(1) soy pobre, pero muy rica.

Minga, una linda campesina de 17 años se ve forzada a trabajar en un monacato donde es abusada por el padre Rufino.

(1)SOY POBRE, PERO MUY RICA.

Soy Dominga Flores, Minga como me dicen los que me quieren, vengo de una familia humilde, tengo 17 años, no tengo a nadie en el mundo, lamentablemente me quedé solita después de un terrible accidente de un bus en donde iba toda mi familia, después del entierro varios amigos de mi papá me ofrecieron su ayuda, pero yo sabía que eso tenía un precio, desafortunadamente heredé las curvas de mi madre y el rostro bello de mi abuela, soy morena, mido un metro sesenta y cinco y para mi edad tengo un cuerpo demasiado voluptuoso que me ha traído más penas que glorias, encima tengo camanances (hoyuelos en las mejillas) que hace que todos los hombres me vean con deseo.

Con la ayuda económica de algunas vecinas, amigas de mi mamá, logré juntar un poco de dinero y me trasladé a la capital (con un morral donde llevé la poca ropa que tenía) no la conocía, es inmensa y llena de peligros, no sabía qué hacer ni a donde ir, caminé por horas hasta llegar a la Plaza Central y entré a Catedral a sentarme, tenía los pies hinchados de tanto caminar sin rumbo, ahí se me acercó un viejecito sacerdote y me preguntó que hacía, le conté mi historia, me acarició el cabello, conmovido, me dijo que estaban por inaugurar una comunidad de monjes cerca de Antigua Guatemala, me dijo que si les decía que iba de su parte seguro me daban trabajo, comida y techo donde vivir, esa noche dormí en una banca de catedral con la autorización del padre Emilio.

Muy temprano por la mañana salí caminando a Antigua, está a 45 kilómetros de la ciudad, pero para mí eso no era problema, en mi pueblo estaba acostumbrada a caminar distancias más largas, con lo que no contaba es con el tremendo tráfico, varias veces estuvieron a punto de atropellarme, y encima los policías que no dejaban de registrarme, hubo uno que hasta me metió la mano entre las piernas para ver si no llevaba drogas, por fin llegué a la comunidad, estaba a las faldas del volcán de Agua, me recibió el padre Rufino, un señor mal encarado que me llevó a una choza que sería mi cuarto, estaba ubicada a la entrada de la granja. Gracias al padre Emilio, y por sus recomendaciones, hoy, tenía una vida por delante.

La granja era hermosa, había un inmenso jardín lleno de árboles frutales y hortalizas, al fondo se veía un enorme edificio en construcción que seguramente iba a ser la casa de los monjes, el padre Rufino me aclaró que por ningún motivo podía entrar al edificio, era un lugar sagrado para los monjes y estaba totalmente prohibida la entrada de mujeres, porque dijo, éramos el pecado en carne propia; yo le pedí que me indicara donde podía bañarme, me dijo que los baños aún estaban en construcción, pero que atrás del edificio había un río, ahí podía bañarme.

Al pasar por el edificio pude notar que casi estaba terminado, era muy lindo y muy grande, al lado derecho estaba también en construcción una pequeña capilla, y al izquierdo un espacio dedicado al cuidado de los animales de la comunidad, me dirigí al río y como habían albañiles trabajando, me retiré lo más que pude, no sin antes recibir una lluvia de obscenidades que el padre Rufino acalló tan solo con una mirada, me quité mis sandalias, luego mi vestidito floreado, que ya parecían deshechos por el uso que le había dado, y por último me despojé de mi ropa interior, metí los dedos del pie derecho y sentí que el agua estaba muy fría, mucho más que los ríos que rodeaban mi caluroso pueblo.

Cuando estaba a punto de meterme sentí la presencia de alguien, volteé a ver:

RUFINO: ¡Niña! ¿Qué es eso? ¡Tápate todas esas lujurias que solo invitan al pecado! ¡Impúdica!

YO: Pero, padre ¿Qué hace usted aquí?

RUFINO: Vengo a traer agua para el riego de las hortalizas ¿Y con qué me encuentro? Con tu sucia desnudes retando la santidad de mi humilde persona ¡Perdónala, Dios mío!

YO: Pero deje de verme padre, mire para otro lado.

