03/20 ¿le han quitao ya eso a la tania?

En una clínica de planificación familiar, dos jóvenes, se juntan casualmente contando sus diferentes historias por medio de un inusual misterioso vínculo

Abel…, si, Abel…, creo que quisiera haberme llamado Abel…., es un nombre que me gusta…, aunque aún, no sé porque.

Incluso.., sé con toda seguridad que hubiese sido un nombre que a nuestra familia no le hubiese gustado…, padre y abuelos, tíos e incluso a la bisabuela.

A mi madre por el contrario…, estoy seguro de que sí.

Lo sé.

Mi madre es maravillosa.

¿Pero dónde estoy?

Oigo pequeños ruidos…, uhm…, parecen personas, gente que habla…, unos hablan más bajito, otros susurran…, hay padres, madres, hermanas, algunos chicos jóvenes, incluso una persona mayor, vamos madura…, unos sentados, otros de pie…, otros paseando arriba y abajo, pero creo que todos serios…, prestaré algo de atención…, a ver si logro oír algo…

  • ¿Cómo estás? ¿Estás tranquila?

  • Si mamá, estoy tranquila…, quiero acabar lo antes posible, quizás un poco mareada… ¿Habrá agua fresca en este lugar?…

  • Voy a ver…

Son una madre y una hija...

A ver estos tres, que parecen padre, madre e hija…

  • Joder…, ese hombre, el del polo verde…, creo que me conoce… ¿Qué pensará de nosotros? En vaya lio me habéis metido tú, tu madre y el cabrón drogadicto ese con el que te acuestas…

  • Calla papa…, por favor calla…

  • Calla Leandro…, no des por saco más…, que bastante tenemos…

¿Dónde estaré?

Sigo oyendo…, ahora es un sollozo de una niña…, gime, está triste desesperada, sin ilusión…, totalmente abatida…, como aquellos que ya han tirado la toalla y no quieren luchar más…

¿Por qué lloras?..., le pregunto…

Dime… ¿Por qué lloras?..., insisto…

¿Cómo te llamas?..., le vuelvo a preguntar…

¿Llamarme? (Contesta otra voz a Abel)

Me hubiese gustado llamarme Liliana como mi abuela…, pero no podrá ser…

Abel, ni tú, ni yo viviremos…., acaso no sabes dónde estamos…

No te entiendo, Liliana…

No entiendo que quieres decir…

¿Cómo sabes que mi nombre es Abel o lo hubiese sido?

No te has dado cuenta…, que en este mundo lo sabemos todo…

No te preocupes Abel, en unos minutos todo terminará…, aunque si lo deseas con fuerza…, puedes vivir…, aunque de otra manera…

  • Tania pasa por aquí.

  • Hola Tania, mi nombre es Verónica soy Psicóloga.

  • Mi obligación es confirmar o no, que lo que vas a hacer lo haces de forma voluntaria y consciente.

  • Tania, ¿estás segura de lo que quieres hacer? Sabes que vas a abortar…

  • …, Si

  • ¿Seguro?

  • …, Si

  • Hay otras posibilidades…, tener él bebe y luego darlo en adopción…

  • No puedo tenerlo…

  • No hay ayudas públicas…, pero puedes buscar alguna ayuda privada…, algún matrimonio que te ayude….

  • Entonces… ¿Estás segura? De querer abortar…

  • …, Si

  • Me tienes que firmar este documento…, eres mayor de edad según consta en el expediente y por mí es suficiente de manera legal. (Aunque todo podría ser de otra manera. Pensaba algo resignada)

Te callas Abel… ¿verdad?..., no lo sabías… siempre nosotras las mujeres tenemos más intuición…

  • Tania, Mary Luz…, sois las siguientes…, relajaos, en unos minutos entrareis por orden al quirófano… y todo terminará…

Siento como dos grandes lágrimas surcan mis ojos y siento además como al mismo tiempo, Tania mi madre también llora…, desconsolada, lo sé todo sobre ella, acaba de cumplir 18 años el pasado 31 de mayo, fue un cumpleaños triste pues ya sabía que estaba embarazada y aún no se lo había dicho a nadie.

Sabía que haría sufrir a sus padres y que Yonatan se enfadaría mucho con ella.

