Cazadora de brujas 9

La joven aprendiz de bruja continúa su aterrorizada huida por el bosque, donde tendrá varios encuentros inesperados.

Neila temblaba de frío, acurrucada en la áspera capa y hecha un ovillo en el suelo.

Había corrido durante la noche en la oscuridad, empapada, aterida. Las ramas y zarzas le herían la piel, sus pies sangraban. Pero el miedo la mantenía en movimiento. Intentaba alejarse, sin saber muy bien hacia dónde dirigía sus vacilantes pasos, siempre hacia el interior del bosque. Debía alejarse del pueblo, de los asesinos de su amada tutora, pero en su interior resonaban las enseñanzas de Deidra: el bosque es muy p...

Cazadora de brujas 8

La cazadora captura a uno de los dos jóvenes fugitivos. No la que esperaba, pero sabrá sacarle partido.

Domio hacía volar el carromato por aquel camino pedregoso y difícil. El caballo corría al límite de sus fuerzas y el muchacho temía que en cualquier momento una rueda, un eje, o la estructura entera del vehículo se deshiciesen en un torbellino de astillas y maderas destrozadas. Cuando consideró que estaba suficientemente lejos en una curva ante la que se abría un tramo relativamente recto, frenó la carreta y se apeó de ella. Una vez con el pie en tierra golpeó y el cuarto trasero del caballo para hacer que...

Cazadora de brujas 7

Amanece y la sentencia debe ser cumplida. Sexo y muerte en un reino lejano.

Deidra y la joven Neila dormitaban acurrucadas en una esquina del sótano. Ambas estaban desnudas y en sus manos y tobillos podían verse las marcas de las sogas que las habían sujetado buena parte de la noche, mientras sus captores las violaban una y otra vez.

Cuando acabaron con ellas simplemente las soltaron y las dejaron solas, allí encerradas. Neila se había abrazado a su maestra y lloró hasta quedarse dormida. Deidra tardó algo más, aterrada ante lo que sabía que les esperaba al día siguiente.

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Cazadora de brujas 6

La cazadora de brujas tiene una noche divertida. No hay sado en este relato, pero digamos que es un breve paréntesis.

Domio escuchó gritos en la oscuridad de la noche. Se estaba acercando al ayuntamiento cuando los oyó. Inconfundibles sollozos femeninos y groseras risas de forasteros.

De uno de los tragaluces que daban al sótano del edificio salía un resplandor, y los gemidos surgían de allí. Con algo de temor se acercó, con una mezcla de fascinación y confusión por lo que estaba sucediendo. Nunca antes había ocurrido algo así en su pueblo, al menos que pudiera recordar. Y lo que más le turbaba era que estaba seguro...

Cazadora de brujas 5

La cazadora de brujas tiene a sus presas. Para ellas no será una noche agradable.

Era un pueblecito demasiado pequeño para tener unas mazmorras dignas de ese nombre. En las escasas ocasiones en que era necesario, se usaba el sótano del ayuntamiento. Y allí llevaron a las dos prisioneras.

No había gran cosa. A la escasa luz de las antorchas sujetas a la pared, tan solo una tosca mesa de madera llamaba algo la atención. Arrojaron sobre ella a Neila sin contemplaciones. De forma eficiente, ataron sus muñecas y sus tobillos con fuerza y quedó tumbada boca arriba, con los brazos y pie...

Cazadora de brujas 4

Neila se rehace de las emociones de ese día, pero el sosiego no le durará demasiado. Cuarta parte del relato de sexo, violencia, muerte y maldad.

Andra salió de la casa del alcalde con decisión. Sabía que era el centro de atención de todos los lugareños allí reunidos, y debía actuar con autoridad. Notaba que le tenían miedo, y eso era bueno. No sólo representaba el poder del duque e iba acompañada por una tropa armada. A todas luces profesionales curtidos, y no milicias como las de la zona. Además, su fama de cazadora de brujas la precedía. Todo ello hacía que el hecho de ser una mujer, no pesara en su contra.

Y era el mismo miedo que había tr...

Cazadora de brujas 3

Andra llega al pueblecito donde debe cumplir la misión encomendada. Antes, los lugareños viven sus vidas con sus pequeños dramas.

Neila llevaba ya un buen rato por aquellos parajes, como delataba su saco. Deidra estaría contenta con ella. Había salido temprano de su cabaña, a las afueras del pueblo, casi en el mismo bosque, para recoger las hierbas que su maestra le había encargado. Y el trabajo de la mañana había dado sus frutos.

Aunque llevaba allí muchos años, aún no se acostumbraba a ver aquel como su pueblo. Había quedado huérfana a una edad muy temprana, en una de aquellas epidemias que se daban en las zonas de montaña,...

Cazadora de brujas 2

Andra debe prestar un servicio especial a la duquesa antes de partir a la misión. Puede herir sensibilidades, lo advierto.

Andra, la cazadora de brujas, salió de los aposentos del duque con sentimientos encontrados. Estaba asqueada, cosa que la sorprendía, pero también aliviada de seguir contando con la confianza de su señor.

Estaba a punto de llegar a la puerta del palacio cuando una doncella le salió al paso indicándole que la duquesa quería hablar con ella. Era suficientemente prudente para no contrariar a la esposa del duque, de modo que se dirigió al jardín, donde la señora, junto con algunas damas de compañía, la es...

Cazadora de brujas 1

Andra, despiadada cazadora de brijas al servicio de los duques, es enviada a una nueva misión. Puede herir la sensibilidad del lector.

Andra permaneció en pie entre la multitud. Cubierta con su capa y su capucha, nadie parecía reconocerla, ni parecían notar las armas que colgaba de su cinturón. No era habitual una mujer portando una espada, y eso la convertía en alguien reconocible. De quien en mayor o menor medida, todos en el ducado habían escuchado historias.

Podría haber estado disfrutando del espectáculo en un lugar más cómodo. Al fin y al cabo, era por ella por lo que estaban allí. Sin embargo, no le apetecía en absoluto acom...

La duquesita (2)

La conclusión de una historia de sexo, asesinato, tortura y venganza. No apta para espíritus delicados.

Esperé un tiempo prudencial, una vez todo el mundo se hubo retirado a sus habitaciones, antes de aventurarme por los pasillos. Había pasado un día desde la desconcertante ejecución pública de la doncella inocente. Un día que había ocupado en presentar mis respetos a mi tío y poner en orden mis ideas.

Mi tío, el duque de Troncogrosso, ya casi no se podía contar entre los vivos. Sus ojos vítreos miraban sin ver y no emitía más sonido que débiles quejidos. Bien mirado, era una suerte para él.

Había...