08.2 La llegada a España

Apoyó ligeramente su pecho sobre el mío, su piel echaba fuego y sus pelos acariciaban mi pecho.

Dejamos nuestras maletas preparadas aunque sin cerrar, mañana viernes tenemos que madrugar un poco.

He quedado con dos compañeros de la depuradora, que trabajaban conmigo, para cenar. Una comida ligera en un de los bares del hotel. Me llamaron para despedirse de mí y no me he querido negar, después de la comida y una bebida para poder hablar, tranquilamente sentados, se retiran pronto, mañana tienen que seguir trabajando. Si tenían alguna duda sobre mi orientación sexual ahora lo tienen claro y después vemos un poco la televisión para conocer las noticias.

Está sentado encima de mí, a horcajadas, acariciando mi cuerpo con su vello.

-Te quiero Nico, te quiero muchísimo, te voy a extrañar todos los días que faltan para tenerte en España.  –beso son fuerza sus labios que se abren y me acogen gozosos envolviendo los míos.

-También yo Nico no dejaré de pensar en ti aunque estaré ocupado.

-Me vuelves loco precioso, no me canso de mirarte y tocarte el el lindo cuerpo que luces.

Va besándome el pecho y el abdomen y baja mi bóxer con sus dientes. Mi pene salta como un muelle golpeando en su nariz.

-Lo tienes bravo, me gustas valiente.  – le habla al pene como si de una persona se tratara, se echa a reír antes de besarlo y meterlo en la boca.

Estaba muy duro y comenzó a chuparlo, resultaba alucinante ver como lo hacía desaparecer en su interior hasta enterrar su barbilla en los pelos de la base, su boca estaba caliente y me llevaba hasta el cielo. Mi Nico era adorable.

-Tienes un pene muy rico, me gusta cada día más.  –lo sacaba de su boca para azotarse con él en los labios y lo envolvía en ellos aspirando hasta que no le quedaban mejillas, las hundía por la fuerza que ejercía chupando.

Manoseaba mis testículos envolviéndolos en sus manos, tuve que cerrar los ojos para disfrutar del gusto que me daba, luego los besaba y los iba metiendo uno a uno en su boca donde los mecía con su lengua y tiraba absorbiéndolos para soltarlos de golpe.

Así estuvo muchos minutos, ocupado de mi pene y de mis huevos, luego me puso  de rodillas en la cama.

-Voy a preparar este sufrido culito y darle gusto.  -¡cómo me besaba! Hacía ruidos sordos y lamía como un demente mi ano, los escalofríos me sacudían el cuerpo y comencé a masturbarme, necesitaba correrme.

-Espera nene, no seas impaciente.  -me dio la vuelta y separó mis piernas, veía su verga tan grande, tan inmensa, y aun no la tenía totalmente desarrollada, bajo de la cama moviendo su mano agarrando su falo para ponerlo rígido totalmente y volvió al cabo de un momento.

-Te voy a poner un lubricante para que pase mejor este bruto.  –sonreía al señalar su polla tan querida y deseada por mi.

Después de aplicarme la crema y jugar con ella en mi ano, puso su carita sobre la mía.

-¿Vamos a ello valiente?  -no me dejó contestar y sus besos me envolvieron.

-Ya sabes, no quiero que sufras, si te hago daño me avisas.  –le decía que sí con mi cabeza y aunque me encantaba su forma de cuidarme, quería que la metiera en mi culo de una vez aunque me causara dolor.

Cerré los ojos y los golpecitos que dio con su verga en mi ano, como si llamara a su puerta, me supieron a gloría y sentía como mi culo se abría al visitante deseado.

Separo mis piernas todo lo más posible para acogerle entre ellas y comenzó a introducirme la verga, yo sonría de gusto y soportaba a las mil maravillas las pequeñas molestias. La metía con un cuidado exquisito y todo eran sensaciones placenteras hasta que sentía que había tocado fondo pero seguía apretando, me relajé para que entrara lo que faltaba hasta que sus huevos no le permitieron avanzar más.

Apoyó ligeramente su pecho sobre el mío, su piel echaba fuego y sus pelos acariciaban mi pecho.

-Ya me tienes dentro, eres mío y de nadie más.

