A veces las más calladas son las peores
La bestia lujuriosa de una muchacha se esconde bajo un aparente manto de inocencia.
18 años. Intelectual. La preferida de los profesores y celada por sus compañeros de curso. Con un metro sesenta y cinco de estatura, su cuerpo era envidiable. Sus pechos, si bien eran pequeños, tenían una forma ideal, al igual que su parte trasera. A pesar de esto, parte de su encanto se perdía por el uniforme y su actitud de ‘sabelotoda’. Su último año estaba siendo infalible acorde a sus notas, pero había algo que faltaba: Alguien que satisficiera sus deseos y su imaginación.
Había una cosa que pred...