Profesor de Tenis, 02: Robert Friedrich
Ella seguía con las piernas cerradas, y cuando me acerqué por detrás y notó la punta de mi capullo en la entrada de su vagina, curvo un poco su espalda, elevando su culo, para facilitarme la entrada.
- Gracias -dijo Magdalena al camarero, que acababa de rellenar su vaso con un poco más de vino
Todavía me sentía algo atraído por ella, y aunque ya no era la mujer que había conocido hacía ya 33 años, había algo en ella que me seguía cautivando. Quizá fuera aquella sonrisa, con sus dientes blancos perfectamente alineados, rodeados de unos carnosos labios, que tantas veces habían sido míos; quizá era su mirada cómplice, conocedora de todos mis secretos; quizá era, simplemente que habíamos vividos...