03/13. el tronco de la joven acacia

Hoy les hablaré de recuerdos llenos de nostalgia y descubrimiento, incluyendo como brotó la leche por primera vez de mi polla originando mi primer orgasmo en la vida

Hola de nuevo, mis queridos amigos lectores.

A través de los quince relatos anteriores, los trece de la primera parte de mis memorias y los dos anteriores de esta segunda, ya me van conociendo algo más todos ustedes.

Los treces primeros los pueden encontrar en formato libro con incluso prólogo y agradecimientos, así como con desglose en capítulos ordenados en el vínculo:

https://www.todorelatos.com/relato/161357/

Al final creo que todos ustedes me conocerán bastante y solo me quedaría recíprocamente conocerles a todos ustedes, si así lo estiman oportuno, escribiendo sus historias para poder leerles o escribiéndome a mi correo.

Seguro que será un auténtico placer conocer sus historias, sus fantasías, o simplemente, cualquier detalle de su vida que les apetezca contarme.

El relato de hoy en el iter temporal de mi depravada vida sexual debe establecerse como el primero de todos…

Hoy les hablaré de tres instantes gloriosos de mi pasado…

En primer lugar del tronco de un árbol, concretamente una acacia en donde me daba mis primeros restregones.

En segundo lugar de un juego de canicas frente a una bellísima turista en Benidorm.

Y en tercer y último lugar, de mi primer brote de néctar caliente en la soledad de mi cama y ante una sorpresa absoluta que me dejó anonadado.

Empecemos, o casi, pues quiero hacerles una pequeña introducción…

Ya les he hablado a través de pequeños fragmentos de otros relatos de mis imágenes retrospectivas viendo cimbrear  los sensuales pechos de aquellas primeras mujeres que me bañaban y me enjabonaban con aquel jabón de sosa que hacia mi madre con el aceite sucio sobrante de la cocina, un jabón que sacaba menos espuma que una piedra.

Aquellos gratificantes baños en verano en aquel barreño de zinc en el que el agua se atemperaba a lo largo de la mañana gracias a los rayos del sol para ser nuestro disfrute en la siesta y parte de la tarde.

Nosotros disfrutábamos de aquel “baño veraniego” siempre lúdico, que ellas (nuestras tías), a veces aprovechaban para enjabonarnos y quitarnos la roña acumulada por los juegos en la calle durante casi todo el día.

En invierno, el baño era diferente, era un baño semanal habitualmente en aquel mismo barreño de zinc en el que todos los niños cabíamos de uno en uno perfectamente y que albergaba agua calentada previamente en el fuego.

Era una solución transitoria hasta que al fin pusimos en la casa familiar tiempo después, una bañera en el cuarto de baño grande y el correspondiente  calentador de gas.

Al ser mi madre la primera en casarse, la llegada de su primer hijo, este relatante y muy pronto de su hermano Miguel Ángel, el segundo, fueron toda una  novedad, además de un gran entretenimiento para las cuatro hermanas de mi madre, mis tías, que siempre la ayudaban en todas las tareas de la casa, incluyendo el baño de los niños que no paraban de llegar…

Ya lo saben por mi tía Lucía, en aquel increíble relato en que engendré a Pili, mi sobrina-prima, en qué me contaba que mi padre también era muy “animado” por las noches.

Si quieren leer esta parte, en el vínculo:

https://www.todorelatos.com/relato/161357/

En el capítulo 12/13 pueden encontrarlo con el título:

12/13. COMO ENGENDRARÍA UNA PRIMA-SOBRINA E HIJA...

Sigamos…

Yo aquello lo recuerdo un poco más mayor, no tan pequeño, más en la época de adolescente cuando los extraños ruidos nocturnos tienen “cierto sentido” para tus oídos.

La natural investigación de rincones, cajones y paños superiores de los armarios tendría su recompensa cuando descubrí las primeras revistas de “Interviú” a las que mi padre era aficionado y guardaba escondidas fuera del alcance de nosotros.

Centenares de revistas a las que este relatante se acostumbró para que fuesen sus inspiraciones pajilleras durante los primeros años de sexo en soledad…

Aún conservo algunas de ellas como recuerdo fetichista.

