1. Conexiones – Solo Se Vive Una Vez.

Después de mi accidente... Viene la recuperación, las ganas de vivir plenamente junto a mi novio y jugar con mis nuevos amigos.

NdA: Para leer esta serie de relatos y su mayor disfrute, es necesario haber leído “Anécdotas” y “Actualidad”.

---*---

- ¿Qué deseas contarme el día de hoy?

- No lo sé, en realidad son muchas cosas, pero tengo… lagunas mentales.

- Me has contado demasiadas cosas, de tu pasado y tu presente. Y quiero saber que conexión existe.

- Me es difícil.

- Sinceramente deseo saber más.

- Que halago – dije con sarcasmo –… Pero, no hablaré de fechas en específico, no quiero confundirme más de lo que estoy ahora....

Solo escuche un resoplido de risa por su parte.

- Pues entonces, deja que fluyan esos pensamientos.

- … Bien – dije de soltar un gran suspiro.

---*---

Año 2006… 2007.

En general, luego del accidente y pasados esos meses. Yo aún me sentía devastado por la muerte de Cintia, cada noche tenía pesadillas sobre ella viviendo y yo muriendo. Otro de esos pensamientos que cruzaba por mi mente, era que “Mi vida era un sueño y yo debí haber muerto”, me imaginaba despertar en el cielo, ver que en realidad tuve razón todo el tiempo, darme cuenta que yo morí en ese accidente y mi amiga estaba en dónde yo me ubicaba, atrapada en una clínica.

Uno de mis deseos después de que decidí hablar nuevamente, fue ir a verla, tenía que ir a su tumba y cerciorarme que ella se había ido realmente. Pero mis padres, doctores y amigos se negaron en cumplirme ese deseo, ya que según ellos, me haría más daño que darme alguna tranquilidad. Yo me molesté bastante con todos ellos, protestaba de cualquier forma que se me ocurría sin obtener respuesta de ellos, ni siquiera pude conciliar el sueño con esa idea rondándome la mente y el único que pudo entenderme fue mi hermano. Aún así, trató de convencerme que no era el momento, pero ese era mi principal deseo.

-   Hermanito... entiende, no te haría bien.

-   Yo solo... quiero saber... quiero saber si mi mente me engaña.

-   No lo hace... eso pasó, Andrew... y no hay vuelta atrás.

-   ¡Es mentira!

-   Andrew... – me llamó mi hermano con cariño.

-   Matty, por favor – le pedí tomando su mano –... ¡Lo necesito!

Mi hermano cerró los ojos y suspiró muy fuerte, para luego aceptar con un leve movimiento de cabeza, como si se estuviese arrepintiendo por ello.

Así que una tarde, después de que mis padres se fueran con Tony, mi hermano entró con un amigo suyo y que trabajaba en la clínica haciendo sus prácticas. Así que con esfuerzo para poder cargarme y sentarme en la silla de ruedas, bajar en ascensor y llegar al carro de su amigo, me llevaron a donde supuestamente estaba mi amiga.

Estuve en silencio todo el camino, por mi mente pasaban pequeños momentos con ella, estar abrazados, pequeños besos, bailando juntos, una confesión, risas, tomándome fotos con ella, caminando tomados de la mano y luego... ella en el pavimento... Y tuve que detener mis pensamientos y cerrar los ojos.

- Mi mente me engaña... eso hace... ¡Eso no pasó!

-   ¿Andrew? – me llamó mi hermano desde el asiento del copiloto.

-   ¿Qué?

-   ¿Estás...?

-   ¡Sí!... – le dije temblando.

-   Podemos regresar... yo entenderé.

-   ¡No, Mathew!...

-   Pero...

-   ¡Todo es una mentira...!

-   No lo es, Andrew.

-   ¡Vamos a su casa! – le ordené.

-   Ella no está allí – me contestó duramente.

Al ver su expresión yo negué con la cabeza fervientemente.

-   … Llévenme con ella – les pedí en voz baja.

Ellos no me llevaron a su casa, no estábamos allí, estábamos en un cementerio, cuando el carro se detuvo en el estacionamiento, les pregunté qué hacía allí... ellos me miraron confundido y yo sentí mucho resentimiento en ese momento, que mi hermano pensara que ella estaba allí, era algo que no podía aceptar, el enfermero bajó la silla de ruedas y yo les ordené que tenía que volver a la clínica, pero mi hermano se había decidido.

-   No. Vas a verla – me dijo de una manera demasiado fría.

Me ayudaron a sentarme en la silla y fui empujado contra mi voluntad, ver el césped a mi alrededor, lleno de piedras rectangulares, junto a distintos tipos de flores, unas nuevas y otras marchitas me hacía cerrar los ojos e imaginarme en otro sitio, estuvimos recorriendo ese lugar un tiempo hasta que la silla se detuvo.

-   Llegamos – anunció Mathew.

Yo seguía con los ojos cerrados, asustado y negándome a creer que mi mejor amiga estaba allí. Ella estaba en su casa, no había podido ir a verme porque sus padres no la habían dejado, ella estaba estudiando en su casa para alguna prueba, o viendo televisión con sus amigas, comprando ropa, o comiendo los chocolates que yo le daba todo el tiempo, ella no podía estar allí... Me abracé lentamente, tenía que sentir el contacto de alguien, yo quería sentir su perfume, sus abrazos, sus besos, su cariño y amor...

-   Andrew, abre los ojos.

-   No quiero.

-   Tienes que hacerlo.

-   No... – dije muy triste.

-   Andrew, abre los ojos y lee la lápida.

-   Ella no está aquí...

-   Sí, lo está – escuché como a mi hermano se le quebraba la voz.

En ese momento, abrí los ojos... mi vista se aclaró lentamente, pude ver una lápida de piedra y rectangular en el césped, junto a un par de ramos de flores amarillas y blancas algo marchitas. En la lápida había una placa rectangular de bronce que me negué a leer, pero mi hermano tocó mi hombro en forma de apoyo, yo lo miré y el asintió con la cabeza, así que yo la leí lentamente...

CINTIA DI BATTISTA. 29 DE OCTUBRE 1989 – 16 DE DICIEMBRE 2005.

SIEMPRE ESTARÁS EN NUESTROS CORAZONES.

Yo no pude soportarlo.

Di el grito más fuerte de mi vida. Mi mente no estaba jugando conmigo, nadie lo hacía, ella se había ido para siempre... En realidad, sí lo sabía, pero mi retorcidamente no quería que yo terminara de aceptarlo. Lloré hasta que no pude más, mi hermano no me dejó ni un momento, yo me abrazaba a mí mismo y veía la lápida leyendo y releyendo esas palabras.

