Sumisa de corazón (2)

Diana es obediente, aunque a veces, un poco olvidadiza...

SUMISA DE CORAZON (II)

El calor, de nuevo ese calor sofocante. Y solamente eran un poco menos de las nueve de la mañana. Por la ventana entreabierta de la habitación de Diana se filtraba el ruido de algún camión al pasar por la carretera cercana, y la luz del sol iluminaba toda la estancia.

Diana ya estaba despierta desde casi una hora antes. No recordaba sus sueños, aunque el despertar como ella había despertado, boca abajo en su cama, una mano entre sus piernas abiertas y totalmente desnu...

Sumisa de corazón

Una tarde calurosa, un contacto olvidado que aparece en la pantalla, y una fantasía, un sentimiento siempre latente...

SUMISA DE CORAZÓN

Una tarde más, Diana miraba su correo electrónico en el ordenador. En realidad, estaba a punto de cerrar su conexión. No había recibido ningún mensaje, y la tarde calurosa, casi 30 grados, invitaba a otra cosa. Si, pensó Diana, mientras con aire distraído se acariciaba el cuello y echaba hacia atrás su melena morena..."iré a la piscina"

Pero, a veces, cuantas veces, un minuto, quizás solo uno segundos, desbaratan cualquier plan, modifican lo previsto...

Porque cuando...

Rebeca en el autocar

Rebeca sube a un autocar con unas braguitas especiales.

Rebeca no se lo creía. Ni siquiera sabía que existía ese tipo de "bragas". Su primera reacción al verlas fue de risa. No lo pudo evitar, se rió. Una risa corta, algo nerviosa, sin dejar de mirar las "braguitas". Eran como un tanga, casi... La tira por detrás, sí, aunque no de tela sino de una especie de látex. Pero, por delante... Por delante no había tela. En su lugar, sujeto por bandas laterales, un pequeño rectángulo de gelatina del que sobresalía un pene de no más de seis centímetros de longitud d...

El masaje

Un hombre y una mujer, compañeros de trabajo, deciden dar rienda suelta a sus deseos con el pretexto de un masaje.

A las ocho y media de la mañana, yo ya estaba sentado en la mesa de mi despacho, preparándome para una mañana de trabajo sin sobresaltos. No me podía quejar. Mi posición en el escalafón de la sociedad de asesoría era buena, mi matrimonio discurría placenteramente y a mis 40 años, mi vida discurría bastante plácidamente. Aunque... estaba Beatriz.

Beatriz se había incorporado a la empresa hacía menos de dos meses, y ocupaba un despacho contiguo al mío. Tenía 38 años y estaba casada con un médico....