Aposté mi virginidad y la perdí.

Una noche de copas, una apuesta y una negociación. Mi virginidad transada como mercancía. Sus manos sujetan mis caderas y su enorme verga roza mi esfínter. Entro en pánico, pero sé que no hay vuelta atrás. Verónica me hará su hembra y lo hará sin delicadeza.

Cerró la puerta detrás de mí y de inmediato entendí que no había vuelta atrás.

Verónica me recibió con un beso apasionado. Tomó mi cuello con ambas manos mientras su lengua penetraba en mi boca y exploraba cada rincón. Yo no opuse resistencia, debía ser sumisa y dejarme llevar. Acaricié su lengua con la mía y sentí el calor de su aliento. Su boca sabia dulce, sabía a hierbabuena y vino.

Mi mente aun no terminaba de asimilar lo que estaba pasando cuando sentí que sus manos comenzaban a bajar desd...