-   Dile, Andrew... Di todo lo que quieras decir.

Ella si se había ido y ése sueño que tuve hace tanto tiempo vino a mi mente nuevamente, como si hubiese pasado ayer.

-   ¡ME DEJASTE!... ¿CÓMO TE ATREVISTE A DEJARME?... – grité demasiado molesto – ¡ME DEJASTE!... ¿POR QUÉ LO HICISTE?... ¡TÚ NO TENÍAS QUE IRTE!

-   Pero lo hizo, Andrew... y tú no – me recordó mi hermano.

-   ¡ERA YO!... ¡YO TENÍA QUE IRME!

-   Sabes que no, hermano... Tú obtuviste otra oportunidad más – me dijo, pero yo no entendía realmente.

-   ¡VUELVE!... ¡POR FAVOR!

-   Tranquilo, está bien...

-   ¡No!... No está bien... ¿Cómo pudo creer que yo viviría sin ella? – pregunté mirando la lápida.

-   Porque nos tienes a nosotros, Andrew... Y ella... ella lo sabía.

-   Me duele... me duele mucho.

-   Estarás bien, hermano... ¡Confía! – me pidió colocándose frente a mí.

... Yo sólo pude asentir con la cabeza sin dejar de llorar, pero era algo que tenía que hacer... Por fin lo había aceptado completamente y ahora debía tratar de seguir con mi vida como ella habría querido.

Semanas después, tuve charlas con todos los psicólogos de la clínica y otros exteriores a ella cuando me dieron de alta. Cualquier experto que mis padres conseguían, yo simplemente los rechazaba o hacía que ellos mismos tiraran su propio título a la basura al considerarme de forma “no oficial”, un caso perdido.

No pasó una noche en la que no hablara con Mathew, sobre todo y sobre nada al mismo tiempo, me dormía abrazado a él y cuando no podía quedarse, o por alguna razón discutíamos hasta que ambos llegáramos al borde de no querer vernos más, él siempre se despedía con un abrazo, un beso en la frente y diciéndome que me amaba. Yo para ése entonces no entendía cómo él podía pasar de una molestia incontrolada, a una persona calmada hasta el momento de cerrar la puerta e irse y dejándome a mí, con una rabia no controlada sumada a demasiada confusión para ser un chamo de 16 años.

Mi memoria era buena o mala de vez en cuando… Bueno, mejor dicho, era una mierda. Siguió fallándome repetidas veces con la más simple provocación, había días en los que estaba bastante lúcido, recordaba todo lo que me había ocurrido, personas, conversaciones y emociones. Luego, nada, todo se volvía en blanco, desde estar conversando con un amigo frente a mí, al punto de quedarme callado preguntándome, ¿Dónde estaba?, ¿Qué hacía allí? Y ¿Quién era esa persona que me miraba pacientemente esperando una respuesta?

-   … ¿Ocurrió de nuevo?

Silencio.

-   Tranquilo, te llamas Andrew, yo soy Richard, somos amigos, estamos hablando en tu casa.

Silencio.

-   Futbol, niños ricos, “¡Lo prometo!”

Y eso fue lo que hizo clic, recordándolo todo.

-   Sí, ya Richie… Lo lamento – respondí por lo bajo tocándome la cabeza.

-   Tranquilo – respondió con los ojos un tanto rojos.

Eso sucedía un par de veces a la semana con los psicólogos de turno, amigos y familia. Lo que me hacía sentirme un tremendo estúpido y enfurecer bastante.

Obviamente, no pude practicar ningún deporte después del accidente y caminaba con dificultad, aunque fui mejorando poco a poco, gracias a una terapia en la cual no se basaba en hablar, si no en hacer. Entraba en una piscina, movía las piernas y pies repetidas veces, luego era cubierto por cables que me daban corriente en las piernas provocando que me incomodara bastante, o si no, un tipo corpulento las manipulaba como mejor le pareciera, causándome un dolor terrible para luego dame cuenta que funcionaba y meses después lográramos el objetivo. Dejar la silla de ruedas y caminar, al principio con la maldita andadera, luego las terribles muletas y al final, el puto bastón haciéndome sentir como un viejo desgraciado.

Arturo… él sencillamente fue un personaje en mi vida, después del accidente y asumir lo que me había ocurrido, había dejado de llorar y ahora me trataba de animar todo el tiempo.

-   … Podemos salir un rato, mi hermano nos lleva a donde queramos – decía acostado en la cama junto a mí.

-   No tengo ganas – respondía viendo una revista.

Y cuando digo todo el tiempo.

-   … Podríamos comer algo, lo que quieras, helado de chocolate, es tu favorito – comentaba sentados en el parque.

-   ¿Lo es? – pregunté sorprendido.

-   Podría serlo – me dijo con una media sonrisa.

Me refiero a TODO EL TIEMPO.

-   … De acuerdo, hoy hablemos un rato de ti y de mí. Puedes insultarme si lo deseas – pedía tomando mi mano.

-   Mmm… De acuerdo.

Eran las conversaciones que ocurrían cuando mis padres le permitían a Arturo que me sacara a pasear como un perro.

En cuanto al colegio, no regresé por el resto de ése año, había perdido meses de clases y según el director, simplemente debía de repetir el año. Noticia que obviamente decepcionó a todos mis amigos, o a los que me quedaban mejor dicho.

El siguiente año, cuando comenzó mi nuevo año escolar, fue un Déjà Vu . Ya que mi grupo seguía en el colegio, pero ellos cursaban el 5to año y yo, seguía en 4to… era el mismo salón, mismas materias, mismos profesores, pero diferentes compañeros. Ése grupo que ahora sí era de mi misma edad no lo conocía realmente, solo crucé algunas pocas palabras entre nosotros o cuando los veía en las horas de entrada, las horas de salida o en los recreos. Y cuando el primer día de clases entré al salón con un bastón, era “El Chico Que Sobrevivió... A Un Atropello”.

Un chiste andante.

Por suerte, o eso quería pensar, desde el primer momento que me senté en clase, fui absorbido por un grupo que había visto desde lejos, según me habían comentado habíamos jugado al futbol en un par de ocasiones y según ellos me conocían bastante bien.

Era el “CLAN”, un grupo conformado por Marcello, un pelirrojo de piel pálida, de ojos castaños llegando a un tono miel y con la mirada un tanto perdida, como si pensara solamente en sus cosas, aunque a veces cambiaba a una mirada penetrante que me incomodaba, pero no me atrevía a decirle algo respecto a eso. Según los demás chicos él era muy enigmático, soltaba poco de su familia y de su vida en general. Cuando hablaban en el grupo, se dignaba solo a escuchar y a reírse por lo bajo. El único contacto que tuvimos ése primer día fue un saludo con la cabeza.

