La mujer perdida

Aquí me tienes por fin. Escuchando el Adagio para órgano y cuerda en Sol menor de Albinoni,estoy dispuesto a enfrentarme a ti y abrirte mi corazón.

Aquí me tienes por fin. Escuchando el Adagio para órgano y cuerda en Sol menor de Albinoni ,estoy dispuesto a enfrentarme a ti y abrirte mi corazón.

Recuerdos, recuerdos es lo único que me queda de ti. Ahora tú no estás, pero permaneces viva en mi recuerdo, y permíteme robarte la frase de Benedetti que siempre usabas, "el olvido está lleno de memoria". Nunca la entendí, pensé que simplemente era otra poesía más de las que te tenían absorta, que era una frase bonita, pero ahora la entiendo, ahora...

Caprichos: Otras plumas (14)

Bierce es uno de esos autores que leo y releo. ¿Será motivo suficiente para presentarlo entre mis caprichos?

CHICKAMAUGA

porAmbrose Bierce.(1891)

Los efectos macabros son la especialidad del americano Ambrose Bierce (1842–1913) a la hora de representar los horrores de la Guerra de Secesión (en Historias de soldados ). Éste quizá no es un cuento fantástico: es la descripción documental de un campo de batalla después de un combate sangriento, pero el distanciamiento de la mirada que lo contempla confiere a las imágenes una transfiguración visionaria. La atmósfera fantás...

Caprichos: Otras plumas (15)

Insisto con la sci-fi... esta vez: H.G. Oesterheld, un gran escritor argentino ¿Les gustará un poco más que mi anterior capricho de este género?

Una muerte

por H.G. Oesterheld.

Y O ANDABA INVESTIGANDO la muerte del Jon.

Las huellas, luego de contornear todo el pueblo, me llevaron hasta la pequeña casa junto al río, casi perdida entre los juncos.

No hacía frío, pero igual me subí las solapas del abrigo y hundí las manos en los bolsillos.

Subí cinco escalones no muy seguros, empujé la puerta, entré.

Jaulas, pajareras por todas partes. De fabricación casera.

Pájaros de colores: cotorras, cardenal...

Nouvelle 1: Otras plumas (06)

La nouvelle "Seda", de Alessandro Baricco: el final; última entrega.

Seda

por Alessandro Baricco.

56.

POR DÍAS Y DÍAS Hervé Joncour tuvo la carta con él, doblada en dos, metida en el bolsillo. Si cambiaba de vestido, la ponía en el nuevo. No la abrió nunca para mirarla. De vez en cuando le daba vueltas en la mano, mientras hablaba con un aparcero, o esperaba que llegara la hora de la cena sentado en la terraza. Una tarde se puso a observarla contra la luz de la lámpara en su estudio. En transparencia, las huellas de los minúsculos pájaros h...

Nouvelle 1: Otras plumas (04)

La nouvelle "Seda", de Alessandro Baricco, cuarta de seis entregas.

Seda

por Alessandro Baricco.

34.

ESA NOCHE Hara Kei invitó a Hervé Joncour a su casa. Había algunos hombres del lugar y mujeres vestidas con gran elegancia, el rostro pintado de blanco y de colores vistosos. Se bebía sake, se fumaba en una larga pipa de madera un tabaco de aroma amargo y embriagador. Llegaron unos saltimbanquis y un hombre que arrancaba carcajadas imitando hombres y animales. Tres mujeres viejas tocaban instrumentos de cuerda, sin dejar de sonreír. Hara Kei e...

Nouvelle 1: Otras plumas (05)

La nouvelle "Seda", de Alessandro Baricco, quinta de seis entregas.

Seda

por Alessandro Baricco.

45.

VIAJARON DURANTE días, hacia el norte, por las montañas. Hervé Joncour no sabía por dónde estaban caminando: pero dejó que el chiquillo lo guiase, sin intentar preguntarle nada. Encontraron dos pueblos. La gente se escondía en las casas. Las mujeres escapaban. Él chiquillo se divertía como loco gritándoles cosas incomprensibles. No tenía más de catorce años. A menudo soplaba dentro de un pequeño instrumento de caña, del cual sacaba los cantos...

Caprichos: Otras plumas (13)

Un narrador improbable y su monólogo: para reflexionar... creo que este capricho los sorprenderá un poco.

Desierto y solo

por Enrique Barbieri *

H ay lugares que irradian paz; lugares en los cuales conviven armónicamente la rigidez lineal de la tierra transformada en ladrillos y cemento, la mórbida curvatura de las raíces que parecen mujeres entrelazadas y el espaciado vuelo de los pájaros. Esta placita -por ejemplo- y aquel café oscuro y fresco son para mí el centro de una serie de imágenes que no cesan de atraerse, arrastrándose unas a otras al escenario, como actores tomados de...

A otro martir

Quiero valerme de la oportunidad que nos brinda TR para comparir con ustedes parte de una realidad que nos agobia día a día en nuestro convulsionado mundo de hoy, por eso recurro a una categoría que no había usado antes, pero que agradezco que exista en esta página.

El hombre salió de su despacho y se dirigió con paso firme hacia el vehículo que lo esperaba para hacer el peligroso trayecto que debía ponerlo a salvo de las amenazas de muerte que se cernían sobre su cansado cuerpo de 63 años. No eran más de quince pasos hasta el automóvil, pero en ese breve trayecto, su vida transcurrió ante sus ojos como un rayo en la oscuridad, corto, pero intenso

Después de pasearse por su privilegiada infancia, pasó fugaz por los tiempos de estudiante, sus correrías de jo...

Te extraño

Como puede pasar esto, como te puedo extrañar tanto.

Te extraño, te extraño hoy, te extraño mañana, te extrañe el día que te fuiste.

Los días son calurosos y las noches largas, y hasta en los sueños te extraño,

Extraño tus ojos, su brillo su calor, la manera de atraer mis labios.

Extraño tu boca, bella, roja como ninguna, suave y rica.

Extraño tus labios, sentir como tus labios se adueñan de los míos y como se comen mi boca. Extraño todos tus besos.

Extraño tu simpleza, tu belleza y tu sinceridad. Extraño tus risas, tus mira...

Caprichos: Otras plumas (12)

Tres relatos breves de Silvina Ocampo.

Relatos breves: Silvina Ocampo x 3

Anillo de humo

por Silvina Ocampo.

A José Bianco

R ecuerdo el primer día que viste a Gabriel Bruno. Él caminaba por la calle vestido con su traje azul, de mecánico; simultáneamente, pasó un perro negro que, al cruzar la calle fue atropellado por un automóvil. El perro, aullando porque estaba herido, corrió junto al paredón de la vieja quinta, para guarecerse. Gabriel lo ultimó a pedradas. Desdeñaste el dolor del perro para admirar la...