-Te siento cuando se mueve dentro de mí, eres estupendo.

Y en ese momento me besó metiendo su lengua hasta mi garganta, queriendo poseerme por los dos lugares que ocupaba y comenzó a moverse muy despacio sin dejar de besarme mientras yo acariciaba sus costados pasando mis manos a lo largo de él y las llevé a sus glúteos para empujarle contra mí.

-Dime como vas.  –me urgió.

-Es maravilloso dame más, no tengo más que placer. –entonces se elevó y comenzó el ataque de mi cuerpo. Cogía mis nalgas y las separaba más empujando mis piernas para abajo.

Suspiraba de placer mientras el bufaba realizando su trabajo, me estaba penetrando de una forma deliciosa, dulce y cruel cuando la sacaba para luego meterla otra vez queriéndome hacer sufrir.

Nico es un experto follador y sabe cómo tratarme para conseguir de mí que recorra todos los caminos del placer. Notaba crecer en él un frenesí que no podía controlar y la metía y sacaba muy fuerte.

Sentía como mi esperma salía de mis huevos para hacer el recorrido por mi verga hasta salir en una explosión de placer. El orgasmo me arrasó, eyaculé montones de semen que caía en regueros por mi vientre.

Cuando me recuperé le miré, sonreía victorioso.

-Ahora tú, lléname el culo.  -movía mis caderas para ir a su encuentro y cerraba y abría mis esfínteres para acompañar sus acometidas de verga. Entró en una convulsión sin fin, con el norte perdido y entrando en pequeñas estocadas donde en cada una de ellas me regaba el vientre de su esperma hasta que la última, muy profunda quedó clavado en mi culo.

Permanecimos así, abrazados y sintiendo su polla en mi interior, minutos y minutos de tiempo, sudorosos y vencidos y sacando fuerzas para continuar besando nuestros rostros.

-Qué bonito eres Daniel y que dulce, eres un placer como no hay otro.

Le aparté un poco para mirarme en sus ojos.

-Tú no serás tan lindo pero eres un macho, el mío y te quiero, me gustas un montón Nico.

Acaricié su vello púbico y besé el húmedo glande recién expulsado de mi interior.

Después de hacerme suyo quiso que yo se la metiera, y hubiéramos seguido sin parar toda la noche pero hay que dormir y los cuerpos están rendidos.

-¿Nos duchamos y dormimos?  -le preguntaba afirmando porque caminaba hacia el baño intentando que no saliera de mi su leche de mi culo.

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Pagamos la cuenta, en esta ocasión me permite que sea yo el que entregue mi tarjeta de crédito, reconozco que tiene mucho dinero y la tarjeta de su padres no se agota, pero yo he sido el causante del problema y no le he podido alojar en la residencia.

Cogemos los dos el mismo tren hasta Manchester, allí nos despedimos, yo debo ir al aeropuerto y su idea es ir hasta Londres, allí le recogerá Jaime para trasladarle a Bristol.

-Pásatelo bien con tus padres y tus amigos, antes de tu cumpleaños estaré allí, ya nos iremos hablando.  El abrazo es interminable pero todo tiene un fin, los trenes no tienen corazón.

Embarcamos a la hora prevista. Todos los viajeros parecen ir de vacaciones, los hay españoles que, como yo, van a pasar su tiempo libre, y también ingleses que quieren conocer España o la conocen de otros años, estos prefieren ir directamente al sur, es raro encontrar viajeros ingleses que vayan de vacaciones al norte.

Hay un grupo de ruidosos jovencitos que hablan en voz alta, gastándose bromas entre ellos, a mi lado se sienta uno muy mono, parece un chico tímido que mantiene los ojos cerrados, cuando los abre mira al otro lado del pasillo, a otro chico allí sentado, uno de los que parecen más divertidos y eleva su voz para que se le oiga y rían sus gracias.

Esperamos que la cinta transportadora nos entregue las maletas en la zona de llegadas, allí veo a mis padres en el primer piso, están en uno de los miradores dispuestos para que los que recogen a los viajeros curioseen las legadas.

Los encuentro en la salida, mi padre con rapidez me recoge la maleta grande de mi mano.

-Papá, ¿no me vas a dar un beso?  -tengo que pedírselo, es pudoroso en extremo para demostrar sus sentimientos.

