Pedro, mi amigo de la infancia
A unos metros de la casa, un hombre cortaba leña. Su físico era impresionante. No podía creerlo, ese hombre tan recio y varonil, no era más que aquel niño con el que solía jugar a escondidas de mi padre.
Después de tanto tiempo, finalmente regresaba a mi hogar, a mi tierra, luego de amargas experiencias y noches de recuerdos. Me había marchado once años atrás. Mi padre, empecinado en que sólo tendría una buena educación si estudiaba en el extranjero, me envió a un colegio en Europa, a pesar de que mi madre le rogó que no lo hiciera. Al principio quise creer que mi papá quería lo mejor para mí, que aunque no lo demostraba, le dolía que me alejara de casa. Después me convencí de que lo único que él busc...