La sorpresa de Adela
Puso cara de susto, y se le notaba en la cara que estaba a punto de echarse a llorar. Pero rápidamente se puso de pie y me ofreció la visión de su culo y de su coño; con una mano por delante empezó a acariciarse el coño mientras que con la otra intentaba trabajosamente meter uno de sus dedos por el ano.
Hacía dos semanas que Adelita había contactado conmigo a través de una página de relatos. Primero me envió un mensaje muy tímido sondeando mis intereses en materia erótica, y al cabo de dos preguntas yo ya sabía que estaba ante una persona sumisa, acostumbrada a obedecer y deseosa de trasladar ese carácter a su vida sexual. Se acababa de separar a sus 30 años, y en las fotos que me mandó se adivinaba una hembra insatisfecha y caliente, que tapaba demasiado un cuerpo que estaba en su esplendor.
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