Una tarde de mus
Un pequeño pueblo rural, una partida de mus entre amigos, que podría pasar para que la cosa no terminara bien?
Recuerdo que de pequeño siempre fui un niño gordito y bastante afeminado, pero como solían decirle a mi madre siempre he tenido un rostro angelical, tenía el pelo corto y liso de color azabache, la cara redondita donde destacaban unos enormes y expresivos ojos miel y unos rosados y carnosos labios. Miguel era mi nombre, aunque en la familia todos me llamaban Miguelito en modo afectivo.
Aunque siempre he sido un chico de ciudad, todos los veranos solía pasar un mes de vacaciones en “el pueblo”, como...