El comienzo
Se desnudaron sin apuro, retrasando el placer. Luego ella le ofrendó su blanca piel, sus ojos claros, su boca plena y sus pechos duros.
EL COMIENZO
Se desnudaron sin apuro, retrasando el placer. Luego ella le ofrendó su blanca piel, sus ojos claros, su boca plena y sus pechos duros.
Tendidos uno al lado del otro, se pajearon mutuamente con sabiduría, sin prisa y sin pausa. Gemían, suavemente al principio, por la acción de expertas manos que acariciaban una concha hambrienta y esa verga que se ponía como de piedra.
Se daban y se daban placer, deteniéndose apenas cuando veían llegar el clímax, para jugar boca con bo...