Adrianne (14)

La pantalla nos arrojaba mi luminosa presencia en Wat Pho. Andy la contempló con interés. Te vas sorprendentemente pálida y frágil. Casi como un niño. Sentí un escalofrío.

Me despertó el celular, pero tardé en reaccionar. Yo dormía sobre el pecho de Andy, mientras él, protector, me acogía entre sus brazos. Como pude, estiré la mano, levanté la bocina y lancé un soñoliento:

"Hola".

"Es la segunda vez que te marcó, Adrianne", escuché, del otro lado, la voz de "mi abuela".

"Lo siento, abuela. Estaba profundamente dormida. El viaje contigo me agotó".

Andy despertó también. Me vio y, sin dejar de abrazarme, giró un poco el cuerpo, cerró los ojos nuevam...

Adrianne (13)

Ante mi desnudez, los ojos de Andy se tornaron relucientes, esmeraldas fieras, rayos febriles. Nada dijo; sólo se despojó de la bata, y siguió su ruta hacia la cama. Su pene completamente erecto apuntaba a mí como amorosísima sentencia.

Cuando separé mis labios de los de Andy, acurruqué mi cabeza en su pecho. Me percaté, entonces, de que no sólo era que él estuviera más alto, sino de que yo me había quedado femeninamente pequeño, delicado, armónico; y de que mi suavidad se acogía, como pieza hecha a mano, en la masculina dureza de sus músculos.

"¡Cuánta falta me has hecho, Adrianne!", me dijo al oído.

"Y tú a mí", le respondí.

Pronto, salimos del Aeropuerto. Andy cargó mis maletas y me condujo hacia el auto, un fabul...

Adrianne (12)

Su pene se erectó frente a mis ojos. Era casi tan grande como el de Andy, y despedía un inconfundible aroma a macho, pero mezclado con unos toques ligeramente canelosos... Tomé, pues, el pene de Cunningham con la mano derecha y abrí la boca...

Primero, me llegaron algunas voces, lejanas, confusas; luego, hice el esfuerzo por recordar: habíamos llegado a Chonburi dos días antes de mi ingreso al quirífano, y pasado una intensa jornada de análisis y consultas, pero ¿cuánto tiempo llevaba anestesiado?

"Con calma amor", distinguí el cálido tono de Asha-Rose.

Traté de abrir los ojos; no pude. Volví a sumergirme en una pesada y aceitosa mancha negra. ¿Minutos? ¿Horas?

De repente, en un sobresalto, comencé a recobrar la conciencia....

Adrianne (11)

Sentí el pene de Ted deslizándose entre mis nalgas; después, su glande en el borde de mi ano.

"¿Nuestra nieta?", oí una voz cascada.

Roman Dickenson estaba en medio de una sala espectacular, toda en cuero y madera. Vestía un elegantísimo traje de lino, color crema, hecho a la medida, y una camisa de seda cruda; sus impecables zapatos café oscuro permitían ver unos calcetines en estricta combinación. Alzó la vista del Wall Street Journal (que leía, acomodado en un bellísimo sillón de diseño italiano, mientras apuraba una taza de espresso), y me contempló por encima de sus lentes (montura...

Adrianne (10)

La atmósfera sexual del lugar se me untó en la piel, como una enorme lengua, y me recorrió en un latigazo de electricidad pura.

El silencio en el consultorio era casi absoluto; sólo lo interrumpía el suave crujir de los folios de mi expediente, conforme el Doctor Arul Katz les daba vuelta. Yo me limitaba a observar, a través del enorme ventanal, las hojas doradas caídas sobre el pasto y la luz vespertina reflejada en el chorro de agua de la fuente.

"Excelentes resultados", dijo al fin. "Una muy exitosa terapia de reemplazo hormonal".

Ted intervino:

"¿Y bien?".

"¿Y bien qué?", reviró el Doctor Katz.

...

Adrianne (8)

Un escalofrío me recorrió: mi tía Lidia estaba a medio metro de mí.

Las siguientes semanas prácticamente viví dentro de un sueño.

Andy y yo paseábamos por todos los rincones de Cancún, y descubríamos, juntos, la felicidad de sabernos el uno para el otro. Disfrutábamos mucho el caminar (él me asía por la cintura y, en una actitud inconsciente de dueño, me guiaba mediante sutilísimos movimientos y toques: insinuaba nuestra ruta y hasta imponía la velocidad de nuestros pasos).

Jamás tuvimos problema. Sólo yo me sobresalté doblemente un sábado por la tarde; en...

Adrianne (9)

Andy, le rogué, mientras Ted documentaba las maletas. No te olvides de mí. No lo haré, me dijo. Te estaré esperando.

Fuera de esos dos sobresaltos, todo fue bien.

Por supuesto, yo no podía regresar al colegio (como Chris, estaba muerto; como Adrianne, los maestros me hubieran desconocido), así que por las mañanas tomaba un curso de danza jazz. Me di tiempo, además, de hacer aerobics y de ir al gimnasio (el instructor seguía el método estético de Brad Schoenfeld, así que pronto me sentí tonificado). Sabía que viajaríamos a Estados Unidos, pero no quería perder oportunidad alguna de estilizar mi figura.

No...

Adrianne (7)

Adiós, Christopher. Fue bueno tenerte en mi vida...

Ted sonrió ampliamente; hubo estupefacción en sus ojos, sí, pero también una alegre chispa de complacencia.

"¿Terminar con el proceso, hija".

Me incomodé un poco.

"Aún tengo pene y testículos".

"Pero reducidos, Adrianne", explicó Ted. "Como te lo dije, te castré químicamente".

Antes de que pudiera reflexionar, una frase plena de convicción brotó de mis labios:

"Quiero ser una mujer completa".

"Entiendo", dijo Ted con un suspiro. "¿Te refieres a quitarte el pene...

Adrianne (6)

Dejé de pensar en si él era un chico y yo otro, o en si yo quería convertirme definitivamente en mujer o no.

Ted me entregó el teléfono. Y se quedó parando, observándome. Por supuesto, quería ser testigo de mi conversación con la madre de Adrianne. Mi voz no había cambiado, así que esperaba que fuera ella misma quien planteara las primeras dudas.

"Hello", dije.

"Ma chere fille", me respondió una alegre voz.

Yo no hablaba francés, así que me quedé mudo. Para rematar, justo en ese momento sonó el timbre. Ted se asomó por la ventana.

"Es Andy, el hijo de David", me informó en voz baja. "Lo...

Adrianne (5)

¡No es posible!, pensé. ¡Estoy recibiendo mi primer beso, y me lo está dando otro chico!.

Ted respondió velozmente a mis angustiosos llamados.

"¿Qué ocurre, Adrianne?", me preguntó, abriendo la puerta con cierta alarma. Vestía sólo un pantalón de pijama.

"Tengo leche materna en los senos, Ted. ¿Qué me hiciste? ¿Me embarazaste o algo así?".

Ted sonrió.

"No puedes quedar embarazada, Adrianne. Es imposible. Y no entiendo a qué te refieres".

Por respuesta, me retiré el top, le mostré mis senos y me oprimí el pezón. La leche manó nuevamente. Ted se mostró serio.

...