RUFINO: ¡Jamás! Al demonio se le ve de frente, al mal se le combate con los ojos abiertos… pero mira esos promontorios de carne morbosa que tienes por nalgas.

YO: Padre Rufino, mire para otro lado por favor.

RUFINO: Y esas urbes inmensas ¿Por qué tienes los pezones parados? Indecente.

YO: Tengo frío padre, váyase por favor.

RUFINO: ¿Y esa abertura rasurada que tienes entre las piernas? ¿Sabes que es pecado ir contra natura? ¿Por qué te depilas la vagina?

YO: ¡Padre, por favor, váyase! Déjeme bañarme sola… y no me depilo, a mí nunca me han salido pelitos ahí.

RUFINO: Déjame ver, enséñame, criatura del demonio… que extraño, a todas las pecadoras les salen vellos en esa región obscena… haces bien en meterte al agua, así evitas que mis castos ojos sigan viendo tu sucio cuerpo desnudo.

YO: Me podría traer una toalla, por favor.

RUFINO: Mira lo que has conseguido, perversa diabólica, has logrado que mi casta verga se irguiese, eso nunca me había pasado, voy a tener que rezar muchos rosarios para que nuestro señor te perdone ¡Puta!

YO: ¡Yo no hice nada! El que se me queda viendo es usted, váyase por favor y tráigame una toalla.

RUFINO: Yo no le sirvo a Lucifer, sino a Dios nuestro señor, métete más adentro del agua que aún te veo esas chiches morenas, ahógate de una vez para sanar mi alma, fémina libidinosa, mira como me tienes la sotana, como carpa de circo, todo por tu culpa, hija de satán, engendro del anticristo, perniciosa desalmada.

YO: Si no me va a traer la toalla, le ruego que se vaya.

RUFINO: ¡Eso, ruégame! satánica, viciosa, sucia lasciva, ruégame como lo que soy, como el representante de Dios en la tierra, salte de mí vista, hija del diablo.

YO Eso quiero, que se vaya, pero usted cada vez se acerca más, por favor, váyase que quiero salir, me estoy muriendo de frío.

RUFINO: Sal, ¿eso quieres? Rétame, crees que voy a caer en la tentación de probar tus sucias carnes pervertidas.

YO: Se lo advierto, padre, voy a salir, ya no aguanto el frío y no quiero que me vea vestirme.

RUFINO: ¡No lo harás! Voy a tomar tus andrajos y vas a tener que salir a retarme, a ver quién gana, si tu inmunda desnudez o mi casto proceder, ¡Vamos, sal!

YO: (Saliendo del agua) Deme mi ropa por favor.

RUFINO: ¡Gracias señor por ponerme a prueba! A pesar de que tengo una mujer desnuda te prometo no caer en la tentación.

YO: ¡Padre, ¿Qué hace?! Deje de tocarse ahí.

RUFINO: ¡Perdóname, señor! Soy un simple siervo a tu servicio, hecho a semejanza tuya y si me diste sexo, debo masturbarme para no caer en la tentación.

YO: ¡Bájese la sotana, padre! No se saque su cosa.

RUFINO: ¿Crees que voy a creerte que te escandalizas por ver una verga? Quien sabe cuántas pijas te has tragado por esa sucia abertura que tienes entre las piernas.

YO: ¡Soy virgen, padre! Tápese por favor, no se la jale.

RUFINO: ¡Hazme venir pronto, señor! Antes que esta ofrecida me de las nalgas. Ven híncate y reza para expiar todos tus pecados.

YO: Usted quiere que me hinque para otra cosa.

RUFINO: Bien sabes lo que hacen las mujerzuelas como tú, por favor, señor, no permitas que esta maldita me mame la verga. ¡Híncate perversa! Son los deseos del señor.

YO: No soy tan tonta y deje de verme con esa cara de degenerado.

RUFINO: ¿Por qué te volteas? Con la excusa de no verme, me enseñas el culo ¿Qué quieres? ¿Qué te arrime mi sacrosanta verga en medio de las nalgas?

YO: ¡No, padre! ¿Qué hace? No me ponga su pene ahí, déjeme, mire que nadie me ha tocado y soy pura.