Pero hoy no tocan aquellos recuerdos, hoy tocan los primeros…

No recuerdo al principio mirar a mis tías con malicia, en aquellos primeros baños que nos propinaban, aunque si recuerdo, como no perdía detalle inocentemente de sus voluptuosos pechos al rozarme mientras me lavaban.

Algunas tenían unos pechos excepcionales, especialmente mi tía Alejandra, de la que ya les he hablado al hablarles de mi primo, “el mamón”.

Que si desean pueden releer en el vínculo:

https://www.todorelatos.com/relato/161357/

Concretamente en el capítulo:

05/13. LA TETONA, MI PRIMO EL MAMÓN Y LOS ZAPATILLAZOS…

Sigamos con su permiso…

Todas tenían un aroma especial, también mi difunta tía Lucia y como no las mayores, Paulina del mismo nombre que la abuela y Luisa la segunda.

Lamentablemente estas se casarían muy pronto, era demasiado joven para aspirar sus aromas íntimos, que aspiraría años después, aunque solo de su ropa interior y poca cosa más… Ya les contaré de paso en alguna otra ocasión, algunos de esos detalles.

Sobre mi afición a oler bragas, si desean recordarlo, les dejo de nuevo el vínculo del libro…

https://www.todorelatos.com/relato/161357/

Y el correspondiente capitulo…

04/13. MI AFICIÓN A OLER BRAGAS VIENE DE LARGO...

Sigo con el relato…

También recuerdo inocentemente los aromas sensuales de todas ellas, aunque mucho más de la pequeña, mi tía Alejandrita…, el olor de su sudor en las axilas, el olor de su piel al sujetarme con sus manos.

Era la que más me bañaba y es la que mas recuerdo…

Las manchas de sudor que sus enormes tetas dejaban en su ropa cuando sudaba en verano. Su sudor en particular me encantaba oolerlo.

Intento rememorar más imágenes, pero no puedo. Son más bien sensaciones las que se agolpan sin ningún nexo conductor en mi depravada mente y solo a veces…

Pero empecemos con el relato de verdad, que me despisto como casi siempre…

Les hablaré de árboles, en concreto de un árbol muy especial…

Mi primer instrumento de placer fue un árbol enfrente de mi casa. No se rían, y déjenme explicarles.

Los niños subíamos a los arboles con mucha frecuencia en nuestra niñez, especialmente con la excusa de coger morera para los gusanos de seda, que casi todos criábamos  y también de las acacias cuyo fruto en primavera comíamos, y al que decían de nombre “pan y quesillo” por su semejanza a su sabor.

Subíamos a trompicones ayudados por otros amigos, y cuando alcanzábamos una rama la partíamos con la mano en el caso de las moreras y las flores previas a los frutos en el caso de las acacias,  dejándonos caer tronco abajo entrelazado con las piernas y por efecto de la gravedad, hacia abajo, regresábamos al suelo.

Mi primer momento mágico llego así, en aquella adorable primera bajada de aquel árbol enfrente de casa, en qué fui consciente del “gustito” que me dio.

Aun cierro los ojos y me lo imagino.

Aquel árbol era una acacia de porte medio, joven aún. Su dueña, una viuda rancia de nombre Saturnina, a la que llamaban simplemente Satur, que tenía una perrita de nombre “Estrelli” con muy mala leche que ladraba enseguida que nos oía. Siempre ambas con cara de amargadas. (Seguro que no se las follaban mucho, especialmente a la dueña…)

Desde aquel primer momento, en qué noté aquel “gustito”, lideraba acciones voluntarias para subir a los árboles, bien a por hojas de morera para los gusanos de seda o bien en primavera para coger los racimos de flores de las acacias.

Aunque no faltaban más excusas…

Como la naturaleza es una maravilla, poco antes del verano también subía a coger las moras, los frutos de la moreras y al final del verano las vainas de semillas de las acacias para conseguir provisiones de munición.

Utilizábamos las semillas para dispararnos, mediante un dispositivo que hacíamos con las pinzas de madera de sujetar la ropa en el tendedero.

Obviamente había que sustraerlas sin que nuestras madres se diesen cuenta.

Algunas veces, cobrábamos zapatillazos en el culo por nuestras apropiaciones de pinzas, al igual que en las obligatorias siestas del verano antes del baño.

