Mi hijo superdotado II
Una noche inconsciente
Abrí mi boca y la acerque a su pene. Él se levantó bruscamente de la silla y grito -¡ya basta! Somos madre e hijo, no podemos hacer esto-. Sécame el cuerpo y déjame salir -dijo con un enrojecimiento en su rostro pero en esta ocasión era de un profundo enfado-. Yo me cubrí con una toalla que por el tamaño tan pequeño a duras penas y podía retener mi anatomía. Después lo sequé a él sin enfocarme mucho en sus genitales. Estaba bastante molesto y al parecer no quería dirigirme de nuevo la palabra. Lo lleve a su...