RUFINO: ¡Ay, señor, perdónala! Me está apretando la verga con sus sucias nalgas, por favor, pídele que deje de hacerlo.

YO: Suélteme, padre, no me sobe los pechos ¿Por qué me mete su cosa entre las piernas?

RUFINO: Inclínate, pecadora, así, déjate llevar por la voluntad del señor, no me sigas apretando la verga con tus nalgas inmundas, cierra las piernas, no permitas señor que esta infame ramera quiera que se la meta.

YO: No, no quiero perder mi virginidad con un viejo como usted, déjeme padre o grito.

En ese momento descargo una gran cantidad de semen en mi culo, por lo menos evité que me violara, me tuve que volver a meter al río, pero me sentía sucia, ya no del cuerpo, sino estaba siendo mancillada por un hombre que se dice representante de Dios en la tierra, él seguía de pie mirándome y lo que más me indigno fue que se limpió su cosa con mi calzón, luego sacó un habano, lo encendió y con el mismo encendedor quemó mi calzón, me puse a llorar.

Salí del río y me vestí a toda prisa, el padre Rufino tenía una expresión infame en su rostro, me advirtió que si le decía algo a alguien me podrían pasar cosas malas, no especificó nada, pero su mirada me dio miedo, sabía que no eran falsas amenazas, luego se dirigió a los albañiles y les preguntó si habían visto algo, ellos negaron, entonces les dijo que yo me le había desnudado, insinuándome, que era una pecadora y se oyó un concierto de silbidos y palabrotas que hubieran abochornado hasta a una prostituta.

Llegué a mi chocita y me puse el único calzón que me quedaba, me cambié de muda y lavé la otra en la pila, porque solo tenía dos mudas y ahora un calzón. ¿Cómo era posible que el padre Rufino hablara en nombre de Dios para manosearme? Afortunadamente en mi pueblo aún no habían llegado los curas, pero sí los militares y eran igual de abusivos.

Se me acercó una muchacha a la pila, se presentó y me dijo que se llamaba Clara, me dijo que ella era la encargada de llevarles la comida a los albañiles, al padre Rufino y a mí me dio un  plato de arroz con pollo y unas tortillas calientes que me comí con mucho gusto, estaba muerta del hambre, tenía dos días sin comer. Me contó que había oído que esta granja era un experimento que había planificado Monseñor, que traerían a pocos monjes virtuosos para sanear la mala imagen de los curas pedófilos que habían descubierto en el país.

En la tarde el padre Rufino me indicó mis obligaciones; debía darle de comer a los animalitos, trató de explicarme pero yo le dije que era campesina en mi pueblo y que estaba acostumbrada a esas tareas, me indicó que debía mantener todo limpio porque había mucho polvo debido a la construcción que realizaban los albañiles, también me indicó  que debía regar toda la granja, en fin, nunca creí tener tanto trabajo para sobrevivir… no dejaba de ver mi escote, me sentí avergonzada, me preguntó si tenía novio, le dije que no, pero para evitar sus preguntas indiscretas le tuve que contar mi historia, pero lejos de mostrar la compasión del padre Emilio, mi miró con lujuria, leí en su expresión que sabía que sola, era presa fácil para sus aberrantes deseos, me dijo que si había tenido muchos novios, le contesté la verdad, que solo dos, uno cuando iba a la escuela cuando tenía once años, pero después me sacaron porque tenía que ayudar a mi mamá con las tareas campesinas y luego tuve otro novio el día que cumplí quince años, pero lo dejé porque era manilarga, cada vez que lo veía se tocaba su cosa, el padre Rufino se relamió los labios.

Me contó que él vivía en la Antigua y que estaba a cargo de la obra en construcción y que además él sería el proveedor de alimentos y todo lo que se necesitara en la granja, así que tendría que verlo muy seguido, eso me incomodó, pero no tenía alternativa, tenía trabajo, comida y techo, encima me ofreció un sueldo que no llegaba ni al salario mínimo, pero acepté, todo ese dinero sería para mí, se despidió dándome un beso cerca de la boca, le olía a tabaco, que asco.

Esa noche dormí en un catre a pierna suelta, me despertó el cantar de los gallos, fui a darle de comer a los animalitos y aproveché para bañarme en el río antes de que llegara el padre Rufino y los albañiles, salí corriendo a vestirme, al rato la granja se llenó de gente, llegó Clara, la muchacha de la comida, me dio unos frijolitos parados con huevos revueltos, tortillas y un cafecito caliente.