Cuanta imaginación teníamos entonces.

Si alguien de mi edad, recuerda detalles similares, espero que disfrute de la añoranza de aquellos tiempos de nuestra infancia.

Terminemos con los troncos de aquellos arboles de mi calle…

Yo disfrutaba de todos los juegos infantiles de entonces con mis amigos y vecinos Fernando y Perico y además…, y especialmente de los troncos con cualquier excusa.

Cualquier excusa era buena para disfrutar de aquella gozosa bajada de árboles.

¡Qué gustito…!

Sigamos con más recuerdos… Ahora toca, el segundo…

Viajemos a Benidorm, a jugar a las canicas…

Este siguiente relato es uno de los más especiales que tengo en mi mente después de casi cuarenta años.

Llega por fin el turno de hablarles no del juego de las canicas, sino de un juego especial que recuerdo con canicas cerca de la playa de Levante…

Es quizá este recuerdo el más excitante morboso y espectacular que hay grabado en mi mente de aquellos momentos sexuales prehistóricos.

Sin que fuese nada del otro mundo, es el que más intenso guardo en mente con seguridad.

Vayamos a él, con su permiso…

Éramos una familia humilde y tardamos bastante en ir nuestro primer año de vacaciones a la ciudad turística por excelencia…

Llegó aquel memorable año y nos fuimos a Benidorm de vacaciones un verano con unos amigos de mis padres.

Él era compañero de trabajo de mí padre, se llamaba Amador. Su mujer Charo tenía unas tetas enormes. Serian al final también cinco hijos, tres chicas y dos chicos al igual que nosotros, aunque aquel año solo estábamos los dos mayores de ambos matrimonios, el resto aún no habían nacido y estaba por llegar, seguramente que alguno de ellos ya estaba por allí dentro de los cuerpos de sus madres, o se harían precisamente en aquellas noches tórridas de calor, ruiditos y sensaciones cada vez más verdes…

Después de un día memorable de playa, bañándonos y  haciendo castillos en la arena y jugando con  Toñin y Teresilla, los hijos de Amador y Charo, esperando nuestro turno de comida en una pequeña casa de comidas, jugando los tres con mi hermano a las canicas cerca de la arena, me dio por mirar detalles a mi alrededor.

Uno de aquellos detalles se me quedaría grabado durante el resto de mi vida.

Parejas de extranjeros sentados en los escalones de las puertas próximas esperando su turno de comida como nosotros.

No recuerdo con quien podría estar o si venia sola.

Lo único que recuerdo que era muy alta, rubia y con ojos azules. Toda una mujer con su pelo en coleta sujeto con una goma.

Vestía simplemente un pareo o poncho de verano,  que le cubría todo su torso hasta sus muslos, dejando al descubierto todos sus hombros. Hoy a ese tipo de prenda se le llama hippie chic.

Al sentarse no pude remediar ver cómo me enseñaba todo su coño cubierto por una minúscula braga de puntilla, quizás de algodón o quizás de hilo, no lo sabría decir, hoy la denominaríamos para que ustedes puedan imaginarla, un bikini de ganchillo o como suelen decir los americanos “crochet bikini swimsuit” o “crochet swimwear”

Fue ese el primer coño embragado que vi con claridad a la escasa distancia de menos de un metro en línea directa a mi vista, a plena luz del día,  atisbando con todo lujo de detalle, como algunos de sus pelos de color castaño oscuro sobresalían por las aberturas del ganchillo e incluso por los bordes de ambas ingles.

Fijándome un poco más observé como un abultamiento en su coño permitía salir pequeños pliegues a través de sus aberturas de ganchillo.

No sabría entonces que era aquello. Más tarde y gracias a mis experiencias reales, aclararía un misterio del pasado.

Eran sus dos enormes labios vaginales exteriores…, que gracias a la presión de estar sentada, eran empujados hacia fuera dejando esos pequeños pliegues ligeramente aireados en los pequeños orificios de ganchillo de sus bragas…

Sería una imagen que jamás olvidaría…

Todo ello, mientras yo intentaba jugar a las canicas con mi hermano menor y nuestros dos compañeros de juegos, Antoñito (Toñín) y Teresilla.

