Victoria
A veces, dejar todo para el último día puede ser muy bueno.
Las letras daban vueltas, se agrandaban y luego se hacían diminutas. Mi cerebro estaba a un paso de arder. Risas, cuchicheos, los golpecitos de algún bolígrafo dando sobre una mesa formaban un agobiante sonido ambiente. El ruido de los tacones de alguna chica mona y presumida terminó por desconcentrarme. Cerré el documento de word sin guardar, ya que no había sido capaz de juntar dos palabras. Necesitaba un cigarro urgentemente. Quizás, a la vuelta estaría mucho más tranquila y ya dejaría de escuchar esos s...