Guillermo y Carlo, eran chicos altos, los más altos del salón, esbeltos, de piel blanca, de pelo y ojos castaños, siempre con una mirada cómplice entre ambos cada vez de decían una broma o me miraban de arriba abajo, seguramente burlándose de mí y de mi bastón. Guillermo, era el gracioso de ése grupo, lanzando comentarios al azar y sin pensarlo, contrario a Carlo, que era más paciente con su amigo, hasta tal punto de ser condescendiente con cada estupidez que decía, eran bastante cercanos en ésa época.

Jhonny y Sebastián, chamos que en comparación a los chicos anteriores eran medio bajos de estatura, de piel blanca y algo tostada por el sol, Jhonny tiene el pelo castaño al igual que los otros chicos, pero Sebastián era rubio y ambos tenían los ojos verdes. Las bromas por parte de ellos no se hacían esperar, en comparación a Guillermo, sus bromas eran mal intencionadas buscando molestar a los demás sin medir las consecuencias, siempre tenían algún cuento que contar con una sonrisa en su cara. Al parecer, eran los rompe corazones del salón, tenían un poder de seducción con todos los que los rodeaban, con el pequeño roce de su mano en tu hombro o una media sonrisa, podían lograr muchas cosas. Se notaba que se aprovechaban de cada chica de esa promoción, buscando algo de ellas, desde alguna tarea, hasta una cita con algún final feliz, sin llegar a sexo, claro.

Extrañamente todos eran vírgenes.

Ellos cinco, eran el clan de futbolistas con altos problemas de superioridad y que según ellos, idolatraban a Arturo, a mí y a mi antigua promoción.

-   … Pero ¿Cómo es Arturo realmente?... En serio ¿Ya ha tenido sexo?... Es mi ídolo – preguntaba Guillermo.

-   ¿Cómo se sentirá ser él?... Tener a todas las mujeres que quiera – ahora preguntaba Jhonny.

-   ¿Qué clase de chamo tiene ése cuerpo?... Yo deseo tener lo mismo que él – continuaba Sebastián.

-   ... Debe ser un cretino en realidad – decía Marcello viendo hacia otro lado sonrojado.

-   ¡Cállense, vale!...– decía Carlo, cortando la sesión de preguntas de Arturo y mirando a todos lados – Discúlpalos, por favor... ¡Mejor háblanos de ti, Andrew!

Esa primera “conversación” ocurrió un par de días después que me vieron hablando con Arturo a primera hora en la mañana, en el primer momento en que estuvimos libres, me llevaron al sitio donde ellos se sentaban regularmente en el patio. Más tarde a la hora de receso, Arturo me sorprendió sentándose a mi lado pasando su brazo por mi hombro y dejando a los demás muchachos con la boca abierta. Algunos del clan trataron de comportarse, unos lo ignoraban, pero otros prácticamente me usaron para poder tener una “sana” conversación con él hasta finalizar el receso y luego hablando por lo bajo entre ellos mientras Arturo me acompañaba a mi salón.

Los muchachos eran graciosos en realidad, fueron los únicos que no hablaron de una forma tan abierta con respecto a mi accidente y solo preguntaron lo básico sin llegar a atacarme. Hubo un par de ocasiones en que mi memoria falló terriblemente y sorprendiéndome, fueron muy pacientes esperando a que me recuperara.

Quedo en claro que ellos serían mis panas por el resto de mi vida estudiantil.

También, tuve la suerte de que mis amigos Gabriel y su hermano menor Domenic se inscribieron en el colegio, ellos jugaban al futbol en el equipo que yo jugaba, aunque claro, yo no recordaba esto, tomó algo de tiempo y una conversación de dos horas junto con Arturo para poder recordarlos vagamente.

Gabriel y su hermano, tenían una mezcla de sangres en la cual en el mundo mágico podrían llamarlos mestizos sin ningún problema, con una madre venezolana de descendencia italiana y padre árabe con rasgos españoles, algo muy loco la segunda vez que me lo explicaron y pude entenderlo. Ambos son morenos, pelo negro, de grandes ojos verdes y un cuerpo normal, ni delgados, ni gordos. Gabriel estaba en mi salón, pero su hermano tenía 14 años, por eso estaba en 8vo grado. Como era de esperarse, él se pegó a mí para ser absorbido por el clan, el cual yo no estaba tan a gusto con su presencia ya que parecía que trataba de encajarse a la fuerza, se relacionaba un poco mejor con Jhonny, Sebastián y Marcello, pero los otros muchachos decidieron tratar de soportarlo.

Pasaron un par de semanas y era el cumpleaños de Gabriel. Así que tuvimos una pequeña reunión “sin padres” en su casa, hasta Arturo había ido con el pretexto de “protegerme”, ya era de madrugada y estábamos algo tomados en la habitación de Gabriel. Un cuarto que compartía con su hermano menor, de color beige, bastante grande, con dos camas matrimoniales, mesas de noche, escritorios con computadoras, sillas cómodas para todos, una gran televisión y una mesa central donde estaban algunas botellas de alcohol, vasos, hielo y algo de comida. Todos los chicos, aunque principalmente yo, nos sorprendimos de su tamaño, aunque él reflejara que era una habitación normal.

Nos repartimos en las dos camas matrimoniales entre Arturo y yo en una cama, Gabriel, Domenic con Marcello en otra cama y los demás chicos en las sillas de la habitación para pasar el rato escuchando música, hablando y jodiendo hasta que la situación nos aburrió un poco. Fue cuando Marcello, a quién yo veía como el más serio del clan, había conseguido de su hermana un par de porros de marihuana, yo estaba realmente sorprendido por lo que estaba ocurriendo y como lo tomaron los demás. Los muchachos estaban felices y vitoreando, incluso el menor de nosotros. Habían cerrado la puerta, colocado un paño en el piso sellándola y abierto un poco la puerta que iba a la terraza. Tenían todo planeado.

Entre los chicos del clan comenzaron a fumar, cada uno fue dándole una calada profunda entre risas y como unos expertos hasta que llegó a mis manos, fue en ese momento que medité al tener el porro entre mis dedos, en si debía fumarlo o no.

-   Pruébalo... – dijo Marcello.

-   Tranquilo, no pasa nada – comentó Jhonny con una media sonrisa.

En ese instante sentí que una mano rodeaba la que sostenía el porro y luego otra que me tomaba por la cintura, notando un calor en mi cuello y la voz rasposa de Arturo en mi oído.

