1. Imaginándome que estás dentro de mí.

Ammy es una chica que siempre ha deseado a Ben. Ahora se encuentra en su habitación, imaginándose que él se encuentra con ella, mientras se masturba.

Ammy es una universitaria, de 23 años, que encontró a, según ella, "la polla de su vida". Esa polla pertenece a Ben, un compañero de su clase que se sienta a su lado porque tienen muy buena relación. Ammy desea su polla desde el primer día que lo conoció, pues se marcaba (y se sigue marcando) un buen paquete en esos vaqueros.

-¡Imaginaos cómo la debe de tener empalmada! - le decía a sus amigas, compañeras de clase, cada vez que hablaba de Ben.

Nunca se ha atrevido a hacer referencias a su polla mientras habla con él, pues a pesar de ser muy abierta con sus amigas, le da mucha vergüenza que Ben piense que ella se lo quiere follar, y, lo que más le preocupa, que este le rechace.

Así pues, se conforma con disfrutar de él en su imaginación, en la intimidad de su cuarto. Ammy comparte piso con otras amigas, pero estas pertenecen a otras facultades, por lo que los horarios son tan diversos que pasa mucho tiempo sola en su piso, tanto que a veces se pasea desnuda como si viviera sola. Sin embargo, estos paseos no eran pura casualidad, por naturismo como haría su amiga Naia, no no, Ammy lo hacía porque sabía que en el piso de enfrente había un chico que le gustaba asomarse a la ventana para verla desnuda y hacerse pajas. Esto a ella le encantaba. Él no era muy agraciado, pero el simple hecho de saber que alguien la estaba viendo desnuda ya le ponía a cien. ¿Cómo se llamaba ese chico...? Ni sabía. "El chico de la polla de puntita rosa", le llamaba ella.

Aprovechando esa calma y paz en el piso, Ammy llegó de clases muy cachonda, tanto que en el trayecto en autobús se encontraba incómoda por la humedad en sus bragas.

-Tengo ganas de quitármelas... - pensaba ella durante todo el trayecto. Pero al final esperó.

Una vez en el piso, dejó sus cosas sobre su escritorio. Fue al baño a orinar, y al bajarse las bragas vio que estaban empapadas, y su clítoris estaba muy rojo e hinchado.

-Madre mía cómo me pone el puto Ben, joder... - dijo en alto mientras recordaba lo mucho que se le marcaba el paquete hoy, y en cómo sus manos rodearon por un segundo su espalda, en un intento de pasar por detrás de ella en clase.

Mientras se secaba, notó cómo su clítoris respondía al rozamiento del papel higiénico, deseando más y más contacto. Se terminó de secar, se lavó las manos, y se dirigió a su cuarto con su coñito al aire, pues las bragas las dejó en la cesta de ropa sucia.

Se miró al espejo y sintió muchas ganas de acariciarse los pechos, apretarse sus pezoncitos, humedecerlos con su propia saliva...

Se quitó la camisa y se dejó el sujetador, como jugando con ella misma al striptease. Apretó sus piernas, ejerciendo presión en su coñito, mientras introducía sus manos por debajo del sujetador, sin permitir una visión de sus tetas en su reflejo. Se apretó los pezones, que eran muy suaves al tacto, pequeñitos pero que crecían con cada pellizco que ella les daba. Decidió entonces desabrocharse el sujetador y permitir ver en su reflejo dos pechos preciosos, de tamaño mediano, con dos pezones rosita de pequeño tamaño, pero muy duros. Agarró un pecho, se lo llevó a la boca como pudo y comenzó a lamerlo con ganas. Con la otra mano comenzó a acariciar su clítoris en movimientos ascendentes y descendentes, consiguiendo mojarse muchísimo más.

-Ojalá Ben supiera cómo de cachonda me pone... ¿se imaginará que en este momento esté a punto de correrme por pensar en él? Ni de coña, no creo que se haya dado cuenta de que moriría por comerme su polla, por lamerla una y otra vez, por sentirla dentro de mí, follándome sin parar, hasta que termine corriéndose dentro en una explosión orgásmica. - pensó mientras se tocaba enérgicamente.

Se tumbó sobre la cama con las piernas abiertas, y se colocó un cojín debajo de su cabeza, para lograr una leve inclinación que le permitiera tener una buena visión de su clítoris, cada vez más rojo. Ella tenía el coño semidepilado, no calvo, pero tampoco peludo, siempre lo tenía a un nivel neutro, preparado para que en cualquier momento la polla de Ben se metiera dentro. Ese día tendría que llegar, ¿pero cuándo?

-¡Basta de desesperarse! Voy a imaginarme que tengo a Ben a mi lado. - se corrigió a sí misma sus pensamientos.

Mientras se imaginaba cómo tendría que ser la polla de Ben, se introducía primero 2 y luego 3 dedos... sacándolos y metiéndolos una y otra vez. Gemía, jadeaba, era una odisea para sus oídos, y para los de su vecino, que la oía desde su ventana, con su polla en mano preparada para cuando ella saliera de su cuarto y se dirigiera al baño desnuda, como solía hacer tras tocarse.

Finalmente, consiguió correrse, humedeciendo las sábanas. Se lamió los dedos, y el resto se lo untó en sus pezoncitos. Se levantó de la cama, se miró al espejo y sonrió.

-Joder, tío, si estoy buenísima, ¿por qué no me pones a 4 y me follas sin parar? ¿A qué esperas? - habló a su espejo, como hablando con Ben.

Salió de su cuarto, y miró hacia la ventana de la sala de estar, donde estaba su vecino con la polla más tiesa que la Torre Eiffel, esperándola para comenzar la paja de su vida. Él la esperaba con paciencia, y cuando vio sus tetitas rositas y su coñito recién corrido comenzó a pajearse. Ella lo observaba con disimulo, como fingiendo que no se da cuenta de que él la está viendo. Así, se agachaba adrede para que su vecino tuviera buenas vistas de su culo y de su vagina, o se volvía a tocar los pechos, apretando sus pezoncitos para el goce y disfrute de ese chico de gafas que la observaba desde su ventana.

Muy poco antes de que este se corriera, ella le miró fijamente y le guiñó un ojo, desenmascarando su papel de inocente, haciéndole ver que sabía en todo momento que él la estaba mirando. Fue ahí cuando él se corrió. Avergonzado, sobre todo por saber que ella le había visto la polla, corrió las cortinas. Ammy se rió.