Mi madre que tampoco es muy aficionada a demostrar sus afectos me abraza y me besa, has transcurrido siete meses sin estar con ellos.

Recogemos el coche en el aparcamiento y me piden, como siempre, que lo conduzca para irme acostumbrando a conducir por la derecha, tengo algún problema en los tramos de doble carril pero logro llevarles haya casa sanos y salvos.

Esta misma mañana han entregado mis cajas y mi maleta roja a la que han estropeado una rueda, mandaremos arreglarla si se puede.

Esa tarde la pasamos ordenando mis ropas y no tenemos tiempo de disponerlo todo en los armarios. Atiendo la llamada de Nico que me emociona un montón y causa en mí un cúmulo de sensaciones muy gratas.

Mi madre prepara algo para cenar, pescado frito, anchoas que les han sobrado de la comida y que está riquísimas, con ensalada, queso con membrillo y fruta, una ducha muy rápida, mirar un poco la televisión que vemos pero no escuchamos, hablando de unas cosas y otras.

Recibo varias llamadas de amigos, quieren quedar para mañana sábado, no me comprometo con ninguno, quizá lo haga con María Y Raúl pero les digo que los llamaré cuando me programe un poco.

Me introduzco entre las sábanas de la inmensa cama que ocupa ahora mi habitación, mis pensamientos me llevan a encontrarme con Nico en mi cabeza, tardo en conciliar el sueño, creo que la cena, aunque ligera, ha sido demasiado, es lo malo de comer bien.

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Me levanto un poco tarde, las nueve de la mañana, mi madre sube la persiana y corre las cortinas de la ventana, la luz entra a raudales, hace un tiempo magnífico con un sol que ya calienta y tengo ganas de dejarlo todo y acercarme hasta la playa, pero en la sala de estudio hay montones de ropa para seleccionar y colocar.

He recibido comunicaciones de U.K., de la agencia inmobiliaria, quieren que discutamos la liquidación, al final devolverán lo que ellos estimen; de la nueva empresa que me piden documentación para adaptar mis impuestos a la hacienda inglesa. Todo eso lo dejaré para el lunes, ahora vamos a pasar el fin de semana.

Desayuno, zumo de naranja de verdad, croissant recién horneado y leche con cola cao, y a la ducha que la jornada resultará corta. He tenido que tirar nueve bolsas de ropa y calzado y aún queda más.

Estoy ilusionado, María me dice que vendrán a recogerme a mi casa, para evitar que me mueva y que no pierda el tiempo, supongo que quiere saludar a mi madre, su madrina, ¿cómo lo voy a perder con ellos? A las tres de la tarde ha habido una gran tormenta, y luego vuelve a brillar el sol elevando los vapores del agua sobre el pavimento.

La comida con mis padres, en casa, ha resultado extraordinaria, extrañaba tanto nuestras comidas, melón con jamón, rodaballo y cerezas, para chuparse los dedos.

Recibo un mail de mi amigo de Nicaragua, es un ángel, él  que se encuentra enfermo y se preocupa de que salga con mis amigos y que me divierta el doble, por él y por mí.

Aun hay almas hermosas en el mundo, si tenemos que hacer caso de las Sagradas Escrituras, a Dios se le tienen que estar quitando las ganas de castigar al mundo.

María y Raúl, como sospechaba, entran en mi casa para saludar a mis padres, están como siempre, los dos, guapos a rabiar y forman una bella y enamorada pareja, no es extraño que a mamá se le vayan los ojos tras de ellos.

Seguro que hubiera deseado que el lugar de Raúl fuera ocupado por mi y poder llamar hija a María hija, es su ilusión no satisfecha, aunque lo hace y se conforma con mimarla en exceso desde que murió su madre, pero de otra forma.

Deseo que conozcan a Nico en persona, tengo unas ganas locas de que vean que soy feliz otra vez, que todo queda superado, por ellos también que tanto sufrieron por nuestras culpas.

Nos despedimos para ir de paseo, han decidido ir hasta el Puerto Deportivo, podíamos ir andando, paseando despacio que es lo que nos gusta, pero hace un bochorno terrible y amenaza la tormenta de verano otra vez. El miedo nos hace ser prudentes y como han traído el coche de Raúl lo cogemos para ir en él.

