La prueba.
Él sacó de la bolsa que le había dejado mi novia, un paquete de condones y un tubo de lubricante. Yo sabía lo que eso significaba...
La vista era impresionante, aquel hombre tan varonil que había conocido en la fiesta estaba frente a mi, empinadito, ofreciéndome su culito, disfrutando de mis embestidas, mordiendo la almohada mientras ambos alcanzábamos el clímax. La habitación tenía ese olor tan característico que se genera cuando dos hombres disfrutan al máximo de los placeres carnales.
- Que rico coges papacito – me dijo él mientras su cuerpo sudoroso se pegaba al mío.
*- Pues Tú no te quedas atrás – le dije acariciando...