-   Es mejor que no lo hagas. No es bueno.

-   ¿Tú crees? – le pregunté sin estar muy seguro.

-   Confía en mí.

---*---

- Parece ser que tomó una buena decisión al decirte eso – me interrumpió.

- No he terminado – dije molesto.

- Continúa – pidió amablemente.

---*---

-   ¿Qué tal si hacemos otra cosa? – me pidió un tanto serio.

-   ¿Cómo qué?

Fueron pequeños susurros entre los dos mirándonos a los ojos, pero el clan nos interrumpió.

-   ¡Oigan, pásenlo si no van a fumar! – dijo Sebastián algo molesto.

-   Ustedes no deberían fumar esto, no tienen edad – habló Arturo en un tono de voz más audible.

-   ¿Qué estás diciendo...? ¿Tú Arturo? – preguntó Marcello con burla.

-   ¿Qué pasa? – reclamó un tanto fuerte que hizo a todos removerse en su sitio –... No fumo, no es sano y he visto lo que le hacen las drogas a la gente. Los vuelve estúpidos, hacen locuras.

Algunos muchachos se quedaron viendo el porro y mirando hacia debajo de forma culpable, sin embargo, Marcello no se sintió aludido, se levantó de la cama para arrebatarme el porro de las manos y darle una calada, para salir de la habitación hacia la terraza que tenía Gabriel.

-   Tienes razón, Arturo – dijo Carlo cabizbajo.

Ya para ese entonces yo miraba a Arturo con mucha ilusión, diciendo todas esas cosas y buscando el bien para los demás. Domenic se quedó también viendo la escena, se levanto para decirle algo a su hermano mayor ganándose un golpe de su parte y logrando que ambos comenzaran a pelearse.

-   Hey... ¿Qué les pasa?

-   Nada Andrew, mi tonto hermano quería probarlo... ya fue suficiente con que tomaras un poco – le dijo recriminándolo.

-   Escucha, Domenic. No es bueno. Tal vez cuando tengas más de 18 años – aconsejo Arturo tranquilo.

-   Pero, Marcello tiene 16 años y hace lo que quiere.

-   Exacto, el hace lo que le da la gana... ya verá lo que se gana – sentenció.

-   Nosotros no llevamos mucho haciéndolo, créenos Arturo, esta es la tercera vez... Pero, Marcello lleva más, porque su hermana consume – explicó Carlo apenado.

-   Yo solo llevo una vez – aclaró Guillermo.

-   Solo porque la vez pasada no viniste porque estabas enfermo.

-   ¡Cállate, Carlo!

-   Escuchen. Yo no soy su padre para decirles si o no, sólo les di mi opinión.

-   No, no, no... tienes razón, Arturo – pronunció desesperado Guille –... No volveremos a hacerlo.

Jhonny tenía la mirada apagada, pero se notaba despierto al igual que Sebastián, que ya se había calmado y ambos escuchaban sin decir nada realmente.

Solo unas cuantas palabras sirvieron para que ellos le hicieran caso y dejaran de fumar, mostrando el poder que Arturo tenía sobre ellos. Nos quedamos hablando un rato más hasta que Marcello volvió a entrar con otra cara, se sentó lejos de nosotros en una esquina dónde había un gran puff de cuero, se quedó mirándome un rato y después se perdió en sus pensamientos.

Pasó una hora tratando de olvidar lo que había pasado, encendimos la televisión sin verla realmente, nos reíamos de casi cualquier comentario que salía de la boca de los chicos hasta que la última botella de ron se terminó y la música de fondo ya estaba algo aburrida.

-   ... Hacen falta algunas chicas – pensó Jhonny en voz alta.

-   Sí... en realidad – coincidió Guillermo.

-   ¿Por qué no invitaste chicas, Guillermo? – preguntó Sebastián con su trago en las manos.

-   ¡Sí lo hice!... Pero sus padres no las dejaron cuando se enteraron que no estaban mis padres en casa.

-   ¡Bahhh!… Ni que fuésemos a violarlas – dijo Jhonny.

-   ¡Los padres joden demasiado! – terminó por decir Sebastián.

-   Yo quiero hacerme una paja, no me la hago desde el lunes... tuvimos muchas tareas – dijo sin pensar Guillermo.

Todos reímos por ese comentario, mientras Arturo se revolvía de nuevo haciéndome sentir extraño.

-   ¿Todos se hacen pajas? – preguntó Domenic casi sin voz.

-   ¡Por supuesto! – gritó Jhonny –... ¿Tú no?

-   ¿Qué si no? Se le escucha desde el baño diciendo... ¡Uyyy, Camila!... ¡CAMILA! – se burló su hermano.

De nuevo las risas no se hicieron esperar haciendo que el chico se volviera rojo.

-   Todos nos la hacemos, Domenic – apoyó Arturo.

-   Pero... Gabo me dijo que tú ya has tenido sexo... ¿No?

-   Pues, sí.

-   ¿Entonces?... ¿Para qué te haces la paja si tienes sexo?

Arturo reía por lo bajo y me dio una mirada picándome el ojo.

-   Porque no siempre estoy con la persona con quién quiero tener sexo.

-   ¿Y eso por qué?... ¿Quién es ella? – preguntó interesado haciendo que todos se quedaran en silencio.

-   No, lo lamento... No lo diré – dijo con una media sonrisa para luego apretar sus labios.

Suspiros de resignación se escucharon por parte de todos, incluso Marcello que se había incorporado para luego volver a recostarse y perderse en sus pensamientos.

Yo para ése momento, tenía claro, que Arturo era mi “novio” o mejor amigo, con el cual hacía cosas de hombres, aunque él me explicó muy bien que no hicimos nada desde que tuve mi accidente y que si yo deseaba hacer algo de nuevo con él sería cuando yo dijera.

Obviamente recordaba lo que eran las pajas, me había hecho algunas un par de veces, casualmente luego de ver a mi novio caminando por mi cuarto sin camisa y le había preguntado a mi hermano sobre que me ocurría y él me dio una vaga explicación del proceso haciendo que yo concluyera el resto por mi cuenta...

El temblor de mi cuerpo, mi respiración agitada con los pensamientos de Arturo rondando por mí mente, terminó con varios chorros de esperma que cayeron en mi pecho esa noche, me sentía apenado por lo que había pasado, mucho más cuando Arturo llegó al día siguiente y se acostó en mi cama donde me había pajeado de forma descontrolada. Cuando sus manos fueron a las mías las quité al instante, me quedé callado viéndolo algo asustado y Arturo creía que me había dado otro ataque, así que comenzó a hablar como si yo estuviese loco.