  • No llores… ¿Cómo te llamas?

  • Me llamo Tania… y ¿tu?

  • Yo me llamo Mary Luz

  • Mary Luz…, no quiero hacer esto…, pero Yonatan se enfadaría y me pegaría.

Mari Luz, algo perpleja por el comentario de Tania, no sabe que decir. En su cabeza solo hay duda y convulsión, pero con ganas de acabar ponto. También tristeza, aunque no sabe su causa real.

Sé que no voy a vivir…, Liliana me lo acaba de decir, me lo ha confirmado…, aunque…, en verdad yo ya lo intuía…, por muchas razones, los comentarios que oía estos últimos días, por las conversaciones con mi padre, mis abuelos, sobre todo con mi madre, su tristeza y sus llantos nocturnos…

Creo que quería que yo naciese…, especialmente anoche, lo sentia con toda claridad, cuando fantaseó con que yo naciese, verme crecer, verme adolescente, estudiando, siendo una persona importante, quizás otro abogado importante de raza gitana como ese que a veces sale en la tele…

Al final se quedó dormida y rendida por el intenso dolor que sentía dentro de su alma, prácticamente al amanecer.

Aunque quiero vivir con todas mi fuerzas…, como sea…

Liliana cuéntame…, dime algo…, cuéntame tu historia…, háblame…

Está bien…, Abel…, te contaré:

Mi madre se llama Mary Luz, tiene 21 años, tienes ya otras dos niñas, una de 5 y otra de 3 añitos, que viven con su padre en Barcelona, es muy buena, pero joven y alocada, llora mucho por ellas, pero no hace nada por sus hijas…, ha tenido un novio también colombiano que conoció en Madrid y por un descuido…, un preservativo roto…, estoy yo aquí… Intentó deshacerse de mí con una pastilla que siendo para otra cosa…, produce abortos…, pero yo quería vivir…, luego tomo más pastillas y bebió mucho alcohol…, pero yo quería vivir a toda costa…

Vive aquí cerca en un apartamento con mi abuela Liliana, que en estos momentos no está con ella…, está en la cárcel por ser una presunta traficante de drogas…, aunque en el fondo, es muy buena persona, pero la situación económica…, le hizo cometer un error…

A mi madre se le ha juntado todo…, lo de mi abuela, luego su padre fue asesinado en su país por ser fiador de un préstamo que no fue pagado, y ahora esto…, yo que iba a venir…, pero no sobreviviré…, a pesar de que José Miguel lo ha intentado hasta el último momento…

¿Quién es José Miguel?

Es el amigo “especial” de mi abuela, fue el que nos buscó el apartamento, el que está cuidando de mi madre y el que va a pagar los honorarios de esta intervención…, bueno asesinato para algunos…

¿Qué es eso de “especial”?

Pues que se gustan y están muy bien juntos. Se besan, se aman, aunque solo de una manera física. José Miguel sigue buscando a alguien muy especial. No lo sabe, pero hoy la va a encontrar.

En este mundo lo sabemos todo. Ya te lo dije…

Me cae muy bien José Miguel…, porque ha intentado convencer a mi madre de que me tuviese, que era una vida y que si ella no la quería…, habría miles de mujeres que no pueden traer una vida a este mundo y que desearían cuidarme…

Las jóvenes entran…

José Miguel, una vez que han pasado a Mary Luz hacia el quirófano, sale de la clínica y se pasea por sus jardines y paseos.

Observa las caras y gestos de todos.

Es un observador nato.

Observa a esas personas, algunos padres, algunas madres, algunas hermanas, algunos jóvenes.

Especialmente a uno en concreto, que le llama la atención.

Contempla a ese joven, que acaba de encender un cigarrillo Marlboro con ese encendedor tipo Zipo, dorado, con esa pulsera dorada, con esa medalla en su cuello también dorada, con esas deportivas Nike totalmente resplandecientes, con ese vaquero ajustado de moda, con esa camisa negra abierta y con esa melena y ese pose, que parece una mala copia joven de Camarón, aunque sin los pelos rizados.

José Miguel observa a todas aquellas personas que esperan durante un poco tiempo, intuye sus historias, historias de drama, dolor, quizás también como no, de amor y de sexo apasionado entre adolescentes.

