vez que se levantaba un poco se escurriera algo por la extensión de mi pene. Se giró luego sin salirse de mi y quedó de espaldas, mostrándome en plenitud su trasero y la vista de cómo mi parte entraba y salía de ella suavemente, hasta que sin poder controlarlo, le dejé ir una carga de leche en su interior.
No se salió corriendo al baño como mi esposa lo hacía, por el contrario, se quedó de espaldas a mi, con mi pene dentro de ella y sobando muy suavemente mis bolas hasta que sintió que estaba flácido de nueva cuenta. Luego se levantó y sin voltearme a ver se fue a lavar.
Cuando salió del baño yo estaba muerto sobre la cama. Ella me sonrió y me dijo que no era justo, que yo llevaba dos y ella solo uno, pero que me permitiría en esta ocasión hacerlo con los dedos.
Me incorporé como diciéndole que podía más, pero ella me detuvo y mirándome a los ojos me dijo: con los dedos.
Se acostó boca abajo y abrió las piernas. Yo acaricié primero sus nalgas y luego fui entre ellas. Con la mano acaricié todo lo que me encontré en el camino sacándole los primeros gemidos y luego empezando a explorar su orificios con los dedos. Mi anular fue a su vagina y mi pulgar a su culo, un minuto, dos minutos y luego incontables minutos mientras la veía como entre el placer y el dolor apretaba la colcha y las almohadas con sus puños cerrados. Hasta que al fin, tras apretar sus piernas y nalgas atrapando mi mano, se ahogó en el segundo grito de placer de la noche.
Se bañó mientras yo descansaba, y luego yo me bañé mientras ella se vestía. Todavía al final de la noche nos abrazamos y toqueteámos un poco más por encima de la ropa, pero ambos estábamos exhaustos.
Fueron 10 años de espera Martínez, le dije antes de despedirme. Y ella se limitó a contestarme que teníamos mucha tarea por hacer para recuperar el tiempo perdido.