No me extraña que mi hermano ganase aquella partida de canicas. Los otros dos no sabían jugar muy bien y yo había estado muy…, pero que muy distraído.

No me importó perder.

Ya siendo algo más mayor y haciéndome buenas pajas dobles y triples,  aquella imagen de aquel coño seguramente alemán o nórdico, sería el protagonista de muchas de ellas, imaginándomelo de muchas formas.

Les pongo algún ejemplo.

Una de ellas era imaginar echar mi leche encima de los primeros huequecitos del ganchillo, a la altura de su pubis, logrando que mi gran corrida fuese cayendo hueco a hueco, consiguiendo finalmente que finos hilillos o ríos de leche fuesen yendo a parar de hueco en hueco…, cayendo justo al siguiente hueco y así sucesivamente, rozando y manchando sus pliegues carnosos.

El objetivo final de mi juego mental era que toda la leche cállese dentro de su coño o al menos que rozase o cubriese todos aquellos trozos sobresalientes de sus labios a través de los huecos de su bikini de ganchillo...

Vamos terminando y por fin…, ya toca…

Toca para terminar este relato, hablarle de otra primera vez...

Mi primera lechaza…

Mi primer orgasmo…

Mi primera leche, saliendo a oscuras una madrugada sin nadie de testigo.

Saldría en la soledad de mi dormitorio, jugando con una camiseta y mi polla.

Por cierto, un juego pero que muy barato.

Les cuento.

Había descubierto que jugando con mi polla, especialmente cuando la liaba con mi camiseta u otra prenda, mi polla disfrutaba y se aguaba un poco.

La liaba, me apretaba y me gutaba…

Tenía una sensación de placer inigualable que me ocupaba todas las noches previas en aquel juego veraniego novedoso para mí, hasta que cansado conseguía dormirme.

Una noche tardaría mucho más en dormirme y el juego se alargaba…

Yo no hacía en aquellos momentos prehistóricos prelecheros nada más que coger mi polla y liarla con alguna prenda a mano, calzoncillos o camiseta, a veces cualquier parte del pijama, como ustedes están leyendo.

No hacía más…, aunque eso cambiaria enseguida…

Liaba mi polla, como les digo,  con cualquier prenda y me disponía a darle vueltas y vueltas, girándola y doblándola, una y otra vez.

Pasando a veces por detrás aquel “traje de fuerza” hecho sobre mi polla, consiguiendo que tuviera sensaciones de placer a base de aquellos movimientos y contorsiones, que como verán en cualquier momento atisbaba en breve a darme una sorpresa…

Una tremenda sorpresa…

Me gustaba también a veces entrecruzar mis piernas en aquella posición de atadura y vendaje de mi tierna polla, como una reminiscencia inconsciente de quien sabe qué.

La sorpresa llegó una noche en uno de aquellos entrelazados y contorsiones de polla vendada o ”arropada”, cruzando además mi piernas buscando ese “gustillo” que empezaría a conocer y reconocer cada día más…, cuando sin saber que era aquello, sentí sorpresivamente algo…

Mi polla empezaba a experimentar algo nuevo…

Mi polla tuvo una sensación previa de hormigueo dentro de mis huevos o algo más dentro…

Mi polla en un momento determinado de placer álgido, empezó irremisiblemente a escupir leche, mucha leche…

Me asusté obviamente durante unos segundos, aunque sin exagerar. Era algo nuevo para mí, pero muy gratificante.

Reflexione durante unos minutos y pensé que no debía ser nada malo, porque había disfrutado.

Jamás dije nada a nadie.

Me había corrido por primera vez aunque en ese preciso instante no sabía que era aquello.

Sentía que había tenido mucho placer, entonces decíamos, “mucho gustito”…

Las siguientes noches fui investigando todo aquello hasta que enseguida descubriría la mejor forma para masturbarme, sin tanto artilugio, simplemente con la mano.

No se rían…

Entonces ni en escuelas…, ni en casa tus padres te contaban nada del sexo.

Quicas solo los amigos mayores eran tus descubridores.