CLARA: ¿Y usted cómo se llama, patoja?

YO: Dígame Minga, Clara.

CLARA: Pues mire, Minga, tenga cuidado con ese padre Rufino, usted está muy bonita y a ese viejo se le saben muchas cosas horribles.

YO: Cuénteme, Clara.

CLARA: Dicen que el viejo sucio ese, mete muchachitos a su casa y los viola.

YO: ¿No serán exageraciones, Clara?

CLARA: No, mi chula, fíjese que una vecina me contó que a un amiguito de su hijo lo citó a su casa para darle clases de catequesis, antes ya le había regalado dinero y unos dulces, el pobre patojito inocente fue a verlo y dicen que lo recibió desnudo, que lo agarró del pelo y lo obligó a que le chupara su porquería, luego lo desnudó y se la metió por atrás, dicen que el niño lloraba y lo amenazó si decía algo, el niño a pesar del temor le contó todo a su mamá, ella no le creyó, le dijo que el padrecito era un santo y le pegó, luego supe que lo mandó a trabajar con unos tíos a la costa.

YO: ¡Qué miedo! Pobre niño.

No le quise contar lo que me había ocurrido con él, porque de verdad el padre Rufino me daba miedo, tenía una mirada como de vampiro…  a cada tiempo de comida Clara llegaba con sus raciones deliciosas, al padre Rufino no lo vi en el trascurso del día, yo estaba muy ocupada con mis labores de limpieza, con los animales y con defenderme de las insinuaciones de ese batallón de albañiles groseros que tenía a mi alrededor, todos al verme se agarraban en medio de las piernas y me hacían señas indicándome que lo que se agarraban era para mí, como si yo quisiera tener a esos hombres sucios.

Por fin llegó la noche, apagué todas las luces y encendí el foco de mi chocita, apenas si iluminaba, me empecé a desnudar y sentí que alguien me miraba:

RUFINO: ¿Ya se va a dormir la perversita?

YO: ¡Padre! ¿Por qué me espía? Respéteme o me voy a la capital a contarle todo al padre Emilio.

RUFINO: (Se rió en mi cara) No es padre, es obispo, Emilio es mi primo ¿A quién crees que le va a creer? Ya una vez hubo un padre de familia que me acusó con él, le dijo que yo había abusado de su hijo, pero el padre del muchacho llegó con aliento a alcohol y me creyeron a mí ¿Qué te parece?

YO: Dicen que a todo coche le llega su sábado. Sálgase por favor, padre Rufino.

RUFINO: ¿Crees que no tengo mejores cosas que hacer?

YO: Váyase entonces.

RUFINO: Ya me voy, pero antes quiero verte el pecado, es otra prueba que me pone el señor.

YO: Váyase, padre o grito.

RUFINO: (Soltó una carcajada) ¿Y quién crees que va a venir en tu auxilio? ¿Una gallina? ¿O la vaca? Nadie te va a oír en varios kilómetros a la redonda.

YO: ¿Qué hace? ¿Por qué se quita la sotana?

RUFINO: Para que me veas mejor, como le dijo el lobo a la abuela de caperucita.

YO: No padre, no se quite el pantalón, por favor, no me haga daño, yo soy buena, le juro que no le cuento a nadie, pero váyase.

RUFINO: Todo tiene una razón de ser, tú te cruzaste en mi camino como una penitencia que tengo que superar, el señor me mandó la tentación y tengo que…

YO: No, padre, por favor, no se baje el calzoncillo, ¿Yo nunca había visto un pene humano? Por favor, tápese.

RUFINO: Ah, pero si has visto la de los caballos, perra inmunda.

YO: Eso es normal en el campo.

RUFINO: ¿Y no es normal que desvirguen a las niñas, incluso más pequeñas que tú?

YO: No se lo niego, pero nosotros vivíamos en la montaña, alejados de todos y nunca me tocó vivir esa experiencia tan terrible. No me enseñe su cosa porque me da asco.