Finalmente tuve que explicarle lo que pasaba, haciendo que una sonrisa se apoderara de él, me diera un beso de forma sorpresiva que rechacé al instante, haciendo que se disculpara al momento y me mirara cohibido. Esa tarde transcurrió con extraña calma y pocas palabras hasta que fuimos superando el tema.

-   ... ¿Y tú Andrew?

-   ¿Yo?... Ehhh... – miré a Arturo y luego a varios sitios a la vez – Claro, pero no todos los días. Éste mes no me la he hecho...

-   ¿ÉSTE MES? Pero si estamos a finales... – dijo un tanto aterrado Carlo.

-   Wow... Yo no podría resistir tanto... es demasiada tentación, solo en casa, una mano y mi pene – dijo Guillermo.

Después de haber revelado lo obvio, que todos los hombres se masturbaban, era demasiado entretenida la conversación de los muchachos compartiendo sobre las pajas de forma natural, sobre en qué pensaban, en dónde lo hacían, cómo lo hacían, hasta Marcello hizo un par de comentarios por lo bajo y Domenic parecía que estuviese escribiendo notas mentales mientras su hermano se reía, burlándose de él.

-   ... Escuchen, ¿Y si nos la hacemos? – propuso Domenic ilusionado.

-   ¿Qué? – preguntó su hermano aterrado.

-   Sí, hay un juego, mis amigos del otro colegio lo hacían y también los chicos mayores.

-   Un juego de... ¿Cómo hacerse la paja? – pregunte extrañado –... No entiendo.

-   Hay videos y en mi otro colegio lo hacían bastante – volvió a repetir emocionado.

El chico hablaba del juego de la galleta, en realidad yo no sabía de lo que se trataba hasta que lo explico, era simplemente colocar una galleta en el centro de una mesa, nosotros en círculo nos pajeábamos y teníamos que acabar en la galleta. Un par del clan si sabía de que se trataba el juego y estaban indecisos en si hacerlo o no. Los demás si se estaban emocionando y cuando Arturo también aceptó participar hizo que casi todos cambiaran de opinión rápidamente. Fue cuando Marcello se levantó con una mirada extraña, seguido de Gabriel que estaba a nuestro lado.

-   No pensarán en pajearse todos aquí, ¿No? – preguntó Marcelo pasando su mirada sobre todos.

-   Pues, claro Marce… Parece divertido – dijo Guillermo.

-   ¿Qué dices?... Parece asqueroso.

-   Todos lo hacen, Marcello – respondió Carlo.

-   Sí, pero en privado – intervino Gabriel.

-   Que mentira, Gabo. Tú ya lo has hecho – declaro su hermano menor.

Todos nos quedamos en silencio viendo al chico como se sonrojaba de nuevo.

-   … ¿Tú? – juzgó Marcello señalándolo.

-   Bueno…

-   Lo hacía con sus amigos en el otro colegio y con sus compañeros del fútbol también – continuó su hermano de forma burlona.

-   Coño, cállate.

Él muy molesto, camino hacia su hermano, lanzó un golpe a su hombro bastante fuerte, haciendo que el menor se callera de la cama y quedando sentado en el piso.

-   Ya vale, quédense tranquilos, ni que fuese la gran cosa – intervino Arturo y luego preguntó –… Pero, ¿En el fútbol?, ¿Con quién?

-   Con nadie, el miente.

-   ¡Claro que no!

-   ¡CÁLLATE!

-   Shhh… bajen la voz – suplicó Carlo –, es de madrugada, no queremos que los vecinos vengan a joder.

-   ¿Con quién fue? – repitió Arturo.

-   Ya pues… con Mario y Otto.

-   ¿Quiénes? – pregunté confundido –… No los conos…

Me quedé pensando, yo giré mi vista a Arturo y él solo asintió con la cabeza diciéndome mentalmente: “Sí los conoces, pero no los recuerdas”.

-   Jajajajaja… ¿Con los del equipo rival? Eres un traidor.

-   Claro que… sí – suspiró –, tienes razón.

-   ¿Cómo pasó eso?

-   No quiero hablar de eso. Es más… no quiero estar aquí.

-   Es tu casa, imbécil – señaló Sebastián.

-   ¡No me refiero a eso! – dijo y salió de la habitación cerrando la puerta.

Arturo trató de hacerme recordar a los chicos que mencionó Gabriel, ellos jugaban en el equipo rival, hace un par de años tuvimos un juego en dónde ellos ganaron, pero aún así tenían problemas con nosotros, hasta el punto de pelear en una fiesta de quince años.

-   Creo que recuerdo algo de eso…

-   ¿En serio? – preguntó sorprendido.

-   Muy poco.

-   Algo es algo – analizó haciendo un gesto con la boca.

-   Esperen, que nos desviamos del tema… ¿Jugamos o no? – intervino Guillermo.

-   ¿En serio, quieren jugar? – preguntó el hermano menor interesado.

-   Pues, claro.

Domenic explicó con emoción en que el último que acabara o le fallara a la galleta, tendría que comérsela, al mismo tiempo que lo explicaba sacaba de su closet un paquete de galletas chips ahoy , sacando un par, dejando una en la gran mesa y la otra comiéndosela rápido. En ese momento, Marcello se negó rotundo a participar y se fue a la terraza sacando otro porro e insultándonos por lo bajo, los demás chicos volvieron a pensar si era buena idea o no, hasta que sorprendiendo a todos Arturo se bajo los pantalones oscuros que llevaba mostrando su pene un tanto morcillón.

-   No puede ser…

Eso se escucho tan bajo que nadie pudo descifrar quién lo dijo exactamente, todos escuchamos ése susurro y nadie comentó algo al respecto, pero era el pensamiento en general. Arturo sonreía con suficiencia y se acostó a mi lado empezando a tocarse invitando a todos a hacer lo mismo.

Los muchachos uno a uno se fueron abriendo los botones del pantalón y metiendo su mano para tocarse la verga, pero sin mostrar nada entre risas nerviosas, el menor era el que estaba más emocionado imitando a Arturo, quitándose y lanzando un short playero azul e interior rojo y comenzó a hacerse una furiosa paja.

Yo estaba más cómodo que el resto a estar recostado en la cama con Arturo, seguía riéndome como los otros, pero con una conocida sensación entre mis piernas, sentía mucho hormigueo, así que mi mano fue a mi entrepierna desabrochando mi pantalón vinotinto y metí mi mano para sentir mi cálida verga y bolas. Con cada toque, estaba creciendo poco a poco y comencé a masturbarme lento.

-   Así no… estás incomodo. Déjame ayudarte – me susurró Arturo.

