El verano en el que me enamoré
Hola a todos, me llamo Eduardo, tengo 21 años y desde hace un par trabajo en un hotel de lujo de la costa de Mallorca. Soy barman y también camarero, aunque realmente hago de chico para todo: cuando hace falta ayudo un poco en cocina y, a veces, también subo desayunos a las habitaciones. Lo que os voy a contar fue algo casi increíble que me sucedió el verano del año pasado. Gracias a mi trabajo pude tener la oportunidad de conocer a esa clase de hombres que sólo crees que pueden existir en las películas. Y es que, aunque me considero un chico bastante guapo, nunca antes había pensado que pudiera conocer a alguien así. Para que os hagáis una idea de cómo soy, me describiré un poco: mido 1,76 cm, tengo los ojos de color verde claro, mi pelo es oscuro, corto y lo llevo casi siempre engominado de punta. Mi piel también es morena, sobre todo en verano, porque me gusta escaparme a hacer nudismo en alguna cala solitaria. Me encanta el deporte (sobre todo practico la natación y juego en un equipo de fútbol amateur), así que tengo un cuerpo bastante bien definido, pero nada exagerado. Aparte de cuidarme físicamente, también me gusta cuidarme estéticamente, y como tengo algo de vello por el cuerpo y no me gusta, me depilo las piernas y el pecho. Bueno, también tengo que deciros, y no me importa confesároslo (porque en esta historia os contaré cosas que considero más íntimas sin ningún pudor), que estoy bastante bien dotado en cierto aspecto. No, no penséis que os voy a vender la típica polla enorme de 23 cm., pero la verdad es que no me puedo quejar, pues la mía llega a los 19. En fin, no voy a enrollarme más... a lo que vamos:
La historia comienza un jueves de mediados de julio. En aquellos días apenas quedaba una decena de habitaciones libres en el hotel. La temporada alta ya había comenzado y el trabajo comenzaba a hacerse pesado. Andábamos escasos de personal, así que muchos de nosotros teníamos que repartir nuestras tareas y, aún así, había algunos días que no dábamos abasto. Aquella mañana estábamos bastante atareados y Marcel, mi jefe, comenzaba a acusar el estrés y el mal humor. Ya se había servido el desayuno y en t...