Adrianne (4)

Una nueva prueba volvió a perturbarme: estaba yo produciendo leche materna.

"Es usted una niña muy guapa. Se recuperará pronto. Tiene suerte de tener un papá tan comprensivo y amoroso".

La voz femenina me llegó como eco lejano.

Abrí los ojos lentamente, topándome con el techo color crema del cuarto de Adrianne, y traté de tomar conciencia. Luego, quise incorporarme; no pude. Con cierto esfuerzo, giré los ojos hasta alcanzar un panorama general de la habitación: todo parecía más o menos igual. Excepto que el buró y el tocador estaban repletos de medicamentos y objet...

Adrianne (3)

¿Despertaría yo vivo? Más: ¿despertaría yo siendo aún un niño?

Pasé horas angustiosas. Sólo podía repetirme: "soy niño, soy niño, soy niño". Estaba seguro de que Ted no quebraría mi voluntad. "Superé la muerte de mi padre y venceré esto; ya podré, después, llorar a mi madre".

Repentinamente, mis intestinos me avisaron lo inminente: necesitaba defecar. Aguante lo más que pude, hasta que, como en una pesadilla, el excremento comenzó a resbalar sobre mis nalgas.

Ted regresó tres días después, cargando un colchón de agua. De tan entumido que yo estaba, no...

Adrianne (2)

Esto, en cambio, será vida para ti: tu verdadera personalidad, tu verdadero ser.

Adrianne (2)

Ted manejó en silencio hasta Cancún. Poco a poco, mientras yo reflexionaba, la desnudez y la inexplicablemente baja temperatura se me mezclaban con el nerviosismo, despertándome un temblor incontrolable.

"¿Tienes frío, Adrianne?", preguntó Ted. No esperó respuesta: encendió el clima de la suburban; luego, me acarició suavemente una pierna.

"Ted, no soy Adrianne: soy Christopher. ¿Qué pretendes hacer?".

"Cálmate, hija. Hemos estado sometidos a mucha tensión".

"N...

Adrianne (1)

Vámonos, Adrianne, me dijo Ted. Oficialmente, yo estaba muerto.

Ciertamente, la pérdida de mi padre nos había unido más a mi madre y a mí. A veces, sobre todo en las tardes, la nostalgia nos tomaba por asalto y llorábamos un poco; pero siempre terminábamos dormitando, en el sofá de la sala –yo recargado en ella, ella abrazándome con ternura–, mientras el sol poniente nos acariciaba comprensivo, a través del enorme ventanal.

Amaba nuestra casa. Mi padre la había construido dos años antes de morir, recién cuando volvíamos de Houston; entonces, yo tenía siete a...