Quizás de vidas de estudios inacabados, de familias rotas y de desencantos entre padres e hijos.

Aunque sin dejar de mirar todo lo que le rodea, vuelve centrarse en el joven gitano, allí sentado a horcajadas en el muro.

Se siente atraído por su historia… ¿cuál será?

José Miguel como había previsto y dado que la enfermera le había dicho que Mary Luz no saldría hasta unas dos horas después, se fue al apartamento, a terminar de preparar un caldo sustancioso para que Mary Luz, pueda coger fuerzas cuando todo esto termine y llegue finalmente a casa.

Un buen caldo de gallina, con morcillo de ternera, jamón curado, pollo, costillas de cerdo y huesos de ternera, con alguna zanahoria, puerro y apio, que empezaba a oler muy bien cuando estaba comenzando a cocer.

Al cabo de una hora y media, aproximadamente, José Miguel apartó la olla y se fue a la clínica para recoger a Mary Luz.

Aparcó su coche y enseguida vio al joven gitano que bebía de un nuevo bote de cerveza, estaba de pie fumando sin parar al lado de un par de latas vacías más, que había tirado al suelo.

La colilla al suelo.

¡Qué falta de civismo! (Pensaba José Miguel cuando se disponía a entrar a preguntar por Mary Luz)

En ese mismo momento en que entraba José Miguel al centro, salía Verónica la psicóloga a tomar su pequeño refrigerio de la tarde.

Se saludaron cortésmente, aunque mirándose durante una décima de segundo de una manera especialmente única.

Ambos sentirían en ese mismo momento mágico, una sensación única y sorprendente, que recordarían el resto de su vida, cuando hablaban de la primera vez que se conocieron.

Ese momento tan especial, no era, sino sus reciprocas feromonas en explosión química al reconocerse absolutamente compatibles para el resto de su vida.

Pero volvamos al protagonista principal de este relato, después de este breve y casual encuentro, de otro lado maravilloso y romántico.

El joven gitano, no estaba cansado, porque no tenía pinta de trabajar mucho, pero parecía que cada vez más, estaba impacientándose.

Tiró el tercer bote de cerveza, como no podía ser de otro modo, al suelo del pequeño jardín dispuesto a la entrada de la clínica.

Entró y se dirigió al mostrador de información, y allí, a la enfermera de recepción, le preguntó, de manera seca, con un cierto tono brusco y malhumorado sin razón:

  • Oye…, tú sabes si lean quitao lla eso a la Tania?

  • ¿Eso…? respondió la enfermera, visiblemente molesta. Eso…, es algo…, en lo que supongo que tú has tenido bastante que ver… ¿no?, y Eso…, si,… ya no lo tiene…., y seguro que va a salir enseguida… ¿Vale?

Como si fuese una casualidad, en ese mismo momento Tania aparece por la puerta, con cara de tristeza y de mucho dolor…

  • Joder Tania…, cuanto as tardao…

  • Toma Yonatan…, esta es una receta para comprar unas medicinas en la farmacia…

  • No tengo aquí dinero, joder…

  • Llévame a casa, acerca el coche por favor…, me siento mal…

  • El coche no está, mi hermano se lo a llevao, para ponerle los bafles nuevos…, iremos andando estamos cerca…

  • Bueno vale…, pero tendremos que ir despacio…, estoy muy dolorida….

Tania y Yonatan salen de la clínica, al cabo de unas dos horas y media de haber llegado…

Él, altanero delante andando con pasos largos.

Ella cabizbaja, resignada, con pasos cortos y doloridos, triste, muy triste, mirando de vez en cuando hacia atrás, como si pretendiese ver a su hijo, para despedirse.

Yonatan, vuelve la cabeza y malhumorado dice:

  • Tania, anda más rápido, que pareces un caracol…

Tania, triste y compungida, por la absoluta incomprensión de su novio, contesta:

  • Yonatan, por favor…, estoy dolorida…, me duele mucho…, me cuesta mucho andar…

Se acercan al semáforo para cruzar la calle.

El unos pasos por delante.

Ella unos pasos por detrás.

