El resistible encanto del acosador ii
Humberto regresa tórrido, ausente, inmerso en su propia displicente realidad pero por un error administrativo su partida de nacimiento que lo acredita como porteño se ha perdido, decide entonces fornicar con la encargada del Registro que gracias a Zapatero aun no se jubila.
Humberto Wilcinson bajó a la calle aquel domingo por la mañana para extender la mano con aire desconfiado y blandir su paraguas multicolor publicidad de una óptica. Pensó que un domingo lluvioso podía ser tan feo como precioso resultaba soleado.
-Parafraseando a Unamuno, che.
Murmuró en voz alta sin reparar en que vestido con bata azul celeste y zapatillas para comprar el periódico resultaba el centro de todas las miradas aunque estuviera diluviando. Abría el periódico bajo el paraguas sin preoc...