Arde París
Eran como el Jing y el yang y ella se sentía la fina línea que los distinguía y que a la vez les permitía convertirse en un círculo completo.
Entró en la ducha aterida. Estaba harta de lluvia. Aunque París era un lugar húmedo, no era normal que en pleno junio siguiese lloviendo un día tras otro. Dejó que el agua tibia corriese por su cuerpo calentándolo. Poco a poco y con la ayuda del gel revitalizante pudo librarse de la sensación de entumecimiento y cansancio.
Sus manos se deslizaron por su vientre liso y sus pechos grandes, pesados y perfectamente esféricos que el doctor Pascal le había modelado con una pericia digna de un artista del re...