Él se movió lentamente pasando sus manos por mi pierna de una forma muy provocativa.

-   No… Arturo, así estoy bien.

-   De acuerdo, como tú digas.

Después de mi reclamo, sus manos volvieron a su propia verga y me sonreía tranquilamente.

Los muchachos ya estaban en su rollo, unos cerraban los ojos, otros se reían viendo como subían y bajaban su mano a un ritmo tranquilo y el menor se estaba muriendo al darse cuenta que ya no estaba tan excitado como al principio. No se me pasaba inadvertido como las miradas iban y venían de vez en cuando hacia Arturo y de cómo movía su mano alrededor de su verga. Él por su parte cerraba sus ojos sonriendo, disfrutando del momento, yo le había pedido que retirara su mano de mi pierna, pero ésta vez la había colocado de nuevo y apretado con fuerza, yo miré a todos lados, pero los chicos no prestaron atención a ése gesto y cada uno estaba en la competencia.

Yo fallé al resistir sus caricias ya estaba completamente excitado y algo perdido. Así que me saqué la verga bajándome un poco el pantalón y Arturo intuyó lo que quería hacer.

-   Ahora sí, ¿Me dejas ayudarte?

-   Está bien.

Él se bajó de la cama mostrándoles su culo y bolas a los demás chicos, mientras me ayudaba a bajarme el pantalón y bóxers lentamente hasta dejármelo por los pies.

-   Que culo tiene… – se volvió a escuchar el susurro.

-   ¡Ok, ya!... ¿Quién fue esta vez? – preguntó mirando serio a todos.

Hubo unos segundos pesados en los que todos se miraban en silencio y pensé que el juego llegaría a su fin si Arturo terminaba por molestarse.

-   Ya… fui yo – dijo Guillermo levantando una mano y con la otra en la verga.

Extrañamente, Arturo no dio buena cara al comentario de nuestro amigo.

-   No te molestes, Arturo… Es que él dice la verdad, tienes un buen culo – salió Carlo a defenderlo.

-   Ya… está bien, solo que… está apartado – respondió con risa.

Gracias a ese comentario, Arturo le quitó peso al asunto, volvió a acomodarse a mi lado, sospechosamente más cerca y pegando nuestras piernas. Luego de dar una visión al clan, me di cuenta que ya habían unas parejas formadas, Carlo y Guillermo, Johnny y Sebastián, Arturo y yo, y el menor de todos que seguía viendo a todos lados un tanto desesperado.

-   ¿Puedo intentar algo? – me pidió cerca de mi oído en voz baja.

-   S-sí, c-claro – contesté estremeciéndome.

Su mano fue directa a mi verga y comenzó a tocarla suavemente. No recordaba que alguien más me hubiese tocado de esa forma, por lo que en ése momento asusté a todo el clan con un gemido, haciendo que todos nos vieran impresionados.

-   ¡Hey!… ¿Qué hacen, maricones? – preguntó Gabriel entrando de nuevo en la habitación –… ¿Andrew, Arturo?

La cara de impacto que tenía al vernos a todos fue de fotografía. Se quedó parado en el marco de la puerta dando una mirada a cada uno de nuestros rostros y vergas, su boca se abría cada vez más hasta que llegó a nosotros dos y sus ojos fueron de la mano de Arturo a nuestras caras.

-   ¿Qué coño hacen?... en mi casa – preguntó sin voz.

-   La paja... es obvio – respondió Arturo

-   ¿Por qué se tocan? – su voz oscilaba entre un tono bajo y alto.

-   Sí, ¿Por qué se tocan? – preguntó ahora su hermano menor.

-   Porque se siente bien… ¿No, Andrew?

Me dio un apretón a mi verga, mientras subía y bajaba un par de veces haciéndome retorcerme un poco y casi desear no estar allí con todos mis amigos alrededor.

-   Ya vale... – me quejé por lo bajo, pero no evité que siguiera pajeándome.

-   Déjame disfrutarte un poco... hace tiempo que no lo hago – me dijo de nuevo en susurros, sin que los demás nos oyeran.

-   ¡Hey!... ¡Paren!... ¡Están en mi casa!... ¡Nada de mariconadas!

-   Ya vale... Relájate, son todos tus amigos contra ti, estamos pasándola bien, no la cagues.

Arturo se estaba haciendo cargo de la situación como líder auto impuesto del clan y parecía un rey hablando con su súbdito explicándole lo que hacíamos. Que todos éramos hombres haciéndonos una paja, si teníamos ganas de ser tocados por otros hombres, debía quedarse callado y dejarnos vivir en paz. Cada palabra que decía, hacía que Gabriel cerrara su boca cada vez más y cada uno de los chicos sonriera más por sus palabras… La idea era quitarle peso a lo que hacíamos, ya que sólo era un juego.

-   Ya, bueno, pero entonces... no sean tan maricos.

-   Por hacernos una paja no terminaremos maricos, créeme.

-   Ya, pues – terminó –… ¿Y Marcello?

-   A fuera, fumando – respondió Carlo.

-   Iré con él – atravesó el cuarto olímpicamente, sin vernos y salió a la terraza.

-   ¿Seguimos jugando? – preguntó el menor.

-   Pero, si ya no estás excitado – se burló Sebastián.

-   Coño, pareciera que se te cayó la verga – continuó la broma Jhonny.

Y era cierto, a esa edad parecía que no tuviese pene y el chico se tapaba apenado viéndonos a todos.

-   Jajajajaja… Epa, relájate chamo, siéntate, olvida que es una competencia y disfruta. Piensa en algo rico y hazte la paja lento. Si crece, chévere. Si no, también, pero si va a crecer.

-   Es cierto… Siempre crece – apoyé a Arturo, que seguía tocándonos lento.

El chico lo hizo, sentándose al borde de la cama e hizo lo que le dijo Arturo, mientras él seguía haciendo su trabajo conmigo, ya al poco tiempo me sentía un poco inútil – más de lo normal – y mi mano fue automáticamente a su verga. Él sonrió feliz al verme hacer eso y me dio espacio para comenzar a tocarlo. Su verga estaba caliente, demasiado dura, vibrando con mi toque y logró que su sonrisa fuese mucho más grande.

Yo tuve sentimientos encontrados, algo me decía que estaba haciendo algo malo, por el contrario, su mirada me decía todo lo opuesto, ya nuestras manos se sincronizaban con nuestros leves gemidos, los chicos no apartaban su vista de nosotros hasta que el mismo Arturo intervino de nuevo.

-   … Ustedes deberían hacer lo mismo.

-   ¿Qué? – preguntó Guillermo.