Antes de sentarnos para tomar algo, en unos de los bares que hay aquí al borde de la arena, vamos a dar un paseo por el muelle que bordea la playa, van una a mi derecha y el otro a mi izquierda, a pesar del calor que hace cruzan sus brazos por detrás de mi cintura para enlazarla a la vez. Debemos separarnos, el paseo está lleno de gente que sale y accede a la playa, llegamos hasta las barracas de feria que han colocado por las fiestas de San Ignacio, a lo lejos el Puerto Viejo con sus blancas casas de pescadores escalando la ladera en un cielo azulísimo pero también traicionero.

Decidimos volver, el tiempo está empeorando, el viento que llega de Castro Urdiales es ahora frío y los bañistas van abandonando la playa. No llegamos al Puerto Deportivo, decidimos quedarnos en la terraza cubierta del Hotel Los Tamarises.

Pedimos nuestra consumición al camarero que llega hasta nuestra mesa, un zumo de naranja para Raúl, tónica con limón para María y café con hielo para mí.

Están interesados en que les cuente cosas sobre mi nuevo trabajo, dónde voy a vivir, que aún no lo sé y el tiempo va transcurriendo;  el viento nos trae un fuerte olor a ozono, de repente un destello de luz, un ruidoso y horrible trueno hace temblar la terraza, poco después  comienza a llover a mares.

El tiempo ha refrescado y se está estupendamente dentro del bar; algunos rezagados, que no han querido abandonar la playa, corren ahora a buscar refugio azotados por el viento y el agua.

María y Raúl llevan más de dos años saliendo como novios oficialmente, se les ve más serenos que antes, pero el mismo amor sigue brillando en sus ojos, a veces parecen chocar sus miradas, el azul de los de Raúl y el verde de los de María. Hubiera querido abrazarles en este momento, tenerles cerca, no perderles nunca más en la vida.

También ellos me hablan de lo que hacen, María continúa sus estudios y los lleva bien. Raúl alterna trabajos con su padre y coopera con el tío de María. Ana a la que no he visto es la admiración de su prima, María no sabe dónde ponerla, es una niña muy inteligente.

Me ofrecen que nos quedemos a cenar y seguir con la tertulia, mis padres me están esperando y se lo hago ver así, la verdad sería que después de la comida que he tenido, no me apetece cenar nada.

Deja de llover, la tormenta ha sido larga y ahora vuelve a lucir el sol, volvemos a pasear hasta subir la ligera pendiente donde se asienta la Cruz Roja del Mar; la humedad brota de la arena y el asfalto en ráfagas olorosas que asfixian.

Me dejan ante mi casa y nos apena separarnos del abrazo.

Tengo mensajes pendientes, llamadas sin contestar. Una amiga que estudió toda la carrera conmigo, la número uno de la facultad, va a marchar de vacaciones con su novio, quiere que comamos mañana juntos, y otra amiga común que también marcha, a San Francisco; llamo a Idoia para decirle que tendremos una nueva invitada, realiza un arreglo muy fácil, la mesa está reservada para cuatro comensales.

Como era de prever, mi cena consiste en un yogurt natural, quiero tener una noche relajada. Mi padre está satisfecho, le han restituido todos los servicios de su servidor telefónico, los había suspendido durante estos dos meses que han estado fuera, Como es habitual hablo con Nico, no sabe la fecha en que vendrá pero seguro que estará para el día 7 de Agosto, mi cumpleaños.

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El domingo, después de desayunar, mamá marcha a su misa de los domingos y quedo solo con papá, le veo trastear con los ordenadores, actualizándolos todos, preparando el de mi estudio, que dice está muy sucio el sistema y sin actualizar.

Cuando me lo entrega lo primero que hago es escribir a mi amigo de Nicaragua, para ofrecerle mis buenos días, leo alguna cosa, el trabajo lo dejo para el lunes.

Como hemos quedado en el centro  y el novio de mi amiga va a llevar su coche, no tengo que coger el de mis padres, quedamos en una cafetería de las calles peatonales, tiene terraza en la calle y les encuentro allí cuando llego.

