Masaje sin límites (II)
Su piel se erizó cuando apoyó dos dedos sobre su clítoris. Abrió los ojos para mirarle. Él esperaba su aprobación. Ella asintió, mordiéndose el labio.
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Nos secamos con unas toallas antes de tumbarnos.
Ella comenzó con sus manos en mis gemelos. Después, mis glúteos. Después, mi espalda, mi cuello. El cuerpo de mi masajista, cubierta de aceite, fue lo siguiente. Acariciado por su vientre, su perfecto trasero, su pecho… Durante veinte minutos pretendió trasladarme a un mundo de tranquilidad y erotismo.
Pero realmente no era a mi masajista a la que prestaba atención.
Él había...