Todo el mundo tiene un precio (y 7)

Final de la historia con mis regordetas ancianas.

Marta aflojo las nalgas, dejándome libertad de movimientos. Me desmonte de sus muslos y me puse en pie. Me sentía mareado, las piernas me flojeaban, no conseguía enfocar bien la vista. Regalé los sentidos durante un rato. Vista, olfato, oído, tacto.

Cuando conseguí enfocar de nuevo la vista y vi a Maria de rodillas, a sus 69 me parecía un ave del paraíso. Estaba sonriente. Su mano derecha descansaba sobre el nalgon derecho de su hermana mayor, sus tetazas, algo caídas, quedaban pequeñas al lado de la...

Todo el mundo tiene un precio (6)

Continuación de los relatos anteriores. Ayudar a los demás también puede ser el precio de alguien

Cuando entro Marta en el comedor, estábamos de pie, morreandonos su hermana pequeña, de 69 años, y yo. Le abría el culo a Maria de forma algo más que brusca e insinuaba mi dedo en el ojete.

-La lavadora ya está puesta...

Me fije en Marta, quedándome alucinado por unos segundos. Llevaba una toalla tapando su parte delantera pero había escogido una demasiado pequeña así que la tenia que sujetar con los brazos, manteniendo sus extremos bajo las axilas, sin conseguir que el extremo inferior fuera má...

Todo el mundo tiene un precio (5)

Continuación de los relatos anteriores. Aumenta la intensidad de la fiesta, pero sobretodo aumentan las expectativas.

Nota del autor: lo siento, pero este se me ha alargado un poco, espero que merezca la pena su lectura.

Me desperté al día siguiente con Maria apoyada en mi brazo izquierdo con su brazo en mi vientre. Tenia la polla dura, como todas las mañanas después de una noche de orgía. Era Domingo solo tenia que hacer una visita rápida a unos cliente antes de la comida después estaría libre. Pensé en volvérmela a follar sin despertarla, pero teníamos un acuerdo, ¡¡ya llegaría la noche!!... y la noche llegó. ...

Todo el mundo tiene un precio (4)

Continuación de los relatos anteriores "Todo el mundo tiene un precio (1,2,3)" Enculada y fin... de la primera noche

Mientras esperaba tumbado en la vieja cama pensaba estaba cumpliendo fantasías que jamas creí cumplir con la anciana amiga de mi familia. Sobre la mesilla aun estaban dos cosas que me hicieron dejar mi sentido del bien y el mal a un lado: el dinero, que había pagado a la viejecita por 4 noches de desenfreno, y la leche corporal.

Maria entró completamente en cueros, con la piel húmeda de la reciente ducha. Tenia algo magnético. Sus ojos plagados de “patas de gallo” brillaban con un fulgor especial. Sus...

Todo el mundo tiene un precio (3)

Quiero encular a la anciana, pero primero a limpiarla por dentro. Soy un morboso

Después de sacar en el cajero algo más del precio de la virtud de Maria, fui a toda prisa a la botica,. Ya en la puerta mi morbo me volvió a traicionar: me había pedido un laxante... así que laxante.

Mi memoria ayudó a que me volviera a cargar de testosterona. ¡Una buena lavativa, como me hacían ella y mi madre cuando yo estaba en la pre-pubertad!. Para mí no fue una experiencia erotizante, más bien lo contrario, en cambio ponerla (¡¡¡Guau....!!!), me ponía salidísimo. Compre lo necesario y regrese a...

Todo el mundo tiene un precio (2)

Continuación de "todo el mundo tiene un precio" El relato se suaviza pero aumentan las expectativas de morbo

Después de que Maria se corrió: Le saqué de su interior mi verga al mismo tiempo que mi dedo pulgar de su ano. Aún no me había corrido, pero eso solo significaba que la fiesta no había terminado

Eran las 10:40 en el viejo reloj de madera del comedor. “Pasarnos la noche follando”,había dicho, y aun quedaba mucha noche.

Maria estaba boca abajo tumbada en la mesa con los ojos cerrados, con su mejilla izquierda contra la mesa y las piernas colgando sin llegar a tocar suelo, con su culo en pompa. La...

Todo el mundo tiene un precio

Aunque cueste creerlo de verdad lo tenemos, todos incluso yo....Incluso la anciana vecina... el precio depende de nosotros y de nuestras circunstancias

Todo empezó en uno de mis múltiples viajes a Madrid por razones de trabajo, pero primero me presentaré soy un cincuentón en bastante buena forma, 172 cm de altura, complexión robusta sin llegar al sobre-peso, ojos claros y pelo canoso.

Como cada vez que me surgía un contrato en la capital fui a pasar las noches que durara la obra en casa de una vieja amiga de la familia que, a cambio de los costes de la comida, me alojaba en su piso en las afueras de Madrid.

Esa mujer, Maria, no sabría bien como...