Se ponen de pie para recibirme, es curioso el contraste de alturas, el novio de mi amiga es altísimo y ella pequeña, guapa pero pequeña. Él lo tiene casi todo, es un chico muy de enamorar como lo ha hecho con mi amiga y la que se va a San Francisco es una joyita.

La joyita de mi amiga es de nuestra edad, nos conocemos, ellas y yo, desde la guardería, empezó a estudiar una ingeniería, luego una licenciatura de química, luego…, he perdido la cuenta.

Ha tenido cuatro novios, que yo le haya conocido, y es escandalosamente guapa, atrevida y lanzada, con faldas tan cortas que cuando éramos chavales le pedíamos, los chicos, que no las llevará, teníamos que pelearnos con los que se metían con ella.

Sería mi pareja para la comida y el tiempo que estuviéramos juntos. Como no podía ser de otra manera va vestida como siempre, con su melena larguísima rubia, sus piernas sin fin, su faldita que no la tapa nada, zapatos de tacones imposibles de llevar, pintura en su rostro a montones, todo muy bien puesto y una risa que no le para de salir por la boca.

Han reservado una mesa en un restaurante en el Puerto Viejo, en la parte alta. Queríamos ir hasta allí dando  un paseo, total son dos kilómetros y con el sol tan bonito que luce hubiera resultado un placer.

Teresa se niega en redondo, ella no puede ir hasta allí con esos tacones que la matan. Jon marcha a recoger su coche y en veinte minutos estamos en el muelle, un gigante de los mares está saliendo del puerto, uno de los transatlánticos que ahora recalan en él.

Debemos subir la cuesta y las escaleras para acceder a la parte alta.

- Daniel, tu ponte detrás de mi mientras subimos.  -me pide Teresa que se termina de dar cuenta de lo que va a enseñar.

Los bares se van sucediendo a lo largo de la cuesta, las escaleras están plagadas de muchachos que salen de los bares para tomar sus consumiciones en la calle.

Muchos de ellos, en plan gracioso, inclinan sus cuerpos para observar a mi amiga que sube contoneándose y riendo, tirando de mi para que la tape con mi cuerpo.

Estoy seguro de que le encanta la expectación que despierta y el que la miren, a algunos los conocemos y en buen plan le dicen cosas, piropos que agradece con sonrisas que simula son de queja.

Idoia, Jon y yo nos partimos de la risa. Hacia el medio de la escalada, en una pequeña callecita, está ubicado el restaurante, una pequeña casa de pescadores reconvertida, como todos los bares y tabernas.

Comemos pescado asado de los pescadores del puerto, una parrillada que contiene de todo, ensalada y tarta helada y no tomamos café, preferimos acercarnos andando hasta Igeretxe y estar a pie de playa en sus terrazas.

La comida es divertida, como no podía ser menos, las anécdotas que nos cuenta son terribles, quiere dejar de estudiar la licenciatura de química y ahora empezar a estudiar farmacia, porque tiene relación con los productos de belleza y eso es lo que a ella le gusta.

En una disco participó en un concurso bailando y la contrataron como “chica gogo”, es que vale para eso. Todo acabó cuando su padre, en una fiesta que celebraba con sus amigos, se la encontró bailando. Sus padres están separados desde que ella era pequeña y siempre ha jugado de ir de una casa a la otra, y al final, hacer su santa voluntad.

A la tarde vuelven las tormentas y luego retorna el sol y hacia el final, en la noche, cuando me dejan en mi casa, cae una fina lluvia sin parar.

Salgo ala terraza para atender la llamada de Nico que quiere hablar, le pedí que no me llamara mientras estaba con ellos, no saben de su existencia; tengo que ser breve para que no sospechen, aún no tiene decidido el día en que vendrá.

Estoy un rato con mis padres, hablando de la cantidad de cosas que tenemos que hacer, me doy una ducha y voy a la cama.

Mi último recuerdo es para mi amigo  de Nicaragua y creo que he atendido lo que me pedía, que me divirtiera el doble, por él y por mí, porque la vida hay que aprovecharla, y de verdad que lo he pasada bien, y a mis amigos les he llegado hoy a querer más. A Idoia que siempre me ganaba en las notas, al guapo de Jon su novio y a mi amiga Teresa, de las piernas largas.

Continuará…