Aún está en verde

El contador luminoso de segundos del semáforo, va retrocediendo…, quedan aún algunos segundos…

Tres…

Yonatan, empieza a cruzar…

Dos…

Se vuelve a Tania y le dice…, corre Tania que aún te da tiempo…

Uno…

Ella aún no ha llegado a cruzar.

Yonatan, le dice volviendo la cabeza e insistiendo…

  • Vamos coño, corre que aún te da tiempo…

  • Tania, vamos…, joder…, corre…, que eres más lenta que el caballo de los malos…

  • Vamos, joder co…

Tania atónita, ha visto como un camión grande, grandísimo, de color rojo, ha salido de la nada y ha golpeado, levantando metros y metros a Yonatan como si fuese un muñeco de trapo, como si fuese un espantapájaros de paja, y décimas de segundo después, varias decenas de metros más allá, caía al suelo golpeando todo su cuerpo, con su cabeza ladeada sin vida, contra el caliente y negro asfalto de alquitrán pegajoso, mientras el camión frenaba bruscamente haciendo un ruido chirrioso, echando humo, dejando además, un olor tremendo a neumático quemado…

Tania ha visto, y así se le quedará durante el resto de su vida, como un fotograma, como una instantánea, como una fotografía, esa fracción, de menos de un segundo, en que Yonatan de malhumor le decía que corriese, y al mismo tiempo, como sus ojos se cerraban de golpe, junto a su cara contraída por la sorpresa y el impacto mortal en su cuerpo al ser golpeado por el camión.

Ella, inconscientemente pero ya sin dolor, corre esas decenas de metros que la separan, hasta llegar al cuerpo sin vida de Yonatan.

Se arrodilla, lo mira sin tocarlo, sorprendida, como si fuese un desconocido.

Apenas lo reconoce, aunque sin duda es él.

Mira a Yonatan, del que creía estar enamorada, allí tendido inmóvil en el suelo.

Lo ve como un absoluto extraño, con sus brazos y piernas descompasados alrededor del tronco, miembros torcidos y raros, como pegados artificialmente.

Ve como todo ha acabado.

En el fondo, quería que hubiese terminado mucho antes, pero no había tenido el valor suficiente para hacerlo.

El destino ha obrado su pequeño milagro. ¿O no? Pensaba inconscientemente.

Se siente inexplicablemente bien, pero como en una nube.

Tania, vuelve por una fracción de un segundo a la realidad, aunque aún sigue en trance, y no logra explicarse lo sucedido…

¿Cómo no pudo ver Yonatan aquel enorme camión de venir?...

Ella tampoco lo había visto.

Es como si hubiese salido de la nada…

Tania a pesar de todo, se siente increíblemente cómoda, relajada, y libre.

No siente ningún remordimiento ni vergüenza por sentirse por fin libre de unas ataduras invisibles.

Se le encoje el alma.

Piensa de inmediato en su hijo, en ese pequeño trozo de carne, ya sin vida, que ahora estará seguramente en una pequeña bolsa dispuesta para la incineradora.

¿Estará en el cielo?

Tania es creyente.

Mientras una lágrima de esperanza en el más allá, surca muy despacio su mejilla derecha, allí arrodillada, a la que se une, una lagrima más en su mejilla izquierda, siente un escalofrío en su pecho y esa pequeña presencia en su hombro derecho, que le habla…, mientras pierde el sentido…

Mami, lo siento mucho…, tuve que hacerlo…, no te quería…, no era buena persona.

Mami, adiós…, me voy…

Te querré siempre…, adiós…, mami…

Me voy al cielo…

  • Que alguien llame a emergencias, esta chica esta desmayada.

Ese anónimo samaritano, que nunca había estado en una situación así de dramática, allí agachado junto a esa joven, se sorprendería al mirarla con detalle y así lo recordaría durante el resto de su vida.

Como si de un misterio se tratase, siempre la recordaría allí desmayada, de aquella forma sin igual.

Una delicada joven virginal, de aspecto angelical, sin conocimiento, pero esbozando a pesar de todo lo que acaba de suceder, una tierna sonrisa, que aparentaba una felicidad absoluta y plena.

Era una contemplación casi sobrenatural e incluso misteriosamente mística. Pensó.