Perdidos
Elisa se sonrojó, sabía que era un casanova, pero no la importaba, podría ser un fugitivo y estaría dispuesta a huir con él y ser su cómplice.
Fue a la cocina, abrió el frigorífico y sacó un helado enorme de chocolate. Fue al salón y se sentó en el sofá. Mientras comía su helado, pensaba en lo loca que había sido, pero en lo maravilloso que se lo había pasado. Conoció a ese hombre esa misma tarde, en el café, ella leía su libro en una de las mesas y notó que alguien se acercaba, levantó la vista del libro y lo vio, su hombre, el hombre que había estado buscando toda su vida, alto, morenazo, unos ojos color miel que incitaban al pecado, el pe...