La historia de Carlos. Parte 2
Ella sabía que debajo de esa bata solo estaba su piel blanca, temblorosa, deseosa y ardiente, sin prenda que se interpusiese. Sabía que solo bastaba halar la cinta de la bata para que esta se abriera y mostrar sus pechos blancos y esas aureolas oscuras y grandes que la coronaban.
- ¿A poco así duerme? Preguntó el joven, señalando con su dedo índice la bata de dormir de doña Rosy.
- No, pero me la puse porque estás tú de visita, y no es propio que ande de otra forma delante de un joven amigo de mi hijo.
- ¿Cómo de otra forma?
- Pues sí, con short, o con otra ropa que no es propia ponerse cuando hay visitas en la casa.
- ¿Pero entonces, cómo duerme? insistió Sabino
- ¿Para qué quieres saber?
- ...