-   Ya sabes de lo que hablo. Ya están en pareja, ¿No? – dijo dejando su comentario al aire.

Después de darle una clase al chico de cómo hacerse una paja, hizo lo mismo con los chicos, de cómo debían disfrutar entre ellos, ambas parejas se miraron, comenzando de nuevo con esas risas nerviosas y empujones de camaradería cuando deseas hacer algo malo... Y así fue como Carlo le ofrecía su verga a Guillermo que la veía con sorpresa, mientras Sebastián hacía lo mismo con Jhonny. Las manos de cada uno fueron lentas, precisas, tratando con cuidado las vergas de sus amigos, como si fuese algo muy preciado, los chicos comenzaron a disfrutar entre ambos con algunos gemidos y palabras soltadas al aire, mientras Arturo y yo veíamos la obra maestra que él mismo había creado.

Ya nuestras manos se estaban acostumbrando a las vergas del otro, los gemidos acompañaban la habitación, éramos las tres parejas disfrutando y de cómo cada chico iba conociendo el cuerpo del otro.

-   … Estoy muy excitado, Andy.

-   Yo también estoy muy excitado, Artie...

-   ¿Me llamaste Artie?

-   ... Sí...  – sonreí a mis adentros – Solamente salió.

-   Es genial.

Con un movimiento rápido, fue y me dio un beso en la mejilla, que pasó desapercibido por los demás del clan.

En ése instante, Gabriel y Marcello entraron por la puerta de la terraza. Tenían la mirada apagada viéndonos como nos hacíamos la paja, Gabriel miraba a los demás, pero Marcello tenía la vista fija en nosotros dos, Arturo por suerte no se atrevió decirles nada, solo continuaba masturbándome tranquilo.

Al no estar participando en el juego, Gabriel se sentía un tanto homofóbico soltando comentarios por lo bajo mientras Marcello escuchaba sin escuchar realmente, más que todo al ver como Arturo y yo disfrutábamos de vernos y tocarnos. Y más al ver como los demás chicos nos imitaban y no les prestaban atención a esos comentarios.

Los primeros en terminar y recordando que era un juego fueron Sebastián y Jhonny, que apuntaron sus delgadas vergas dándole justo en la galleta, soltando ambos un liquido transparente con una sonrisa y luego burlándose del último que no acabara... Los siguientes fueron Carlo y Guillermo, que se pararon rápidamente, Guille trastabilló un poco, casi le falla a la galleta y acabó con unas gotas blanquecinas de su verga algo curvada a la derecha. En cambio su amigo Carlo, apuntó derecho, él si tenía una verga un tanto gorda para su edad, no llegaba al calibre de Arturo, pero si tenía lo suyo y acabó con tres chorros espesos de leche, seguido de un gemido brutal que dejó a su compañero mirándolo con sorpresa.

-   Eres una bestia... ¿Acabaste todo eso? – preguntó sin voz.

-   Jajajajaja… Acabas de verlo, amigo.

-   Yo nunca he acabado así... ¡Eres un bestia! – repitió.

-   Soy un macho.

-   Es lo mismo.

-   Eres un tonto Guille, ya deja de decir tonterías – dijo con una sonrisa.

Carlo le dio un abrazo por el hombro y fueron a sentarse de nuevo donde estaban para terminar de relajarse mientras compartían algunos comentarios por lo bajo.

-   … ¿Quieres acabar ya? – me preguntó Arturo con otro beso en la mejilla.

-   Sí, no quiero comerme esa galleta.

-   Jajaja… Yo tampoco.

-   Ayúdame a levantarme.

Lo hicimos juntos, me apoyé en él caminando poco a poco mientras todos nos veían, Arturo me tomaba por la cintura con fuerza, por debajo de la camisa blanca que llevaba, nos acercamos a la galleta para que mientras terminaba de darme unas jaladas con fuerza, mi cuerpo vibraba y me mordía los labios para no dejar escapar los gemidos agudos que de seguro saldrían por mi boca. Fueron solo dos chorros espesos de mi leche que cayeron encima de esa galleta, la cual ya no se veía de ningún modo apetitosa y quedé con las piernas temblando. Si no fuese por Arturo, hubiese estado en el piso en ese momento, él me dejó con delicadeza en la cama riéndonos por lo bajo mientras era visto por todos siendo el centro de atención.

-   … Lo siento chico, perdiste – le dijo con falsa tristeza.

-   No... ¡No!... ¡Ya voy a acabar!

-   ¡Primero voy yo!

Fue un espectáculo que nadie se perdió, todo fue en cámara lenta al ver como Arturo movía su mano y su gran verga disparaba leche directo a la galleta, gimió igual de bestia que Carlo, sus chorros fueron más espesos que el otro chico, moviendo su cuerpo como descontrolado exhibiéndose y dándole una sonrisa a todos.

La habitación tenía ese olor a paja y sudor aumentado. Seguramente agradecíamos que la puerta que iba a la terraza estuviese abierta dejando escapar ese hedor, Arturo volvió a mi lado dando por terminado el show y logrando que los muchachos sentados en la silla aplaudieran por el espectáculo. Gabriel estuvo mirando al piso después de que Arturo terminó, e ignoró lo que pasaba, en cambio Marcello seguía perturbándonos con esa mirada perdida, aunque el imbécil no pudo ocultar una erección que se veía en su blue jean.

Al final quedó el idiota que propuso el juego... Domenic se quedó mirando la galleta cubierta de semen en la mesa sin haber acabado siquiera, luego su mirada pasó a su hermano rogando a que dijera algo, pero él simplemente lo ignoro diciéndole de forma apagada que no debió abrir la boca. Luego de ver a los muchachos pidiendo compasión y mirar a Arturo esperando su opinión, le respondió que debía ser un hombre, cumplir con su palabra de comerse la galleta y terminar el juego. El pequeño con algo de molestia y lagrimas en los ojos, por presión de todos se comió la galleta casi sin masticarla, para luego de un par de minutos correr al baño a vomitar acompañado de la risa de todos.

Volvimos a subirnos los pantalones y olvidando parcialmente lo que había ocurrido en la habitación. Después, salimos de la habitación para ir a la cocina, tomar unas cervezas que estaban guardadas en la nevera y también lavarnos un poco, para quitarnos el olor a verga y semen de nuestras manos.

Los demás chicos fueron a jugar FIFA en otro cuarto, dónde había más televisores y consolas de juego. Mientras que yo me sentía algo cansado por la paja, lo cual le avisé a los demás generando un par de comentarios graciosos.