He de confesar que tuvo que ser autodidacta del descubrimiento en mí caso, dado que mis amigos y vecinos, principalmente Fernando y Perico, que eran similares en edad, ellos incluso un año mayores que yo,  no habían llegado al momento de sus respectivos descubrimientos y por obviedad ellos no pudieron enseñarme nada, sino todo lo contrario.

Yo les facilité a conseguir semanas después, sus sendos descubrimientos de auto-placer.

Sigamos con aquella primea noche de placer…

Una vez que la primera leche había salido, lo que fue todo un descubrimiento para mí, como pueden todos ustedes suponer…, saber que por las noches los “duendecitos” reponían los depósitos de leche, y aquella leche no paraba de manar día tras día, quizás fue la más maravillosa sorpresa de por aquel entonces.

Todas las noches hasta conciliar el sueño le daba a mi estaca masajes hasta que sangraba leche.

Todas las noches…, absolutamente todas las noches desde entonces.

No probé la leche de inmediato, pues no fue hasta tiempo después.

Era una experiencia de poco a poco en todo. Una experiencia pausada, como por entregas de una serie…

Primero probaría mi líquido pre seminal. Ese jugo transparente que brotaba conforme crecía y se excitaba  mi polla, por cierto cada vez más grande….

Tenía y tiene un cierto sabor algo saladillo…

También probaría la leche meses después.

Leche que empezaba a sacarme a todas horas y bajo cualquier excusa, y que meses después probé unas gotitas de ella con mis dedos.

Sabor raro, pero con algo de novedad… He sido muy aventurero y atrevido casi siempre.

Es el sabor de la leche diferente al preseminal, más agradable y con más cuerpo.

Si hubiese un trabajo de catador profesional de semen, creo que podría presentarme a muchas catas y no haría un mal papel.

Fernando y Perico fueron importantes para mí en aquellos primeros tiempos.

En ocasiones en que los chicos del barrio nos encontrábamos solos, siempre les proponía jugar con nuestras pollas y hacernos retos de pajas.

A ellos no les gustaba jugar por entonces a esos juegos, sobre todo a Fernando, que aun siendo más grandón y un poco más alto, su polla era la más pequeña de los tres.

Siempre decía Fernando…, también Perico pero menos, que yo siempre ganaba, al tenerla más grande que ellos.

Cuando meses después, los fui convenciendo poco a poco, de que debíamos de experimentar en el noble oficio del “guerrero”, en cientos de campañas bélicas, todo fue más excitante.

Concretamente diseñaba y organizaba diferentes estrategias con un solo fin…, nuestras guerras de pajas, empezaban a ser de su agrado cada vez un poco más.

A su pesar, en aquellas batallas, siempre mi leche salía a mayor distancia disparada que la de los demás.

Más de una vez si nos poníamos muy cerca los unos de los otros, nos manchábamos sin querer.

Se enfadaban por ganarles al principio como les cuento, pero les iba gustando aquellas guerras de pajas cada vez más, por su propio placer.

Era natural por sentido común y por el gusto de sus pollas…

Lo cierto y verdad, al menos para mí, es que aquellos primeros descubrimientos de placer fueron muy especiales.

Aquella primera leche, aquel primer orgasmo fue un auténtico y sorprendente descubrimiento.

Seguro que para todos ustedes también, aunque para un depravado como yo…, algo más.

Voy a despedirme.

No ha sido muy largo este relato para no cansarles mucho…

Espero no se hayan aburrido, dado que no he podido describirles  grandiosas y sensuales sesiones de sexo con voluptuosas mujeres, pero la vida es así…

En el siguiente, arreglaremos ese pequeño detalle…, pues en él, que será el cuarto relato de esta segunda parte de mis memorias, pasando bastantes  años hacia adelante en mi dilatada vida sexual y depravada, siempre con su permiso habrá dos bellísimas mujeres colombianas…

Prometo pasar a relatarles  a todos ustedes, los antecedentes y las circunstancias que  desembocaron a follarme por primera vez en mi vida a una madre y a una hija, ambas de nombre Tatiana y ambas al mismo tiempo, algo extraordinario para mí entonces…,  un hecho que sigue siendo a día de hoy uno de  los recuerdos más calientes y recurrentes cuando me tengo que hacer una paja a deshora alguna noche en que me desvelo inexplicablemente…