RUFINO: Nada es terrible si lo manda el señor, esta verga será tu cruz, y ninguna cruz te debe dar asco, eso es sacrilegio, debes chuparla por el castigo de haber nacido mujer.

Aprovechando que tenía el pantalón en los tobillos lo empujé y salí corriendo hacia la puerta… le había echado llave y no me di ni cuenta, al voltearme miré sus ojos abiertos inyectados de deseo como miraban mi desnudez, traté de taparme, pero siempre quedaba expuesta alguna parte a sus ojos libidinosos.

RUFINO: Por más que satanás quiera escapar, la mirada divina está en todas partes, así que acepta tu penitencia y chúpame la verga o un rayo caerá de los cielos y te partirá en dos.

YO: Prefiero eso a hacerle esas cochinadas.

RUFINO: Perdónala, señor, que no sabe lo que dice… antes de cumplir tu penitencia, toma mi pecado en tus manos y frótala en señal de oración.

YO: Usted está loco, no hable en nombre de Dios para hacer sus porquerías.

RUFINO: ¡Blasfema! ¡Te pudrirás en el infierno si no obedeces el mandato divino! Deja de mover esos pechos asquerosos porque solo me incitan al pecado.

YO: El que se va ir al infierno es usted por mañoso.

RUFINO: ¡Jamás! Mi cuerpo lucha contra la carne, pero mi alma se salvará por el tremendo esfuerzo que estoy haciendo por no violarte… esa raja entre tus piernas debe ser inmunda por mucho que te bañes, debes tener la cuca asquerosa, debe saber a pescado podrido, ¡Ay, señor! Las pruebas que pones en mi camino, ya vez, debo probar tu apestosa concha.

YO: Usted no va a probar nada, váyase o lo muerdo, ya no soy una niña y sé defenderme, le juro que le quito el pene de una mordida si me sigue abusando.

RUFINO: ¿Pero escúchala, señor? ¿Cuál abuso? Si ni siquiera te he tocado.

YO: Pero ayer me puso su cosa en medio de las piernas y me sobó los senos.

RUFINO: Pero recé toda la noche y me laceré toda la espalda con un lazo cubierto de clavos, el señor me perdonó, pero ahora me vuelve a poner a prueba… debiera ser prohibido que las mujeres se nos acercaran a los hombres castos, con ese culo que tienes es muy difícil acercarse a la santidad.

YO: Usted de santo no tiene nada.

RUFINO: ¡Basta! Si no te gustan las pruebas del señor, te gustarán menos las leyes de los hombres.

YO: ¿Y cuáles son esas leyes?

RUFINO: Mañana, alguien encontrará tu cuerpo mancillado por un cuchillo en tu corazón en señal de suicidio, te enterraremos y haré una misa por tu alma.

YO: ¿Me va a matar si no hago lo que quiere?

RUFINO: No seré yo, es la mano de Dios que me guía para vencer al demonio maltrecho.

YO: No, padre Rufino, deje ese cuchillo, por favor, piense que algún día se sabrá la verdad y se va ir a la cárcel.

RUFINO: Entonces, obedece la palabra divina.

YO: ¿Y si no lo hago?

RUFINO: Este cuchillo, guiado por las manos sacrosantas divinas, se hundirá en tu corazón y te irás al reino negro del pecado sin la extremaunción.

YO: Espérese, Padre, me está lastimando, no me ponga tan duro el cuchillo en el cuello ¡Me va a sacar sangre! ¡Cuidado! ¡No me obligue a hacer cosas que no quiero!

RUFINO: ¡O me haces una paja bendita o te vas al infierno!

Me puso el cuchillo en la yugular y yo muerta de miedo le dije que harías lo que quisiera pero que no me lastimara. Él me abrió las piernas dispuesto a probar mi cosita virgen, en eso se escuchó la una voz:

Clara: ¡¡Papá, no haga eso!!

CONTINUARÁ…

Hace mucho quise escribir esta historia, fue un caso muy sonado en mi país, un relato lleno de pedofilia, abuso y sangre. Un caso que llevó a algunos a la cárcel y a otros a la impunidad, en medio de mucho sexo.

Sé que mis relatos no son del gusto de todos, la mayoría quiere leer sexo inmediato, pero yo cuento historias reales y para eso necesito situar al lector en contexto.

Espero sus comentarios.