Regresé a la habitación con Arturo, mientras una mirada nos perseguía pacientemente. Nos acostamos en la cama de Gabriel uno al lado del otro mirando el techo y comentando por lo bajo lo que habíamos hecho, el sueño me estaba persiguiendo, pero su voz me mantenía algo despierto.

-   ... ¿Te gusto?

-   ¿Hacíamos esto antes de mi accidente? – respondí con otra pregunta.

-   Esto y más, créeme.

-   Mmm... Ya, ok.

-   ¿Te gustó? – volvió a preguntar dejándome pensando.

-   Fue mejor que hacérmela yo solo... Aunque siento que a los demás les gustó mucho más que a mí.

-   Pienso igual – dijo con una sonrisa en la cara.

-   Te gusta ser el centro de atención, ¿No?

-   Jajaja... Creo que sí.

-   Mmm... Siempre has sido así, ¿Cierto?

-   Casi siempre, no lo negaré.

Fijé mi mirada al techo, pensando en lo que me había dicho e imaginándome cómo era nuestra relación realmente, si Arturo había cambiado o era el mismo... O si yo había cambiado después de mi accidente, aunque estaba seguro de que sí lo había hecho... Y de repente una duda vino a mí.

-   Arturo... ¿Éramos felices? – pregunté.

-   Sí, lo éramos, a veces peleábamos, pero era normal. Había momentos en que éramos felices, reíamos y los dos disfrutábamos tanto que... – dio un suspiro y quedándose en silencio mirando al techo por un momento.

-   ¿Qué…?

-   Seremos felices, Andy – sentenció.

-   ... Aún no sé lo que significa ser tu novio... o estar contigo – dije analizándolo un poco.

-   Significa estar los dos, tú y yo, felices – respondió simplificando todo.

-   No recuerdo lo que es ser feliz, Arturo.

-   Bueno Andy, yo creo que tampoco sé lo que es ser feliz.... Aunque, cuando no estuviste a mi lado, no era feliz, de eso estoy seguro.

Yo sonreí por lo que me había dicho y por muy triste que pareciera lo que me había contado, él también me correspondió esa sonrisa. Compartiendo ese sentimiento de amor que nos teníamos.

-   ... Me gustaría recordar lo que se siente.

-   Poco a poco Andy, tienes una vida para ello.

-   Sí... una vida – respondí algo apagado.

-   Oye... La vida es sólo una, tú tuviste otra oportunidad, aprovéchala, tienes que vivirla al máximo, cada día, cada momento, Andy.

-   Pero...

-   Siendo feliz o no – me interrumpió –, yo estaré allí, te lo prometo.

-   Gracias, Artie... Creo que contigo a mi lado... podré recordar lo que es ser feliz.

-   En realidad, sé una forma en que puedo ayudarte a recordarlo – me dijo dándome un beso profundo.

Sus labios junto a los míos fue una sensación fuerte, profunda e increíble, otra corriente que atravesó todo mi cuerpo dejándome sorprendido y abrí mi boca para darle acceso a su lengua que comenzó a luchar lentamente con la mía. Mientras nuestros brazos se entrelazaban, él se colocó encima de mí tratando de que su peso no me aplastara, aunque no llegamos más lejos, ya que unos toques en la puerta nos alertaron. Marcello tenía la mirada posada en nosotros y Arturo se quitó encima de mí, pero quedándose a mi lado protegiéndome.

Fue un momento incomodo, Marcello nos miraba en la cama sin decir nada, entre cerrando los ojos, apretando los labios y sin moverse. Pasó un minuto entero y al final...

Nada, se retiró por dónde había venido.

-   Eso fue extraño – terminé por decir.

-   Me dio miedo... tus amigos dan miedo.

-   Por lo menos tengo amigos.

-   Y me tienes a mí...

-   Y te tengo a ti – acepté.

Arturo volvió a acomodarse un poco mejor para estar los dos abrazados, dándonos unas suaves caricias por nuestros cuerpos y mirándonos a los ojos detallando cada uno de nuestros rasgos, hasta que volvió a hablar por lo bajo.

-   Oye, te prometo que si te quedas a mi lado, todo saldrá bien.

Con esa última frase terminó por darme otro cálido beso...

---*---

- Si, al final todo fue mentira...

- No seas tan duro contigo mismo – me dijo con una voz calmada.

- Si pudiese hacer un salto en el tiempo, golpearme y matar a todos los que me jodieron la vida, sería genial.

- Si eso fuese posible, no existiría la raza humana, créeme – dijo riéndose por mi ocurrencia.

- Dirás que yo no existiría.

- Tú lo dices, yo no – continuó escribiendo en su libro –... ¿A quién culpas?

- A mí... por hacerle caso a ese hombre – dije tocando mi frente de frustración –... Hay tantos momentos a dónde podría ir, pero esa magia no es posible.

- Esa clase de magia, no. La verdadera magia es superar las malas situaciones que nos ocurren.

- Sí, claro.

Él me dio una mirada significativa y luego continuó.

- Escucha, hay un vacío entre lo que ocurrió después de tu propuesta de matrimonio y lo que te está ocurriendo ahora...

- Muchas cosas pasaron – aclaré.

- ¿Podrías recordarlas todas?

- No lo creo, te lo dije antes – dije con confianza –, tengo lagunas mentales.

- Debes hacer un esfuerzo...

Han sido un par de años muy tristes, tengo que ser sincero conmigo mismo, he bloqueado algunos recuerdos de estos 2 años porque no fueron positivos, y quizás sea mejor así.

Me he preguntado... ¿Por qué lo hago?... Pero la respuesta más clara es... que no lo sé.

Algunos me han llamado loco y que debería ir a un psiquiatra, les hice caso.

Con respecto a Arturo... todo ocurrió en Estados Unidos y en Venezuela con ese hombre, fue muy intenso, confuso y demasiado fuerte lo que define qué sucedió entre nosotros. Fue un vil engaño que se siguió repitiendo cada vez que intenté unir mi vida junto a la de ese hombre... aunque seguramente hablaré de eso en otro momento.

Estoy seguro que estuvimos bien en después de esa propuesta de matrimonio, dónde di todo el amor que pude dar y él lo recibió, pero dándome como respuesta un falso amor. Pasamos unos meses planificando lo que sería un seguro desastre, la boda que jamás se dio... Luego todo cayó por su propio peso, mis padres, hermanos y amigos que siempre estuvieron a mi lado. Ahora estuvieron en mi contra arruinando mi vida, demasiada frustración que no pude aguantar, yo estuve al borde y fue mi momento más oscuro...

---*---

Conexiones forma parte de la saga de Anécdotas y sus derivados por Andrew Brown. Tiene Licencia Internacional bajo

Creative Commons que abarca, Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0)